lunes, enero 06, 2014
El ajuste ha
llegado: por eso Cristina sigue en silencio
(Sin Saco y
Sin Corbata). La estrategia política-comunicacional del Gobierno para recuperar
terreno perdido en las encuestas a imagen y gestión quedó clara esta semana
cuando el Jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich, anunció 204 objetivos y
272 metas para cumplir este año y cuando el Ministro de Economía, Axel
Kicillof, presentó la lista de precios supuestamente congelados de 194
productos de la canasta básica alimentaria.
De esta
forma, el “relato” ya no pasa por logros pasados, declaraciones
ideológicas o marcar hitos fundantes, ahora, la realidad relatada por el
kirchnerismo pasará por cuantificar el éxito o fracaso del séptimo año en el
Gobierno de Cristina Fernández y preparar el terreno para la campaña
presidencial del 2015, punteando supuestos logros.
Además, el
objetivo de las nuevas listas paradigmáticas del Gobierno es infndir la
sensación mensurable de éxitos y de combatir la inflación; cuando, en realidad,
se usarán los 670 elementos para entretenernos de los verdaderos temas que
impulsará Cristina Fernández, desde su semiretiro.
Buenas
intenciones, promesa vanas, objetivos y metas que ya figuran en el Presupuesto
2014 (pero fueron ajustadas), precios que tienen hasta 200 por ciento de
aumento con respecto a la última lista que dio a conocer Guillermo Moreno,
tareas que ya se conocían y maniobras de marketing electoral (como el reparto
de computadoras a los adolescentes con edad de votas), todo fue incluido entre
las anuncios del Jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich.
En realidad,
los 3 listados son lo más parecido a un programa de Gobierno que tiene una
gestión kirchnerista desde que llegó al poder en 2003, un indicador más del
deterioro y pérdida de raíces que tiene el cristinismo talibán, hoy encerrado
en ideologismos más que en una plan de trabajo que soluciones problemas reales.
Y quienes
conocen a Jorge Milton Capitanich afirman que, casi con seguridad, en cada
conferencia de prensa, el Jefe de Gabinete destacará cada objetivo que se
alcance, cada meta que se supere. Algo así como una lista de compra de
supermercado, donde lo importante siempre lo dejamos afuera, pero que debemos
realizar para no olvidar comprar el papel higiénico, los guantes para lavar los
platos o la lata de paté que comeremos seis meses más tarde.
Inseguridad,
inflación, falta de inversiones, destrucción de puestos de trabajo, tarifas
atrasadas, incesante aumento del gasto público, caída del poder adquisitivo de
las familias, pérdida de rentabilidad y competitividad de las empresas,
reducción de la participación de los productos exportables argentinos en el
mundo, suba de la conflictividad gremial o falta de inversiones en
infraestructura no aparecen entre los 476 metas y objetivos. Y menos en la
lista de precios congelados.
Sin duda es
meritorio haber repatriado 1.000 científicos e investigadores argentinos que
estaban radicados en el exterior, pero eso no soluciona los cortes de luz.
Realizar 55 misiones comerciales al exterior no sirve para nada si el peso ha
perdido su competitividad con el dólar, el real o el euro. Si vamos a encarar
10 misiones políticas a países del África Subsahariana y Asia como fuimos a
Angola, con medias que digan “Clarín Miente”, no vamos a conseguir exportar ni
una tonelada de productos argentinos. Hoy, tenemos inmensos problemas
comerciales con Brasil, pese al resultado favorable de la balanza comercial
para los brasileños, eso no se arregla con misiones comerciales a África o al
Asia musulmana. Todo será una puesta en escena, ni más, ni menos.
Más allá que
nadie en el Gobierno sabe indicar cuál es la diferencia entre “objetivos” y
“metas”, si se usan los datos del INdEC para los indicadores sociales,
fácil será obtener logros. Sin embargo, seguirán siendo ocultados 11 millones
de indigentes y pobres, los millones de desempleados o subempleados y los
sueldos le ganarán a la inflación sólo en un gráfico que publique Télam. Aún
hoy, el Gobierno dice que una familia debe comer por menos de $7 diarios. Así,
una fantasía será usada para sostener otra fantasía que será el cimiento de una
3ra. fantasía.
Desde hace 6
meses el consumo muestra signos de caída. La inflación ha horadado el poder de
compra de las familias. La solución del Gobierno es anunciar que quitará el
subsidios en la luz, el agua y el gas; aumentar los pasajes de trenes y
colectivos y se anunciarán cambios en Bienes Personales e IVA, lo que implica
un nuevo ajuste fiscal, cuando la presión impositiva alcanza el récord
histórico absoluto.
Ante eso,
las provincias ajustan sus impuestos inmobiliarios y los municipios suben sus
cargas fiscales locales. Los colegios suben sus matrículas, un piso de 25%; lo
mismo que la medicina prepaga; también los peajes y el estacionamiento. Es un
tsunami para los bolsillos familiares que deben elegir un melón, un kilo de
helado o un kilo de lomo, que tienen el mismo precio, mostrando la enorme
distorsión de precios que hay hoy en la economía argentina. Algo que no aparece
entre las metas y objetivos.
Y el dinero
no alcanza para los políticos. Hoy, media docena de provincias, no sabe cómo
pagar el ajuste prometido a las fuerzas policiales y corren el riesgo de sufrir
nuevos levantamientos. Unos gobernadores piensan en emitir bonos, otros en
subir impuestos, algunos pide ayuda a una Casa Rosada que no quiere darle un
solo peso más del que le corresponde. Todos pelean por su caja y nosotros somos
sus únicas fuentes seguras y pacíficas de financiación. Y allí van, a lo fácil.
El ajuste ha
llegado. Puede tener
nombre de objetivos, de metas, de “modificaciones en los criterios
valuatorios”, de listas de precios “acordados”. Los eufemismos no
ocultan que el Gobierno repite la fórmula que ha expuesto 10 veces desde 2003 y
10 veces ha fracasado. Entonces entramos al terreno que más le gusta a la Casa
Rosada: discutir alrededor del “relato”, mientras las acciones políticas
van por atrás, su poder político crece y la oposición queda enredada en
denuncias mediáticas.
Acabados los
cortes de luz, el Gobierno encara 2014 como si nada hubiese pasado. La revuelta
policial, los saqueos y la crisis energética ya es parte del “relato”
opositor. Conservan el poder y encaran un año para recuperar el terreno
perdido. Así es la mentalidad kirchnerista, busca siempre la revancha,
constantemente piensan en el poder como variable y construyen con acción
política y marketing electoral.
Mientras
tanto, la oposición recorre las playas, da entrevistas a los diarios sentados
en carpas que valen $600 diarios, construyen sus candidaturas diciendo que no
están pensando en candidaturas y emiten frases más o menos grandilocuentes que
les permitan tener una tapa en una edición dominical. Es fácil notar la
diferencia con el kirchnerismo.
El Gobierno
de Cristina Fernández se prepara para dejar su huella en la estructura legal
argentina. Si bien el
año pasado fracasó en imponer 5 de 6 grandes modificaciones estructurales sobre
el Poder Judicial y las elecciones de octubre hundieron cualquier intento de
modificar la Constitución Nacional, la Casa Rosada pretende aprobar en el
Congreso el nuevo código Civil y Comercial Unificado, el peculiar Código Penal
redactado por Eugenio Zaffaroni (que libera delincuentes si atacan personas con
mayor poder adquisitivo que ellos), avanzará en la aprobación del primer Código
Contencioso Administrativo Federal (donde el funcionario público será liberado
de todas sus responsabilidades); el primer Digesto Jurídico que no sabemos
cuáles leyes serán “desaparecidas”; y una nueva Ley Orgánica del
Servicio Penitenciario Federal que tiene una impronta garantista que coloca a
los presos casi en el rol de víctimas. Y para hacer frente a esto no hay
quórum opositor en el Senado y 38 bloques, contra 1, en Diputados.
Detrás de la
inmensa imagen de fortaleza, el kirchnerismo está debilitado en su coraza
externa, pero
también, en su estructura interna. Jorge Milton Capitanich y Axel Kicillof se
encargan de resucitar el “relato”, pero la tarea que parece más difícil
de encarar es organizar y unir una larga colección de colectivos políticos que
no pudieron hacerlo en dos años. En la Casa Rosada cree que, ante el sacudón
que causó la derrota de Octubre y la amenaza de un fracaso en el 2015, quizás,
se logren las metas que reclama casi con desesperación Cristina Fernández.
De allí la
necesidad que tiene el Gobierno de pelear por temas que devuelvan la épica en
2014 al kirchnerismo. Habrá
estatizaciones, confiscaciones y quitas de concesiones; ataques a las grupos
mediáticos (ahora, La Nación parece ser el nuevo blanco del oficialismo),
empresas que serán acorraladas (no es casual que el año comience con la AFIP
acusando a Nidera de contrabando de trigo o a la Comisión Nacional de Valores
frenando la oferta de compra de Brasken sobre Indupa) y la pelea contra los
sindicatos no será menor (en especial, ante las grandes demandas de aumentos de
sueldos que habrá en las paritarias que comienzan en febrero).
Sin embargo,
hay hechos que el Gobierno y el kirchnerismo no pueden ignorar: la ausencia
de Cristina Fernández, pese a que se asegura que está completamente recuperada
de sus problemas de salud; la decisión presidencial de no presentarse a ninguna
candidatura, para ningún cargo, en 2015, lo que abrió un proceso sucesorio
silencioso en las entrañas kirchneristas; el temor creciente a una revuelta
dentro del peronismo que produzca un proceso de trasvasamiento masivo hacia el
sciolismo o el massismo y el internismo, que ya no se pude ocultar dentro del
Gabinete.
Con 204
objetivos, 272 metas y 194 productos congelados el cristinismo talibán no puede
suplir la ausencia de liderazgo y conducción. Un tipo de “Juego de la Oca” del
marketing político no sirve para ocultar que el Gobierno perdió las elecciones
de Octubre y que el peronismo bonaerense frenó el intento de La Cámpora por
controlar el Partido Justicialista provincial o para ocultar que el massismo y
el sciolismo se lanzaron a crear estructuras políticas propias e
independientes, con claros objetivos presidenciales; ni que “Unidos y
Organizados” es sólo el fantasma de una agrupación integrada (hoy, ante la decadencia
presidencial, todos sus colectivos comienzan a jugar políticamente sus
proyectos propios.)
Comienza
2014 y tenemos que tener en claro que extrañaremos el 2013. Será un año duro,
será un año clave para definir el futuro. El Gobierno será una máquina de
hacer, lo que no asegura que alcancen sus objetivos. Si bien Cristina Fernández
está ausente, aún no aparece un proyecto alternativo en el horizonte. El
recambio no está asegurado.
Sin duda, el
2014 será también el año donde las fuerzas opositoras deberán demostrar que son
proyectos políticos serios o simple demostraciones de egos enormes que
prefieren saltar de programa de TV a programa de TV antes de buscar, en serio,
tomar el poder, por las urnas.
Al Gobierno
le falta mucho para estar herido de muerte. A la oposición le falta mucho más
para ser una alternativa política aceptable. Después de un 2013 eterno, con un
diciembre que pareció durar cuatro meses, viene un 2014 que, casi con
seguridad, no será muy diferente. Superar esta etapa será un enorme desafío,
pero ya estamos acostumbrados… Feliz 2014. Y recuerden, lo peor, lo peor está
por venir!!