lunes, septiembre 19, 2011

 
Mientras Cristina no está ...


La presidenta Cristina Fernández viaja hoy lunes 19/09 a Nueva York, donde el miércoles 21/09 hablará ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ella se alojará en el exclusivo Mandarin Oriental Hotel -de la cadena Jardine Matheson Group-, en el Time Warner Center, Columbus Circle, en el Upper West Side de Manhattan, frente al Central Park. En su ausencia seguirá el debate que recorre al Frente para la Victoria: son 50 meses de fuga continua de capitales, el riesgo-país creció casi 300 puntos desde fines de julio y la tasa para emitir deuda externa volvió a los 2 dígitos. ¿Qué hacer?

La tragedia de Flores, el grave accidente en Lugano y la presentación de Sergio Schoklender en Diputados casi hicieron olvidar que estamos en medio de una campaña electoral para elegir Presidente de la Nación por 4 años, el posible control del Congreso por el oficialismo y el riesgo de desaparición de 5 candidatos presidenciales y, por lo menos, 3 agrupaciones políticas de la oposición.



Si no fuera por la anecdótica pelea por el control de Vicente López entre el intendente Enrique el Japonés García, que va por su 5to. mandato consecutivo, y el primo de Mauricio Macri, nadie hablaría de una lucha por el poder en la Argentina, lo que implica un tremendo triunfo de Néstor Kirchner, aún después de muerto, al haber pulverizado a las oposiciones con su estrategia de realizar una temprana y demoledora elección primaria que dejó sin aliento al antikerchnerismo -aunque su precio fue altísimo...-



Quizás el único que pelea por su supervivencia política es Hugo Moyano, que durante el fin de semana fue reelecto al frente del Sindicato de Choferes de Camiones, conocedor que no tendrá espacio ni poder en el futuro mandato de Cristina Fernández.



Alinear su tropa y mandar mensajes a través de sus programadas charlas en elegidas universidades privadas, donde no hoy riesgo de que aparezca La Cámpora o la izquierda para abuchearlo, son las tareas que concentran la atención del líder camionero, dado que tiene en claro que el Ejecutivo, por mil canales diferentes, está esmerilando su poder, su estructura de mando y tienta a sus aliados para que lo traicionen.



Incluso, en el Sindicato de Choferes de Camiones, Hugo Moyano tuvo que resistir la oposición de un grupo de afiliados que no querían que su hijo Pablo mantuviera la conducción del gremio, pero el secretario general de la Confederación General del Trabajo terminó por imponer la candidatura de su vástago, y la lista única para la elección interna.



El papelón de las fuerzas opositoras –que no se ponían de acuerdo si debían participar o no de la declaración de Sergio Schoklender en Diputados (curiosamente, Elisa Carrió tomó la misma decisión que el Frente para la Victoria: no ir, mientras que el socialismo estuvo a los tumbos dos días)- o la escaramuza mediática entre Mauricio Macri y el ministro de Infraestructura, Julio de Vido, quienes cruzaron acusaciones por la falta de soterramiento del Ferrocarril Sarmiento (sólo una puesta en escena), fueron pizcas de sal en una sosa semana política.



Pero en la arena económica, lejos está de sentirse un clima aburrido. La crisis internacional y el impacto que puede tener en la Argentina han comenzado a poner en primer plano las distorsiones profundas que sufre el autocalificado “Modelo Neodesarrollista”, título grandilocuente para el instrumentalista y consumista “Modelo K”.



Los economistas heterodoxos llevan un mes proclamando que es un mito la teoría del crecimiento por “viento de cola” o recomiendan las medidas tomadas en la Argentina como solución para la crisis internacional.



Sin embargo, se cumplieron 50 meses de fuga continua de capitales (un verdadero récord histórico), 17 meses de inflación del INdEC que no pasa del 0,8% (cuando los privados hablan de una cifra dos o tres veces mayor), el riesgo-país creció casi 300 puntos desde fines de julio (pese a que estamos “blindados”, según afirma el gobierno) y la tasa para emitir deuda externa, con riesgo argentino, volvió a los dos dígitos.



La Universidad Católica Argentina nos dice que el índice de Confianza de los Consumidores está en niveles récords, pero dos de cada tres afirma que “apenas” llega a fin de mes con sus ingresos y el INdEC reconoce que que 1 de cada 3 trabajadores sigue 'en negro', muchos de ellos con sueldos por debajo del promedio de la economía, algo que los ubica fuera del milagro de consumo que celebra la Casa Rosada.



Aunque el gobierno rechace las distorsiones microeconómicas (el mayor argumento a favor de la Casa Rosada es que nunca hubo en la historia económica argentina récord de crédito de consumo y ventas autos al mismo tiempo que suben de depósitos bancarios y hay fuga de capital), ya casi no pueden ignorar los problemas que presentan las grandes cuentas públicas.



Con algunos aliados, el ministerio de Economía ha ido filtrando a los medios que habrá un cambio de estrategia para pagar la deuda en 2012, que se irán reduciendo los subsidios, que buscará poner límites a las demandas salariales en las negociaciones entre empresarios y gremios y que no les preocupa la competitividad del peso ni la devaluación del real, el dólar o la recesión internacional. Casi un discurso de pura economía ortodoxa. Sin embargo, la verdad es otra.



El gobierno, que dice que cambiará su estrategia para cancelar pasivos financieros, incluye en el proyecto de Presupuesto 2012 un permiso para emitir deuda externa y sacar más fondos del Banco Central, al tiempo que exprime cada caja que tiene a mano (desde el Anses al Fondo Solidario de Redistribución para Obras Sociales, pasando por el Banco Nación, Lotería Nacional, el PAMI o la AFIP).



El gobierno que promete reducir subsidios en 2012, acaba de subirle $ 6.300 millones a las partidas para repartir entre empresas de servicios públicos, con lo cual, ya llega a $ 71.400 millones las contribuciones que realiza el Estado para evitar aumentos a las tarifas de luz, agua, gas o boletos de colectivo, tren y subte; mas el rojo de Aerolíneas Argentinas, las necesidades de fondos para las centrales nucleares o para instalar antenas de televisión digital para avanzar contra el Grupo Clarín.



El gobierno que se considera “blindado” ante la crisis internacional y niega la fuga de capitales, intenta defender las reservas impidiendo importaciones y colocando barreras contra la salida de divisas. El resultado: la Argentina es el país más proteccionista del mundo, donde se aplica una de cada 3 trabas a nivel internacional o frena el ingreso de bienes de capital para las industrias minera y pesada, generando costos millonarios a las sectores más productivos de la zona cordillerana.



Pero, en paralelo, el gobierno que dice defender las reservas del Banco Central y la industria nacional, por la falta de instrumentos de inversión y ahorro, causado por la eliminación de los fondos de pensión, convierten la venta de autos en una forma de reserva de valor, lo que implica que por cada vehículo vendido, fabricado a nivel local, se tienen que importar partes por casi US$ 16.000, causando un desequilibrio en la balanza comercial argentina de casi US$ 6.000 millones en 9 meses.



Pese a los discursos de campaña del ministro de Economía y candidato a vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, y la cohorte de economistas heterodoxos que alaban el supuesto modelo económico, el gobierno tiene que pedirle a empresario y banqueros que manden una carta reservada al órgano que vigila el lavado de dinero (el GAFI), para evitar que la Argentina ingrese en una lista negra internacional y frene las escasas inversiones que hoy llegan del exterior a la economía real.



En su búsqueda de cajas alternativas, el gobierno sigue mirando al campo, en especial ahora, que logró desbaratar a la Mesa de Enlace (callando a unos a fuerza de votos y seduciendo a otros con la inconstitucional Ley de Tierras). El “yuyito”, según el INTA, dejó US$ 753 de ganancia por hectárea, una cifra que los funcionarios cristinistas consideran “ganancia extraordinaria”, posible de incautar, según su peculiar forma de ver la realidad, donde el resultado del esfuerzo del otro siempre es exagerado, mientras que sus utilidades son siempre escasas.



En la semana, el gobierno presentará un nuevo régimen de comercialización para el trigo y el maíz, bajo la excusa de reducir el control de los exportadores sobre el mercado, oculta la intención de producir una profunda redistribución de utilidades en la cadena de producción, procesamiento y venta. Sería el primer paso para un modelo mayor que incluiría la soja y el resto de los productos agropecuarios, algo que huelen a Junta Nacional de Granos o de Carnes, aunque no se llame de esa forma y se disfrace de propuesta generada por los propios productores y molinos.



En una de sus presentaciones mediáticas, la ex ministra de Economía, Felisa Miceli, aseguró que “hay sabiduría en este gobierno como para darse cuenta de cuándo hay que cambiar las cosas”. Tiene razón. Antes de que comience el segundo mandato de Cristina Fernández, el oficialismo está dando claras señales de las modificaciones que instrumentará y de cuáles serán sus prioridades.



El estado deliberativo que existe entre los economistas heterodoxos confirma que han registrado el agotamiento del “Modelo K”. Sin embargo, las soluciones que se proponen son diferentes y no sólo en matices.



Cerca de Amado Boudou o de los viejos participantes del Grupo Fénix creen que con retoques, con sintonía fina, todo se soluciona.



Los economistas nacionalistas e industrialistas, arribistas por naturaleza, hoy oficialistas, creen que el gradualismo no alcanza, que deben realizarse cambios importantes, para recuperar la competitividad del peso.



Los que provienen de grupos más de izquierda, cuasi marxistas, creen que debe hacer un recambio de hombres, de sistema de producción y de distribución de la riqueza, es decir, casi un nuevo modelo económico, pero con la máscara y nombre del kirchnerismo.



En el fondo, decide Cristina Fernández y su economista de cabecera es, sin duda, Amado Boudou. En base a la experiencia previa, manotear cajas, cebar el consumo y reducir, de palabra, el gasto, serán las soluciones. Por lo menos hasta que escapar hacia adelante no alcance para frenar las consecuencias de los errores cometidos durante tantos años.





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