lunes, noviembre 08, 2010

 
Final para el plazo de gracia


Menos de 10 días duró el plazo de gracia que recibió Cristina Fernández, viuda de Kirchner, por la muerte de su marido. La ruptura del duelo, prematura por cierto, fue más causada por la propia Mandataria que por la oposición, pero la efervescencia que inunda al peronismo obligó a la Casa Rosada a lanzar fuertes señales para ordenar la herencia del poder del desaparecido Néstor Kirchner.

El primer blanco fue el Secretario General de la Confederación General del Trabajo y titular del Partido Justicialista de Buenos Aires, Hugo Moyano. En una movida brillante, Daniel Scioli reunió 91 intendentes peronistas, radicales K y vecinalistas y le demostró quien controla la provincia y quien es capaz de movilizar más bonaerenses. El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, lo sometieron al camionero a la organicidad del Partido Justicialista y media docena de noticias negativas en el ámbito judicial terminaron por bajarle sus aspiraciones iniciales, lo que no implica reducir su peligrosidad.

Cristina Fernández (a secas, como pidió cuando asumió hace casi tres años como Presidente y el protocolo no se lo permitió) bendijo la movida de Daniel Scioli, se rodeo de intendentes fieles, reordenó los canales de comunicación con el peronismo profundo, confirmó que concentrará todas las decisiones políticas en su persona, como hacía Néstor Kirchner: y, en un exitoso golpe de mano, sedujo a Juan Manuel de la Sota, la aseguró el apoyo para la reelección como gobernador de Córdoba y logró que una provincia fuerte para el Peronismo Federal pueda sumar votos para el Frente para la Victoria en las presidenciales del 2011.

Tres fueron los hechos que rompieron el luto que sobrevolaba a la política: el primero fue que Cristina Fernández se pusiera en campaña; el segundo fue que fustigara con dureza a los “loros que repiten recetas”, a los “necios” y a los “traidores”, asumiendo la estrategia agonal de la dicotomía amigo-enemigo que detentaba Néstor Kirchner en sus discursos más virulentos y el sorpresivo y violento paro en Aerolíneas Argentinas.

El paro de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas por una enemistad manifiesta con el sindicato de pilotos de Austral Líneas Aéreas, la Unión de Aviadores de Líneas Aéreas, se ha convertido en un tour de forcé entre un gremio amparado por la Central de Trabajadores Argentinos y otro que quiere controlar el Grupo Aerolíneas Argentinas con todas sus empresas, pese a que hace un mes, Cristina Fernández reclamó que no se parara la empresa para no perjudicar a los pasajeros.

Jorge Pérez Tamayo, titular de APLA y ex piloto de Cristina Kirchner en sus viajes al exterior cuando vuela en los A340 de Aerolíneas Argentinas quiere desplazar al Presidente y Gerente General de la empresa, Mariano Recalde, hombre de La Campora y ahijado político de Hugo Moyano; y empuje para que el Gobierno compre unos 20 aviones Boeing, empresa con la cual tiene más que excelentes relaciones, según fuentes del sector aerocomercial.

Pese a que el problema entre los dos gremios lleva años y un fallo de Cámara empeoró la situación hace dos semanas, Jorge Pérez Tamayo eligió el cierre de Aeroparque por reparaciones para hacer estallar el conflicto ganar la tapa de los diarios y demostrar su implacable fuerza.

De esta forma, Jorge Pérez Tamayo coloco al ministro Julio de Vido, al secretario de Transporte Juan Pablo Schivi, al joven abogado Mariano Recalde y al camionero Hugo Moyano, al nivel de simples marionetas que ocupan puestos figurativos y no pueden hacer volar, con normalidad, un grupo de aviones. Eso, con Néstor Kirchner vivo, no hubiera ocurrido.

¿Sólo los negocios empujan a Jorge Pérez Tamayo? Muchos sostienen que, cercano a la jubilación, está buscando un espacio de poder en el Gobierno (quizás, titular de la Administración Nacional de la Aviación Civil, cargo que ocupa Alejandro Granados, hijo del intendente de Ezeiza) o la conducción del Grupo Aerolíneas Argentinas.

A cuatro días de haberse iniciado la crisis, el Gobierno no logró frenar los problemas en Aerolíneas Argentinas pese a que se declaró la conciliación obligatoria e intervino todo el Poder Ejecutivo, lo que pone en duda la fortaleza de Cristina Fernández ante la dura coerción sindical.

¿Si la Presidente de la Nación no puede hacer volar 50 aviones y no controla 600 pilotos, podrá hacerlo con Hugo Moyano y sus aliados, o contra los gobernadores y Barones del Conurbano? Por eso, la crisis aerocomercial es un golpe directo a la gestión y fortaleza de Cristina Fernández.

La decisión de lanzar la Operación Clamor para la reelección de la Presidente intenta atrapar todos los pedazos en que se encuentro dividido el oficialismo, incluso, los grupos de izquierda amigos (sobre los que siempre se ha recostado la Presidente en su carrera política) y figuras del antikirchnerismo o del postkirchnerismo, que podrían crear polos opositores dentro del propio peronismo y no se descartan opositores que hayan sido impresionados por la movilización popular, como ocurrió con Felipe Sola.

“Es el momento de capitalizar” dicen en la Casa Rosada y así lo recomiendan los encuestadores oficiales. Un relevamiento de cinco investigaciones realizadas por empresas cercanas al oficialismo muestran que la imagen positiva de Néstor Kirchner, una vez muerto, llegó a casi 75%, en promedio; la de su esposa y heredera, 65%; igual número cree que el ex Presidente fue el mejor Mandatario de la historia y la voluntad de voto a favor de Cristina Fernández para le reelección no llega al 45 por ciento.

Los datos, que pueden ser exagerados, muestran una realidad muy preocupante para el Gobierno: en el momento de mayor empatía de los ciudadanos con Cristina Fernández por la desgracia sufridav, la voluntad de voto apenas alcanzan para ganar en primera vuelta y están hasta 30 puntos por debajo de la imagen positiva de un Néstor Kirchner fallecido.

Pensar que este capital político puede mantenerse un año es una fantasía, por eso, en el Gobierno ya están analizando adelantar las elecciones del 2011. Por eso, la Operación Clamor es dar por superada esa etapa dentro del Frente para la Victoria y del Partido Justicialista para avanzar hacia las elecciones externas.

La decisión, que puede tardar tres meses en oficializarse ya inunda el accionar del Gobierno que también busca reducir el desgaste de los problemas de gestión y sorprender a la oposición, que tiene marzo como fecha para resolver el choque de personalismos y las luchas internas.

Para capitalizar la empatía con el Gobierno, La Campora lanzó una inmensa campaña de afiliación entre los más jóvenes y en la Casa Rosada ya se analizan anuncios o medidas que eviten se evapore la adhesión de las clases medias y alta.

Una de las primeras, que puede llegar a tomar forma durante la visita de Cristina Fernández en el G20 es el pago de la deuda al Club de París con reservas del Banco Central, aprovechando el fuerte apoyo que el Gobierno de los Estados Unidos hizo en el juzgado del juez de New York, Thomas Griesa, y el derrumbe del riesgo país en una semana.

Pese a que no sabe de economía, Cristina Fernández ama las inauguraciones, las presentaciones y los actos empresarios y tiene en claro que una de las formas de frenar la inflación es atraer inversiones. Si a eso le sumamos que se gana voto dando buenas noticias, ya se entiende el porqué se buscará un acuerdo con el Club de Paris y la Presidente se lanzará a seducir el capital, antes de combatirlo, como hacía su mentor.

Cristina Fernández se apoya para el 2011 sobre un Presupuesto holgado, gran excedente de caja, una buena cosecha, precios internacionales en alza, un dólar debilitado que libera al Gobierno de devaluar el peso, tasas de interés en los niveles más bajos de los últimos 40 años, excedente del sector agropecuario e industriales livianos que pueden ser colocados en el mundo con suma facilidad y una situación de empleo satisfactoria.

Es un escenario similar al que se vio en 2007 y que le permitió a Cristina Fernández ser electa Presidente con 20 puntos de diferencia con Elisa Carrió. Por eso tratará de mantenerlo el mayor tiempo posible. Sin embargo, ni en política ni en economía se pueden congelar las situaciones a largo plazo y, menos, en una Argentina en donde muchos quieren el poder.

La oposición sigue sorprendiedo por sus inseguridades.

El Peronismo Federal está dividió entre los que pueden volver al oficialismo (Mario das Neves y Felipe Sola) y los que no tienen espacio cerca del Gobierno (Eduardo Duhalde, los hermanos Rodríguez Saa y Juan Carlos Romero);

Carlos Alberto Reutemann duda hasta de ser candidato a Gobernador por Santa Fe,

Maurico Macri cree que Francisco de Narváez es Ricardo López Murphy e intenta robarle la estructura política que el ex dueño de Casa Tía tiene en la provincia de Buenos Aires; el Panradicalismo busca recuperar protagonismo mientras Ricardo Alfonsín se corta sólo y la Mesa de Enlace está desactivada y con las cuatro entidades dividas, como antes de la Resolución 125.

Las presiones del Gobierno hacia el Grupo Clarín han regresado. No queda claro si es una movida de la Casa Rosada para hacer negociar a Héctor Magnetto desde una posición de debilidad, pero la posibilidad de un acercamiento se esfumó cuando el ex Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, negó que vuelva a tener funciones ejecutivas. La duda es saber si Cristina Fernández también quiere ver desguazado al holding.

Han pasado 11 días desde la muerte de Néstor Kirchner y las piezas del tablero político se van reacomodando. Como si fuera una partida de ajedrez, Cristina Fernández y el kirchnerismo tienen posición de ventaja, pero lejos de tener ganada la partida.

Como ocurre desde 2003, por ahora, la iniciativa la tiene el Gobierno, aunque el oficialismo tiene profundas divisiones. Sin embargo, la oposición no puede seguir desgastándose en eternas y estériles internas personalistas esperando que colapse el oficialismo. Jugar al juego de la silla no es la solución, pero es lo único que hace la oposición: jugar al juego de la silla y, por ahora, es lo único que hacen.





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