miércoles, septiembre 14, 2011

 
Los mejores días de Cristina


Al comenzar septiembre, la conformidad de la sociedad con Cristina Fernández es, probablemente, mayor a la que había el domingo 14/08. Al menos eso es lo que se transmite desde encuestas, medios de comunicación y organizaciones sociales. Supera a la que tenía Carlos Menem en 1997 cuando la sociedad argentina le concedió el triunfo en 1ra. vuelta, exigiéndole que mantuviera el 1 a 1... aunque luego afirmara que nunca lo había votado.



Ante el entusiasmo de cientos de empresarios, Cristina Fernández reconoció, por 1ra. vez en casi 9 años de gobierno kirchnerista, que el modelo económico necesita correcciones.



No fue original, en realidad, mantuvo el mismo discurso que las 2 reuniones de economistas heterodoxos oficialista (la Gran Makro, que conduce el ministro de Economía, Amado Boudou; y la variopinta neodesarrollista Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina).



¿Fue un gesto diplomático de Cristina Fernández o un cambio del discurso oficialista?



En el fondo, la Presidente de la Nación acarició los oídos de los empresarios de la Unión Industrial Argentina reunidos en Teconópolis ante el alineamiento automático, irrestricto y servil que mostró la central patronal en el discurso de José Ignacio de Mendiguren, y en la ríspida conversación alrededor del almuerzo del G-6 (encuentro con sus pares gremialistas empresarios) que se llevó a cabo días antes.



A los empresarios argentinos les preocupa la competencia de Brasil, que invade con sus productos el mercado argentino, pero no la pérdida de competitividad del peso; reclaman por los juicios laborales, pero no les importa la caída del poder de consumo de sus propios trabajadores, que no pueden comprar sus productos.



Sin embargo, conociendo el derrotero del gobierno kirchnerista, los industriales y los comerciantes deberían temer que los economistas heterodoxos oficialistas critiquen que el establishment gane mucho, que la productividad crezca a costa de los asalariados y que reclamen la inversión compulsiva de gran parte de las utilidades.



Pero, ¿por qué van a ser diferentes los empresarios de la sociedad argentina?



Según el Barómetro Social de la Universidad Católica Argentina, 79% de los argentinos quieren un gobierno con poder repartido, pero votan a favor de la concentración del poder.



Más de la mitad de los ciudadanos quieren acuerdos en la oposición, dice OPSM de Enrique Zuleta, pero la fuga de votantes de sus candidatos desde hace 3 semanas, es notable.



Según la consultora Nueva Comunicación, Cristina Fernández tiene una intención de voto del 52%, Hermes Binner, casi 16%, Eduardo Duhalde y Rodriguez Saá, 9 puntos cada uno y Ricardo Alfonsín, roza el 7,5%, lo que implica una pérdida de casi 10 puntos porcentuales para radicales y peronistas disidentes en sólo 20 días.



La UCA confirma que a Cristina Fernández la apuntalan las clases bajas y alta (41% de las opiniones positivas vienen de los segmentos más bajos y 36% de los consultados de mayor poder adquisitivo).



En El Cronista Comercial, Carlos Fara dejó en claro que, en 6 meses, los principales 'drivers' del discurso oficialista subieron su aceptación.



Hoy,



> 74% de los consultados dice que la Argentina kirchnerista es mejor que la de Carlos Saúl Menem,



> 71% sostiene que tenemos más industrias que en los '90,



> 63% cree que los medios de comunicación actúan como partidos políticos,



> 60% califica el modelo económico de 'productivo',



> 63% argumenta que tenemos un gobierno que se ocupa de los que menos tienen,



> 71% afirma que se redujo la deuda externa para tener mayor independencia internacional, y



> 49% realmente considera que el Poder Ejecutivo va en contra de las grandes corporaciones (recuerden a la UIA aplaudiendo rabiosamente a Cristina Fernández en Tecnópolis).



Pese a las quejas, protestas y consternación por el secuestro y posterior asesinato de Candela Rodríguez, la consultora Isonomía dice que



> a sólo 18% de los argentinos les preocupa la inseguridad;



> a 17%, los problemas económicos;



> a 13%, la inflación; y



> a apenas al 10%, la corrupción.



Cuando el gobierno habla, la gente cree.



Por eso, el INdEC asegura que el Censo 2010 muestra que, en 10 años (8 de ellos, kirchnerista), los hogares con servicios de agua crecieron 35% y los que cuentan con agua corriente subieron 27%.



Dice que hay 1 vivienda cada 4 argentinos y no cuenta que hay 2,5 millones de unidades desocupadas, lo que lleva la proporción a 5 personas y media por vivienda, y la mitad de los hogares no tiene desagotes cloacales ni gas.



En Comunicación y en Ciencias Políticas se asegura que la percepción es más importante que la realidad.



Por eso, el gobierno temió que el 'caso Candela', por su particular desarrollo mediático y trágico desenlace, colocara el tema inseguridad en la agenda electoral, cuando la Casa Rosada logró que no se hablara del mismo tema antes de las elecciones primarias.



Pero tampoco se habló en la campaña electoral de inversiones, ni de inflación, ni de inseguridad. Menos de educación.



Sin embargo, muchos intelectuales orgánicos del oficialismo, incluyendo periodistas y funcionarios, fustigaron a Chile y a su presidente, Sebastián Piñera por el modelo educativo transandino y alabaran al argentino.



A los voceros kirchneristas no les preocupa que en 6 de cada 10 hogares no haya computadores, que, como dice la UCA, uno de cada dos estudiantes deja el secundario y la mitad de los alumnos no comprenden lo que lee.



Tampoco que, como dijo Idesa, sólo 12 de cada 100 jóvenes pobres acceda la universidad; ni que, como sostiene el informe de SEL Consultores, de Ernesto Kirtz, la educación pública está perdiendo terreno frente a la privada, en especial, entre los más pobres.



Por su parte, la Fundación Mediterránea explicó que la Argentina es uno de los países con más dispersión educativa y que las diferencias de ingresos laborales entre un trabajador universitario y uno sin educación llegan a 80%.



Por eso, FIEL dijo hace ya dos años que el mejor motor de ascenso social es la educación, aunque no asegure salir de la pobreza ni tener pleno empleo. Nada de esto parece importarle al gobierno y los muchos de los votantes que tiene Cristina Fernández.



En una Argentina en donde 4 de cada 5 personas que recibe la Asignación Universal por Hijo sufraga al gobierno, no hay que extrañarse que la Casa Rosada tenga, en un año electoral, el mayor presupuesto en gasto social de la historia, sin que exista control del Congreso sobre el dinero que se gasta, el destino de las partidas o sobre las intermediarios que distribuyen esos fondos.



No sorprende tampoco que las oposiciones no puedan salir del pantano en que los metió la gente al no votarlos. Levantar la bandera del fraude profundizó la crisis que causó el Waterloo electoral.



No sólo la Justicia no atendió los cientos de reclamos, además, no hubo sanciones para quienes hicieron trampa. Luego de dos semanas de quejas mediáticas, el escrutinio final sumó pocos votos a cada candidato, mientras que Cristina Fernández siguió batiendo récords.



Casi al mismo tiempo, el intento de avanzar en el Congreso con la instrumentación de la boleta única –la única ilusión que le quedaba a los votantes frustrados de las oposiciones- cayó en un profundo vacío dado que no se tratará en el corto plazo, ni se instrumentará para octubre.



En todo caso, el pataleo mediático de las oposiciones fue tomada por la Justicia Electoral, que no quiere quedar como cómplice de maniobras ilegales e ilegitimas.



Por eso María Romilda Servini de Cubría amenaza con una investigación de los “orientadores electorales”, prohibidos por ley; y se resolvió cambiar los presidentes de las mesas donde hubo irregularidades, cerca de 2.000, según el duhaldismo; aunque deberían ser casi 47.000 según varias organizaciones civiles que fiscalizaron las primarias.



Pero intentando romper la parálisis, las oposiciones sufren un proceso de autofagocitación que los encamina hacia una implosión política.



La Coalición Cívica inició un proceso de mitosis y disgregación; el duhaldismo pelea con el PRO en la provincia de Buenos Aires por los escasos cargos que va a obtener y Francisco de Narváez tuvo que decidir entre hundirse con Ricardo Alfonsín o sobrevivir para las elecciones a gobernador del 2015.



El caso radical es paradigmático. La pelea por retener territorios (unos 600 municipios y un puñado de legisladores, dada la traición de sus dos últimos gobernadores) sacrifica la candidatura y la carrera política del hijo de Raúl Alfonsín, último bastión del rancio alfonsinismo.



Los radicales hacen mejor la interna que campañas externas y gestión de la Administración Pública, pero el efecto del internismo patológico que sufre la fuerza desde 1989 hizo que, en la Provincia de Buenos Aires, la UCR pasara de tener 91 intendencias sobre 125 (73%), en 1983; a sólo 15 sobre 135 (11%) en la presente elección.



Al gobierno ya no le importa mantener la 'Operación Piel de Cordero', y el ministro del Interior, Florencio Randazzo, fustiga a Clarín y La Nación duramente, analistas kirchneristas dicen que, por el supuesto abuso mediático del Caso Candela hay que regular la cobertura de noticias policiales y judiciales (¿será por los casos de corrupción?) o que se castigue a las distribuidoras que ofrezcan estrenos internacionales en más de 40 pantallas, cobrando una tasa (un impuesto indirecto) que irá a subsidiar programas oficialista en los canales oficialistas que crecen como hongos por la TV Digital.



Mientras las oposiciones corren como pollos sin cabezas dentro de un gallinero chico, el gobierno trabaja a tres niveles: todo lo que hace tiene un sentido electoral, tiene como meta ganar más espacios de poder y busca imponer un relato que conforme percepciones que le son favorables.



Parece que pasó una eternidad desde que Cristina Fernández sacudió el tablero político obteniendo 2 veces más votos que Néstor Kirchner en 2003, sin embargo, pasaron sólo 3 semanas.



Aún faltan 2 meses para votar en octubre, pero las oposiciones parecen congeladas en sus respectivas realidades: Hermes Binner y Adolfo Rodríguez Saá, siendo opositores convenientes para el gobierno y, el resto, evitando fragmentarse hasta desaparecer.



La suerte parece echada, salvo que las oposiciones sigan esperando el milagro que, hasta ahora, no ocurrió y parece no ocurrirá.





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