miércoles, julio 02, 2008

 
Kirchner va a resistir hasta el último aliento
Se lo dijo a sus íntimos. Jamás se hubiera refugiado en una cañonera (como hizo Perón). Ni lo van a sacar 25 caceroleros en ojotas (como a Rodríguez Saa). Un análisis del Kirchner que se viene.
CIUDAD DE BUENOS AIRES. En el desgarro del descascaramiento, Kirchner plantea disidencias súbitas con Perón.
Sostiene que nunca, en su lugar, se hubiera refugiado en la cañonera. Mensaje explícito. Debe entenderse que Kirchner, llegado el caso indeseablemente límite, va a resistir. Con lo que tenga. No lo van a expulsar 25 caceroleros en ojotas, como a Rodríguez Saa. Tampoco, cuatro mil.
Si Parrili, el despachante de los fondos, desde la Secrataría General decidiera convocar, para la defensa real del gobierno, podrían juntarse, con generosidad de cálculo, según nuestras fuentes, entre ocho y diez mil personas. Con convicción, voluntad y palos. Y con algunos fierros.
“Siempre y cuando enfrente no haya nadie. Y no suene ningún estampido”, aclara un especialista, algo escéptico en materia de arrojo popular.
El más fríamente temerario de los especialistas consultados, asegura la existencia, oculta en alguna parte, de alrededor de ocho mil armas que aguardan ser utilizadas.
Los fierros proceden de Venezuela, y llegaron, confirma, vía Bolivia.
Adictos a la rigurosa información, los atinados citan la persistencia, a lo sumo, de mil quinientos cuadros. Aunque improbablemente puedan juntarse más de seiscientos. En condiciones personales de “enfierrarse”. Capacitados para manejar el estricto lenguaje de los fierros.
Brotan desde distintos centros de irradiación, que conforman un rectángulo. Jujuy, el Chaco, Rosario, y el suburbio bonaerense, en conjunto con la capital.
En la declinante actualidad, persisten dos funcionarios que concilian, según nuestras fuentes, la atención prioritaria de Kirchner.
Prioritarios son Zannini, alias El Ñoño, y Larcher, alias Paco.
Afuera quedan los abnegados declaracionistas precoces. Útiles para el ejercicio frontal de la palabra. Heroicos que van, concientes, al sacrificio, y asumen el riesgo de autodescalificarse. Colocan el rostro, con un discurso medianamente articulado. En la defensa de la posición oficial. La suerte es indecorosamente relativa.
Tampoco La Elegida, en este esquema, es prioritaria. Duele confirmarlo. A pesar de la jerarquía de su investidura. Y aunque le colmen los pasillos, como los baños, con rosas color salmón.
La Elegida percibe que el marido, para colmo su jefe político, desperdició irresponsablemente su gobierno, con inesperada crueldad.
En un acto de explicable grandeza, Kirchner la colocó en el sitial más alto. Con aquella ética de Kane, El Ciudadano, que inmortalizara Orson Welles. En blanco y negro.
Pero para hacerla, en el fondo, fracasar.
Kirchner sorprende. Faena pendiente para los periodistas deportivos de la historia. Para cualquier analista, transformado en furtivo historiador del presente, debe contrastar la reconocida mezquindad de Kirchner, para administrar el poder, durante su gobierno. Con la dispendiosidad con que suele derramarlo, el mismo poder, durante el gobierno de La Elegida.
Kirchner atiende, especialmente, las articulaciones conceptuales del doctor Zannini, aún Secretario Legal y Técnico. Un cordobés profesional que lo conoce demasiado al jefe, como para hacerse cargo de la jefatura de gabinete.
Zannini, El Ñoño, mantiene, hasta aquí, el mérito exclusivo de ser incuestionable. No suele participar del eufórico “clima de negocios”. Tampoco se encuentra inmerso en la supuesta ética de las transformaciones, para amontonar propiedades. Ni para llenar cajas de seguridad. En definitiva, para llevársela.
Resulta admirable la epopeya del cordobés profesional. Pasa Zannini, en la peripecia, de la alucinación maoísta, que le deparó encierros, a ser el ideólogo del peronismo caricatural.
Conste que Zannini nunca fue peronista. Tampoco, aún, lo es. Aunque se dedique a construir la literatura de los documentos. Sin embargo, en materia de importancia, para el Presidente, Zannini desplazó al Alberto y a De Vido. A los dos juntos. Los que se enfrentaron, entre sí, estimulados por el menemismo de Kirchner, hasta atenuarse recíprocamente.
Incluso De Vido, que se recuperaba de los desmanes preelectorales del Alberto, viene de fracasar. Junto al devaluado Moyano.
Si se lo debilita aún más, y si Kirchner sobrevive al torrente actual de la adversidad, Moyano es el sindicalista preferible. Para mantenerlo -por frágil- al frente de la CGT.
De Vido y Moyano vienen de rebotar ingenuamente juntos, en una negociación con los dirigentes agrarios. Habilitada, en principio, por Kirchner. Pero que finalmente no se la bancó. Como no se banca nada que huela, hasta ahora, a concesión. Y menos, si la concesión trasciende.
Aflojar es lícito, pero que no se note. Es Zannini quien lo consolida a Kirchner, según nuestras fuentes, en las posiciones categóricamente suicidarias. Es el que articula algún concepto en medio de los arrebatos.
Si Kirchner aguanta la parada, Zannini le asegura que va a ganar. Una partida tristemente hueca. Otro funcionario, que concita atenciones sustanciales, es Larcher. Es el Espía que viene de “Abril”. Los involucrados, o sea, los sospechados, consideran que Kirchner carece de buena información. Pero Larcher resulta indispensable, en la presente instancia, por los informes precisos. Relativos a los entrecruzamientos de -digamos- ciertos dirigentes. Aluden a la multiplicidad de reuniones. Comunicaciones que incluyen a funcionarios vacilantes, que aguardan el momento propicio para decidir la traición.





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