martes, marzo 08, 2011

 
La burbuja de Cristina, el kirchnerismo puro y el progresismo tonto


En el Cristinismo hay mucho histrionismo. Los encuestadores le suman grandilocuencia. Pero no hay que dar por cierto semejante acción psicológica. En verdad, el Frente para la Victoria se encuentra donde estaba, no se ha movido.

(N. de la R.: Marzó será complicado. Mes de convenciones colectivas de trabajo.



La reciente paritaria docente -un gremio del Estado- con aumentos que van del 27% al 35% según los distritos- fue el antecedente del reclamo de 23% por 8 meses del Suterh (encargados de edificios) y el 20% de la Unión Entidades Deportivas y Civiles por 6 meses.



Petroleros (SUPE y privados) reclamando entre 30% y 40% de aumento. Y empleados de Comercio, entre 30% y 35%.



El asesor sindical, Lucio Garzón Maceda, le dijo a Ismael Bermúdez, de Clarín, que “hay que diferenciar entre los gremios que tienen un básico bajo –menos de $ 3.000- y los que superan esa cifra. Los primeros van a reclamar un 40% para cerrar entre 33% y 35% de tal manera que el mínimo salarial de convenio sea de $ 4.000. Y los segundos pedirán un 30% para obtener entre 27 y 28%. Todo siempre y cuando haya garantías de que subirá rápidamente el piso salarial a partir del cual se paga Ganancias”.



Los aumentos serán escalonados, en 2, 3 o más cuotas. Desde el Gobierno le pidieron a empresarios y sindicalistas que acuerden que el último tramo de la suba salarial caiga en el 1er. trimestre de 2012. Así el promedio anual de 2010 sería menor.



Pero la actividad económica sigue creciendo, lo que fortalece el poder de negociación sindical,.



El jefe del gremio de los gastronómicos, Luis Barrionuevo, recordó que en su gremio habían “hablado de 30% de piso y a partir de allí cada organización podrá pedir más si así lo necesita su sector”.



Esa es la realidad. Luego se encuentra la ficción en que vive Cristina, y pretende sumergir al resto de los argentinos).









CIUDAD DE BUENOS AIRES . En política, jugar con el enemigo (interno o externo), desconcertarlo, confundirlo, modificarle la estrategia e imponer las condiciones de negociación y militancia son considerados claves para acceder al poder, hacerlo crecer o mantenerlo. Y eso es lo que hizo Cristina Fernández, en la primera apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso sin la presencia de su mentor.



Sin duda fue un discurso de campaña que servirá de guión estándar para los funcionarios y militantes kirchneristas a la hora de intentar seducir votantes. En realidad, es una catarata de números sesgados a favor del Gobierno y con un claro mensaje para el votante: “nosotros tenemos proyectos, la oposición, no; podemos mostrar logros, la oposición, no; si Usted quiere que esto siga, tiene que votarnos, la oposición, que fue un fracaso, no sabe qué hacer”.



Sin embargo, 3 claves contiene el discurso presidencial:



> consolidó la ambigüedad de Cristina Fernández sobre la reelección,



> esbozó un intento de seducción para recuperar el voto de la clase media y



> mostró a la Presidente de la Nación como árbitro calificado de las dos ramas en que se ha dividido el oficialismo, es decir, el cristinismo talibán (con sus subramas: el kirchnerismo puro y la progresismo tonto) vs. el peronismo ortodoxo (si es que hay algo ortodoxo en el ecléctico peronismo).



No fue casual que la diputada cristinista talibán Diana Conti dijera que el oficialismo buscaría reformar la Constitución y la reelección indefinida de Cristina Fernández. Fue un globo de ensayo y un mensaje para la militancia kirchnerista, que la Presidente de la Nación minimizó para no crispar a la voluble clase media, que teme actos que violen las formalidades e instituciones.



Los encuestadores oficiales convencieron al Gobierno que están cerca de ganar en 1ra. vuelta si la candidata es Cristina Fernández, pero reconocen que llegaron al techo de voluntad de sufragio en las clases baja y alta, por lo cual, la clase media es vital para evitar la segunda vuelta.



Pero, aunque todos coinciden en indicar que el discurso de Cristina Fernández fue dirigido a la clase media, en realidad, varias veces atacó las preocupaciones o intereses del sector.



Por ejemplo, no habló de la inflación, pero erró en su análisis sobre la inseguridad, criticó la evasión fiscal (donde las Pymes son protagonistas), al campo (votos claves en las ciudades del interior) y promovió la nueva Ley Penal Tributaria que convierte a todo evasor en delincuente y no le permite cancelar sus deudas antes de ir a juicio.



Es cierto que el trabajo esclavo en el campo es una barbaridad en la Argentina del siglo 21, pero presionar con una Ley del Peón Rural va en contra de las Pymes agropecuarias, lo mismo que cuando Cristina Fernández criticó a los bancos por dar crédito al consumo, clave para sostener el recambio de electrónicos y electrodomésticos en los hogares y las empresas.



En su camino por seducir a la clase media, Cristina Fernández lanzó varios mensajes contradictorios, donde lo dicho en el Congreso no coincide con la forma de actuar de sus ministros, así:



> Amplió la Asignación Universal por Hijo a las embarazadas (unos 200.000 votos potenciales), pero nada dijo de que la ayuda ya asignada no logró reducir el empleo infantil y retiró a muchas mujeres del mundo del trabajo;



> Aparentemente se bajó de su reelección, pero al mismo tiempo, sus ministros lanzan la “Operación Clamor” en un encuentro con La Cámpora;



> Criticó a los gremios por los paros que toman a los usuarios como rehenes, al tiempo que prepara un plan para construir 170.000 de viviendas con la Confederación General del Trabajo y asegura que no soportará más cortes a los militantes de los gremios de izquierda.



> La Presidente critica al campo, pero el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, va a ExpoAgro y se muestra conciliador.



Horas más tarde, la AFIP hace 117 allanamientos en 45 cerealeras y denuncia evasión de impuestos por menos de 45 millones de dólares, una cifra ínfima del comercio exterior de granos.



Además, castiga a 3 cerealeras por faltas administrativas, en un gran show mediático. En paralelo, promete créditos por $ 3.000 millones para los productores (cuando en realidad necesitan US$ 6.000 millones) y amenaza con una ley de tierra que evite las inversiones extranjeras. Una ensalada de decisiones que confunde y desconcierta.



> Mientras Cristina Fernández dice que su administración fue la que redujo más deuda externa en la historia argentina, negocia con los organismo de crédito internacionales US$ 3.500 millones, y dice que avanzan las conversaciones con el Club de París (aunque Europa diga lo contrario), a la vez que evita al Fondo Monetario Internacional por el Articulo 4 y el tema INdEC.



Es cierto que no se puede ganar una elección con un cartel, una fotografía, una declaración o una idea, pero se puede perder una elección por un cartel, por una foto, por una declaración o por una idea.



Por eso, el intento de seducir a la clase media por parte del Gobierno puede chocar con proyectos de ley necesarios para retener a sus votantes, como despenalizar el aborto y la tenencia de drogas o reconocer la identidad sexual, todas ideas reactivas para un grupo social que se ha caracteriza por sostener valores conservadores.



La clase media –dueña del voto independiente- fue la responsable de los triunfos de Raúl Ricardo Alfonsín, Carlos Saúl Menem, Fernando de la Rúa y Cristina Fernández. Eso implica que evitó el triunfo del peronismo en 1983 y 1999, nunca vio en Néstor Kirchner un presidenciable y detuvo la reelección de Carlos Saúl Menem en 2003. Por eso, será la responsable de coronar o enterrar el proyecto kirchnerista que tanto defienden los funcionarios.



Néstor Kirchner, como todo político de raza, jugaba su suerte duplicando la apuesta. La mayoría de las veces, ganaba. Pero cuando perdió, la Resolución 125 fue un caso, nunca recuperó el capital político dilapidado.



Ahora, su heredera, intenta el mismo juego con la clase media, con la seguridad que será la encargada de mantenerla en el poder hasta el 2015 o jubilarla.



El tercer dato clave del discurso presidencial es el nuevo rol que quiere ocupar Cristina Fernández en la interna oficialista.



Néstor Kirchner creó su poder apoyándose en las estructuras y liderazgos territoriales del viejo Partido Peronista y el poder movilizador de la Confederación General del Trabajo. Para retenerlos, siempre minimizó a las agrupaciones transversales, progresistas y piqueteras. Sin embargo, su heredera, parece dispuesta a privilegiar la estructuración del Frente para la Victoria y subrogar al PJ.



En ese juego, la Casa Rosada impulsa a las fuerzas cristinistas talibanes (como La Campora) y sus dos alas:



> el kirchnerismo puro (compuesto por intendentes, gobernadores, legisladores y extrapartidarios que sobreviven de la caja oficial reunidos en la Corriente de la militancia y la Corriente Liberación Nacional) y



> el progresismo tonto (conformado por parte del socialismo, los radicales K, personajes sin estructura (como Vilma y Aníbal Ibarra) y advenedizos oportunistas como el ex intendente de Morón, Martín Sabbatella.



En la vereda de enfrente está la rama política del Partido Justicialista (dueña de los verdaderos aparatos territoriales que aseguran muchos votos) y la sindical (encabezada por Hugo Moyano y los gremios), que aportan poder de movilización, fondos y fuerzas de choque para controlar la calle.



En ese escenario, Cristina Fernández juega al rol de árbitro, intentando que nadie se de cuenta de que es parte.



Por eso castiga los pedidos de reelección eterna y la combatividad de los gremios por igual, no habla de inseguridad, pero autoriza a la ministra de Seguridad, Nilda Garré, a descabezar 40 comisarías porteñas; dice que no es candidata y presiona a Daniel Scioli para que se sume a la “Operación Clamor”; y alienta un pedido de censura a Mario Vargas Llosa aunque, luego, acalla a los herederos de Torquemada.



Ubicarse en el centro del colectivo oficialista otorga un poder adicional a Cristina Fernández, subordina a los dos bandos a su decisión y los hace competitivos entre sí, dado que todos necesitarán de su bendición para desenredar las decenas de internas que nacerán en el camino a octubre.



A decir verdad, la arremetida del Gobierno contra el peronismo ortodoxo, combinada con una “Operación Seducción”, desconcertó a los dos grupos, tal como ocurrió con los Barones del Conurbano, por el tema “colectoras” (quienes volcaron su enojo contra Daniel Scioli) y el “arrugue de barrera” de los gremios antes la detención del titular de la Unión Ferroviaria, José Pedrada, y el arresto de su par de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibaje, Gerónimo Venegas.



Muchos no supieron qué hacer. Hugo Moyano se reunió con la cúpula del escuálido y acomodaticio Frente Grande, como si tuviera peso político propio, y Daniel Scioli reunió a todos sus ministros para alinearlos, según las fuentes oficiales, al proyecto reeleccionista de Cristina Fernández.



La Casa Rosada prefiere al peronismo de paladar negro confundido, atomizado y enfrentado entre sí, con el fin de evitar que se unifique en su contra.



En el fondo, Cristina Fernández cree que podrá obtener con su juego el mayor de sus triunfos, es decir, sumar poder, horadar el poder territorial de quienes fueron aliados de su marido e imponer una nueva conducción política que supere al vetusto Partido Justicialista, algo similar a lo que quería Montoneros cuando lanzó el proyecto de “un peronismo sin Perón”.



De esta forma, Cristina Fernández intenta triunfar en donde ella cree que fracasaron Juan Domingo Perón en 1974 (cuando eligió a la Triple A sobre Montoneros) y Néstor Kirchner (que usó al viejo PJ, pero financió el crecimiento del aparato de los Barones del Conurbano, gobernadores y la CGT).



La estrategia es buena aunque muy teórica. El oficialismo avanzó contra sus enemigos (internos y externos) con una potencia arrolladora. Pero derrotar al PJ, hundir a la vieja guardia sindical y cristalizar el cristinismo como nuevo poder dominante con el voto de la clase media, es casi una novela de ficción histórica, para no decir de ciencia ficción.



Sin embargo, hoy, la oposición no tiene formas de impedirlo. Todo queda en manos del viejo y vetusto PJ.





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