martes, agosto 19, 2014
Fundación
Libertad
Se hizo un profundo silencio. El hombre de
perfil enjuto y nariz aguileña se acomodó –banda en el pecho y birome– y saludó
a emisarios extranjeros, legisladores y ciudadanía toda. A su lado, un flamante
Scioli, quien hoy intenta ocupar el sillón rivadaviano, sonreía. La cámara tomó
rápidamente a Eduardo Duhalde, padre de la criatura. Era un domingo 25 de mayo
de 2003. Néstor Kirchner arrancaba. Comenzaban los prolegómenos de un gobierno
matrimonial, nacional y popular.
Creo que es
un ejercicio interesante recordar las reflexiones que Néstor Kirchner expresó
aquella jornada, en la que expuso “los ejes directrices de gestión” con
el objeto de “que el conjunto de la sociedad argentina sepa hacia dónde
vamos”.
Ya imagino
la réplica adelantada de algún kirchnerista: “Una cosa es lo que uno dice
que quiere hacer y otra es lo que la realidad permite” dirán. Pues dejo que
el mismísimo Néstor Kirchner conteste, con las palabras de aquel 25 de mayo:
“No creemos
en los catálogos de buenas intenciones, queremos expresar el sentido y la
dirección de las cosas que haremos. No creo en el axioma de que cuando se
gobierna se cambia convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un
ejercicio de hipocresía y cinismo”.
O sea,
Néstor mismo planteó dos opciones: o se sigue el camino que uno traza de
antemano, o uno es un hipócrita y cínico. Nada de excusarse en el pragmatismo o las
necesidades de la política. Él mismo habló de que creía en valores y
convicciones que no pensaba “dejar en la puerta de entrada de la Casa
Rosada”. Hasta ahí estamos de acuerdo con el Nestornauta. Veremos
pues lo que dijo y lo que hizo. Analicemos el kirchnerismo presupuestado y el
kirchnerismo ejecutado.
Personalismo
Nadie en el
propio kirchnerismo negará que se trata de un partido extremadamente
personalista. Lo justificarán diciendo que Néstor vino a refundar el país, a
devolver la ilusión, a proponernos un sueño, que antes de ÉL nada, y después de
ÉL la inundación. En base a eso, millones de argentinos pasaron a vivir en
barrios Néstor Kirchner, trasladarse por calles, rutas, túneles y puentes
Néstor Kirchner; trabajar en polos industriales Néstor Kirchner; tramitar en la
oficina Néstor Kirchner de ANSéS; mandar a los chicos a las escuelas Néstor
Kirchner; atenderse en hospitales Néstor Kirchner; tomar el bondi en las
terminales Néstor Kirchner o subirse al avión en el aeropuerto Néstor Kirchner.
Y, como en este país nadie está exento de que le pase, también se puede ir a
denunciar que uno fue asaltado en las múltiples comisarías Néstor Kirchner.
Okey. Pero ¿que dijo –justamente– Néstor Kirchner del personalismo aquel 25 de
mayo?
“Actuaremos
como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes. [..]
atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los
mesiánicos”.
Diálogo y
pluralismo
Acaso una de
las peores herencias del kirchnerismo sea la grieta cultural que deja entre
distintos actores sociales. Desde que nos hayamos acostumbrado a que nuestra
Presidente no hable con la prensa, hasta que no se hagan reuniones de gabinete
o no se debata con la oposición, el oficialismo ha llevado la ausencia de
diálogo al extremo, considerando el intercambio como un juego de suma cero que
hay que evitar a toda costa, monopolizando el espacio lo más que se pueda.
Esto ha producido innumerables conflictos que no vale la pena enumerar aquí.
Pero recordemos que prometía Néstor Kirchner cuando asumió, respecto al
diálogo.
“En los
países civilizados con democracias de fuerte intensidad, los adversarios
discuten y disienten cooperando. [..] Se trata de cambiar, no de destruir; se
trata de sumar cambios, no de dividir. Cambiar importa aprovechar las
diversidades sin anularlas. [..] Se necesitará mucho trabajo y esfuerzo plural,
diverso y transversal a los alineamientos partidarios. Hay que reconciliar a la
política, a las instituciones y al Gobierno con la sociedad. [...] con
mis verdades relativas, en las que creo profundamente pero que sé que se deben
integrar con las de ustedes para producir frutos genuinos, espero la ayuda de
vuestro aporte."
Conflictividad
social
Resulta casi
innecesario describir que el kirchnerismo nos llevó durante doce años de
conflicto en conflicto, de pelea en pelea, con la prensa, con empresas, con
individuos y colectivos sociales, con sectores y potencias extranjeras, con un
viejito jubilado o con un supermercadista portentoso. Innumerables y
desgastantes contiendas cuyo sentido era entretener a propios y ajenos para sostener
el relato. No se recuerda un gobierno tan belicoso como éste. La hipótesis
de conflicto permanente, para hacer política. Sin embargo, lo que Néstor nos
decía al iniciar su gestión era muy diferente:
“Debemos
asegurar la existencia de un país normal, sin sobresaltos, con el sector
público y el sector privado cada uno en sus respectivos roles. Hay que dotar a
la República Argentina de buena administración, gobernabilidad, estabilidad
[..] No es necesario hacer un detallado repaso de nuestros males para saber que
nuestro pasado está pleno de fracasos, dolor, enfrentamientos, energías mal
gastadas en luchas estériles, al punto de enfrentar seriamente a los dirigentes
con sus representados, al punto de enfrentar seriamente a los argentinos entre
sí”.
Futuro para
los jóvenes
En la
argentina que deja el proyecto kirchnerista, además de haber un 25% de pobres y
un 32% de informalidad laboral, existen también 1.5 millón de jóvenes que no
estudian ni trabajan. Clientes de planes sociales, fáciles presas de los
tentáculos del narcotráfico y la delincuencia. Aún los jóvenes que trabajan
están impedidos de comprar por ejemplo, su primera casa. Sin embargo, en el
presupuesto político de Kirchner, las cosas pintaban así:
“Se trata,
entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos
puedan aspirar a vivir mejor que su padres, sobre la base de su esfuerzo,
capacidad y trabajo”.
Peso del
Estado
El gobierno
kirchnerista echó mano a todas las formas de financiación posibles. Se comió los
stocks allí donde los encontró (y por eso la infraestructura y los servicios
públicos se volvieron insostenibles); elevó la presión impositiva hasta donde
pudo; emitió moneda salvajemente produciendo inflación; y también echó mano a
la búsqueda de financiación externa. El gobierno ha sofocado sectores
productivos hasta volverlos inviables. Hoy vemos como fábricas se caen como
castillos de naipes y como firmas levantan sus cosas y se van a otros países
menos voraces. Este es el kirchnerismo ejecutado. Un Estado enorme que aplastó
al sector privado y ausente, que no provee bien casi ningún servicio público.
Pero veamos el kirchnerismo presupuestado, en palabras de su líder:
“Por
supuesto no se trata de poner en marcha, una vez más, movimientos pendulares
que vayan desde un Estado omnipresente y aplastante de la actividad privada a
un Estado desertor y ausente, para retornar continuamente de extremo a extremo,
en lo que parece ser una auténtica manía nacional que nos impide encontrar los
justos, sensatos y necesarios equilibrios. [..] Quiero que el Estado se
reconcilie con la sociedad. No puede ser una carga que termine agobiando a
todas las actividades”.
Calidad
institucional
Este punto
resulta particularmente curioso. Porque luego de ver como caímos en casi todos
los indicadores internacionales respecto a la calidad institucional, la lucha
contra la corrupción y la transparencia. Luego de ver que los narcos
vinieron para quedarse gracias a la facilidades para el crimen que presentamos.
Luego de saber que tenemos un vicepresidente doblemente procesado, y luego de
presenciar una burda intentona por reformar la Constitución Nacional, o de
remover a un fiscal que investiga al poder (entre infinitos etcéteras) uno no
obstante, puede divertirse buscando las promesas del discurso inaugural de
Néstor (que insisto, según él no eran “catálogos de buenas intenciones”
sino “el sentido y la dirección de las cosas” que harían) y leer que
Kirchner dijo entonces:
“Somos
conscientes de que ninguna de esas reformas serán productivas y duraderas si no
creamos las condiciones para generar un incremento de la calidad institucional.
La calidad institucional supone el pleno apego a las normas y no una Argentina
que por momentos aparece ante el mundo como un lugar donde la violación de las
leyes no tiene castigo legal ni social. A la Constitución hay que leerla
completa. La seguridad jurídica debe ser para todos, no solamente para los que
tienen poder o dinero”.
“No habrá
cambio confiable si permitimos la subsistencia de ámbitos de impunidad. Una
garantía de que la lucha contra la corrupción y la impunidad será implacable.
[..] Gobernabilidad no es ni puede ser sinónimo de impunidad. Gobernabilidad no
es ni puede ser sinónimo de acuerdos oscuros, manipulación política de las instituciones
o pactos espurios a espaldas de la sociedad”.
Economía
No contento
con prometernos ser más serios que Suiza, antes de empezar a pesar la plata,
don Néstor nos dio pautas de lo que sería el plan económico del kirchnerismo. Cuando
uno recuerda las metas económicas y las coteja con el resultado de los doce
años K, no puede menos que sorprenderse de tamaño engaño. Veamos:
“La sabia
regla de no gastar más de lo que entra debe observarse. El equilibrio fiscal
debe cuidarse. Eso implica más y mejor recaudación y eficiencia y cuidado en el
gasto. El equilibrio de las cuentas públicas, tanto de la Nación como de las
provincias, es fundamental.
El país no
puede continuar cubriendo el déficit por la vía del endeudamiento permanente ni
puede recurrir a la emisión de moneda sin control, haciéndose correr riesgos
inflacionarios que siempre terminan afectando a los sectores de menos ingresos.
Ese
equilibrio fiscal tan importante deberá asentarse sobre dos pilares: gasto
controlado y eficiente e impuestos que premien la inversión y la creación de
empleo y que recaigan allí donde hay real capacidad contributiva.
Con
equilibrio fiscal, la ausencia de rigidez cambiaria, el mantenimiento de un
sistema de flotación con política macroeconómica de largo plazo determinada en
función del ciclo de crecimiento, el mantenimiento del superávit primario y la
continuidad del superávit externo nos harán crecer en función directa de la
recuperación del consumo, de la inversión y de las exportaciones”.
También cabe
señalar, que el kirchnerismo, que ahora nos pide que gastemos, que consumamos,
luego de haber complejizado las alternativas de ahorro para cercarnos dentro de
los límites de una moneda que se devalúa a diario, no decía lo mismo en 2003. Tampoco la tan denostada inversión
extranjera directa (que no viene) era indeseable por entonces:
“Sabemos que
la capacidad de ahorro local, y, por ende, el financiamiento local, es central
en todo proceso de crecimiento sostenido. El desarrollo del mercado de capitales
con nuevos instrumentos, con transparencia, con seguridad, es fundamental para
recuperar la capacidad de ahorro y para alejarnos definitivamente de las crisis
financieras internas, que en los últimos 20 años han golpeado fuertemente y por
tres veces a los ahorristas y depositantes”.
“Los fondos
externos deben ser complementarios a este desarrollo de los mercados locales y
su gran atractivo está ligado a que sean fondos de inversión extranjera directa
–inversión productiva-, que no sólo aportan recursos sino también traen
aparejado progresos en la tecnología de procesos y productos”
Política
social
Vinculado a
este último punto, surge el tema de la política social que tanto gustó al
kirchnerismo. Crear deudores sociales, clientes de los innumerables
subsidios, ha resultado políticamente provechoso para el FpV. De hecho, cuando
la Presidenta necesita lavar su imagen o tapar algún problema, suele anunciar
algún pobre aumento en alguna asignación, que la más de las veces ni siquiera
hace cosquillas a la inflación. Sin embargo, lo que el kirchnerismo nos
prometió en 2003, fue bien diferente. Sintéticamente, Néstor Kirchner
expresó que pretendía:
“Reinstalar
la movilidad social ascendente que caracterizó a la República Argentina
requiere comprender que los problemas de la pobreza no se solucionan desde las
políticas sociales sino desde las políticas económicas”.
Obras e
Infraestructura
Reiteramos: el
kirchnerismo se devoró los stocks. Por eso no hay para rutas, ni para
trenes, ni canales. Por eso no se pueden evitar inundaciones, ni catástrofes
ferroviarias. Por eso hay déficit energético y habitacional. Leamos lo que nos
prometía el flamante presidente al respecto:
“No se
tratará de obras faraónicas, apuntaremos más a cubrir las necesidades de
vivienda y de infraestructura en sectores críticos de la economía para mejorar
la calidad de vida y a perfilar un país más competitivo, distribuyendo la
inversión con criterio federal y desarrollando nuestro perfil productivo.
La
construcción más intensiva de viviendas, las obras de infraestructura vial y
ferroviaria, la mejor y moderna infraestructura hospitalaria, educativa y de
seguridad, perfilarán un país productivo en materia de industria
agroalimentaria, turismo, energía, minería, nuevas tecnologías, transportes, y
generarán nuevos puestos de trabajo genuinos."
Política
Exterior
Y en la
Argentina del default, de las relaciones con Venezuela e Irán, quizás este sea
el mayor chiste de todos. Recordemos las palabras de lo que deseaba Néstor Kirchner:
“Una
relación seria, amplia y madura con los Estados Unidos de América y los Estados
que componen la Unión Europea, es lo que debe esperarse de nosotros, el
estrechamiento de vínculos con otras naciones desarrolladas. Profundizar la
estrategia de apertura de mercados, incrementar sustancialmente nuestro
intercambio con el resto del mundo, diversificar exportaciones hacia bienes con
mayor valor agregado, desconcentrar ventas por destino y multiplicar el número
de exportadores de modo que los beneficiarios del comercio exterior se derramen
sobre todas nuestras ramas productivas”.
Conclusión:
las promesas de Néstor Kirchner y la realidad sobreviniente dejan expuesta la
esencia del kirchnerismo. O sus propuestas fueron una serie de falsedades o la práctica política
obligaron a dejarlas de lado. Esto último sería –según palabras del ex
presidente– “un ejercicio de hipocresía y cinismo”. El kirchnerismo
presupuestado dista mucho del kirchnerismo ejecutado, ese que tenemos que
empezar a pagar ahora. Leer o ver el discurso de asunción de 2003, prestar
atención al plan de gobierno, ver los protagonistas que había entonces, y
reflexionar sobre lo que pasó luego, debería hacernos pensar en el 2015 y lo que
queremos –y no queremos– para el futuro.