lunes, septiembre 19, 2011

 
Mientras Cristina no está ...


La presidenta Cristina Fernández viaja hoy lunes 19/09 a Nueva York, donde el miércoles 21/09 hablará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ella se alojará en el exclusivo Mandarin Oriental Hotel -de la cadena Jardine Matheson Group-, en el Time Warner Center, Columbus Circle, en el Upper West Side de Manhattan, frente al Central Park. En su ausencia seguirá el debate que recorre al Frente para la Victoria: son 50 meses de fuga continua de capitales, el riesgo-país creció casi 300 puntos desde fines de julio y la tasa para emitir deuda externa volvió a los 2 dígitos. ¿Qué hacer?

La tragedia de Flores, el grave accidente en Lugano y la presentación de Sergio Schoklender en Diputados casi hicieron olvidar que estamos en medio de una campaña electoral para elegir Presidente de la Nación por 4 años, el posible control del Congreso por el oficialismo y el riesgo de desaparición de 5 candidatos presidenciales y, por lo menos, 3 agrupaciones políticas de la oposición.



Si no fuera por la anecdótica pelea por el control de Vicente López entre el intendente Enrique el Japonés García, que va por su 5to. mandato consecutivo, y el primo de Mauricio Macri, nadie hablaría de una lucha por el poder en la Argentina, lo que implica un tremendo triunfo de Néstor Kirchner, aún después de muerto, al haber pulverizado a las oposiciones con su estrategia de realizar una temprana y demoledora elección primaria que dejó sin aliento al antikerchnerismo -aunque su precio fue altísimo...-



Quizás el único que pelea por su supervivencia política es Hugo Moyano, que durante el fin de semana fue reelecto al frente del Sindicato de Choferes de Camiones, conocedor que no tendrá espacio ni poder en el futuro mandato de Cristina Fernández.



Alinear su tropa y mandar mensajes a través de sus programadas charlas en elegidas universidades privadas, donde no hoy riesgo de que aparezca La Cámpora o la izquierda para abuchearlo, son las tareas que concentran la atención del líder camionero, dado que tiene en claro que el Ejecutivo, por mil canales diferentes, está esmerilando su poder, su estructura de mando y tienta a sus aliados para que lo traicionen.



Incluso, en el Sindicato de Choferes de Camiones, Hugo Moyano tuvo que resistir la oposición de un grupo de afiliados que no querían que su hijo Pablo mantuviera la conducción del gremio, pero el secretario general de la Confederación General del Trabajo terminó por imponer la candidatura de su vástago, y la lista única para la elección interna.



El papelón de las fuerzas opositoras –que no se ponían de acuerdo si debían participar o no de la declaración de Sergio Schoklender en Diputados (curiosamente, Elisa Carrió tomó la misma decisión que el Frente para la Victoria: no ir, mientras que el socialismo estuvo a los tumbos dos días)- o la escaramuza mediática entre Mauricio Macri y el ministro de Infraestructura, Julio de Vido, quienes cruzaron acusaciones por la falta de soterramiento del Ferrocarril Sarmiento (sólo una puesta en escena), fueron pizcas de sal en una sosa semana política.



Pero en la arena económica, lejos está de sentirse un clima aburrido. La crisis internacional y el impacto que puede tener en la Argentina han comenzado a poner en primer plano las distorsiones profundas que sufre el autocalificado “Modelo Neodesarrollista”, título grandilocuente para el instrumentalista y consumista “Modelo K”.



Los economistas heterodoxos llevan un mes proclamando que es un mito la teoría del crecimiento por “viento de cola” o recomiendan las medidas tomadas en la Argentina como solución para la crisis internacional.



Sin embargo, se cumplieron 50 meses de fuga continua de capitales (un verdadero récord histórico), 17 meses de inflación del INdEC que no pasa del 0,8% (cuando los privados hablan de una cifra dos o tres veces mayor), el riesgo-país creció casi 300 puntos desde fines de julio (pese a que estamos “blindados”, según afirma el gobierno) y la tasa para emitir deuda externa, con riesgo argentino, volvió a los dos dígitos.



La Universidad Católica Argentina nos dice que el índice de Confianza de los Consumidores está en niveles récords, pero dos de cada tres afirma que “apenas” llega a fin de mes con sus ingresos y el INdEC reconoce que que 1 de cada 3 trabajadores sigue 'en negro', muchos de ellos con sueldos por debajo del promedio de la economía, algo que los ubica fuera del milagro de consumo que celebra la Casa Rosada.



Aunque el gobierno rechace las distorsiones microeconómicas (el mayor argumento a favor de la Casa Rosada es que nunca hubo en la historia económica argentina récord de crédito de consumo y ventas autos al mismo tiempo que suben de depósitos bancarios y hay fuga de capital), ya casi no pueden ignorar los problemas que presentan las grandes cuentas públicas.



Con algunos aliados, el ministerio de Economía ha ido filtrando a los medios que habrá un cambio de estrategia para pagar la deuda en 2012, que se irán reduciendo los subsidios, que buscará poner límites a las demandas salariales en las negociaciones entre empresarios y gremios y que no les preocupa la competitividad del peso ni la devaluación del real, el dólar o la recesión internacional. Casi un discurso de pura economía ortodoxa. Sin embargo, la verdad es otra.



El gobierno, que dice que cambiará su estrategia para cancelar pasivos financieros, incluye en el proyecto de Presupuesto 2012 un permiso para emitir deuda externa y sacar más fondos del Banco Central, al tiempo que exprime cada caja que tiene a mano (desde el Anses al Fondo Solidario de Redistribución para Obras Sociales, pasando por el Banco Nación, Lotería Nacional, el PAMI o la AFIP).



El gobierno que promete reducir subsidios en 2012, acaba de subirle $ 6.300 millones a las partidas para repartir entre empresas de servicios públicos, con lo cual, ya llega a $ 71.400 millones las contribuciones que realiza el Estado para evitar aumentos a las tarifas de luz, agua, gas o boletos de colectivo, tren y subte; mas el rojo de Aerolíneas Argentinas, las necesidades de fondos para las centrales nucleares o para instalar antenas de televisión digital para avanzar contra el Grupo Clarín.



El gobierno que se considera “blindado” ante la crisis internacional y niega la fuga de capitales, intenta defender las reservas impidiendo importaciones y colocando barreras contra la salida de divisas. El resultado: la Argentina es el país más proteccionista del mundo, donde se aplica una de cada 3 trabas a nivel internacional o frena el ingreso de bienes de capital para las industrias minera y pesada, generando costos millonarios a las sectores más productivos de la zona cordillerana.



Pero, en paralelo, el gobierno que dice defender las reservas del Banco Central y la industria nacional, por la falta de instrumentos de inversión y ahorro, causado por la eliminación de los fondos de pensión, convierten la venta de autos en una forma de reserva de valor, lo que implica que por cada vehículo vendido, fabricado a nivel local, se tienen que importar partes por casi US$ 16.000, causando un desequilibrio en la balanza comercial argentina de casi US$ 6.000 millones en 9 meses.



Pese a los discursos de campaña del ministro de Economía y candidato a vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, y la cohorte de economistas heterodoxos que alaban el supuesto modelo económico, el gobierno tiene que pedirle a empresario y banqueros que manden una carta reservada al órgano que vigila el lavado de dinero (el GAFI), para evitar que la Argentina ingrese en una lista negra internacional y frene las escasas inversiones que hoy llegan del exterior a la economía real.



En su búsqueda de cajas alternativas, el gobierno sigue mirando al campo, en especial ahora, que logró desbaratar a la Mesa de Enlace (callando a unos a fuerza de votos y seduciendo a otros con la inconstitucional Ley de Tierras). El “yuyito”, según el INTA, dejó US$ 753 de ganancia por hectárea, una cifra que los funcionarios cristinistas consideran “ganancia extraordinaria”, posible de incautar, según su peculiar forma de ver la realidad, donde el resultado del esfuerzo del otro siempre es exagerado, mientras que sus utilidades son siempre escasas.



En la semana, el gobierno presentará un nuevo régimen de comercialización para el trigo y el maíz, bajo la excusa de reducir el control de los exportadores sobre el mercado, oculta la intención de producir una profunda redistribución de utilidades en la cadena de producción, procesamiento y venta. Sería el primer paso para un modelo mayor que incluiría la soja y el resto de los productos agropecuarios, algo que huelen a Junta Nacional de Granos o de Carnes, aunque no se llame de esa forma y se disfrace de propuesta generada por los propios productores y molinos.



En una de sus presentaciones mediáticas, la ex ministra de Economía, Felisa Miceli, aseguró que “hay sabiduría en este gobierno como para darse cuenta de cuándo hay que cambiar las cosas”. Tiene razón. Antes de que comience el segundo mandato de Cristina Fernández, el oficialismo está dando claras señales de las modificaciones que instrumentará y de cuáles serán sus prioridades.



El estado deliberativo que existe entre los economistas heterodoxos confirma que han registrado el agotamiento del “Modelo K”. Sin embargo, las soluciones que se proponen son diferentes y no sólo en matices.



Cerca de Amado Boudou o de los viejos participantes del Grupo Fénix creen que con retoques, con sintonía fina, todo se soluciona.



Los economistas nacionalistas e industrialistas, arribistas por naturaleza, hoy oficialistas, creen que el gradualismo no alcanza, que deben realizarse cambios importantes, para recuperar la competitividad del peso.



Los que provienen de grupos más de izquierda, cuasi marxistas, creen que debe hacer un recambio de hombres, de sistema de producción y de distribución de la riqueza, es decir, casi un nuevo modelo económico, pero con la máscara y nombre del kirchnerismo.



En el fondo, decide Cristina Fernández y su economista de cabecera es, sin duda, Amado Boudou. En base a la experiencia previa, manotear cajas, cebar el consumo y reducir, de palabra, el gasto, serán las soluciones. Por lo menos hasta que escapar hacia adelante no alcance para frenar las consecuencias de los errores cometidos durante tantos años.

miércoles, septiembre 14, 2011

 
De la crisis del modelo al éxito de Cristina


¿Qué depara el futuro poselectoral argentino? El mercado de especulaciones se encuentra con tránsito fluido. La consultora Massot & Monteverde realiza un informe semanal, InC., cuya versión abreviada habitualmente se envía a, varios medios. Es interesante observar que, en esta ocasión, el enfoque político y el enfoque macroeconómico es casi divergente aunque, a la vez, es complementario entre sí, y el resultado es elocuente:

Comencemos por algunas precisiones del capítulo macroeconómico del informe InC., que plantea -probablemente en la pluma de Agustín Monteverde- lo que opinan muchos economistas y operadores del mercado acerca del horizonte complicado de la economía poselectoral:



"(...) • Una vez que el gobierno se aseguró el financiamiento del BCRA por vía de utilidades, adelantos transitorios y uso de reservas para cancelar deuda con acreedores privados, el problema dejó de ser la caja de pesos; ahora el talón de Aquiles es la caja de dólares, tensionada por la reversión del superávit de cuenta corriente y la aceleración de la salida de capitales.



• A diferencia de los primeros ocho años, en que el kirchnerismo gozó de condiciones internacionales formidables —el ya famoso viento de cola—, durante la próxima etapa enfrentará un contexto muy delicado, a la par de sufrir las consecuencias de propias y erradas decisiones previas.



• El deterioro de las cuentas externas del país, la depreciación del real en Brasil, la inflación de 20 % en dólares, la suba de los costos salariales, la pérdida de competitividad en las exportaciones, y la nada tranquilizadora certeza poselectoral hacen que una devaluación significativa del peso quede en el terreno de lo probable.



• La versión oficial sostiene que el gobierno tendría, en principio, margen de maniobra gracias a que el año próximo los vencimientos en dólares no exceden el 2% del PBI y casi la mitad de la deuda pública está en manos de organismos estatales.



• El año que viene hay vencimientos por US$ 14.000 millones pero las necesidades de financiamiento —sin contar una persistencia del actual nivel de salida de capitales— se reducirían a US$ 8.000 millones.



• Corresponden a acreedores privados 46% de los vencimientos de capital y 53% de los de intereses, por lo que su pago no podrá ser prorrogado.



• El resto, lo afrontaría en buena parte recurriendo al roll over, es decir, reemplazando deuda con más deuda. (...)".



• Pero el año próximo se profundizará la demanda de dólares, justo en momentos en que la crisis global podría frenar el comercio exterior y la caída de reservas impediría pagar los vencimientos de deuda con divisas del Central.



• El mundo —en el mejor de los casos— crecerá poco o nada el próximo año, con una significativa contracción del intercambio comercial.



> La caída de las importaciones por parte de los países desarrollados anticipa una reducción del comercio global y de los emergentes —entre ellos, China— en particular.



• El precio de la soja debiera mantenerse en el mejor de los casos amesetado.



> En los últimos días, los futuros de soja en la bolsa de Chicago han experimentado bajas en consonancia con el resto de los commodities.



> Sin embargo, un ejecutivo de la firma estatal de comercio Chinatex Grains and Oils aseguró que las importaciones de soja subirían más de 10% debido a un probable incremento de la producción porcina china.



• Menos crecimiento y menos comercio significan menos disponibilidad de dólares para la Argentina.



> El gobierno debiera comprender que conviene actuar por el lado de los incentivos y no de las penalidades.



> Morigerar el impuesto al cheque y las retenciones y levantar los cupos y restricciones para exportar constituyen medidas de sentido común.



• Si persiste la elevada fuga de capitales o se produce una contracción del comercio, la vuelta a los mercados voluntarios de crédito aparecerá como obligada.



• Aun en un escenario mundial que resultase exento de debacles graves, es seguro que la Argentina deberá enfrentar una desaceleración del nivel de actividad y creciente estrechez de la caja de dólares. (...)".





Sin embargo, esos conceptos contrastan con el enfoque político del mismo informe -probablemente autoría de Vicente Massot-, texto que, a la vez, es complementario ya que, de lo contrario, no podría explicarse el entusiasmo Cristinista de la mayoría de la sociedad argentina:



"Nuestra historia reciente, desde el último régimen militar a la fecha, no ha sido otra cosa más que la consagración, en cuerpo y alma, de al menos la mitad de los argentinos a hombres providenciales, sin importar si se trataba de generales o de abogados, a los cuales se endiosaba —muchas veces a tontas y a locas— por espacio de años, para después —con la misma ligereza— olvidarse de ellos como si hubiese sido pecado haberlos apoyado. Pasó esto con Jorge Rafael Videla, Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa.



En 1976 el país, harto del desgobierno peronista y preocupado por el avance de los movimientos insurreccionales, saludó la irrupción de las Fuerzas Armadas como quien recibe a salvadores de la Patria.



En 1983 el político nacido en Chascomus obró el milagro de vencer al candidato justicialista en elecciones libres y, a partir de ese momento, se consideró a su triunfo como un punto de inflexión en la vida política de la república.



En 1989 le tocó el turno al riojano, que pasó de ser —en la consideración de la gente— un Facundo de carnaval a un estadista capaz de codearse con los líderes más importantes del mundo.



Diez años después, De la Rúa representó la aspiración —finalmente trunca— de mantener los beneficios de la convertibilidad y poner fin a la corrupción menemista.



Pero —claro está— luego de los tiempos de bonanza llegó el ocaso.



La guerra de Malvinas clausuró cualquier aspiración castrense de prolongar su estadía en el poder.



La hiperinflación que le estalló en las narices a Alfonsín puso un punto final anticipado al mandato para el cual había sido elegido a expensas de Italo Luder y al soñado Tercer Movimiento histórico.



La imposibilidad de ser reelecto por segunda vez —unido a su despiadada y suicida campaña contra Duhalde— ocasionaron, hacia finales de siglo, el principio de la decadencia menemista.



La crisis de gobernabilidad borró a De la Rúa de un plumazo a principios de 2000.



Alfonsín, Menem y De la Rúa llegaron a la Casa Rosada con el apoyo de 50% de los votos. Mientras duró la fiesta, la sociedad argentina le batió palmas —indistintamente— a Martínez de Hoz, al Plan Austral, a la convertibilidad y a la promesa del candidato de la Alianza de no cambiar el régimen de $ 1 por dólar impuesto por la dupla Menem-Cavallo.

Todo parecía color de rosa hasta que —por diferentes motivos— estallaron, uno tras otro, los diversos programas económicos.



Con esta particular coincidencia: que si bien no todos los presidentes mencionados terminaron de la misma manera, todos fueron olvidados o estigmatizados.



Videla purga varias condenas a cadena perpetua en Campo de Mayo; Alfonsín revivió en el cariño popular solo cuando se murió; Menem es apenas una sombra del que fue en la pasada década de los ’90; De la Rúa todavía es el hazmerreír de los programas cómicos. Si alguien encontrase un ejemplar del grueso de los argentinos que los apoyaron alguna vez, habría que premiarlo. Es que parecen haber desaparecido de la escena nacional sin dejar rastros de su paso. Y, sin embargo, hay razones valederas para creer que una parte importante de quienes se entusiasmaron con Carlos Menem, por ejemplo, desde 2003 en adelante quebraron una lanza a favor de los Kirchner.



La algo extensa introducción anterior no ha tenido otro propósito que mostrar hasta dónde, entre nosotros, han primado las emociones irracionales y el bolsillo en el apoyo dado a los sucesivos gobiernos que hemos sufrido. La esperanza que todos ellos encarnaron caló hondo en el ánimo de los argentinos y —salvo De la Rúa— los restantes instrumentaron planes económicos que, en principio, parecieron funcionar.



Por eso vivimos veranitos o veranos que, a la larga, terminaron en debacles sonoras.



El ciclo kirchnerista es —observancias ideológicas aparte— un calco del ciclo menemista en punto a la adhesión popular, el respaldo al oficialismo en las urnas, la conformidad con los presupuestos económicos vigentes y la tendencia a convertir a los impulsores del modelo en seres extraordinarios.



Menem no manejó a su antojo los hilos del poder en el país porque fuese un déspota que despertase miedo y generase obsecuencia generalizada, a la fuerza. Por el contrario, resultó uno de los gobernantes más carismáticos y sorprendentes de estas playas en el siglo XX, cuyo éxito, entre 1989 y 1999, fue fruto de la capacidad que tuvo para poner fin a la inflación y reformar el papel del Estado.



Néstor Kirchner, sin la simpatía del riojano y con una dosis de resentimiento que éste nunca tuvo, logró montar un aparato de poder que lleva ocho años funcionando.



La pregunta que se hace el arco opositor, en atención a lo que vivimos en los últimos treinta y cinco años, aproximadamente, es si el kirchnerismo será capaz de corregir las profundas distorsiones de la economía o si redoblará la apuesta respecto de lo que ha venido haciendo desde 2003.



En el primer caso —dicen— el gobierno podrá llegar a 2015 no sin antes haber sufrido los sobresaltos y el desgaste propios de cualquier plan de ajuste.



El segundo escenario, si nada cambiase, sería la crónica de una catástrofe anunciada.



Demás está decir que las preocupaciones de los opositores no tienen nada que ver con la visión del oficialismo.



Para aquéllos se está cebando una bomba de tiempo que, tarde o temprano, explotará.



Para los seguidores de Cristina Kirchner, ellos están haciendo historia.



Para unos bastaría una retracción del poder de compra de China o una devaluación en Brasil, y el andamiaje montado por el santacruceño y su mujer se vendría abajo, en cuestión de segundos, a semejanza de un castillo de naipes.



Para Cristina Fernández, Amado Boudou, Carlos Zannini y Florencio Randazzo —en cambio— el país esta blindado y, por tanto, en condiciones de sobrellevar con éxito las consecuencias que traería aparejadas una nueva crisis financiera mundial.



Con el precio de la soja sonriéndole desde hace ocho largos años y la notable capacidad demostrada por el kirchnerismo de ejercer el poder de manera discrecional, los pronósticos apocalípticos debieran evitarse. Es cierto que si mañana estallase Europa —el eslabón más débil de la cadena capitalista, para repetir la célebre frase de Lenin— el efecto dominó podría golpearnos sin misericordia.



Pero no es menos verdadero decir que, frente a la adversidad, la reacción del actual gobierno no sería nunca semejante a la de Fernando de la Rúa. Nadie puede descartar un sacudón internacional. Nadie, al mismo tiempo, debería subestimar los reflejos kirchneristas. Sobradas pruebas ha dado —en momentos de prosperidad— sobre su voluntad de echar mano a cualquier recurso, como para suponer que un vendaval externo lo haga tambalear.



En todo caso, si sufriésemos los efectos de una recesión en Europa y Estados Unidos —y, como consecuencia de ello, el erario nacional mermase considerablemente— habrá que pensar menos en la sucesión de Cristina Fernández que en los medios que adoptará para mantenerse en Balcarce 50.



O, lo que resulta indistinto, cuáles nuevas cajas se hallarán entonces en la mira de un gobierno que no tiene ministros demasiado competentes ni técnicos reconocidos por su solidez pero cuenta con un gran respaldo popular y la capacidad de hacer su voluntad al precio que fuese.



Cuando se tejen reflexiones acerca de la vulnerabilidad del modelo económico en vigencia y se especula respecto de los obstáculos que encontrará en su camino en los próximos años, no debe perderse de vista que las administraciones fallidas en la Argentina lo fueron porque no supieron asegurar la gobernabilidad.



El kirchnerismo, inversamente y en punto al ejercicio efectivo del poder, ha puesto de manifiesto una maestría singular. Será corrupto, arbitrario e intolerante, a condición de reconocer que sabe lo que quiere —aun cuando nos disguste— y sabe cómo obtenerlo —aun cuando los medios a los que, de ordinario, echa mano, nos parezcan ilegítimos.



Que los fundamentos del plan montado por el santacruceño crujen y hacen ruido, no es novedad.



Ni este nivel de gasto público, ni el actual atraso cambiario, ni la notable distorsión de precios relativos podrán mantenerse cuatro años más, como si tal cosa.



Pero son asignaturas que admiten postergarse, en términos de su tratamiento, sin que ocurra mañana una catástrofe. Eso lo sabe la presidente y también sus principales escuderos. Para ellos lo primero, en el orden de la ejecución, es cumplir con el trámite del 23 de octubre y acumular todo el poder que está en disputa. Luego habrá tiempo de pensar en un soft landing."

 
La "nueva política", según Lanata


Los funcionarios del actual Gobierno llevan 20 años en el poder.



En su última columna del Boletín Oficial/12, Horacio Verbitsky –luego de dedicar unos cinco mil caracteres a explicar un chiste que le salió mal y muchos confundieron con una amenaza (“Vienen por más y lo van a encontrar”)– se pierde en una confusa argumentación que intenta demostrar que la clase política, contra lo que se piensa, vive un saludable proceso de renovación desde 2001. Para ello recurre a una árida serie de porcentajes de renovación de las legislaturas que demostraría, en su opinión, que “se fueron todos”.

Limitar la renovación política al Congreso en una administración que lo tomó como una escribanía es un poco voluntarista: recuérdense los 270 decretos de necesidad y urgencia de Néstor, y los más de 15 de Cristina. En cualquier caso, puede pensarse que el “que se vayan todos” hacía referencia a una casta: la de quienes ocupan cargos ejecutivos desde toda su vida, pasando de un gobierno a otro, nombrando familiares y amigos que se enquistan en el poder, esté quien esté.

Discutirlo resulta tan ingenuo como la posición oficial sobre la inflación: es como discutir el clima. ¿O el lector se animaría a afirmar que nos encontramos frente a una clase política joven y renovada? Un rápido repaso a algunos de los miembros de nuestro gabinete de kindergarten:



Julián Domínguez, ministro de Agricultura, fue durante la administración Menem jefe de Gabinete del Instituto de Previsión Social, director del Instituto Nacional de la Juventud, jefe de Gabinete del Ministro del Interior; ministro de Obras y Servicios Públicos del gobernador Ruckauf, vicejefe de la Jefatura de Gabinete de Duhalde y secretario de Asuntos Militares de Kirchner.



Débora Giorgi, ministra de Industria, fue secretaria de Comercio, luego de Energía y Minería de De la Rúa, ministra de Producción de Felipe Solá en la provincia, ministra de Asuntos Agrarios de Scioli y luego ministra de Producción K.



Alicia Kirchner fue: hermana, subsecretaria de Acción Social en Santa Cruz en 1975 y 1983, secretaria de Promoción Municipal en Río Gallegos a cargo de Salud, Educación y Cultura, Acción Social, Recreación y Deportes entre 1987 y 1990, y luego senadora nacional.



Juan Luis Manzur, ministro de Salud, tuvo idéntico cargo en el partido de La Matanza, luego fue viceministro de Salud en San Luis, después ministro de Salud en Tucumán, después vicegobernador en Tucumán y presidente de la legislatura provincial.



Alberto Sileoni, ministro de Educación, fue Director de intendencia de Bouer y subsecretario de Educación de Jorge Domínguez. Después se mudó a provincia, donde fue director de Educación Secundaria y subsecretario del gobernador Ruckauf. En 2003 fue nombrado viceministro de Filmus, y en 2006 volvió a Capital para ser ministro de Educación de Telerman.



Julio César Alak, ministro de Justicia, comenzó aliado con Amerise, el vicegobernador de Herminio Iglesias, llegó a la intendencia de La Plata en pleno menemismo y fue reelecto en 1995, 1999 y 2003. En 2008 fue convocado por los K para integrar el directorio de Aerolíneas.



Julio De Vido siempre estuvo a cargo de la caja: fue director de Obras Públicas del IDUV en Santa Cruz, presidente de la Administración de Vialidad Provincial, ministro de Economía, representante ante el Consejo Federal de Inversiones, presidente de la Comisión Provincial de Impuestos, diputado, ministro de gobierno provincial y luego superministro nacional.



El ministro de Defensa, Arturo Puricelli, fue inspector general de Justicia en Santa cruz en 1974, subsecretario del Interior y ministro de Asuntos Sociales, luego gobernador de Santa Cruz, diputado, presidente del directorio de ENCOTESA, vicepresidente del Organismo Regulador de Aeropuertos, secretario de Provincias de Duhalde e interventor de Fabricaciones Militares K.



Aníbal Fernández fue asesor del Concejo Deliberante de Quilmes entre 1983 y 1989, y del de Florencio Varela entre 1983 y 1988, luego intendente, secretario de Gobierno de Duhalde, ministro de Trabajo de Ruckauf, secretario General del presidente Duhalde y su ministro de Producción, luego diputado y más tarde ministro del Interior de Néstor.



Son solo algunos de los jóvenes políticos que nos gobiernan y que apuestan ahora a su re-reelección. Acaban de llegar al país, y no tienen responsabilidad alguna en nuestro pasado. Está clarísimo que son, como mucho, el 0,6% del 1,5 elevado a la potencia Pi del coseno de 18, como dijo Horacio, quien también es nuevito, nuevito, y que debería cambiar su sobrenombre de Perro por el de Cachorro.

 
Efectivos espejitos de colores


Los argentinos votaron el 'salariazo' de Carlos Menem en 1989. Y lo ratificaron en 1995. Descorcharon con la Alianza en 1999. Lucieron muy confundidos en 2003 pero en 2007 y 2011 se decantaron abiertamente por Cristina Fernández porque les atrae la seducción permanente que, a través de una sucesión interminable de anuncios, es la forma kirchnerista de construir poder. Todo dentro de la democracia, está muy bien. Precisamente por eso no se aceptarán reclamos ni quejas ni devoluciones.

Como dos rieles, dos vías, que corren en paralelas pero nunca se tocan, las oposiciones y el gobierno desarrollan sus estrategias de campaña para el último mes que tienen para seducir votantes.

Mientras las oposiciones alinean la tropa y reclutan fiscales, la Casa Rosada se lanza a atrapar todos los conversos al kirchnerismo que han aparecido en las últimas semanas y tapizan de anuncios electoralistas el camino a obtener otros cuatro años de mandato.

Entre viernes y sábado, la Coalición Cívica, el Peronismo Federal y la Unión Cívica Radical reunieron a sus máximas autoridades y candidatos con el fin de relanzar sus campañas, pero todos con objetivos muy diferentes.

Elisa Carrió apenas contuvo el inicio de una caza de brujas lo que podría disolver su segundo partido político en menos de 10 años.

Eduardo Duhalde y Mario Das Neves no pudieron eliminar sus diferencias y el chubutense ya está pensando en su futuro político junto a Felipe Sola, como si los tres tuvieran un futuro político luego de octubre.

Ricardo Alfonsín aceptó el acercamiento de Francisco de Narváez con Adolfo Rodríguez Saá, aunque no habrá campaña con el empresario nacido en Colombia; acelera una ruptura entre radicales y socialistas en Santa Fe, para esmerilar a Hermes Binner y sospecha de una fuerte interna en su contra encabezada por Julio Cleto Cobos, entre otros líderes radicales.

En las tres fuerzas hay coincidencia que fiscalizar con eficiencia en octubre es su única opción para no desaparecer y vieron en la Justicia un guiño cuando anunció que deberán reemplazarse las autoridades de mesa en donde se detectaron irregularidades.

Sin embargo, que en Buenos Aires van a cambiar sólo 275 presidentes contra más de 1.500 puestos en duda, hace pensar en todo es una operación de maquillaje más que un impulso a la transparencia del escrutinio o una amenaza contra las supuestas “picardías” que cometieron aliados del gobierno.

Mientras las desventuras de las oposiciones se acumulan, Cristina Fernández, sus principales espadas y todo el aparato oficial no levanta el pie del acelerador de la campaña electoral y construyen con cada anuncio un acto que busca consolidar los votos de las elecciones primarias y sumar todo los votantes que se sienten desilusionados por el resto de los candidatos.

El término partido 'catch all' (atrapa todo), es una categoría política introducida por Otto Kirchheimer en 1966 y se refiere a un conjunto de agrupaciones que nacen tras la Segunda Guerra Mundial, que atraer al máximo número de electores posibles de un país, tomando el electorado como un conjunto de colectivos a conquistar.

Los partidos 'catch all' no responden a una clase social o a un sola ideología, al contrario, instrumentan a través de la praxis un sistema de seducción de diversos para consolidar una hegemonía de poder.

Si le suena conocido, no es casual, es lo que hace Cristina Fernández cuando anuncia un aumento de la Asignación Universal por Hijo y las asignaciones familiares, cuando comunica el inicio de obras cloacales que beneficiará a 3 millones de personas o cuando presenta el Programa Agroalimentario 2020.

La seducción permanente, a través de una sucesión interminable de anuncios, es la forma kirchnerista de construir poder.



No importa que quienes reciben la Asignación Universal por Hijo tenga cada vez menor poder de compra, que nadie sepa cuándo comenzarán a construir las prometidas cloacas o que el Plan Agroalimentario es un rosario de buenas intenciones, sin medidas concretas, hecha por el mismo gobierno que sojizó el campo, destruyó el stock ganadero y cambio en la dieta alimentaria de los argentinos, abaratando el pollo y subiendo el precio de la carne.

Al gobierno no le importa que 1 millón de familias hayan dejado de cobrar asignaciones familiares, total, autorizando a los sindicatos aumentos por arriba del 25%, aumentando las jubilaciones o incrementando la Asignación Universal por Hijo, con los cuales inyecta más de $ 2.000 millones al consumo a partir de octubre, justo el mes de las elecciones presidenciales.

Al gobierno no le importa impulsar un plan de empleo en el sector privado, dado que los sucesivos récords de recaudación aseguran que el Estado sea el mayor creador de puestos de trabajo, no importa que tengan los sueldos más atrasados de la economía. El clientelismo político toma la forma de empleo público, mucho más digno que un subsidio al desempleo.

Al gobierno no le interesan las encuestas. Cuando los fines de semana largos miles de personas salen de Buenos Aires o cuando se baten récords de venta de electrodomésticos o de autos, la Casa Rosada sabe que una inmensa porción del electorado vota cada vez que consume y que no renunciarán a ese consumo por políticos que no ofrecen alternativas.

El Programa Agroalimentario 2020 no va hacia el productor agropecuario, sino a todos los que viven del sector; cuando se anuncia agua potable para 3 millones de personas, el Ejecutivo apunta a las villas bonaerenses y los barrios que las rodean, que crecieron en población 3 veces más que el resto del país y donde están 1 de cada 5 votantes.

Como nunca antes en la historia, Cristina Fernández tiene todo el dinero que quiera para gastar. Según Claudio Lozano, entre 2003 y 2011, Néstor y Cristina Kirchner usaron y usarán $ 213.000 millones sin control del Congreso, cuatro veces, más que el presupuesto total de Fernando De la Rúa en 2001.

Así, cualquiera diría que es fácil ganar elecciones.

Sin embargo, el gobierno logra neutralizar descontentos seduciéndolos ideológicamente con muy poco.

Por ejemplo, mientras los productores de maíz dicen que dejaron de ganar US$ 845 millones que pasaron a manos de los exportadores, con la Ley de Tierras y sacando del negocio a los inversores extranjeros (como fue el caso de la venta del frigorífico de Cargill), la Casa Rosada atrae y mima los egos de Coninagro y la Federación Agraria Argentina.

En esa estrategia, para cautivar votantes, Cristina Fernández se mueve hacia la derecha y contiene a la madre de Candela Rodríguez (aunque luego proteste por el efecto electoral por las derivaciones que tuvo el caso), hace filtrar que puede crear un FBI argentino para crímenes graves (para luego negarlo), se acerca a los empresarios y hace trascender que podría bajarle los costos laborales mutando el servicio de ART en un autoseguro y no duda en acercarse a Mauricio Macri, prometiendo un lento pase de la Policía Federal hacia la Policía Metropolitana, sabiendo el costo político que deberá pagar el Jefe de Gobierno porteño en el camino a las elecciones presidenciales de 2015, cuando ocurra un hecho grave de inseguridad en la Ciudad de Buenos Aires.

Mientras que en las cumbres de la Coalición Cívica, el Peronismo Federal y la Unión Cívica Radical los jóvenes estuvieron ausentes, la Casa Rosada permite que Mario Pergolini lance una versión local de un juego de PlayStation y Xbox en Tecnópolis, sigue repartiendo computadoras entre votantes primerizos, casi en forma compulsiva, o lanza a Amado Boudou a cantar en conciertos de músicos aliados.

A Cristina Fernández no le preocupa que Hugo Moyano se acerque a Daniel Scioli, tener unidos a dos de sus enemigos potencia sus debilidades dado que el gobierno ha mostrado destreza para dividir alianzas circunstanciales y puede apuntar a ambos dirigentes con sus aliados, funcionarios y medios para esmerilarlos hasta sacarlos del escenario político.

El Caso Schoklender es una molestia en la carrera electoral, pero las elecciones primarias han demostrado que no tuvo impacto en los votantes, aunque podrían haber afectado los sufragios que recibió Daniel Filmus.

En todo caso, si se cumple el pedido para ser sobreseído en la causa, algo difícil que ocurra en estos momentos, el escándalo pasará a ser un dato anecdótico para un gobierno que es intocable antes las denuncias de corrupción.

Para una Cristina Fernández que piensa y actúa 24 horas el concepto de poder, el Caso Schoklender le preocupa menos que las peleas internas de La Cámpora, que sumar diputados (como hizo en Córdoba, bajando la lista de José Manuel de la Sota) o que lograda la unificación o retiro de candidaturas en una docena de distritos (como en Buenos Aires, donde espera sumar 33 municipios donde podría imponerse el Frente para la Victoria), todo para consolidar una estructura propia y fiel que desplace al Partido Justicialista.

Cuando el gobierno interviene para frenar el impacto de la devaluación del real, lo hace bajo concepciones políticas: quiere evitar signos de recesión, el freno del crecimiento industrial o la destrucción de puestos de mano de obra, antes que mantener una competitividad del peso respecto a nuestro principal socio comercial.

Cuando el gobierno enfrenta la minicorrida de las últimas semanas y ordena a la ANSeS vender US$ 3.000 millones lo hace bajo la seguridad de que China e India seguirá comprando soja argentina y que el flujo de divisas, aunque menor que en los años pasados, está asegurado, lo que implica que el drenaje de divisas pude mantenerse a nivel goteo, pero no convertirse en chorro que haga transpirar al Banco Central.

Para el 23/10 faltan sólo 42 días (6 semanas) y las oposiciones no tienen una estrategia clara para seducir votantes. Parecen el estudiante chino Wang Weilin que, en 1989, en la Plaza Tiananmen, se paró frente a un tanque intentando detenerlo. La foto es famosa, fue un hecho heroico, nada cambió en China y nadie sabe dónde está hoy esa persona.

Las oposiciones, si no lazan un plan urgente que despierte las esperanzas de los votantes, corren el peligro de Wang Weilin: en el futuro, quizás nadie sepa muy bien qué pasó con ellos, sino que, por sus innumerables errores, ayudaron a Cristina Fernández a eternizarse en el poder.

 
Los mejores días de Cristina


Al comenzar septiembre, la conformidad de la sociedad con Cristina Fernández es, probablemente, mayor a la que había el domingo 14/08. Al menos eso es lo que se transmite desde encuestas, medios de comunicación y organizaciones sociales. Supera a la que tenía Carlos Menem en 1997 cuando la sociedad argentina le concedió el triunfo en 1ra. vuelta, exigiéndole que mantuviera el 1 a 1... aunque luego afirmara que nunca lo había votado.



Ante el entusiasmo de cientos de empresarios, Cristina Fernández reconoció, por 1ra. vez en casi 9 años de gobierno kirchnerista, que el modelo económico necesita correcciones.



No fue original, en realidad, mantuvo el mismo discurso que las 2 reuniones de economistas heterodoxos oficialista (la Gran Makro, que conduce el ministro de Economía, Amado Boudou; y la variopinta neodesarrollista Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina).



¿Fue un gesto diplomático de Cristina Fernández o un cambio del discurso oficialista?



En el fondo, la Presidente de la Nación acarició los oídos de los empresarios de la Unión Industrial Argentina reunidos en Teconópolis ante el alineamiento automático, irrestricto y servil que mostró la central patronal en el discurso de José Ignacio de Mendiguren, y en la ríspida conversación alrededor del almuerzo del G-6 (encuentro con sus pares gremialistas empresarios) que se llevó a cabo días antes.



A los empresarios argentinos les preocupa la competencia de Brasil, que invade con sus productos el mercado argentino, pero no la pérdida de competitividad del peso; reclaman por los juicios laborales, pero no les importa la caída del poder de consumo de sus propios trabajadores, que no pueden comprar sus productos.



Sin embargo, conociendo el derrotero del gobierno kirchnerista, los industriales y los comerciantes deberían temer que los economistas heterodoxos oficialistas critiquen que el establishment gane mucho, que la productividad crezca a costa de los asalariados y que reclamen la inversión compulsiva de gran parte de las utilidades.



Pero, ¿por qué van a ser diferentes los empresarios de la sociedad argentina?



Según el Barómetro Social de la Universidad Católica Argentina, 79% de los argentinos quieren un gobierno con poder repartido, pero votan a favor de la concentración del poder.



Más de la mitad de los ciudadanos quieren acuerdos en la oposición, dice OPSM de Enrique Zuleta, pero la fuga de votantes de sus candidatos desde hace 3 semanas, es notable.



Según la consultora Nueva Comunicación, Cristina Fernández tiene una intención de voto del 52%, Hermes Binner, casi 16%, Eduardo Duhalde y Rodriguez Saá, 9 puntos cada uno y Ricardo Alfonsín, roza el 7,5%, lo que implica una pérdida de casi 10 puntos porcentuales para radicales y peronistas disidentes en sólo 20 días.



La UCA confirma que a Cristina Fernández la apuntalan las clases bajas y alta (41% de las opiniones positivas vienen de los segmentos más bajos y 36% de los consultados de mayor poder adquisitivo).



En El Cronista Comercial, Carlos Fara dejó en claro que, en 6 meses, los principales 'drivers' del discurso oficialista subieron su aceptación.



Hoy,



> 74% de los consultados dice que la Argentina kirchnerista es mejor que la de Carlos Saúl Menem,



> 71% sostiene que tenemos más industrias que en los '90,



> 63% cree que los medios de comunicación actúan como partidos políticos,



> 60% califica el modelo económico de 'productivo',



> 63% argumenta que tenemos un gobierno que se ocupa de los que menos tienen,



> 71% afirma que se redujo la deuda externa para tener mayor independencia internacional, y



> 49% realmente considera que el Poder Ejecutivo va en contra de las grandes corporaciones (recuerden a la UIA aplaudiendo rabiosamente a Cristina Fernández en Tecnópolis).



Pese a las quejas, protestas y consternación por el secuestro y posterior asesinato de Candela Rodríguez, la consultora Isonomía dice que



> a sólo 18% de los argentinos les preocupa la inseguridad;



> a 17%, los problemas económicos;



> a 13%, la inflación; y



> a apenas al 10%, la corrupción.



Cuando el gobierno habla, la gente cree.



Por eso, el INdEC asegura que el Censo 2010 muestra que, en 10 años (8 de ellos, kirchnerista), los hogares con servicios de agua crecieron 35% y los que cuentan con agua corriente subieron 27%.



Dice que hay 1 vivienda cada 4 argentinos y no cuenta que hay 2,5 millones de unidades desocupadas, lo que lleva la proporción a 5 personas y media por vivienda, y la mitad de los hogares no tiene desagotes cloacales ni gas.



En Comunicación y en Ciencias Políticas se asegura que la percepción es más importante que la realidad.



Por eso, el gobierno temió que el 'caso Candela', por su particular desarrollo mediático y trágico desenlace, colocara el tema inseguridad en la agenda electoral, cuando la Casa Rosada logró que no se hablara del mismo tema antes de las elecciones primarias.



Pero tampoco se habló en la campaña electoral de inversiones, ni de inflación, ni de inseguridad. Menos de educación.



Sin embargo, muchos intelectuales orgánicos del oficialismo, incluyendo periodistas y funcionarios, fustigaron a Chile y a su presidente, Sebastián Piñera por el modelo educativo transandino y alabaran al argentino.



A los voceros kirchneristas no les preocupa que en 6 de cada 10 hogares no haya computadores, que, como dice la UCA, uno de cada dos estudiantes deja el secundario y la mitad de los alumnos no comprenden lo que lee.



Tampoco que, como dijo Idesa, sólo 12 de cada 100 jóvenes pobres acceda la universidad; ni que, como sostiene el informe de SEL Consultores, de Ernesto Kirtz, la educación pública está perdiendo terreno frente a la privada, en especial, entre los más pobres.



Por su parte, la Fundación Mediterránea explicó que la Argentina es uno de los países con más dispersión educativa y que las diferencias de ingresos laborales entre un trabajador universitario y uno sin educación llegan a 80%.



Por eso, FIEL dijo hace ya dos años que el mejor motor de ascenso social es la educación, aunque no asegure salir de la pobreza ni tener pleno empleo. Nada de esto parece importarle al gobierno y los muchos de los votantes que tiene Cristina Fernández.



En una Argentina en donde 4 de cada 5 personas que recibe la Asignación Universal por Hijo sufraga al gobierno, no hay que extrañarse que la Casa Rosada tenga, en un año electoral, el mayor presupuesto en gasto social de la historia, sin que exista control del Congreso sobre el dinero que se gasta, el destino de las partidas o sobre las intermediarios que distribuyen esos fondos.



No sorprende tampoco que las oposiciones no puedan salir del pantano en que los metió la gente al no votarlos. Levantar la bandera del fraude profundizó la crisis que causó el Waterloo electoral.



No sólo la Justicia no atendió los cientos de reclamos, además, no hubo sanciones para quienes hicieron trampa. Luego de dos semanas de quejas mediáticas, el escrutinio final sumó pocos votos a cada candidato, mientras que Cristina Fernández siguió batiendo récords.



Casi al mismo tiempo, el intento de avanzar en el Congreso con la instrumentación de la boleta única –la única ilusión que le quedaba a los votantes frustrados de las oposiciones- cayó en un profundo vacío dado que no se tratará en el corto plazo, ni se instrumentará para octubre.



En todo caso, el pataleo mediático de las oposiciones fue tomada por la Justicia Electoral, que no quiere quedar como cómplice de maniobras ilegales e ilegitimas.



Por eso María Romilda Servini de Cubría amenaza con una investigación de los “orientadores electorales”, prohibidos por ley; y se resolvió cambiar los presidentes de las mesas donde hubo irregularidades, cerca de 2.000, según el duhaldismo; aunque deberían ser casi 47.000 según varias organizaciones civiles que fiscalizaron las primarias.



Pero intentando romper la parálisis, las oposiciones sufren un proceso de autofagocitación que los encamina hacia una implosión política.



La Coalición Cívica inició un proceso de mitosis y disgregación; el duhaldismo pelea con el PRO en la provincia de Buenos Aires por los escasos cargos que va a obtener y Francisco de Narváez tuvo que decidir entre hundirse con Ricardo Alfonsín o sobrevivir para las elecciones a gobernador del 2015.



El caso radical es paradigmático. La pelea por retener territorios (unos 600 municipios y un puñado de legisladores, dada la traición de sus dos últimos gobernadores) sacrifica la candidatura y la carrera política del hijo de Raúl Alfonsín, último bastión del rancio alfonsinismo.



Los radicales hacen mejor la interna que campañas externas y gestión de la Administración Pública, pero el efecto del internismo patológico que sufre la fuerza desde 1989 hizo que, en la Provincia de Buenos Aires, la UCR pasara de tener 91 intendencias sobre 125 (73%), en 1983; a sólo 15 sobre 135 (11%) en la presente elección.



Al gobierno ya no le importa mantener la 'Operación Piel de Cordero', y el ministro del Interior, Florencio Randazzo, fustiga a Clarín y La Nación duramente, analistas kirchneristas dicen que, por el supuesto abuso mediático del Caso Candela hay que regular la cobertura de noticias policiales y judiciales (¿será por los casos de corrupción?) o que se castigue a las distribuidoras que ofrezcan estrenos internacionales en más de 40 pantallas, cobrando una tasa (un impuesto indirecto) que irá a subsidiar programas oficialista en los canales oficialistas que crecen como hongos por la TV Digital.



Mientras las oposiciones corren como pollos sin cabezas dentro de un gallinero chico, el gobierno trabaja a tres niveles: todo lo que hace tiene un sentido electoral, tiene como meta ganar más espacios de poder y busca imponer un relato que conforme percepciones que le son favorables.



Parece que pasó una eternidad desde que Cristina Fernández sacudió el tablero político obteniendo 2 veces más votos que Néstor Kirchner en 2003, sin embargo, pasaron sólo 3 semanas.



Aún faltan 2 meses para votar en octubre, pero las oposiciones parecen congeladas en sus respectivas realidades: Hermes Binner y Adolfo Rodríguez Saá, siendo opositores convenientes para el gobierno y, el resto, evitando fragmentarse hasta desaparecer.



La suerte parece echada, salvo que las oposiciones sigan esperando el milagro que, hasta ahora, no ocurrió y parece no ocurrirá.

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