miércoles, septiembre 14, 2011

 
Efectivos espejitos de colores


Los argentinos votaron el 'salariazo' de Carlos Menem en 1989. Y lo ratificaron en 1995. Descorcharon con la Alianza en 1999. Lucieron muy confundidos en 2003 pero en 2007 y 2011 se decantaron abiertamente por Cristina Fernández porque les atrae la seducción permanente que, a través de una sucesión interminable de anuncios, es la forma kirchnerista de construir poder. Todo dentro de la democracia, está muy bien. Precisamente por eso no se aceptarán reclamos ni quejas ni devoluciones.

Como dos rieles, dos vías, que corren en paralelas pero nunca se tocan, las oposiciones y el gobierno desarrollan sus estrategias de campaña para el último mes que tienen para seducir votantes.

Mientras las oposiciones alinean la tropa y reclutan fiscales, la Casa Rosada se lanza a atrapar todos los conversos al kirchnerismo que han aparecido en las últimas semanas y tapizan de anuncios electoralistas el camino a obtener otros cuatro años de mandato.

Entre viernes y sábado, la Coalición Cívica, el Peronismo Federal y la Unión Cívica Radical reunieron a sus máximas autoridades y candidatos con el fin de relanzar sus campañas, pero todos con objetivos muy diferentes.

Elisa Carrió apenas contuvo el inicio de una caza de brujas lo que podría disolver su segundo partido político en menos de 10 años.

Eduardo Duhalde y Mario Das Neves no pudieron eliminar sus diferencias y el chubutense ya está pensando en su futuro político junto a Felipe Sola, como si los tres tuvieran un futuro político luego de octubre.

Ricardo Alfonsín aceptó el acercamiento de Francisco de Narváez con Adolfo Rodríguez Saá, aunque no habrá campaña con el empresario nacido en Colombia; acelera una ruptura entre radicales y socialistas en Santa Fe, para esmerilar a Hermes Binner y sospecha de una fuerte interna en su contra encabezada por Julio Cleto Cobos, entre otros líderes radicales.

En las tres fuerzas hay coincidencia que fiscalizar con eficiencia en octubre es su única opción para no desaparecer y vieron en la Justicia un guiño cuando anunció que deberán reemplazarse las autoridades de mesa en donde se detectaron irregularidades.

Sin embargo, que en Buenos Aires van a cambiar sólo 275 presidentes contra más de 1.500 puestos en duda, hace pensar en todo es una operación de maquillaje más que un impulso a la transparencia del escrutinio o una amenaza contra las supuestas “picardías” que cometieron aliados del gobierno.

Mientras las desventuras de las oposiciones se acumulan, Cristina Fernández, sus principales espadas y todo el aparato oficial no levanta el pie del acelerador de la campaña electoral y construyen con cada anuncio un acto que busca consolidar los votos de las elecciones primarias y sumar todo los votantes que se sienten desilusionados por el resto de los candidatos.

El término partido 'catch all' (atrapa todo), es una categoría política introducida por Otto Kirchheimer en 1966 y se refiere a un conjunto de agrupaciones que nacen tras la Segunda Guerra Mundial, que atraer al máximo número de electores posibles de un país, tomando el electorado como un conjunto de colectivos a conquistar.

Los partidos 'catch all' no responden a una clase social o a un sola ideología, al contrario, instrumentan a través de la praxis un sistema de seducción de diversos para consolidar una hegemonía de poder.

Si le suena conocido, no es casual, es lo que hace Cristina Fernández cuando anuncia un aumento de la Asignación Universal por Hijo y las asignaciones familiares, cuando comunica el inicio de obras cloacales que beneficiará a 3 millones de personas o cuando presenta el Programa Agroalimentario 2020.

La seducción permanente, a través de una sucesión interminable de anuncios, es la forma kirchnerista de construir poder.



No importa que quienes reciben la Asignación Universal por Hijo tenga cada vez menor poder de compra, que nadie sepa cuándo comenzarán a construir las prometidas cloacas o que el Plan Agroalimentario es un rosario de buenas intenciones, sin medidas concretas, hecha por el mismo gobierno que sojizó el campo, destruyó el stock ganadero y cambio en la dieta alimentaria de los argentinos, abaratando el pollo y subiendo el precio de la carne.

Al gobierno no le importa que 1 millón de familias hayan dejado de cobrar asignaciones familiares, total, autorizando a los sindicatos aumentos por arriba del 25%, aumentando las jubilaciones o incrementando la Asignación Universal por Hijo, con los cuales inyecta más de $ 2.000 millones al consumo a partir de octubre, justo el mes de las elecciones presidenciales.

Al gobierno no le importa impulsar un plan de empleo en el sector privado, dado que los sucesivos récords de recaudación aseguran que el Estado sea el mayor creador de puestos de trabajo, no importa que tengan los sueldos más atrasados de la economía. El clientelismo político toma la forma de empleo público, mucho más digno que un subsidio al desempleo.

Al gobierno no le interesan las encuestas. Cuando los fines de semana largos miles de personas salen de Buenos Aires o cuando se baten récords de venta de electrodomésticos o de autos, la Casa Rosada sabe que una inmensa porción del electorado vota cada vez que consume y que no renunciarán a ese consumo por políticos que no ofrecen alternativas.

El Programa Agroalimentario 2020 no va hacia el productor agropecuario, sino a todos los que viven del sector; cuando se anuncia agua potable para 3 millones de personas, el Ejecutivo apunta a las villas bonaerenses y los barrios que las rodean, que crecieron en población 3 veces más que el resto del país y donde están 1 de cada 5 votantes.

Como nunca antes en la historia, Cristina Fernández tiene todo el dinero que quiera para gastar. Según Claudio Lozano, entre 2003 y 2011, Néstor y Cristina Kirchner usaron y usarán $ 213.000 millones sin control del Congreso, cuatro veces, más que el presupuesto total de Fernando De la Rúa en 2001.

Así, cualquiera diría que es fácil ganar elecciones.

Sin embargo, el gobierno logra neutralizar descontentos seduciéndolos ideológicamente con muy poco.

Por ejemplo, mientras los productores de maíz dicen que dejaron de ganar US$ 845 millones que pasaron a manos de los exportadores, con la Ley de Tierras y sacando del negocio a los inversores extranjeros (como fue el caso de la venta del frigorífico de Cargill), la Casa Rosada atrae y mima los egos de Coninagro y la Federación Agraria Argentina.

En esa estrategia, para cautivar votantes, Cristina Fernández se mueve hacia la derecha y contiene a la madre de Candela Rodríguez (aunque luego proteste por el efecto electoral por las derivaciones que tuvo el caso), hace filtrar que puede crear un FBI argentino para crímenes graves (para luego negarlo), se acerca a los empresarios y hace trascender que podría bajarle los costos laborales mutando el servicio de ART en un autoseguro y no duda en acercarse a Mauricio Macri, prometiendo un lento pase de la Policía Federal hacia la Policía Metropolitana, sabiendo el costo político que deberá pagar el Jefe de Gobierno porteño en el camino a las elecciones presidenciales de 2015, cuando ocurra un hecho grave de inseguridad en la Ciudad de Buenos Aires.

Mientras que en las cumbres de la Coalición Cívica, el Peronismo Federal y la Unión Cívica Radical los jóvenes estuvieron ausentes, la Casa Rosada permite que Mario Pergolini lance una versión local de un juego de PlayStation y Xbox en Tecnópolis, sigue repartiendo computadoras entre votantes primerizos, casi en forma compulsiva, o lanza a Amado Boudou a cantar en conciertos de músicos aliados.

A Cristina Fernández no le preocupa que Hugo Moyano se acerque a Daniel Scioli, tener unidos a dos de sus enemigos potencia sus debilidades dado que el gobierno ha mostrado destreza para dividir alianzas circunstanciales y puede apuntar a ambos dirigentes con sus aliados, funcionarios y medios para esmerilarlos hasta sacarlos del escenario político.

El Caso Schoklender es una molestia en la carrera electoral, pero las elecciones primarias han demostrado que no tuvo impacto en los votantes, aunque podrían haber afectado los sufragios que recibió Daniel Filmus.

En todo caso, si se cumple el pedido para ser sobreseído en la causa, algo difícil que ocurra en estos momentos, el escándalo pasará a ser un dato anecdótico para un gobierno que es intocable antes las denuncias de corrupción.

Para una Cristina Fernández que piensa y actúa 24 horas el concepto de poder, el Caso Schoklender le preocupa menos que las peleas internas de La Cámpora, que sumar diputados (como hizo en Córdoba, bajando la lista de José Manuel de la Sota) o que lograda la unificación o retiro de candidaturas en una docena de distritos (como en Buenos Aires, donde espera sumar 33 municipios donde podría imponerse el Frente para la Victoria), todo para consolidar una estructura propia y fiel que desplace al Partido Justicialista.

Cuando el gobierno interviene para frenar el impacto de la devaluación del real, lo hace bajo concepciones políticas: quiere evitar signos de recesión, el freno del crecimiento industrial o la destrucción de puestos de mano de obra, antes que mantener una competitividad del peso respecto a nuestro principal socio comercial.

Cuando el gobierno enfrenta la minicorrida de las últimas semanas y ordena a la ANSeS vender US$ 3.000 millones lo hace bajo la seguridad de que China e India seguirá comprando soja argentina y que el flujo de divisas, aunque menor que en los años pasados, está asegurado, lo que implica que el drenaje de divisas pude mantenerse a nivel goteo, pero no convertirse en chorro que haga transpirar al Banco Central.

Para el 23/10 faltan sólo 42 días (6 semanas) y las oposiciones no tienen una estrategia clara para seducir votantes. Parecen el estudiante chino Wang Weilin que, en 1989, en la Plaza Tiananmen, se paró frente a un tanque intentando detenerlo. La foto es famosa, fue un hecho heroico, nada cambió en China y nadie sabe dónde está hoy esa persona.

Las oposiciones, si no lazan un plan urgente que despierte las esperanzas de los votantes, corren el peligro de Wang Weilin: en el futuro, quizás nadie sepa muy bien qué pasó con ellos, sino que, por sus innumerables errores, ayudaron a Cristina Fernández a eternizarse en el poder.





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