lunes, enero 14, 2008

 
Atril para los críticos, decretos para los amigos
Cristina se sacó el entripado por la misión en Colombia y los problemas energéticos, e hizo entrar en vigencia una nueva prórroga a favor de los amigos.
Cristina Fernández de Kirchner no pudo resistir la tentación y en la semana que pasó se despachó dos días seguidos contra sus críticos. Lo hizo desde el mismo “atril del asesino” (como lo bautizó el secretario de Medios, Enrique Albistur) que el ex presidente Néstor Kirchner eligió como modo de “comunicación directa” con el pueblo. La Presidenta aprovechó dos momentos: el exitoso desenlace de la gestión de Hugo Chávez para liberar a dos rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y –en coincidencia con el lanzamiento del Plan Oficial de Ahorro de Energía– la pausa que les dio el clima a las presiones sobre el sistema eléctrico, tras más de una semana de penurias y cortes en diferentes regiones del país. “Todos los países que intervinimos en esta misión humanitaria creamos este escenario internacional que hoy tiene este desenlace feliz”, se congratuló Cristina tras la liberación de Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo, dos de los centenares de rehenes de las Farc, antes de sacarse el entripado que tenía por artículos periodísticos (algunos de los cuales citó de manera expresa) que habían criticado el rol de Chávez y Kirchner en el fallido intento de liberación en las horas postreras del año pasado. Costos y garantías. El fracaso de aquel intento, del que Kirchner fue el principal “garante” internacional, se precipitó ante la luego confirmada sospecha de que las Farc no tenían en su poder al tercer rehén que habían prometido liberar, el pequeño Emmanuel, hijo de Clara Rojas, y dejó mal parado a Chávez y a Kirchner. La Presidenta, en cambio, destacó: “Todos los países que intervinimos en esta acción humanitaria creamos este escenario internacional” y por lo tanto el esfuerzo “valió la pena”. Es cierto lo que dice la Presidenta. Esforzarse por objetivos loables vale la pena, aunque el resultado sea esquivo o no se alcance. Tan cierto como que la presencia de Kirchner en el operativo no era al parecer tan necesaria, a juzgar por la posterior liberación de las dos rehenes, y que la movilización tuvo tanto de circo mediático para recomponer la dañada imagen de Chávez y de las propias Farc, como de “gesto humanitario”. “Cuando decidí pedirle al presidente Kirchner que fuera a Colombia, lo hice sin especulaciones, sin medir costos políticos, sin medir a quién le gustaba o a quiénes les dejaba de gustar”, dijo Cristina Fernández, en una frase que desafía la credulidad. En cuanto a las tribulaciones energéticas, la Presidenta las vinculó primero al “cambio climático” y luego, ya exultante en el lanzamiento del plan de ahorro, comparó las críticas a ese plan oficial con aquéllas al involucramiento en la liberación de rehenes en la selva colombiana y reflotó el discurso de su esposo sobre la “tensión del crecimiento”. Cristina llegó incluso a describir lo que –dijo– es “la alegría que tenemos que tener quienes tenemos responsabilidades institucionales de abordar los problemas, de no negarlos, para solucionarlos”. Esto es curioso, porque si hay algo que Néstor Kirchner negó durante más de cuatro años y medio fue que hubiera problemas energéticos. Y si bien es cierto que parte del problema se debe al crecimiento de la economía y del consumo, más aun tiene que ver con el raquítico crecimiento de la oferta e infraestructura energética, que desde 2003 depende básicamente de decisiones del Estado. Verde de dudosa ecología. Más curioso aun es que la Presidenta enfatizara la necesidad de incorporar actitudes de ahorro y conciencia ecológica a la vida diaria y la actividad económica en general, cuando uno de los pilares de la estrategia energética K ha sido y sigue siendo mantener la energía para consumo lo más barata posible, incluso para sectores que pueden pagar tarifas superiores. No es necesario ser un ferviente creyente en el libre mercado para aceptar la noción de que si se quiere fomentar el uso racional y eficiente de un bien o servicio escaso sirve reconocerle un valor superior a través de su precio. En cualquier caso, la vocación ecológica del kirchnerismo es cuanto menos dudosa. Entre 2001 y 2005 (para usar cifras oficiales), la generación eléctrica total aumentó 19 por ciento, pero la térmica (basada en el uso de combustibles fósiles, los más dañinos del ambiente) lo hizo 44 por ciento. Los amigos. Por suerte para los Kirchner, además de pestíferos medios y críticos, también existen amigos. Uno de ellos, el empresario patagónico Enrique Eskenazi, se hizo sobre el fin de 2007 con 14,9 por ciento de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), desembolsando en efectivo apenas 1,5 por ciento del valor al que la operación cotizó la compañía. En los últimos días, trascendió la intención de aplicar la misma lógica para “argentinizar” en forma parcial otras compañías de servicios públicos. Pero no es necesario hacer grandes operaciones para favorecer a los amigos. Lo prueba un decreto firmado por Néstor Kirchner, pero que entró en vigencia durante la presidencia de Cristina Fernández, que prorrogó hasta 2032 la concesión del Hipódromo y de los tragamonedas de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, en beneficio de Casino Club, una firma controlada por Cristóbal López, otro empresario patagónico de fuertes lazos con el poder K. La concesión vencía recién en 2017. Una de las nuevas “exigencias” al concesionario es duplicar la instalación de esos tintineantes tragamonedas, cuya virtud (para quienes los administran) es quedarse con más dinero del que dispensan. El año 2017 parece inspirarle desconfianza al poder K y conminarlo a anticiparse una década a los hechos. En junio pasado, el gobernador kirchnerista de Santa Cruz, Daniel Peralta, también decidió extender por 10 años (a 2027) con opción a otros 20 (a 2047) la concesión de las áreas petroleras de la provincia a Pan American Energy, la segunda petrolera del país, que también expiraba ese año. Meses después, en setiembre, el gobierno de Kirchner reeditó su capacidad previsora y cabulera. No quiso esperar hasta un año tan mal sonante como 2013 para extender hasta 2023 el régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego, una voraz maquinaria de subsidios y facilidades que permitió la instalación de algunas fábricas y muchas más armadurías y esquemas para chupar recursos fiscales. En su génesis, en 1972, el régimen invocó, entre otras razones, la necesidad de proteger a la “industria infantil”. Un infante que en 2023 cumplirá 51 años.





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