viernes, agosto 31, 2007

 
Reelección indefinida e impunidad

Si, como dejó dicho lord Acton, "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente", algunos gobernadores honran con creces ese pensamiento con el afán de permanecer en forma indefinida en sus cargos. No está claro, sin embargo, si pretenden que sus obras figuren en los libros de historia o en los contables. Difícil sería encontrar, si no, los motivos que pueden llevar a no pocos gobernadores, así como a presidentes argentinos y latinoamericanos pretéritos y contemporáneos, a forzar las letras de las constituciones provinciales y nacionales de modo de legitimar proyectos de interés personal, no público, con el consabido acompañamiento popular por medio de referéndum. La tendencia hacia la reelección indefinida, reivindicada hoy en la franja andina por los presidentes Hugo Chávez y Evo Morales con sus respectivos proyectos de reformas constitucionales, no prosperó en octubre de 2006 en Misiones. La derrota del gobernador Juan Carlos Rovira, pareció emitir una señal de advertencia tanto al gobierno nacional, creído hasta ese momento de su presunta invulnerabilidad, como a ciertos mandatarios provinciales que insinuaban la posibilidad de habilitar la reelección indefinida, en algunos casos, o por uno o dos períodos, en otros. En todos ellos prevalece no sólo la intención de alcanzar el poder absoluto, sino también de coronar la figura del caudillo, todavía considerada imprescindible, en algunos círculos, para sujetar las riendas de las provincias. En las recientes elecciones de San Luis y La Rioja, aquel resultado de Misiones, adverso para el gobierno de Néstor Kirchner, tuvo sus primeras consecuencias. En el feudo de los Rodríguez Saá, la enmienda del artículo constitucional que permitía la reelección sin límites alcanzó el apoyo del 72,8 por ciento, contra el 27,2 por ciento de adhesiones; en la tierra que supo administrar como parte de su patrimonio Carlos Menem, impulsor de la última reforma de la Constitución nacional con la clara intención de ser reelegido, la limitación a la reelección irrestricta recibió el 25,5 por ciento de votos favorables y el 15,5 por ciento de votos negativos, con un elevadísimo 58 por ciento de sufragios en blanco. Sólo quedan, así, en la Argentina tres provincias que permiten la reelección indefinida de sus gobernadores: Santa Cruz, Catamarca y Formosa. En esa última provincia, precisamente, el gobernador Gildo Insfrán convocó a elecciones provinciales y municipales para el 28 de octubre, de modo que coincidan con las nacionales. Más claro, o incluso tendencioso, no pudo ser Insfrán cuando firmó el decreto correspondiente: "Todos los argentinos necesitamos que llegue a la presidencia la senadora Kirchner". Con esas palabras y su propia obsesión por ser reelegido, Insfrán, quien ahora busca su cuarto período gubernamental, no hizo más que mostrar el meollo de la cuestión: en varias provincias y municipalidades, y hasta en el gobierno nacional, determinados apellidos remiten indefectiblemente a gobernadores, intendentes y, en menor medida, presidentes que utilizaron todos los medios a su disposición para perpetuarse en el poder. No se trata del peronismo, del radicalismo o incluso de alguno que otro partido vecinal, sino de aquel que accedió al cargo en su momento y, poco antes de que concluyera su período, procuró habilitarse a sí mismo para continuar en él por medio del favor popular, a veces pagado y alentado con fondos públicos a su entera disposición. Si el poder absoluto corrompe absolutamente, la mera habilitación para obtenerlo, por medio de constituciones nacionales y provinciales reformadas, es un pasaporte a la impunidad. En algún momento, deberían unificarse criterios en todo el país, fijar fechas estrictas para celebrar elecciones y evitar, así, las manipulaciones en beneficio del poder de turno. Sería una contribución y una invitación a la legitimidad, la transparencia y la limpieza que todos los comicios deben transmitir y un recorte de las facultades de quienes confunden servicios temporales con designios vitalicios.





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