viernes, agosto 31, 2007

 
Reelección indefinida e impunidad

Si, como dejó dicho lord Acton, "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente", algunos gobernadores honran con creces ese pensamiento con el afán de permanecer en forma indefinida en sus cargos. No está claro, sin embargo, si pretenden que sus obras figuren en los libros de historia o en los contables. Difícil sería encontrar, si no, los motivos que pueden llevar a no pocos gobernadores, así como a presidentes argentinos y latinoamericanos pretéritos y contemporáneos, a forzar las letras de las constituciones provinciales y nacionales de modo de legitimar proyectos de interés personal, no público, con el consabido acompañamiento popular por medio de referéndum. La tendencia hacia la reelección indefinida, reivindicada hoy en la franja andina por los presidentes Hugo Chávez y Evo Morales con sus respectivos proyectos de reformas constitucionales, no prosperó en octubre de 2006 en Misiones. La derrota del gobernador Juan Carlos Rovira, pareció emitir una señal de advertencia tanto al gobierno nacional, creído hasta ese momento de su presunta invulnerabilidad, como a ciertos mandatarios provinciales que insinuaban la posibilidad de habilitar la reelección indefinida, en algunos casos, o por uno o dos períodos, en otros. En todos ellos prevalece no sólo la intención de alcanzar el poder absoluto, sino también de coronar la figura del caudillo, todavía considerada imprescindible, en algunos círculos, para sujetar las riendas de las provincias. En las recientes elecciones de San Luis y La Rioja, aquel resultado de Misiones, adverso para el gobierno de Néstor Kirchner, tuvo sus primeras consecuencias. En el feudo de los Rodríguez Saá, la enmienda del artículo constitucional que permitía la reelección sin límites alcanzó el apoyo del 72,8 por ciento, contra el 27,2 por ciento de adhesiones; en la tierra que supo administrar como parte de su patrimonio Carlos Menem, impulsor de la última reforma de la Constitución nacional con la clara intención de ser reelegido, la limitación a la reelección irrestricta recibió el 25,5 por ciento de votos favorables y el 15,5 por ciento de votos negativos, con un elevadísimo 58 por ciento de sufragios en blanco. Sólo quedan, así, en la Argentina tres provincias que permiten la reelección indefinida de sus gobernadores: Santa Cruz, Catamarca y Formosa. En esa última provincia, precisamente, el gobernador Gildo Insfrán convocó a elecciones provinciales y municipales para el 28 de octubre, de modo que coincidan con las nacionales. Más claro, o incluso tendencioso, no pudo ser Insfrán cuando firmó el decreto correspondiente: "Todos los argentinos necesitamos que llegue a la presidencia la senadora Kirchner". Con esas palabras y su propia obsesión por ser reelegido, Insfrán, quien ahora busca su cuarto período gubernamental, no hizo más que mostrar el meollo de la cuestión: en varias provincias y municipalidades, y hasta en el gobierno nacional, determinados apellidos remiten indefectiblemente a gobernadores, intendentes y, en menor medida, presidentes que utilizaron todos los medios a su disposición para perpetuarse en el poder. No se trata del peronismo, del radicalismo o incluso de alguno que otro partido vecinal, sino de aquel que accedió al cargo en su momento y, poco antes de que concluyera su período, procuró habilitarse a sí mismo para continuar en él por medio del favor popular, a veces pagado y alentado con fondos públicos a su entera disposición. Si el poder absoluto corrompe absolutamente, la mera habilitación para obtenerlo, por medio de constituciones nacionales y provinciales reformadas, es un pasaporte a la impunidad. En algún momento, deberían unificarse criterios en todo el país, fijar fechas estrictas para celebrar elecciones y evitar, así, las manipulaciones en beneficio del poder de turno. Sería una contribución y una invitación a la legitimidad, la transparencia y la limpieza que todos los comicios deben transmitir y un recorte de las facultades de quienes confunden servicios temporales con designios vitalicios.

 
Aunque lo estiren hasta octubre, esto se derrumba


Según los periódicos de hoy, finalizando agosto de 2007, a escaso mes y medio de los comicios nacionales, donde seguramente Cristina Fernández de Kirchner será proclamada Presidente, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) acaba de reconocer que los aumentos en los precios de los alimentos son mucho mayores que los que reflejan las estadísticas oficiales y que los índices reales triplican los informes dibujados oficialmente.por Carlos Marcelo Shäferstein para Totalnews
Sin que se pueda hablar de un proceso de desabastecimiento, encontrar en las góndolas de los supermercados todos los productos que se buscan es una tarea cada vez más difícil. Según un estudio elaborado por las cadenas minoristas del sector, en 2007, por segundo año consecutivo, se incrementó el número de artículos faltantes en los supermercados, debido al rotundo fracaso de la imposición de precios máximos en algunos productos de la canasta alimentaria familiar, que obviamente dejaron de venderse, porque nadie trabaja “a pérdida” porque se lo ordenó el primer mandatario o sus acólitos. Los productores y abastecedores sencillamente no creen a Kirchner porque durante su mandato sólo evidenció ejemplos de corrupción y peculados incompatibles con su alta investidura. Pero, lamentablemente, sólo una pequeña clase ilustrada, no comprometida con los cohechos de las licitaciones ni de la obra pública, se dan cuenta y se resienten.

«No hay déficit fiscal. El tipo de cambio está estable». ¡Mentiras! Si la inflación se está acelerando de este modo así es por incompetencia del Banco Central y las inconsistencias de la políticas cambiarias y monetarias. Yo sé muy poco de finanzas, pero lo poco que sé lo aprendí en Economía Política, en el primer año de la Facultad de Derecho y en Economía de cuarto. Redrado lo sabe, pero le importa más su carrera política.

Este Gobierno se caracteriza por el aumento constante del gasto público, sin rendición de cuentas, y la prolongación en el tiempo del default. Obviamente se dibujan los índices oficiales para pagar menos retribuciones y así generar mayor pobreza en la población, ya que eso es lo que necesitan para perpetuarse en el poder: una clientela de desplazados sociales subsidiados, que en definitiva son los que los van a votar.

Si algo caracteriza a los regímenes socialistas es el camino de servidumbre: la movilidad colectiva de la sociedad hacia abajo y la supresión de las clases medias.

El aumento de la pobreza es deliberadamente provocado (no lo digo yo, lo dice Engels) y, con ello, se profundizan las desigualdades sociales en general, sobre todo aumentando la brecha entre ricos y pobres, entre los amigos del poder y quienes son usados demagógicamente por los gobernantes.

Latinoamérica es un triste ejemplo: gobernada hoy por socialistas de distintos matices, desde los más racionales chilenos hasta los más extremistas como los de Hugo Chávez, Evo Morales y la dinastía de los Castro, por lo que permanece sumida en el atraso y la pobreza. Menem no era nada más que un socialista pragmático y racional. Su gobierno no escapa a la regla del modelo, aunque nos habituó a vivir sin inflación y hasta le otorgó a la gente un poder adquisitivo relativamente más alto que el que tenía durante el régimen populista anterior.

Desde la abrupta devaluación del 2002, el equipo dinástico mantiene encorsetada la economía. Cuando la liberen de sus grilletes quienes habrán votado a Cristina descubrirán que la inflación el impuesto más cruel. Habituados a la demagogia les gusta que les mientan porque son sobornados de diversas maneras. Es claro que quienes voten por primera vez no recordarán la hambruna a la cual fue sometida la Argentina de Alfonsín, que debió escaparse del poder, “resignando” a la Presidencia, cuando el monstruo se le escapó de las manos.

La inflación está desbordada aunque la intenten ocultar por la inminencia de las elecciones. Ello así, la Argentina es lo que se llama un ”estado fallido” debido a que así lo ha situado deliberadamente quien irresponsablemente conduce el timón de la Patria. Sólo pensó en aumentar sus reservas financieras personales, pero esquilmando a toda una Nación. Es increíble este fenómeno de 36 millones de tontos que siguen al falso profeta de este no menos falso gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. El estado es su propiedad privada.

"El próximo gobierno tendrá que atender las demandas contenidas", dijo su cómplice de la CGT, partícipe necesario del descomunal desfalco.

El fantasma del Rodrigazo de 1975, como adelanté de alguna manera, planea sobre la esta planicie yerma.

¿Podrá la candidata bipolar en caso de asumir, la conducción del país, evitar que el desborde social se transforme en algún tipo de violencia? Aclaro que la violencia ya está instalada en la Nación, por causa del Estado inexistente como tal que no es capaz de proporcionar ni seguridad interna ni mucho menos defensa exterior. Pero el «estallido social» que se avecina tendrá derivaciones inesperadas que no podrán ser superados si la “estadista” carece de conocimientos sobre la “gran estrategia

 
¡Cuidado!
Respecto de la pastera instalada frente a Gualeguaychú, a punto de comenzar su funcionamiento, y de los incidentes que tuvieron lugar ayer a uno y otro lado del río, mientras el gobierno uruguayo sigue imperturbable con su política de hechos consumados, la cancillería argentina continúa esperando la relocalización. Las únicas fuerzas activas que se manifiestan, cada día más peligrosamente, son los asambleístas que cortan semana tras semana los puentes sobre el río Uruguay y que hace pocas horas --por primera vez-- cruzaron al vecino país y fueron perseguidos por una lancha de la Prefectura uruguaya. Ahora bien, ¿nadie se da cuenta en la Casa Rosada que en estas acciones voluntaristas (para decir lo menos), puede ocurrir un incidente mayor, que genere un enfrentamiento insalvable?

 
Chinos
En 2003, una misión china recorrió Sudamérica y nuestros oficialistas fabularon que traía 20 mil millones de dólares para ayudarnos a oblar la deuda externa. Pero los visitantes, que regaron Buenos Aires de promesas, sólo pedían que les reconociéramos la condición de economía de mercado, cosa que China no es, debido a la conducción centralizada de su producción. Sin embargo, Néstor Kirchner les acordó ese trato, aunque luego no vino nada. Fue el famoso cuento chino, el primer timo que nos dio el régimen. Después, pero sólo después, por el dinamismo de la economía mundial estimulada con el déficit comercial norteamericano, se incrementaron nuestros embarques, en especial los de soja. Esta semana, los chinos frenaron el atraque de tres barcos que llevan soja argentina, en clara represalia contra el blindaje aduanero que impide, desde principios de mes, el ingreso a la Argentina de ropa, calzado y electrodomésticos de aquel país. El ministerio de Economía sostiene que las importaciones de China destruyen el trabajo argentino, lo cual es cierto, como también lo es que la falta de competencia externa permite a los fabricantes locales unas posiciones monopólicas que encarecen aquí el calzado y la ropa.

 
Blindaje
Nadie cree ya en los índices de precios que elabora el gobierno: si hasta la Conferencia Episcopal proyectaba ayer un cálculo propio, sobre la base de las cifras que se recogen en las provincias. Mientras tanto, ¿cómo estamos? La gente se guía por indicios personales, a lo sumo barriales. Una fuente accesoria es la prensa extranjera: según el "Corriere della Sera" , que se imprime en Buenos Aires junto a "La Nación" , por el aviso de un supermercado podemos colegir que el queso provolone cuesta en Milán 7,47 euros, o sea unos 33 pesos argentinos, pero en el centro porteño no se consigue a menos de 48 pesos. Otrosí: la papa amarilla vale, en Milán, el equivalente de 2,60 pesos. En Buenos Aires, 3,50. ¿De qué sirvió, entonces, la monstruosa devaluación de 2001, el congelamiento de los ahorros y su entrega en títulos y por cuentagotas?

 
Shell
Puesto que para cierto juez que acaba de expedirse no hay pruebas concluyentes de persecución ni de discriminación contra la empresa Shell ni tampoco, en consecuencia, lugar para el amparo solicitado por su presidente Juan José Aranguren, podrá el gobierno continuar impertérrito su accionar patoteril disfrazado de ley de abastecimientos. Podrá, por ejemplo, el secretario Guillermo Moreno seguir exigiendo arresto para todo particular que resista el axioma totalitario de que los intereses políticos de un gobierno puedan fagocitar, a veces, y domesticar, siempre, a los intereses privados de los ciudadanos. Mas como la vida, en una sociedad, es antes y más hondamente privada que pública, lo que terminan por fagocitar al cabo es a las mejores energías de ésta. O a sus hombres exitosos, cosa que, en tanto empresario, Aranguren es sin vueltas. Ojalá, entonces, que su actitud de pleitar personalmente sea imitada. Pues nada tan aleccionador como un duelo entre empresarios exitosos y un enjambre de funcionarios obsecuentes.

 
El silencio es salud
Silencio en la noche, el músculo duerme, la pasión descansa.” No se dieron por aludidas, naturalmente, las Madres de Plaza de Mayo.

Silencio en la noche, el músculo duerme, la pasión descansa.” No se dieron por aludidas, naturalmente, las Madres de Plaza de Mayo. Tampoco se anoticiaron las de la Línea Fundadora. En las Abuelas, nadie reconoció haberse enterado. Igual y comprensible ausencia de parte del CELS, cuyo presidente es Horacio Verbitsky. Mutis por el foro de los otros grupos afines. Los presidentes de las comisiones de Defensa del Congreso (el diputado peronista Jorge Villaverde y la senadora kirchnerista Marita Perceval) cerraron sus bocas. Ni una palabra del secretario de Derechos Humanos, Eduardo L. Duhalde. Tampoco profirió palabra la ministra Nilda Garré, que no sabe qué es un fusil FAL y tampoco de este caso. Sin embargo, el garrotazo fue ineludible; de modo que ignorarlo era, sencillamente, imposible. En su edición del domingo 5 de agosto, PERFIL publicó en su cuerpo principal una nota de tres páginas. Informaba que el actual director de Planeamiento del Ejército, general de División Jorge A. Tereso, fue ascendido en 2005 a su grado actual por el presidente Néstor Kirchner, pese a haber sido condecorado en 1979 por el entonces jefe de la Armada, el ex almirante Emilio Massera, por su actuación en la llamada Fuerza de Tareas 3.3., de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), entre 1976 y 1978. En esa extensa investigación, PERFIL comprobó que Tereso, entonces teniente 1º, fue condecorado por Massera con el aval personal de Carlos G. Suárez Mason. Tereso fue designado general de División por Kirchner un año después de que fue cancelada su designación como secretario general del Ejército, cargo al que llegó de la mano del jefe del Arma nombrado por el Presidente, teniente general Roberto F. Bendini. Así, PERFIL comprobó que, como teniente 1º, Tereso participó del Grupo de Tareas 3.3., de la ESMA, durante los peores años de la guerra sucia contra la subversión. En ese GT, emblema del terror de Estado, se desenvolvieron, entre otros, Pernías, Acosta y Astiz, del grupo involucrado en el enfrentamiento que terminó con la vida de Rodolfo J. Walsh, cuyos restos nunca aparecieron. La revelación de este diario se produjo al verificar que, en su edición 4.254, el Boletín Público del Ejército (BPE) incluyó el 13 de junio de 1979 en su página 434 el texto firmado por el entonces general Suárez Mason, autorizando a Tereso y otros oficiales a aceptar la medalla de Massera, distinción denominada “Honor al Valor en Combate”. Impresiona que esto suceda en medio del silencio de quienes descalifican los logros de anteriores gobiernos democráticos. Los estigmatizan, adjudicándoles sostener una supuesta teoría de “los dos demonios”. Proclaman que en la Argentina la impunidad en materia de derechos humanos terminó recién a partir de mayo de 2003, cuando Kirchner llegó al poder. Barruntemos conjeturas pero, antes, digamos lo más acuciante: haber participado del Grupo de Tareas de la ESMA no fue un destino protocolar o un refugio tranquilizante. Esos hombres agrupados por la Armada eran la punta de diamante de la batalla contrarrevolucionaria y sus actividades fueron clandestinas y extremadamente violentas. Amparados en el anonimato, trabajaron para Massera en la más oscura y sórdida de las misiones. Secuestraron, torturaron y mataron. Luchaban contra guerrilleros, terroristas y subversivos, desde luego, no contra boy scouts; pero lo hicieron de la peor y más repudiable manera, al margen de la ley y de las normas civilizadas. Que un teniente 1º del Ejército que integró esa banda haya permanecido luego en actividad durante 30 años, y hoy siga prestando funciones relevantes en un Ejército a cuya cúpula anterior barrió Kirchner al asumir, en 2003, por “procesista”, es algo llamativo. Si este gobierno no sabía hasta el 5 de agosto que un general promovido por Kirchner era un condecorado por Massera, ¿por qué no lo relevó de inmediato, al enterarse, admitiendo que la prueba era contundente? Hacerlo, claro, equivalía a ratificar la torpe incompetencia de Bendini, o algo peor, que Tereso fue sostenido por Bendini. Pero lo bochornoso es fingir que el hecho no existió. El gobierno de Kirchner ha vivido haciéndose buches con su presunta implacabilidad en materia de juzgamiento de lo sucedido en los años 70. Ese es su rasgo peculiar, su sobreactuación. Se ha autoproclamado inventor del verdadero fin de la impunidad, mientras que un oficial como el general Tereso ocupa su cargo en el 5º piso del edificio del Estado Mayor General, Azopardo 250, a escasos metros desde donde atiende, desde el 1º de diciembre de 2005, la ministra de Defensa de Kirchner, Nilda Garré. Nadie, no al menos este reportero, puede suponer que exista una justicia absoluta e implacable, para todos, todo el tiempo y en todo lugar. No creo que eso sea posible. Lo que subleva es que el rasero ideológico con el cual se aniquila y desvaloriza, desde una pétrea ortodoxia, lo acumulado por una sociedad en su trabajosa historia se aplique para consumar la jactanciosa pretensión adánica de haber comenzado la Historia, con mayúscula. Tereso, condecorado por Massera por sus labores en la ESMA, es general de División por decisión de Kirchner. Lo grave es que los organismos de derechos humanos, sabedores de tan lúgubre verdad, se callen la boca pretendiendo que, como en el INDEC de hoy, lo que no se menciona no existe. Como ya se ha dicho aquí, es otra malvada pero reveladora mueca del destino que un condecorado integrante del Grupo de Tareas de la ESMA comparta el mismo techo con la ministra de un presidente que, el 24 de marzo de 2004 y desde la ESMA, dijo, furioso: “Vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado, durante 20 años de democracia, tantas atrocidades”. Los que ahora se callan no deberían haberle puesto precio a su silencio.

 
El paraíso con el que sueña Guillermo Moreno, existe
Las medidas adoptadas en la república africana para combatir la hiperinflación harían que el secretario de Comercio Interior argentino se emocionara hasta las lágrimas.
Guillermo Moreno –el secretario de Comercio Interior, el gran manipulador, el “zar K” de los precios y controles en la Argentina, el hombre que, intimidando, impone su verdad, no sólo al INDEC, sino a todos los demás– es uno de los personajes en torno a don Néstor que más fuerte rechazo genera. Aún más que doña Cristina (que es ciertamente “K”), lo que no es tarea fácil. Hay quienes dicen que, tras las elecciones de octubre, en las que el oficialismo podría ser derrotado en segunda vuelta, Moreno podría ser contratado para asesorar al presidente Robert Mugabe, de Zimbabwe. Ocurre que los precios en Zimbabwe treparon un 86% durante el mes de junio. Así lo sugieren las estadísticas, algo menos “tocadas” que las de nuestro ya poco creíble INDEC. Esta suba, la segunda mensual más alta de toda la historia de Zimbabwe, llevó a la tasa anual de inflación del 4.530% –que tenía en el mes de mayo– a un escalofriante 7.251%, guarismo anualizado que correspondió al cierre de junio. Volviendo a las estadísticas oficiales, Zimbabwe está dando un ejemplo que es posible sea imitado por Moreno, si los “toques” al INDEC no funcionan como se pretende: el gobierno del país africano simplemente suspendió, el pasado mes de mayo, la publicación de los índices. Seguramente porque eran horribles y porque, además, nadie creía en ellos. No obstante, el Banco de la Reserva de Zimbabwe (que ya casi no tiene reservas que administrar), presionado por las instituciones multilaterales de crédito (entre ellas el “horrible” FMI, a los ojos de don Néstor) y las pocas empresas locales que todavía cotizan en bolsa, que deben ajustar (indexar) sus cifras a la inflación para cumplir con las llamadas “reglas contables internacionales”, terminó publicando sus cifras. Las cifras, sin embargo, corresponden al período inmediatamente previo al de la adopción de una medida no ortodoxa –presuntamente corajuda y de neto corte “morenista y kirchnerista”– como es la reducción forzada de todos los precios al 50%. Desde que esta medida entró en vigencia, unos 7.000 empresarios y comerciantes han sido arrestados por no cumplir con la reducción general de precios dispuesta. Pese a la “mano dura”, los estantes de los supermercados se vaciaron –como cabía esperar– y el gobierno de Mugabe está ahora sacando el pie del freno, en medio de la escasez y las protestas, a través de acuerdos con algunos sectores y empresarios, que suponen subas de precios en un contexto en el que, de otra manera, trabajar es un suicidio. Hablamos de los alimentos, zapatos, neumáticos, jabones y otros artículos de higiene, sábanas y del precio de los servicios públicos. Con todo, Moreno estaría feliz: el congelamiento de precios redujo la inflación. Drásticamente. En julio, los precios en Zimbabwe subieron apenas un 8%, algo menos que la población de las cárceles –ahora llenas de empresarios–. En las primeras tres semanas de agosto, otro 12%. Con todas estas buenas noticias, la tasa anual de inflación de Zimbabwe bajará a un 6.000%. Notable, dirían los “K”. Los nuevos aumentos de precios volverán, sin embargo, a alimentar esa cifra, razón por la cual el ofrecimiento de un contrato de asesoramiento técnico a nuestro Guillermo Moreno parece estar ya en puerta, aunque lo cierto es que Mugabe no ha hecho declaración alguna a los medios respecto a este asunto. Tampoco a través de Telesur, la agencia izquierdista de noticias de América Latina que le es seguramente simpática, con sede en la ciudad “bolivariana” de Caracas, de la que nuestra República Argentina –recordemos– ha sido (con Cuba, Venezuela y el pequeño Uruguay) socia fundadora y en la sigue participando activamente, según dan cuenta las emisiones de Canal 7 y otros medios controlados por o afines al poder.

 
Las leyes justas
Para poder alegar el derecho a resistir una ley injusta se debe tener en cuenta que la ley es una regla extrínseca de los actos humanos, que debe responder al orden mismo de la naturaleza, estar basada en la razonabilidad y asegurar al bien común.
El pasado 23 de agosto, la Comisión Permanente del Episcopado emitió una importante declaración sobre el compromiso de los ciudadanos, dirigida no sólo a su feligresía sino también a los hombres y mujeres de buena voluntad. A escasos dos meses de la próxima disputa electoral, la advertencia de los obispos católicos hizo hincapié en varios aspectos esenciales sobre el régimen republicano de gobierno y el sistema democrático para elegir gobernantes. Al referirse concretamente al acto eleccionario para designar presidente, los obispos señalaron que “la trascendencia del mismo exige una gran transparencia, que lo aleje de prácticas demagógicas y presiones indebidas, como el clientelismo y la dádiva, que desvirtúan su profundo significado y degradan la cultura cívica”. Nadie en su sano juicio puede discrepar con estos conceptos, que continúan con la línea doctrinaria de anteriores documentos eclesiásticos. Sin embargo, la realidad nos muestra que el clientelismo y la dádiva se han instalado como un modus operandi habitual en las prácticas políticas. Pero, lo verdaderamente novedoso y sorprendente es la cita textual del peligro que corre el país, al señalar que “el bien común es el bien de todos los hombres y de todo el hombre. Debemos ponerlo por sobre los bienes particulares y sectoriales. Su primacía sustenta y fortalece los tres poderes del Estado, cuya autonomía, real y auténtica, se hace imprescindible para el ejercicio de la democracia. Dicho bien común se afianza cuando la autoridad sanciona leyes justas y vela por su acatamiento. El ciudadano está obligado en conciencia a cumplirlas, salvo que se opongan a la ley natural”. Críticas indocumentadas Esta doctrina pareció sobresaltar prejuiciosamente a muchos comunicadores porque entendieron que implicaba una seria amenaza de recusación de la obediencia civil contra leyes que no fueran consideradas justas. De esta manera, se argumentó que cualquier persona, por sí misma, podría decidir cuáles eran las leyes injustas que se negaría a acatar. A pesar de todo, lo asombroso no es haber expuesto la doctrina de que sólo deben respetarse las leyes justas. Lo verdaderamente extraño ha sido la animosidad con que reaccionaron algunos periodistas al señalar que toda ley positiva, promulgada por el Parlamento, tiene que ser acatada y obedecida cualquiera sea su contenido y alcance, negando de este modo que pudiese existir una categoría de leyes injustas. Y esta posición contrasta con la experiencia de un país cuya opinión pública ha soportado la declaración de juristas que habían sancionado leyes como miembros del congreso de diputados y que, inmediatamente después, al ocupar altos cargos en la magistratura, señalaron que “exigir el cumplimiento de una ley como la de intangibilidad de los depósitos bancarios era un acto de verdadera ingenuidad, sin valor legal alguno porque era evidente que dicha ley no podría haber sido cumplida”. Esta grotesca muestra de cinismo jurídico también parece corresponderse con la increíble posición de aquellos legisladores que dispusieron anular otras leyes –válidamente sancionadas– como si nunca se hubiesen promulgado y su vigencia originaria careciese de toda clase de efectos legales. Así como antes no se escandalizaron por estas barbaridades legales, ahora parecen rasgarse las vestiduras por la proclamación de una doctrina que sostenía que nadie está obligado a cumplir con una ley injusta. Esta crítica indocumentada, quizás ingenuamente sostenida, no sólo demuestra la total ignorancia de cómo se fue construyendo el derecho de gentes y el sentido de estar vinculado con la tradición humanista de occidente. También puede atribuirse a la tortuosa intención de teñir de contenido ideológico cualquier idea que exprese independencia de criterio respecto del pensamiento hegemónico de quien detenta el poder político. Como algunos periodistas que compartieron la crítica a esta doctrina son personas de bien y generalmente no venden sus opiniones al mejor postor, parece importante señalar el origen de la doctrina sobre las leyes justas y su enorme repercusión no sólo sobre las cuestiones morales señaladas por el episcopado argentino sino también sobre el funcionamiento de la economía nacional. La escuela de Salamanca A raíz del descubrimiento y exploración del Nuevo Mundo, un grupo de teólogos y juristas de la universidad de Salamanca, durante el siglo XVI comenzaron a analizar e interpretar los acontecimientos que pusieron fin a la Edad Media. Comenzaron por desarrollar la teoría del valor y del precio de las cosas, siguieron con la integración de la teoría monetaria a la teoría general de los precios, descubrieron la teoría cuantitativa del dinero, formularon una interesante teoría de los cambios, aclararon la doctrina general del interés y produjeron un consistente análisis del sistema tributario. Estas ideas surgieron de las grandes cuestiones del justo precio, la usura y los impuestos. Luego, se sucedieron con la elaboración del derecho internacional tal como ahora lo conocemos. Dentro de este conjunto de doctrinas surgió el pensamiento acerca de las leyes justas y del derecho a recusar obediencia a las leyes injustas. Se atribuye la formación de la Escuela de Salamanca a cuatro eminentes profesores, todos ellos frailes: Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta y Luis Molina. El primero era un brillante catedrático de teología que había ingresado en los dominicos de adolescente; comenzó enseñando en la universidad parisina de la Sorbona y luego en Salamanca, y es considerado el verdadero creador del derecho internacional. El segundo, también dominico, fue un profesor de metafísica sumamente talentoso, que escribió el famoso tratado “De justicia et cure” que sigue teniendo amplia vigencia en los tratados internacionales. El tercero, autor de innovaciones pedagógicas, fue profesor de derecho civil y canónico, tuvo enorme influencia científica y moral sobre el emperador Carlos V y fue el primero en formular los principios de la moderna teoría monetaria y cambiaria utilizada por los bancos centrales del mundo entero. El cuarto fue el primer filósofo que supo utilizar con maestría el método inductivo para la investigación empírica de hechos económicos y sociales. Estos profesores y los discípulos que continuaron su obra, emprendieron la difícil tarea de reconciliar las doctrinas escolásticas con el nuevo orden económico y el sentimiento de justicia. Crearon el derecho de gentes, formularon acertadas doctrinas económicas y establecieron sobre bases firmes la idea de las leyes justas que obligan a respetarlas. Las leyes injustas La doctrina de Salamanca, que forma parte fundamental del pensamiento humanista de occidente, sostiene que las leyes injustas son aquellas que están en contradicción con los fines existenciales del hombre y por consiguiente no obligan en conciencia. Los casos en que se aplica la doctrina de recusación de obediencia se refieren a leyes sobre la educación de los hijos, la legislación matrimonial, la libertad religiosa, la libertad laboral, el derecho de propiedad y la legislación tributaria. Para poder alegar el derecho a resistir una ley injusta se debe tener en cuenta que la ley es una regla extrínseca de los actos humanos y que debe responder al orden mismo de la naturaleza, tal como es comprendido por la recta conciencia humana. Además, la ley justa debe estar basada en su razonabilidad, es decir que no debe responder a meros caprichos de quien manda. Otro signo distintivo es que responda al bien común, es decir que sea para beneficio de todos los miembros de la comunidad y no sólo un privilegio para algún grupo en particular. Finalmente tiene que ser dispuesta por alguien que tenga autoridad, es decir que asuma la responsabilidad de sancionarla y promulgarla para hacerla conocer fehacientemente. Dentro de estas ideas, la Escuela de Salamanca había acuñado un sorprendente juicio ético y económico que hoy podríamos aplicar perfectamente: “no todo impuesto es justo y no toda evasión es injusta”. Los criterios para discernir si las leyes positivas son justas o injustas responden a las doctrinas expuestas por Tomás de Aquino (1225-1274) siguiendo las enseñanzas de Agustín de Hipona (354-430) y que dicen:1. Que la ley justa debe derivar de la ley natural. 2. Que debe prescribir normas de recta conducta. 3. Que tiene que atender cuestiones futuras, en casos hoy desconocidos. 4. Que debe ser aplicada a todos por igual, sin excepciones. 5. Que tiene que estar en concordancia con las reglas de la razón y de la utilidad humana. 6. Que debe ser de cumplimiento posible, según las costumbres del país. 7. Que tiene que ser formulada por el poder legislativo, sin excederse en sus facultades. Para todos estos autores, la regla de oro es la de que las leyes se descubren, no se crean de la nada y sus principios esenciales son la moderación y la razonabilidad. Los aspectos que estamos mencionando pertenecen a la escolástica hispánica o escolástica tardía de la Escuela de Salamanca. Han sido profundamente estudiados por eminentes investigadores dentro de los cuales hay que citar a los alemanes Joseph Höffner, Wilhelm Weber y Martín Grabmann, a la inglesa Marjorie Grice-Hutchinson, a los franceses André Sayous y Ernest Nys, al español P. Beltrán de Heredia, al norteamericano Scott Brown Scott, y al argentino Alejandro A. Chafuén. Por lo tanto, lanzar sospechas de oportunismo político para cuestionar las admirables advertencias del documento del Episcopado, es una burda maniobra ideológica tendiente a desacreditar una de las columnas básicas del pensamiento liberador de Occidente.

 
Grietas
Las vivencias cotidianas y el malhumor diario aparecen divorciados de la intención de voto. El resultado es que, en el cuarto oscuro, los argentinos votan a los mismos que critican y validan aquellas opciones que rechazan en el discurso.
Las simples conversaciones de café que se multiplican por cientos de miles a lo ancho de la Argentina entregan datos mucho más ricos que los que arrojan las encuestas amañadas y el maquillaje político. El mero recorrido de un zapping radial por programas que invitan a los oyentes a dejar sus opiniones libremente denota una primera oleada de mal humor; un ímpetu inicial de queja que empieza por lo cotidiano (la falta de seguridad, la irrealidad de los índices de precios) y sigue por círculos progresivamente más alejados de los problemas que el individuo debe enfrentar todos los días pero a los que igualmente accede y respecto de los cuales tiene opinión, sean éstos las barbaridades santacruceñas, las valijas y las bolsas con dinero, las apariciones rutilantes de “los Fernández”, o la inequitativa visión sobre los derechos humanos. Este panorama se escucha, se ve, se percibe: el humor social no es amable ni navega en el sosiego. Inmediatamente al lado esta imagen se suceden otras que, por principio, dividen al país entre la Capital, los dos primeros cordones urbanos, la provincia de Buenos Aires, los centros urbanos del interior (Rosario, Córdoba, Mendoza, Santa Fe y Mar del Plata) y el resto del país, el campo rural y poco poblado. La opinión popular que ha sido consultada hasta ahora con referentes locales en distintas elecciones que se sucedieron desde finales del año pasado hasta ahora y por diferentes motivos institucionales, ha sido consistente, en muchos de esos casos, con lo que describíamos aquí como “humor social”. Los representantes kirchneristas o afines al gobierno perdieron sucesivamente en Misiones, Río Negro, Tierra del Fuego, Ciudad de Buenos Aires, San Luis y es posible que también lo hagan en Santa Fe el domingo próximo. El posible triunfo de Schiaretti en Córdoba -si bien se ha mostrado en público con CFK recientemente y De la Sota, su padrino político, ha limado asperezas con el Presidente- no puede decirse que sea un triunfo K. Luis Juez, el intendente de Córdoba capital, ha mostrado más afinidades con Kirchner que el dúo De la Sota-Schiaretti. En Mendoza aun no está claro cómo se manifestará la gente frente a una administración –la de Julio Cobos, candidato a Vicepresidente con Cristina- que ha multiplicado por miles los casos de inseguridad y desasosiego en su provincia, especialmente en la Capital. Los sondeos de opinión cuando la pregunta refiere a los comicios presidenciales en todas estas jurisdicciones, sin embargo, favorecen a la candidata del oficialismo, la senadora Cristina Fernández, excepto, claro está, en la Capital, en donde su intención de voto es muy baja. De vuelta en el mundo de las percepciones reales (las conversaciones de todos los días, los oyentes de las radios, las quejas espontáneas) la impresión que uno tiene en el cinturón urbano de Buenos Aires y aun en el interior de la provincia es que el oficialismo tiene un amplio frente de descontento. Pero cuando se regresa a las compulsas de voto –e incluso de “imagen”- las respuestas no están en línea con esa atmósfera de oposición y reclamo, sino que entregan holgadas ventajas al gobierno, especialmente al candidato a gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli. El vicepresidente es, en sí mismo, una curiosa paradoja. Lanzado a la política por Carlos Menem desde el glamoroso mundo deportivo y de la empresa privada que fundó su padre, Scioli mutó al duhaldismo durante la crisis de comienzos de siglo y luego a compañero de fórmula de un candidato teóricamente izquierdista que reivindicaba la lucha armada de los 70 y el intervensionismo estatal en la economía. Con conexiones en los EEUU -que manejaba su operador de aquel momento, Marcos Victorica- Scioli negoció para sí el manejo de la Secretaria de Turismo, que ya había tenido durante el interinato de Duhalde. Al poco tiempo de comenzado el gobierno, Kirchner, sin aviso previo y de un día para el otro, despidió a todo su equipo y lo reemplazó por gente propia. El Vicepresidente no reaccionó y se arrinconó en el Senado, en donde en más de una vez fue vapuleado en público por la esposa del presidente, hoy lanzada a la carrera por la presidencia. Este candidato recoge hoy en la provincia más del 40% de los votos, un caudal que le asegura a Cristina Fernández una base segura para su carrera a la Casa Rosada. Es como si el país estuviera surcado por enormes grietas que separan las vivencias e interpretaciones cotidianas de la gente y la posterior emisión de su voto. No hay coincidencia racional entre lo que la gente vive y lo que la gente vota. Otros surcos de división separan la expresión de las distintas geografías del país y también cómo esas regiones se expresan según voten asuntos locales o cuestiones nacionales. La enorme caja monetaria que maneja el Estado federal desde las omnímodas manos del presidente, ejerce una influencia enorme en la formación y profundización de esas grietas: el dinero dispuesto discrecionalmente para aumentar jubilaciones, asignaciones familiares, bajar el impuesto a las ganancias o incrementar el presupuesto por decreto en mas de $ 14000 millones, se maneja por quienes habitan en Balcarce 50, no en Córdoba, Santa Fe o Rosario. La hipocresía del metálico vota de una manera para los asuntos del pago chico, pero de otra cuando se trata de elegir a quien maneja la billetera. También el efecto manada influye en la creación de las grietas. Personas que opinan de una manera en la solitaria charla de una esquina se expresan de modo muy diferente cuando entran al cuarto oscuro. No hay demasiados estudios que expliquen ese fenómeno, pero su existencia es innegable. El principal instrumento de la democracia ha dejado de ser una herramienta racional. La simulación teórica según la cual la democracia es un sistema de individuos libres que, en perfecto uso de su libertad y sopesando sus intereses, emiten su opinión a través de un papel que se introduce en una urna es una quimera. El ruido, el dinero y la masificación de los espíritus han sepultado esa teorización y hoy en día no puede hacerse un análisis lineal entre la aparente percepción de la realidad que tiene una persona y su voto. La inexistencia de la oposición (sin adjetivos: ni clara, ni fuerte, ni unida, simplemente de una oposición) aumenta la profundidad de las grietas: en la orfandad de la nada la gente se tapa los ojos y vota la única opción con posibilidad de ganar. Esta renuncia a los palotes de la democracia le costará cara al país. Cuando la próxima administración no llegue a desactivar las cientos de bombas de tiempo que ha plantado la actual y los problemas dormidos y escondidos empiecen a estallar, nadie admitirá una responsabilidad propia y, por el contrario, todos se atribuirán haber anticipado el desastre. Es que a la hora de repasar nuestras conductas, las grietas se mudarán a nuestra memoria.

jueves, agosto 23, 2007

 
¿Será una despedida?
Desde que vi Casablanca, odio las despedidas. Hasta las despedidas perfectas son tristes.
Por Jorge Lanata
19.08.2007 01:17
Desde que vi Casablanca, odio las despedidas. Hasta las despedidas perfectas son tristes. Ahí está Rick volviendo sobre sus pasos con el Capitán Renault, Strasser está muerto y la policía buscará a los sospechosos de siempre. Ilsa y Victor Laszlo vuelan hacia su destino. Entre la bruma se escucha el ronroneo del avión y Rick Blaine le dice al militar francés: —Louis, presiento que éste es el comienzo de una nueva amistad. Son tristes. No entraba a una redacción desde mi alejamiento de Veintitrés, y cuando entré a ésta fue como volver a casa. Miré a mi alrededor preguntándome: ¿cuál será mi escritorio?. Las “cuadras” desordenadas, el tumulto, la insoportable luz de tubo, el café tibio, los teléfonos que suenan y nadie atiende, la carrera contra el tiempo son mi casa. Como también está mi casa en la cola de camiones frente al taller, esperando la salida de los ejemplares en barrios insólitos y oscuros en los que sólo se ve una luz, y es ésa la que señala el sitio de las rotativas. En mi casa hay olor a tinta, y papeles recortados en el piso y un monstruo inmenso, aceitado y mecánico que imprime nuestros sueños del día anterior. Aquí volví a sentir –como sentí hace ya veinte años en Página/12– lo que sucede cuando metemos un palo en la rueda y, por un segundo, todo se detiene. Lo sentí en mi propio diario con el Yomagate, las valijas de Amira, la Ferrari de Menem, los guardapolvos de Bauzá, la tapa en blanco del indulto, el diario amarillo y tantos más. Aquel viento volvió a soplar en Veintitrés con los jueces federales, los negocios de Meijide, y en estas páginas con la renuncia de Lavagna, la bolsa de Felisa, los negocios de Uberti y el doble discurso de los K. Viento en la cara, sensación de que alguna vez la justicia existe. Me despido ahora de PERFIL porque dedicaré los próximos meses al armado de un proyecto propio: un nuevo diario que estará en la calle el 3 de marzo. A mi alrededor están convencidos de que no tengo cura: para qué un diario, por qué ahora, ¿qué sentido tiene salir de la radio con el segundo programa más escuchado?, ¿por qué no quedarme –de una puta vez– tranquilo? Montar un diario, imaginarlo desde la nada, verlo crecer, ver cómo esa idea se transforma en los demás es un privilegio que tuve una vez y que espero volver a vivir: uno deja la vida en ello, y vale la pena hacerlo. Preguntarse por qué es igual a preguntarse si tiene sentido soñar, o enamorarse. Las palabras nunca llegan ni a los tobillos del corazón. Serán, los próximos, unos meses de silencio ruidoso: fuera de los medios para meterme en el corazón de uno por nacer. Creo que ya dije que odio las despedidas, aunque me pregunto si ésta lo será: estábamos antes del mismo lado, lo estuvimos estos años, seguiremos estándolo. Hablo del periodismo. De ese destino que no nos podemos sacar de encima.

 

 
Dirección política de la economía
Cuando la economía deja de ser independiente y es dominada por la política, los consumidores pierden sus derechos y el país, el rumbo.
La presentación de un extraño proyecto de ley (Expdte. parlamentario 1897-D-2007, trámite 100-09/08/2007), por iniciativa de la diputada Mercedes Marcó del Pont, de quien se dice que será la probable ministra de economía de la candidata oficialista a la presidencia, tendiente a crear un “Ente Nacional de Promoción y Control Comercial, Industrial, Agropecuario y Agroalimentador” y designado con las horrendas siglas ENPYCCAA, ha puesto al desnudo las claras intenciones de terminar con todo vestigio de libre empresa en el ámbito de la cadena agroalimentaria. El organismo resultante de este engendro intervencionista es una suma de facultades omnímodas de las disueltas Juntas Reguladoras de granos y de carnes, del deplorable Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), de la Secretaría de Comercio Interior, de la Dirección de control de precios y de la Comisión Nacional de lucha contra el agio y la especulación, combinadas todas ellas con la absurda e irracional Ley de Abastecimientos de José Ber Gelbard. Parece extraño que al final de su mandato, el gobierno kirchnerista quisiera implantar un organismo típico de los gobiernos totalitarios. Pero en la gestión que ahora se termina, existe un hilo conductor compuesto por varias hebras, íntimamente entrelazadas unas con otras. Algunas de ellas son de naturaleza temperamentalmente coléricas. Las otras tienen un componente sustancialmente oportunista, desprovisto de toda clase de principios, salvo la mezquindad. Las hebras temperamentales que han sido desplegadas en estos cuatro años son: el resentimiento por supuestos agravios, la agresión a enemigos imaginarios, la falsedad expresada con desparpajo, el desprecio por los buenos modales y el intento de imponer una subordinación servil. Las hebras tácticas de este mismo hilo conductor, tienen una sustancia diferente y consisten en: el autismo en la gestión de gobierno, la improvisación del día a día y el obsesivo condicionamiento de las decisiones a la próxima contienda electoral. El resultado de este entramado ha sido la instauración de una economía domesticada por la política. Pero entendiendo por política no a la definición aristotélica de “gobierno de la ciudad para el bien común”, sino la versión canyengue de “modus operandi para trepar y acumular poder en una sola mano”. Economía dependiente o sometida Cuando la economía no es independiente de la política, sino que está subordinada a ella, queda encerrada dentro de límites mentales y operativos muy estrechos, condicionados por un afán confiscatorio de índole fiscal. En este caso, y a pesar de declamarse buenas intenciones, se erige un Estado-gigante, un cuerpo sin alma como el ogro filantrópico de Octavio Paz, caracterizado porque inevitablemente trae aparejado un sistema de recaudación confiscatoria. El afán de concentrar poder equivale, casi algebraicamente, al propósito de apropiarse de toda renta excedente que aparezca en la sociedad. La fiscalidad expoliadora de un estatismo asfixiante y fastidioso, no sólo obstaculiza el progreso económico ya que dificulta la acumulación de nuevos capitales en manos privadas, sino que provoca una tendencia hacia el inmovilismo, favoreciendo el desarrollo de hábitos prebendarios y corporativistas, propios de una economía servil. En cambio, la esencia del mercado consiste en que se libera de ese predominio político y no respeta los intereses creados de los amigos del poder, presionando constantemente a empresarios y capitalistas para que ajusten su conducta a la cambiante estructura que la sociedad presenta. Mientras tanto, en la economía dominada por la política, aquellos que se acercan al poder pueden disfrutar pacífica y cómodamente de los bienes que les legaron sus antecesores o de la riqueza acumulada por las prebendas. Por eso la economía politizada mantiene el statu-quo y se adormece en los brazos de la rutina. Por otro lado, cuando la economía es independiente de la política, los empresarios no pueden dejar de pensar en servir a los consumidores de la mejor manera posible. Si no lo hacen, su privilegiada posición se tambalea y pueden ser relevados por una fila de recién llegados que le disputarán su posición de poder y lo destronarán. Es intranscendente que los políticos digan que el mecanismo recaudatorio de una economía subordinada a la política, tiende a conseguir: a) una acumulación de capital en manos de empresarios-compinches, b) que se pretenda lograr la nivelación de la riqueza de los ciudadanos, o c) que meramente se persiga el propósito de recaudar mayores ingresos para el erario público con el fin de construir el socialismo siglo XXI. Lo único que importa es que las consecuencias de este intervencionismo confiscatorio terminan siendo fatales para el destino del país. Principalmente porque perjudica a las personas comunes como ahorristas, inversores o consumidores, al impedir a los empresarios más eficientes y laboriosos que amplíen sus operaciones en la medida que atiendan mejor los requerimientos de sus propios clientes ofreciéndoles productos de mayor calidad a precios razonables, dentro de una competencia abierta. En la economía politizada que se ha ido conformando durante estos cuatro años del gobierno de Néstor Kirchner, no son los consumidores quienes deciden, sino los jerarcas del gobierno. Cuando se les ocurre, impiden las importaciones de productos que la población desea, para proteger a los empresarios cortesanos de la competencia internacional. Tanto los políticos como esos empresarios prebendarios procuran impedir que la acumulación de riqueza se distribuya entre todas las capas sociales: obreros, empleados, trabajadores independiente, profesionales, pequeños comerciantes e industriales medianos. Precisamente esa distribución de la propiedad privada es la que confiere a las personas una indudable independencia económica convirtiéndoles en seres libres, permitiéndoles disentir con el poder hegemónico y oponerse a los tiranos, porque tienen capacidad de resistencia. No hay terceras posiciones que valgan. Sin acumulación privada de capitales en muchas manos no existe sociedad libre sino una sociedad de siervos.

 
¿Quién vota al kirchnerismo?
Se acercan las elecciones de octubre y son pocos los que dudan de que Cristina Fernández de Kirchner se convertirá en sucesora de su marido. La incógnita es, en cambio, la composición de su base electoral.
Para desentrañar quiénes son los posibles electores del kirchnerismo, es necesario abordar las falsas y anacrónicas categorías que el actual gobierno se ha encargado de resucitar: izquierda, derecha y clases sociales, como si el proletariado pudiera tener acceso al poder o ser siquiera soberano en la Argentina. Comenzando con las dos primeras categorías, puede afirmarse que no son éstas las que sumarán votos a la primera dama en octubre. El descontento con el gobierno nacional se ha ido incrementando a lo largo de los años. Tras el magro 22% de votos obtenido por la fórmula Kirchner-Scioli en 2003, la popularidad del primer mandatario logró su momento de gloria fundado más en anuncios escenográficos como la renovación de miembros de la Corte Suprema y la proclama de la “nueva política” que en una gestión concreta. Al poco tiempo, la izquierda más “pura”, por llamarla de alguna manera y diferenciarla de aquella creada para necesidad presidencial, entendió que el Jefe de Estado había usurpado buena parte de su oratoria en pro de congraciarse con ella para armar poder político. Pero aquella proclama hacia agua al observar los hechos. Aquella izquierda dejó entonces de ser kirchnerista. La derecha, que ni sabía quizás que existía, encontró una nueva razón de ser: manifestar su desdén por el modus operandi de un Ejecutivo decidido a manipular derechos humanos, cercenar los valores institucionales y trastocar la historia nacional. Esta división ya anacrónica en el mundo todo, resucitó en la Argentina con el gobierno progresista de Néstor Kirchner. Sin embargo, éste no tiene un ápice de la izquierda vernácula ni orilla los lineamientos económicos de la que se denominara alguna vez la derecha-liberal o si se prefiere, conservadora. Kirchner no es una cosa ni la otra. Es más bien un oportunista. Kirchner no nacionaliza. Traspasa paquetes accionarios a manos amigas. Genera crecimiento pero no desarrollo. Pregona la industrialización pero vive y se alimenta de las exportaciones y retenciones que le deja el sector agrícola. Asimismo, la industria fue el sector más perjudicado por la crisis energética que, para otros grupos sociales, como la clase media, no existió todavía. En la mentalidad argentina es necesario que se apague la luz del living o de la cocina para que se admita que el sistema energético colapsó. Peculiar forma de entender la política: “ver para creer” en algunos aspectos pero confianza ciega y entrega absoluta a una demagogia que vende espejitos de colores todos los días. ¿Cuál ha sido el sector beneficiado por el kirchnerismo? ¿Cuál es la base del electorado que tendrá Cristina? La respuesta parece ser imprecisa. Está claro que ni derecha ni izquierda tradicional votarán su consigna. Tampoco lo hará el campo. La industria baja la cabeza, aguanta la metodología, negocia el apriete pero, ¿vota este tipo de política? La lógica hace prever una respuesta negativa. Sin embargo, y a pesar de la lógica y hasta de la corrupción que hace mella por donde se quiera, Cristina Fernández de Kirchner se erige hoy como la candidata con mayor posibilidad de acceso al sillón de Rivadavia. ¿Cuál es la causa? A simple vista, se diría que no hay sector social beneficiado por la gestión kirchnerista, posiblemente lo halla beneficiado por negocios y quimeras. La inflación que ya gravita pese a la manipulación de las estadísticas perjudica más a las clases bajas que consumen lo mínimo indispensable. Es sabido que en esta Argentina paga más caro el gas el habitante de la villa miseria que una familia de Barrio Norte o Recoleta. Pero… el “pero” siempre está y explica de alguna manera que la candidata oficial se erija primera en las encuestas aunque hay duda si los márgenes de ventaja son los que trascienden a la opinión pública. Esta vez, el “pero” apunta, primero y principal, a la falta real de alternativa a nivel nacional capaz de lograr una propuesta atractiva para la ciudadanía. En segundo lugar, aunque el orden no modifica las cosas, la ausencia de medios de comunicación masivos al servicio de la gente más que de intereses políticos es otro factor negativo que habilita que tengamos un gobierno como el que tenemos, y sea capaz incluso de mantenerse otro período. Asimismo, cabe resaltar que hemos vuelto a votar ideología. Posiblemente la economía haya pasado a segundo plano a la hora de emitir sufragio para un porcentaje de la ciudadanía. En ese sentido, la clase media no politizada, ajena al contenido discursivo del atril presidencial es posible que prefiera “malo conocido” a innovar. Una concepción extraña del “conservadorismo” nacional. Hay que sumar una izquierda borocotizada que encontró en la proclama de derechos humanos oficialista beneficios para mantener la escenografía, aún sabiendo que está siendo utilizada. Manipulados de privilegio, más felices en el rol de títeres que de titiriteros… Y, por último, el arraigo al clientelismo. Puede decirse que lo sucedido en la provincia de Misiones, ha sido la excepción que confirma la regla: guste o no, la dádiva sigue cosechando electorado en la Argentina. No hay acción pedagógica que le ponga freno y permita tomar conciencia de lo que ésta acarrea. El negocio de la pobreza le faculta al Ejecutivo su continuidad en escena. No hay bolsa de dinero ni contrabando de armas ni valija llena de dólares capaces de modificar sustancialmente las cosas. El disgusto de quienes entienden que estos hechos complican al país más allá de las internas que generan en Balcarce 50 no es representativo de la sociedad en su conjunto. Hay microclimas que se retroalimentan pero no hay llegada al grueso social que está ajeno a las implicancias ideológicas de la política nacional. Muchos votarán a Cristina. Nadie puede saber a ciencia cierta el número. Pocos votaron a Néstor Kirchner. Menos, todavía, sufragaron a favor de su antecesor en el cargo. Sin embargo, ocuparon y ocupan la presidencia. La sociedad no sólo no tiene las respuestas, sino que quizás tampoco se hace la gran pregunta: ¿hay que cambiar la política o hay que cambiar la cabeza?

 
Si Fukuyama fuera argentino
Las bases culturales y formativas de la Argentina están bien alejadas de la moralidad y el respecto por la ley. Por el contrario, nuestra identidad se funda en la pasión por el malevaje y el malandrismo.
En el primer número de la revista ADN Cultura, que lanzó recientemente el diario La Nación, apareció un artículo de Francis Fukuyama, el filósofo norteamericano de origen japonés, cuyo título era “El fin de la utopía multicultural”. Allí, Fukuyama ensaya la hipótesis de que la estrategia de integración cultural de minorías que ensayaron Estados Unidos y Europa sobre la base de postular la “igualdad” de todas las culturas y reconocer a los inmigrantes (fundamentalmente, a los musulmanes) el derecho a seguir viviendo según sus propias costumbres, valores y creencias ha sido un grosero error para Occidente porque, desde el punto de vista de la libertad, no todas las culturas son iguales y el esfuerzo contra natura por imponer un multiculturalismo irreal ha puesto en juego los derechos de todos, toda vez que los destinatarios de la mano abierta occidental no la estrecharon fraternalmente, sino que la amputaron, atacando las bases del sistema al cual voluntariamente habían decidido mudarse. En el artículo, Fukuyama comenta lo que a su juicio conforma las bases constitutivas de los Estados Unidos. Dice así: “Los EE.UU. nacieron de una revolución contra la autoridad estatal, basada en cinco valores fundamentales: igualdad, libertad (o antiestatismo), individualismo, primacía de la voluntad popular y laissez faire. La identidad estadounidense está arraigada en (…) la cultura ‘angloprotestante’ de la cual derivan (…) la ética del trabajo, el asociacionismo voluntario y el moralismo en la política”. Es decir, según el filósofo, que la moral en la política es un activo en el que el país probablemente más exitoso de la historia humana ha basado su nacimiento. El concepto de lo ético y el sobreentendimiento de “lo que está bien” por sobre la aceptación voluntaria de “lo que está mal” han servido para que los Estados Unidos dejaran atrás la pobreza de sus albores y se dirigieran a conformar la sociedad más afluente, innovadora y creativa del mundo. Cuando contrastamos eso con la Argentina, no podemos dejar de notar una enorme diferencia. Aquí, el manejo de la cosa pública ha requerido un creciente acercamiento con el “malandrismo” para tener alguna posibilidad de éxito: la gobernabilidad del país ha descansado más de lo necesario en cuán familiarizados están los funcionarios con el esquive de la ley. Ser un “maestro” en el arte de “zafar” se ha convertido en una condición sine qua non para poder aspirar a vivir con algo de éxito en la Argentina, sin que el sector público o el privado tengan diferencias apreciables en este punto. Las denuncias, sospechas o –directamente– procesos abiertos contra funcionarios, empresarios, dirigentes sociales, del fútbol o de cualquier otra índole son moneda corriente. Políticos que no pueden justificar de ningún modo su status económico, que viajan con valijas llenas de dólares en aviones privados contratados con dinero de la sociedad, que olvidan dineros en bolsas de papel madera en los lavabos de sus baños privados, que catapultan a la riqueza a amigos misteriosos que la oficiaban de chóferes no mucho tiempo atrás, que nombran a ciudadanos extranjeros al frente de la Aduana por la que luego pasan valijas con cuñadas millonarias y que compran los votos del Congreso con tarjetas Banelco son la moneda corriente en la vida pública argentina. También, empresarios que pasan de la intrascendencia a los millones de la noche a la mañana, entongados con el poder para obtener concesiones monopólicas, restricciones a la competencia y dádivas ilegales de las que el resto de la población sólo aporta los costos. Este coqueteo con la ilegalidad ha llevado a toda la sociedad a hacer un sinónimo inconsciente entre la moralidad y la tontería. Todo aquel que insinúe un planteo puritano de la cosa pública (y de los negocios privados) es señalado como un “inocente”, destinado al fracaso y al hazmerreír generalizado. Las formas de la camorra y la terminología del cancherismo tumbero reemplazan con éxito a las maneras civilizadas y acordes con una sociedad avanzada. ¿Qué perfil de país podía surgir de estos bosquejos? ¿Qué retoños nacerían de esta proclividad a la inmoralidad? ¿Puede haber sorpresas por esta realidad turbia que asoma a las páginas de los diarios como consuetudinaria cotidianeidad? Si Fukuyama fuera argentino debería haber utilizado palabras bien distintas para describir las bases formativas de nuestro país. Esa orgullosa pasión por el malevaje, esa ventaja comparativa de lo ilegal ha llevado, incluso, a buena parte de la sociedad –que es noble, que es sana y que repulsa la mentira y la delincuencia– a tener que “adaptarse” para poder sobrevivir. “Adaptarse” significa “hacer la vista gorda” en algunos casos y “transar” en otros. El flujo orillero del orden jurídico todo lo envuelve y todo lo influye, desde cómo se maneja un auto hasta cómo se administra una empresa o se ejerce el gobierno. Si el país –o al menos una parte de él– aspira a un cambio que redunde en vivir mejor dentro de las fronteras argentinas, habrá que prestar atención a estas formas que han pasado a ser parte de nuestra identidad, que nos definen y que nos han dirigido a vivir en los márgenes exteriores de la ley. Mientras la risa socarrona sea la cómplice respuesta que reservemos para aquellos que hagan de la ley y de la honestidad la norma de sus vidas, seguiremos mezclados entre los marginales de la Tierra.

 
Si Fukuyama fuera argentino
Las bases culturales y formativas de la Argentina están bien alejadas de la moralidad y el respecto por la ley. Por el contrario, nuestra identidad se funda en la pasión por el malevaje y el malandrismo.
En el primer número de la revista ADN Cultura, que lanzó recientemente el diario La Nación, apareció un artículo de Francis Fukuyama, el filósofo norteamericano de origen japonés, cuyo título era “El fin de la utopía multicultural”. Allí, Fukuyama ensaya la hipótesis de que la estrategia de integración cultural de minorías que ensayaron Estados Unidos y Europa sobre la base de postular la “igualdad” de todas las culturas y reconocer a los inmigrantes (fundamentalmente, a los musulmanes) el derecho a seguir viviendo según sus propias costumbres, valores y creencias ha sido un grosero error para Occidente porque, desde el punto de vista de la libertad, no todas las culturas son iguales y el esfuerzo contra natura por imponer un multiculturalismo irreal ha puesto en juego los derechos de todos, toda vez que los destinatarios de la mano abierta occidental no la estrecharon fraternalmente, sino que la amputaron, atacando las bases del sistema al cual voluntariamente habían decidido mudarse. En el artículo, Fukuyama comenta lo que a su juicio conforma las bases constitutivas de los Estados Unidos. Dice así: “Los EE.UU. nacieron de una revolución contra la autoridad estatal, basada en cinco valores fundamentales: igualdad, libertad (o antiestatismo), individualismo, primacía de la voluntad popular y laissez faire. La identidad estadounidense está arraigada en (…) la cultura ‘angloprotestante’ de la cual derivan (…) la ética del trabajo, el asociacionismo voluntario y el moralismo en la política”. Es decir, según el filósofo, que la moral en la política es un activo en el que el país probablemente más exitoso de la historia humana ha basado su nacimiento. El concepto de lo ético y el sobreentendimiento de “lo que está bien” por sobre la aceptación voluntaria de “lo que está mal” han servido para que los Estados Unidos dejaran atrás la pobreza de sus albores y se dirigieran a conformar la sociedad más afluente, innovadora y creativa del mundo. Cuando contrastamos eso con la Argentina, no podemos dejar de notar una enorme diferencia. Aquí, el manejo de la cosa pública ha requerido un creciente acercamiento con el “malandrismo” para tener alguna posibilidad de éxito: la gobernabilidad del país ha descansado más de lo necesario en cuán familiarizados están los funcionarios con el esquive de la ley. Ser un “maestro” en el arte de “zafar” se ha convertido en una condición sine qua non para poder aspirar a vivir con algo de éxito en la Argentina, sin que el sector público o el privado tengan diferencias apreciables en este punto. Las denuncias, sospechas o –directamente– procesos abiertos contra funcionarios, empresarios, dirigentes sociales, del fútbol o de cualquier otra índole son moneda corriente. Políticos que no pueden justificar de ningún modo su status económico, que viajan con valijas llenas de dólares en aviones privados contratados con dinero de la sociedad, que olvidan dineros en bolsas de papel madera en los lavabos de sus baños privados, que catapultan a la riqueza a amigos misteriosos que la oficiaban de chóferes no mucho tiempo atrás, que nombran a ciudadanos extranjeros al frente de la Aduana por la que luego pasan valijas con cuñadas millonarias y que compran los votos del Congreso con tarjetas Banelco son la moneda corriente en la vida pública argentina. También, empresarios que pasan de la intrascendencia a los millones de la noche a la mañana, entongados con el poder para obtener concesiones monopólicas, restricciones a la competencia y dádivas ilegales de las que el resto de la población sólo aporta los costos. Este coqueteo con la ilegalidad ha llevado a toda la sociedad a hacer un sinónimo inconsciente entre la moralidad y la tontería. Todo aquel que insinúe un planteo puritano de la cosa pública (y de los negocios privados) es señalado como un “inocente”, destinado al fracaso y al hazmerreír generalizado. Las formas de la camorra y la terminología del cancherismo tumbero reemplazan con éxito a las maneras civilizadas y acordes con una sociedad avanzada. ¿Qué perfil de país podía surgir de estos bosquejos? ¿Qué retoños nacerían de esta proclividad a la inmoralidad? ¿Puede haber sorpresas por esta realidad turbia que asoma a las páginas de los diarios como consuetudinaria cotidianeidad? Si Fukuyama fuera argentino debería haber utilizado palabras bien distintas para describir las bases formativas de nuestro país. Esa orgullosa pasión por el malevaje, esa ventaja comparativa de lo ilegal ha llevado, incluso, a buena parte de la sociedad –que es noble, que es sana y que repulsa la mentira y la delincuencia– a tener que “adaptarse” para poder sobrevivir. “Adaptarse” significa “hacer la vista gorda” en algunos casos y “transar” en otros. El flujo orillero del orden jurídico todo lo envuelve y todo lo influye, desde cómo se maneja un auto hasta cómo se administra una empresa o se ejerce el gobierno. Si el país –o al menos una parte de él– aspira a un cambio que redunde en vivir mejor dentro de las fronteras argentinas, habrá que prestar atención a estas formas que han pasado a ser parte de nuestra identidad, que nos definen y que nos han dirigido a vivir en los márgenes exteriores de la ley. Mientras la risa socarrona sea la cómplice respuesta que reservemos para aquellos que hagan de la ley y de la honestidad la norma de sus vidas, seguiremos mezclados entre los marginales de la Tierra.

 
Nuevas medidas: otra vez meten la mano en el bolsillo de la gente
El anuncio de restricción de importaciones realizado el viernes no sólo aleja a la Argentina todavía más del mercado internacional, sino que implica una fuerte restricción de la oferta de bienes, algo que en un contexto de fuertes presiones inflacionarias como el actual es una jugada peligrosísima.
Considerando la evolución de la inflación real, no la estimada por el INDEC, que llega al 20% anual. Teniendo en cuenta que el precio del combustible está a la mitad del que debería estar de acuerdo al valor del petróleo a nivel internacional y que el precio del gas habrá que multiplicarlo por tres para ponerlo en línea con el valor internacional. Que el superávit fiscal se está evaporando como consecuencia del acelerado aumento del gasto público. Que la ausencia de reglas de juego eficientes y estables impiden un sostenido proceso de inversiones. Y que gracias a la política energética actual, en poco tiempo más la Argentina se va a transformar en importadora neta de combustibles que habrá que pagar a precio internacional. Digo, teniendo en cuenta estos datos, no deja de llamar la atención la afirmación del presidente Néstor Kirchner, cuando el viernes pasado sostuvo que “ahora, a la salida del infierno, se puede pensar en un país a cinco o diez años”. La realidad es que se han acumulado tantas distorsiones de precios relativos y se ha destruido tanto la confianza en las instituciones, que más que estar cerca de la salida del infierno nos estamos dirigiendo de cabeza hacia él. Por otro lado, ¿quién puede hoy en la Argentina pensar a cinco o diez años? Posiblemente, el oficialismo es el único que formula proyectos a mediano plazo, creyendo que va a tener el poder por ese tiempo. Sin embargo, ni siquiera ese pensamiento tiene que ver con la realidad, si consideramos la posibilidad de que en octubre tengamos una segunda vuelta. No lo sabemos, pero la evaluación de ese posible escenario es ya es un tema de todos los días. De todas maneras, independientemente de quién gane las próximas elecciones presidenciales, las afirmaciones del presidente fueron formuladas cuando se anunciaron medidas para restringir las importaciones. Es curioso: de la serie de argumentos que suelen tener en la parrilla los proteccionistas que procuran esquilmar al consumidor, en esta oportunidad uno de los esgrimidos consistió en decir que se pretende desalentar “las políticas desleales”. Digo que es curioso porque, hoy, la política macroeconómica utiliza esos “mecanismos desleales” que se denuncian. ¿O acaso el transporte no tiene un precio salvajemente subsidiado a través del valor del combustible? ¿O no tenemos salarios en dólares artificialmente bajos gracias a la política de tipo de cambio competitivo? En otras palabras, lo que quieren decirnos es que si lo hacen ellos está bien. En cambio, si lo hacen otros, está mal. Una vez más, vemos cómo el Gobierno tiende a aislar a la Argentina del comercio internacional, viendo al mercado externo como un enemigo en vez de como una oportunidad para venderles a miles de millones de consumidores, creando nuevos puestos de trabajo y mejor remunerados. De los anuncios proteccionistas realizados el viernes, hay otro párrafo que mueve a risa. Corresponde al ministro de Economía, Miguel Peirano, quien dijo que con estas medidas se pretende “estimular la recuperación del mercado interno”. ¿No era que la política heterodoxa del kirchnerismo había logrado el milagro de generar un crecimiento a tasas chinas? ¿Qué estímulo adicional hay que darle al mercado interno si, según el Gobierno, superamos los niveles de producción de los nefastos 90 y, además, el consumo ha crecido gracias a la actual política económica? ¿No dijo el propio presidente que hoy tenemos el nivel de inversiones más alto de los últimos diez años? Si todo está tan fantástico que no tenemos inflación, baja la pobreza, disminuye la desocupación y la gente está mejor que nunca, ¿qué estímulo adicional hay que brindarle a la economía? ¿Por qué administrar el comercio exterior si todo marcha fenomenal? ¿O será que ya no todo marcha tan bien como dice el Gobierno y las empresas empiezan a sentir los efectos de los aumentos de costos y la licuación del tipo de cambio real? Justo en un momento de fuertes presiones inflacionarias, el Gobierno viene a reducir artificialmente la oferta. Con lo cual, la emisión del Banco Central va a terminar haciendo explotar los precios. Si es que ya no explotaron. Es sistemático que se pretenda vender un perjuicio para el consumidor y el asalariado como una política pública en su beneficio. ¡Resulta que, ahora, reducir la oferta de bienes y servicios beneficia al consumidor! ¿En qué manual de introducción a la economía figurará semejante disparate conceptual? La maniobra ha sido más que evidente. Primero, asistimos a una acción de prensa por la cual se denunció la existencia de juguetes chinos que tenían elementos tóxicos. Una vez que se lanzó esta campaña para predisponer mal a la gente contra las importaciones, a los pocos días se anunciaron medidas para frenar todo tipo de productos. Ya no sólo juguetes. ¿Cuál es el objetivo final de todo esto? ¿Tener más inversiones? En absoluto, lo que se busca es otorgarles a algunos sectores una renta mayor a la de mercado, lo que perjudica a los consumidores. Es de manual: reducir la oferta para que aumente el precio y los pocos que ofrecen esos productos suban los precios y se queden con la renta adicional. Se trata de una clara transferencia regresiva de los ingresos, a la que se pretende vender como defensa de la industria nacional y de los puestos de trabajo. En primer lugar, no existe una industria nacional. Existe una industria y nada más. Personas de carne y hueso que trabajan en un sector y que buscan obtener ganancias con su negocio. Al mezclar la patria con los negocios se intenta estimular un falso nacionalismo para que la gente aplauda mientras les meten la mano en el bolsillo. En segundo lugar, si yo puedo comprar zapatos, neumáticos o camisas más baratas, me queda más ingreso para destinarlo a comprar otros bienes, con lo cual mi ingreso aumenta y el gasto mayor que puedo realizar crea nuevos puestos de trabajo y más actividad. O puedo tener una mayor capacidad de ahorro y financiar más consumo o inversión, con lo cual vuelvo a crear más trabajo y mejor remunerado. Es claro que la famosa “acumulación de matriz diversificada” no tiene nada de diversificada. Tiene mucho de acumulación y concentración de esa acumulación en unos pocos sectores que, vaya uno a saber por qué, el burócrata de turno declaró como ganadores del modelo en perjuicio de millones de asalariados. En síntesis, lo que acaba de anunciar el Gobierno es lo siguiente: les ha dicho a los asalariados que no sólo les va a cobrar el impuesto inflacionario para tener el eufemismo del tipo de cambio competitivo y así beneficiar a los que sustituyen importaciones, sino que, además, ahora les va a meter de nuevo la mano en el bolsillo y les va a restringir la oferta para que aquellos tengan más renta. Y que cuando Hugo Moyano venga a exigir salarios más altos amenazando con sacar los camiones a la calle para armar lío o no sacarlos para evitar la distribución de mercaderías, entonces le van dar el aumento que quiere para calmar a las bases. Así, van a seguir acelerando la puja por la distribución del ingreso hasta que el conflicto social nos haga caer en la realidad de lo inviable de este modelo. En conclusión, lo que acaba de anunciar el Gobierno es que ha decidido, tal vez por el deterioro del tipo de cambio real producto de la creciente inflación, tratar de apagar el incendio echándole más nafta al fuego, con lo cual se equivoca profundamente el presidente cuando dice que estamos saliendo del averno. Con la hoguera que está armando, cada vez nos alejamos más del cielo y nos acercamos rápidamente al infierno.

 
Confirmado: De Narváez-Macri será la fórmula que disputará la gobernación provincial
19:10En medio de las dudas sobre quién encabezaría la fórmula electoral de Unión PRO para la gobernación de la provincia de Buenos Aires, Urgente 24 pudo saber que el empresario Francisco de Narváez será quien enfrente al candidato oficialista Daniel Scioli, seguido por Jorge Macri en los comicios de octubre.
El polémico INdEK ahora suspendió la difusión del índice industrial (¿teme el Gobierno un nuevo intento de carpa blanca?)
20:05Un día después de los incidentes registrados en la puerta del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INdEK) cuando sus trabajadores intentaban instalar una carpa en señal de protesta, el organismo aplazó, sin confirmar fecha de publicación, la difusión del Estimador Mensual Industrial de julio por “problemas técnicos”.
En Venezuela, los viernes se trabajarán solamente 4 horas
18:46Hugo Chávez pretende una reducción de la jornada laboral semanal pero sin reducir el salario de los trabajadores. La idea es una suerte de 'salariazo' encubierto con más tiempo de ocio. Es obvio que habrá que reorganizar procesos para que no afecte la competitividad, ¿o es que a Chávez eso no le importa?

sábado, agosto 11, 2007

 
Muros
En lugar de criticar a los países que tratan de impedir la entrada indiscriminada de personas a su territorio, los políticos argentinos deberían condenar a aquellas naciones y gobiernos que crean las condiciones nefastas que impulsan a sus ciudadanos a buscar otros horizontes.
En su reciente visita a México, el presidente Néstor Kirchner no perdió oportunidad de hacer unos de sus acostumbrados comentarios respecto de los Estados Unidos. Como la mayoría de las veces, perdió toda objetividad, sentido de las proporciones y la dimensión real del problema al que se refería. El palazo que decidió dar desde el atril del Senado mexicano estuvo dirigido, esta vez, a la construcción del muro sobre la frontera que, Río Grande mediante, separa a los Estados Unidos de México. El presidente dijo que el muro era “indigno” y, con el dedito levantado, rogó para que “con el tiempo, los que están construyendo el muro de la vergüenza entiendan que el mundo tiene que marchar por otros caminos de paz y de reconciliación”. Independientemente de que ignoro cuáles son los pergaminos del presidente para hablar con real autoridad de “paz y reconciliación”, lo cierto es que la cita no podría ser más demagógica y fuera de lugar, dirigida al destinatario equivocado y, como de costumbre, cargada de un sesgo que, evidentemente, ha nublado una vez más su entendimiento. La única indignidad aquí, señor presidente, es la de aquellos regímenes que generan las condiciones de miseria, pobreza e indigencia por las cuales la gente, arriesgando su vida, decide irse a buscar otro horizonte en donde tenga –al menos– la oportunidad de progresar y de imaginar un futuro mejor para sí y para su familia. La única vergüenza, señor presidente, es aquella en la que caen los gobiernos que condenan a sus ciudadanos a vivir en la incultura, la enfermedad y el hambre. Eso es lo vergonzoso e indigno, señor presidente. Los Estados Unidos eran un país muy pobre en sus orígenes. Vastos y agrarios sólo contaban con su trabajo y el valor de la ley y de la honestidad para progresar. El mismo sol que los alumbra, alumbra también a México y a la Argentina, señor presidente. No viven en los Estados Unidos un conjunto de genios sobrehumanos que han contado con condiciones que nosotros no teníamos para progresar. La única diferencia, señor presidente, es que ellos han organizado un país en donde la gente puede tener un futuro, puede planear el sueño de sus vidas y tornarlo realidad si trabajan duro, si se esfuerzan y si respetan la ley, tanto quienes gobiernan como quienes son gobernados. ¿Por qué cree, señor presidente, que millones de mexicanos han decidido abandonar México para radicarse en la tierra que usted tanto ataca? ¿Cree que lo hubieran hecho si en México se hubieran reproducido las condiciones de progreso que intentan buscar en los Estados Unidos? Entonces, ¿por qué criticar a quien se ha preocupado por organizar un sistema de vida en el que las personas pueden aspirar a ser eso, personas? ¿Por qué no levantó, señor presidente, el mismo dedito y usó la misma energía que utilizó para criticar a los Estados Unidos para advertir y señalar a las autoridades del país que genera las condiciones de precariedad para que sus ciudadanos se vayan? Es muy fácil apelar a la demagogia barata y endulzar los oídos de un auditorio que tiene sus manos llenas de culpas y de víctimas concretas del robo, la corrupción y de la pretensión hegemónica de controlarlo todo. Si nos enojamos porque los Estados Unidos construyen un muro para tratar de defenderse de una invasión demográfica que se produce porque el sistema norteamericano de progreso humano la atrae, ¿por qué no reproducimos ese sistema en nuestros países, así nuestra gente no tendría que ir a buscar lo que le gusta a otro lugar? ¿Quién dejaría su propia tierra si encontrara en ella un horizonte de futuro que lo entusiasme? Mientras tanto, otros sistemas han construido –y construyen aún– otros muros, pretendiendo encarcelar a la gente, evitando que huya (no evitando que entre) y reduciéndola a una servidumbre mental hasta convertirla en lacayos de una casta de jerarcas privilegiados que se ocultan tras las obscenidades del poder. Pero esos muros y esos sistemas no reciben de usted, señor presidente, la misma crítica ni la misma condena. Ha preferido, en cambio, condenar al que se preocupó por ordenar la sociedad de tal manera que todos tengan la posibilidad de vivir mejor, en lugar en lugar de culpar a quien estableció un orden que asegura la gloria a los burócratas y a los prebendarios del poder y que condena a la pobreza al hombre común que, sin nada que perder, decide arriesgar, para huir de tanta indignidad, lo único que le queda: su propia vida. ¿Cuándo llegará la hora de que un presidente argentino arroje a los residuos del deshonor la demagogia inútil y reconozca cuáles son los sistemas de libertad en los que a las personas normales les gusta vivir? No habrá muros, señor presidente, el día que todos los países brinden a sus pueblos la dignidad de la libertad y la aventura de la decisión propia. Ese día podremos tener la tranquilidad de que la síntesis perfecta entre el amor a la tierra propia y el amor al progreso pueda encontrarse en casa, sin que otras costumbres nos tienten con sus brazos a dejar lo que nos pertenece y echar la suerte que nos queda en un horizonte extranjero.

lunes, agosto 06, 2007

 
La Argentina y la curva “J”
Un original enfoque acerca de la relación entre las instituciones y el crecimiento económico permite analizar si nuestro país se dirige hacia un futuro de mayor apertura y garantías democráticas o hacia uno signado por el autoritarismo.
Estoy terminando de leer un interesante de libro de Ian Bremmmer, titulado “La curva J, una manera de entender por qué ascienden y caen las naciones”. El texto aporta un ángulo de análisis diferente sobre la relación entre las instituciones y el crecimiento económico. Bremmer sostiene que las sanciones que EE.UU. aplica a los gobiernos autocráticos suelen tener un efecto inverso al deseado, dado que aíslan más a esos países del resto del mundo, lo que consolida el autoritarismo. ¿Qué es la curva “J”? El siguiente gràfico lo explica:
El eje vertical marca el grado de estabilidad de los países, el horizontal indica el grado de apertura política y económica al mundo exterior. Las naciones que están más arriba en la curva “J” son más estables y las que están más abajo, más inestables. Los países a la izquierda de la curva “J” son estables, pero cerrados al mundo. Por ejemplo, la Cuba de Fidel Castro, la China de Mao o la Unión Soviética de Stalin. Esos países tenían y tienen estabilidad política en base al terrorismo de Estado. Los países que están a la derecha de la curva “J” basan su estabilidad en parlamentos independientes del Ejecutivo, una justicia autónoma, el ingreso de inversiones extranjeras directas, la libertad de expresión, un alto volumen de comercio exterior y movilidad social, entre otros puntos. Por el contrario, los países que están a la izquierda de la curva “J” tienen escasa o nula inversión extranjera y escasa o nula relación de los ciudadanos con el exterior, sufren la fuga de capitales, carecen de división de poderes, usan el monopolio de la fuerza del Estado para violar los derechos de los ciudadanos, persiguen a quienes piensan diferente al gobierno y no aseguran la libertad de prensa. En síntesis, los países que están en el lado derecho de la curva “J” se construyen en base a democracias republicanas. En cambio, las naciones que están a la izquierda sostienen su estabilidad mediante el liderazgo de autócratas. Ahora bien, puede haber casos de países que se mueven a lo largo de la curva “J” desde la parte izquierda hacia la derecha. Es decir, desde el autoritarismo hacia la libertad. Esas naciones son inestables durante un tiempo, hasta que se define si vuelven a subir hacia el lado izquierdo de la curva “J” y regresan al autoritarismo o si se desplazan definitivamente hacia la derecha, con lo que se convierten en democracias republicanas. Por citar un caso: ¿qué ocurrirá con Cuba el día que muera Fidel Castro, considerando que la dictadura cubana está basada en el liderazgo de un autócrata? ¿Vivirá un período de transición e inestabilidad moviéndose hacia la derecha o volverá hacia la izquierda? El mismo tipo de inestabilidad es el que puede asignarse a Irak luego de la caía de Saddam Hussein. ¿Por qué los países ubicados en el lado izquierdo de la curva “J” están cerrados al mundo y mantienen a su población desinformada? Porque en la medida en que la gente tuviera información sobre el bienestar que producen las democracias republicanas, exigiría a sus gobernantes un cambio hacia la libertad y la prosperidad. Esto generaría una reacción que acabaría con la autocracia. Por lo tanto, las autocracias necesitan esconderle información a la gente, eliminar la libertad de expresión y anular la libertad económica. Infundirle miedo a la población es clave para sostenerse en el poder y evitar la resistencia de los sectores de la sociedad que desean la libertad en el más amplio sentido de la palabra. Así, mantener a los ciudadanos aislados del resto del mundo es un instrumento clave del que se vale el autoritarismo. Las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón ubicaron a la Argentina claramente en el lado izquierdo de la curva “J”. Una vez terminada la dictadura, vivimos momentos de alta inestabilidad política. Es decir, nos mantuvimos en la parte baja de la curva “J”. ¿En qué situación estamos hoy? ¿Nos movemos hacia el lado derecho de la curva “J” o nos estamos desplazando hacia el lado izquierdo? ¿Vamos en busca de mejores instituciones o hacia una creciente degradación de éstas? ¿Hay división de poderes o tenemos un simulacro de división? ¿Impera la libertad de expresión o los medios y periodistas son hostigados? El manejo arbitrario de los fondos públicos, la “borocotización” de la política y las amenazas a los jueces que investigan casos de corrupción son algunos elementos que permiten advertir la tendencia a desplazarnos hacia la izquierda de la curva “J”. También es un secreto a voces el miedo que tienen muchos empresarios de expresar libremente su pensamiento sobre la marcha de la economía o adoptar medidas en sus empresas que puedan disgustar al Gobierno. Muchos empresarios han dejado de serlo para transformarse en simples ejecutores de las órdenes que se les imparte desde “arriba”. Se respira un aire de miedo. Si para mover sus precios un empresario debe tener la autorización del funcionario de turno, y para eso tiene que ser recibido por un burócrata, decir algo inconveniente puede traducirse en ser ignorado por el funcionario u hostigado de diferentes maneras. Claro que ceder a ese pánico implica, de hecho, haber perdido el control de la propia empresa. Sólo queda la ilusión de creer que se sigue manejándosela. Las crecientes regulaciones y controles, además de generar ineficiencia en la economía, anulan el derecho de propiedad. Por eso, sostengo que cuanto más se ceda al miedo, más nos desplazaremos hacia la izquierda de la curva “J”, hasta que el derecho de propiedad desaparezca por completo. Si los empresarios cierran la boca por miedo a perder sus empresas, creyendo que guardando silencio la van a mantener, pueden un día darse cuenta de que por callarse han perdido todo, porque hasta para comprar un tornillo tendrán que pedirle autorización al secretario de turno. En materia de libertad de expresión, constantemente nos enteramos de que tal o cual periodista que dijo cosas inconvenientes ha sido notificado que su programa fue levantado. Famoso es el caso del canal P+E, que durante años se emitió por Cablevisión. Hasta que llegó el actual gobierno estaba en el canal 5. Al poco tiempo, fue llevado, primero, al canal 60 y luego al 65. Finalmente, fue disuelto. Por supuesto, había demasiadas voces independientes que molestaban, por más que se pretenda fundar la decisión del cierre en cuestiones empresariales que nadie cree. Como ejemplo, basta entrar en los foros de esta revista para advertir la existencia de gente paga para insultar y amenazar. ¿Por qué paga? Porque sólo un lunático o alguien pago puede destinarle tanto tiempo a meterse en una revista virtual que no coincide con sus ideas para insultar a sus columnistas en forma sistemática. Periodismo perseguido, empresarios con miedo, instituciones acosadas y acusaciones desde el atril a diestra y siniestra muestran a una Argentina que ya no lucha por lograr un largo período de prosperidad económica. Estamos frente a una lucha más profunda, que tiene que ver con intentos firmes por llevarnos hacia el lado izquierdo de la curva “J”. No estamos discutiendo si tipo de cambio libre o fijo, emisión o disciplina monetaria, precios controlados o fijos. Estamos en la parte baja de la curva “J”, en un período de alta inestabilidad que puede llevarnos hacia la derecha o la izquierda de la curva. Es decir, hacia la libertad o hacia la servidumbre. Quienes creen que pueden perder su patrimonio si levantan su voz frente a los continuos atropellos, están profundamente equivocados. Porque si esos atropellos continúan, nos vamos a desplazar hasta lo más alto de la parte izquierda de la curva “J” y, entonces, habrán perdido todo. Ya que en los sistemas autocráticos no sólo no se puede hablar, sino que tampoco existe la propiedad privada. Sólo unos pocos privilegiados podrán pertenecer a la nomenclatura que disfrute de una buena calidad de vida, mientras el resto de la población padecerá todo tipo de penurias. Sin embargo, aunque logren formar parte de esa nomenclatura, ni siquiera así podrán estar seguros de permanecer en el selecto grupo de los beneficiados, porque el capricho del autócrata puede, de la noche a la mañana, mandarlos al infierno. Su futuro no dependerá de su habilidad empresarial, sino del riesgo permanente de caer en desgracia ante los ojos del mandamás. Insisto, hoy la Argentina está en el punto más bajo de la curva, con fuerte inestabilidad política y un gran signo de interrogación sobre cuál será la dirección que tomaremos dentro de la curva “J”. En gran medida, la dirección que tomemos dependerá de nosotros mismos.

 
La pelea del Presidente contra los números no sólo se desarrolla en el INDEC; tampoco le cierra su declaración de bienes.
Por Jorge Lanata
05.08.2007 01:48
“Yo, como intendente, ¿qué quiero? Que el Presidente invierta acá. (…) Que la tierra que la Municipalidad vendió a $ 4,50 suba. ¡Ojalá…ojalá después que compran la tierra valga 120 y 130 pesos!” Néstor Méndez, intendente de El Calafate, por Radio del Plata. “Los santacruceños me votaron una y otra vez. Es una sociedad muy pequeña. No lo hubieran hecho si yo fuera un hombre de moral cuestionable.” Néstor Kirchner, frente a diversas preguntas sobre cómo se enriqueció.
“En el ballottage contra Menem, el ARI va a apoyar a Néstor Kirchner, pese a que el candidato de Santa Cruz tendría serios problemas para explicar su declaración jurada.” Elisa Carrió, en 2003. La pelea del Presidente contra los números no sólo se desarrolla en el INDEC; tampoco le cierra su declaración de bienes. Aunque ocupa el quinto puesto en el argentine top forty de funcionarios ricos, Kirchner y sus contadores no han logrado imaginar una evolución patrimonial, en blanco, que resulte verosímil. El ex presidente de la Casa de la Moneda (propia) Armando Gostanian encabeza la lista de millonarios con $ 23.038.580; le siguen Ramón Puerta con trece, Alberto Rodríguez Saá con nueve, Raúl Rivara con casi siete y Kirchner con $ 6.666.137. En las elecciones de 2003, Poder Ciudadano y el entonces jefe de campaña K, Alberto Fernández, jugaron al teléfono descompuesto: aunque la ONG los acribilló con llamados diarios, el candidato nunca presentó su declaración de bienes. El 7 de abril de aquel año Kirchner envió una carta de lectores a La Nación en la que reconoció tener un patrimonio de $ 2.239.517,85 pesos. Al año siguiente, sin embargo, la declaración jurada de Cristina presentada ante el Senado, que debería incluir por ley los bienes del matrimonio, fue por un total de $ 767.569. La aversión K hacia los números tuvo su correlato en los gastos de campaña: obligado por la Justicia a blanquear sus gastos diez días antes de los comicios, el actual presidente declaró que sólo había gastado tres pesos para abrir una cuenta bancaria. Finalmente a cargo de la presidencia, K debió presentar su primera declaración jurada ante la Oficina Anticorrupción: en ella los dos millones reconocidos por él mismo en el diario La Nación se habían transformado en casi siete. En aquel documento pudo conocerse que tenía 24 propiedades en Río Gallegos, El Calafate y Capital Federal. Puestos a chequear las cuentas, varios advirtieron entonces que la historia del abogado emprendedor rematando propiedades al amparo de la 1050 no cerraba. La mayoría de las propiedades declaradas son pequeños locales comerciales y departamentos en zonas marginales de Río Gallegos, y suman un valor fiscal de $ 243.447. El desfase entre el precio oficial y el de mercado podría sumar varios millones. Estas “oscilaciones” se registran también en las sumas que declara depositadas en el sistema bancario: 2003: $ 6.046.042 2004: $ 5.993.135 2005: $ 6.505.386 2006: $ 8.061.713 El otro ingreso que suma al Gran Total es el percibido por los alquileres, a cargo de Máximo Propiedades, que triplica cada año su renta en ese concepto: 2003: $ 56.050 2004: se triplica a $ 164.468, aunque sólo se agrega una propiedad que no fue puesta en alquiler ya que fue ocupada por él mismo cuando dejó la residencia oficial de gobernador. Compró la casa a la familia Gotti (dueña de una afortunada empresa de construcciones local), y sólo le hizo una reforma, instalando allí una caja fuerte. Lo mismo sucedió en su casa de El Calafate. 2005: el ingreso por alquileres se duplicó: $ 276.793, sin modificarse el número de propiedades. 2006: los alquileres se quintuplicaron, $ 1.380.448, pero sumó un solo departamento nuevo en Río Gallegos. Aunque la inflación oficial fue de 13,8%, el aumento de las rentas tampoco tuvo que ver con un ajuste: varios de sus inquilinos afirmaron ante PERFIL que Kirchner no les aumenta desde hace tiempo. En la casa de Pico Truncado 37, el inquilino Fernández dijo a PERFIL que el Presidente “hace cinco años que nos mantiene el precio en setecientos pesos. Es un propietario normal, como cualquier otro. En diciembre vence el contrato y creo que me lo va a subir, pero sólo un poco”. Jorge Guiñazú, dueño de La Comercial Médica, una farmacia que ocupa la esquina de Alcorta y Chacabuco, aseguró: “Se porta muy bien como propietario. Estamos en un mal momento y en la inmobiliaria lo entienden. Hace bastante que no nos aumentan”. EL CALAFATE, DE REMATE La reacción brutal de Néstor Méndez, el intendente de El Calafate, frente a la denuncia de PERFIL sobre la compra de tierras fiscales tenía, justo es reconocerlo, su asidero: el Presidente y su esposa no compraron –como sostuvo este periodista y se señalaba en los documentos oficiales– tierras a $ 7,50 el metro cuadrado. Según la declaración jurada K de 2006, llegaron a pagar, en algunos casos, $ 2,98 el metro cuadrado. Pagaron mucho menos y ganaron mucho más: K vendió uno de aquellos terrenos a $ 1.644.570 y a $ 84.719 la mitad de otro. La nota de referencia, en la que PERFIL “se quedó corto”, informó que el matrimonio presidencial había adquirido: Cristina: 1) 10.000 metros cuadrados con destino a chacra el 21 de octubre de 2004. 2) 44.106 metros cuadrados el 14 de febrero de 2005. 3) 87.041 metros cuadrados el 19 de abril de 2006. Néstor: 1) 20.000 metros cuadrados el 1 de marzo de 2006. 2) 18.258 metros cuadrados el 19 de abril de 2006. En ambos casos, según lo revelado ahora por su propia declaración, los terrenos fueron adquiridos a un precio promedio de $ 7,50 a $ 6,57. Pero otras operaciones hasta ahora desconocidas revelan compras mucho más espectaculares: - El 14 de septiembre compró un terreno de 47.319 metros cuadrados a 150.000 pesos: $ 3,18 el metro cuadrado. - El 19 de abril compró otro terreno más de 43.251 metros cuadrados, y declara poseer el cincuenta por ciento de la propiedad. El precio que pagó por metro cuadrado fue de $ 1,49. En la declaración jurada de 2005, el Presidente asegura tener en El Calafate una casa y cuatro terrenos. En la correspondiente a 2006, una casa y siete terrenos, habiendo vendido uno de 6.000 metros a 1.644.570 pesos, esto es a $ 274 el metro cuadrado, treinta y seis veces más de lo que pagó por él. Henry Ford debe sentirse humillado. En marzo de 2005, el juez federal Julián Ercolini sobreseyó al Presidente y a su esposa en la causa en que se los investigaba por enriquecimiento ilícito. Voceros judiciales dijeron a DyN que “el crecimiento económico del matrimonio resulta coherente con el estilo de ahorro”.

miércoles, agosto 01, 2007

 
Continuidad y república
El modelo que la candidata presidencial Cristina Fernández de Kirchner asegura va a sostener si resulta electa se basa en la demagogia, el clientelismo y el avasallamiento de los principios republicanos.

El lanzamiento de la candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner entregó una interesante cantidad de datos para el análisis político. Por empezar, la estética de la presentación ha sido bien ajena al folclore peronista. Recluidos en un teatro elitista (el Argentino de La Plata), 2.500 jerarcas e invitados especiales fueron los únicos testigos presenciales del discurso de “aceptación” de la propuesta conyugal para la presidencia. Cristina Fernández de Kirchner agradeció a su marido por haberla elegido para sucederla, rememorando el “dedazo” del PRI mexicano cuando los capitostes del partido decidían –entre ellos– al próximo presidente, en una parodia de democracia que duró 70 años. Cristina jugó su papel de “cuadro” formado despaciosa y gradualmente durante años para, ahora, madura y a punto de caramelo, asumir las máximas responsabilidades para las que se ha preparado. La palabra “cuadro” es sintomática porque alude, en su significación original, a la actividad militar, guerrillera revolucionaria o a la estructura secreta de una organización de espionaje. Un “cuadro” es una especie de máquina humana diseñada para una operación específica, para la cual estudia y se entrena hasta perfeccionarse a un nivel en que sus posibilidades de fracaso sean mínimas. La llamativa reiteración de esa palabra para referirse a Cristina habla de que ciertos personajes no pueden sacarse de la cabeza su vocabulario cuasi clandestino y de que insisten en el uso de una terminología de lucha incompatible con la paz que requiere la verdadera democracia. En ese contexto, Cristina se internó en uno de los conceptos más definitorios de las repúblicas civilizadas. Dijo que teníamos que “institucionalizar este modelo, para terminar con las variaciones extremas que los cambios de gobierno han significado en la Argentina. Éste es un punto crucial que, en los términos planteados por la candidata, conlleva una tentación y una trampa. La tentación consiste en creer que Cristina se refiere a aquel tipo de continuidades que caracterizan a las democracias avanzadas, que han sabido identificar un núcleo duro de valores alrededor de los cuales hay un amplio consenso social y político y respecto del cual no pueden esperarse modificaciones. Nos referimos, obviamente, a las libertades individuales, a las garantías del ciudadano, al posicionamiento internacional del país, a la defensa irrestricta de la libertad y a la subordinación de gobernantes y gobernados al Estado de Derecho. Pero Cristina no se refiere a eso. Si leemos bien, ella dice “que debemos institucionalizar este modelo”, como si pretendiera perpetuar el entendimiento circunstancial que ellos tienen de la democracia. Su invitación consiste en propender a que no se modifique, por el efecto del cambio de gobierno, la instrumentación y la forma de entender la vida en la Argentina. Ella quiere convertir en pétrea la herramienta, no el objeto. Y ésa no es el tipo de continuidad que dejan a salvo los países civilizados. Justamente, esas democracias cambian los instrumentos, las maneras y las formas, dándole al ciudadano, al mismo tiempo, la garantía de que su esquema de derechos no se alterará. En ello consiste la trampa: entusiasmar a la gente para que crea que se la invita a inaugurar una era en donde la Argentina quede a salvo de los bandazos, cuando en realidad lo que se quiere es blindar una forma de entender la política y la democracia que, precisamente, impida la expresión de otras formas de entender la vida en el país. Esta invitación, de ser aceptada, nos dirigiría a una hibernación republicana en la que una jerarquía de logia elegiría por nosotros el rumbo, el estilo y las formas que tendría nuestra existencia. La abierta y descarada maximización de esta pretensión la han encarnado, hasta el pasado reciente, las dictaduras del proletariado que nunca pudieron completar su círculo ideal de abolición de las clases para que un teórico “nuevo hombre” brillara sobre el Universo. Su utópico objetivo chocó contra una nomenklatura férrea y asfixiante que ahogó todo resquicio de libertad y que acabó dando lástima, rodeada de miseria y corrupción, tales los casos del bloque comunista liderado por la ex URSS y los actuales de Cuba y Corea del Norte. Las formas suavizadas del mismo objetivo dieron origen a regímenes de escarnio como el del ya referido PRI mexicano, el de Ferdinand Marcos en las Filipinas o el del desaparecido Alfredo Stroessner, en Paraguay. Todos ellos parten de la misma base: un adueñamiento personal del poder para amasar negocios propios y manejar la voluntad popular a través de la demagogia y el clientelismo. Si Cristina, para evitarnos el típico movimiento pendular argentino entre extremos, nos está invitando a eso, desde ya, no gracias. Lo que debemos buscar como Nación es un nuevo acuerdo alrededor del que ya está hecho. Ni siquiera debemos esforzarnos para inventar uno nuevo. La Constitución original de 1853, con su modificación del ’60, es el acuerdo marco al que los argentinos debemos volver para que todo pueda ser adaptado a través de las elecciones y de la alternancia democrática sin que la ciudadanía se vea expuesta a empezar de nuevo cada vez que un nuevo gobierno es electo. Más allá de que en la Argentina cada vez que un determinado esquema político y económico empieza a ser llamado “modelo” es la señal más clara de su decadencia, los argentinos tendríamos que tener todo el derecho del mundo de cambiar –democráticamente– lo que para Cristina Fernández de Kirchner debería ser inmodificable. Y, a su vez, deberíamos contar no sólo con el derecho, sino con el deber de reclamar que jamás se pongan en peligro muchos de los valores que, justamente, la actual administración ha envilecido y hecho peligrar.

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