lunes, noviembre 26, 2007

 
Los mejores momentos de las "Charlas de Quincho"
La tradicial sección de Ámbito Financiero, prsentada, como cada lunes en versión resumida para los lectores de

* Repleto el Salón Azul del Congreso, casi un anticipo de otro monumental festejo a realizarse allí esta semana: la entrega del premio Sarmiento a Mirtha Legrand, un sueño que concretará Daniel Scioli como despedida del Senado luego de que su arbitrio personal le permitiera en estos años honrar y sacarse fotos con numerosos artistas (Mercedes Sosa, Roberto Fontanarrosa, Diego Maradona, Leonardo Favio, Sandro). Parte de la campaña política que lo llevó a la gobernación de Buenos Aires (ya que de otros temas tenía veda para expresarse). Pero antes de esa megafiesta con la diva, con unos 700 invitados y generosos bocaditos, Scioli apadrinó el lanzamiento de un voluminoso texto («Libro del 2010») que editó el empresario Mario Montoto, hombre de rara habilidad para convocar personajes de orígenes diversos -ex insurgentes de los 70 y militares de entonces, por ejemplo-, quien a pesar de su exhibición de contactos, no logra hacer negocios con el actual Estado kirchnerista. Al menos, es lo que dicen. Y a pesar de que en ese clima de bélicos prevenidos, casi todos se asombran de la desidia argentina frente al armamentismo creciente de Brasil (en atención a las pavadas guerreras de Venezuela) y hasta de Chile. Con lo cual podría decirse que en el lugar se reunió el club «Compren armas, por favor», o «Actualicen a las Fuerzas Armadas». Pero, argentinos al fin, ese tema no dominó el encuentro: casi todos hablaban de la remoción del jefe de Inteligencia del Ejército, general Osvaldo Montero (el último que restaba de la promoción de Roberto Bendini), por parte de la ministra Nilda Garré y con la insinuación de que el militar cesanteado participaba en una conspiración contra las autoridades democráticamente elegidas. O sea, contra la Garré. Demasiado humo para tan poco fuego. * Circulaban, aunque apretados, el senador José Pampuro -en cuyos tiempos de ministro, parece, Montoto se sentía más cómodo-, otro amigo íntimo como Rafael Bielsa (con futuro desconocido, siempre en el gobierno), los tres jefes de los estados mayores (el general Bendini, el almirante Jorge Godoy y el brigadier Norberto Constantini), ex de pasado controvertido como Dante Gullo y Diego Guelar, también del otro sector como Juan José Alvarez, gente con pasado menos complicado como la senadora María Laura Leguizamón, empresarios como Carlos Martinangeli (Nec) y Julio Werthein (La Caja), también Diego Gorgal, sacerdotes varios, Daniel Hadad (a quien le atribuyen la intención de promover un diario en La Plata con inclinación sciolista), el famoso arquitecto Mario Roberto Alvarez, el recaudador Santiago Montoya, el ex piquetero Emilio Pérsico, la productora de cine Lita Stantic, el ex embajador israelí Itzak Aviran (también proveedor de material sensible para los militares y empresas privadas), el ex jefe de Policía Adrián Pelacchi (dueño de una empresa de seguridad), Julio Hang (un general que se suponía comandante cuando asumió Néstor Kirchner y terminó en la caja jubilatoria), Jorge Pereyra de Olazábal ( orgulloso de que su UCeDé había obtenido más votos que Ricardo López Murphy y Jorge Sobisch) y un núcleo reconocido de altos empleados de la Justicia. A Montoto no le faltan amigos en ningún sector. Curioso: todo el cotilleo aludía a las operaciones de Aníbal Fernández contra la Garré y a las de ésta contra el todavía ministro del Interior, al conflicto entre ella y el general Bendini (se sabe que la ministra le pidió a Néstor Kirchner -y a su mujer- que decapite al actual jefe del Ejército, también a su colega de la Armada); nadie se sorprendía de que al militar apartado lo despidieran por haberle escuchado sus conversaciones telefónicas con otra funcionaria (del ministro Fernández, precisamente). Hasta se diría que a esta encumbrada congregación le parecía común, y para nada reprochable, que la SIDE se ocupe de grabar a los ciudadanos, conspicuos o no, funcionarios o no, según el donaire de algún alto miembro del gobierno. Más con la coincidencia general de que en ese organismo de Inteligencia nadie hace tareas que no sean instruidas o supervisadas por el Presidente (caso contrario, preguntarle a uno de sus más cercanos colaboradores cuyo hijo también tuvo un tropiezo de interferencias y confiscaciones).* Algunos de los magistrados presentes, Claudio Bonadío o el cada vez más joven Rodolfo Canicoba Corral, evitaban pronunciarse al respecto; más bien -deben entender- es ocupación de los fiscales investigar si le pinchan o no los teléfonos a cualquier ciudadano común. Preferían sonreírse con la apreciación de un atrevido: Montero está bien echado, no puede ser que dirija la Inteligencia militar y no sepa que lo graban. Después, esos informados presentes dialogaban sobre el propósito del gobierno de dividir la SIDE en tres cuerpos, inclusive hasta eliminar su casa central, rescatando una propuesta del ex manzanista Gustavo Druetta cuando era colaborador de Jorge Taiana. Ninguno arriesgaba fechas ni decisiones, apenas si parecían molestarse con el levantamiento de la estación que el organismo disponía en Bolivia, con lo cual ahora sólo se tendrá información de lo que ocurre en ese territorio convulsionado por lo que promueven los diarios. Parece poco serio. También, señalaban, es obvia otra obsesión del gobierno, siempre irritado por las noticias de los diarios que ellos no brindan. Como los militares, como Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde, también los Kirchner se envenenan con los presuntos mensajeros que brindan datos o historias a ciertos medios -los imaginan espías de alguna desestabilización- y, según confiesa la propia Cristina, los diarios desfiguran la realidad, imponen situaciones que en rigor no ocurren. Por ejemplo, la inseguridad. Si el gobierno lo dice -y lo dirá con insistencia-, tal vez eso sea cierto. Nadie, en ese Salón Azul, iba a oponerse. Si no están en la nómina, piensan estarlo. Entonces, preferían hablar sobre el libro presentado por Scioli-Montoto-Pampuro (una compilación de 20 autores realizada por un ex edecán de Carlos Menem, Gustavo Gorriz, sobre potenciales conflictos en la región) o dirimir un juego de acertijos sobre las diferencias entre Néstor y Cristina. Hay una en la que se descubrió unanimidad: a ella le gusta leer (planes, papers, lo que sea) material que le acercan colaboradores, nunca se molesta por la extensión o el aburrimiento de los textos; en cambio, él no es propenso a la lectura, en todo caso sólo exige una hojita, escueta, mínima, cuando los temas lo exceden. Pero, como se sabe, a él nada lo excede. * Aligerados de política y economía, en otros quinchos foráneos, se vivía otra tensión. En Punta del Este, por ejemplo, donde el Conrad festejó sus primeros 10 años y, aunque cantara Paul Anka éxitos de los 70 aún no controvertidos por ninguna organización, faltó al evento Susana Giménez a pesar de que llegó invitada al balneario. Infinidad de versiones: del mal humor por la concurrencia a la fiesta Eunice Castro, ex de su ex Jorge Rama, o continuidad del disgusto por su episodio con la banda Duran Duran. Ocurre que la producción de su programa se olvidó de notificarla de la asistencia del grupo -obvias estrellas de su show-, por lo tanto llegó tarde y apenas si pudo saludarlos y presentarlos. Con ese enojo viajó a su chacra puntaesteña. Allí, también desde su propia chacra, viajó para celebrar y encabezar la fiesta del hotel Mantra el locutor Oscar González Oro, quien después de tantos años en «Radio 10» parece dispuesto a cambiar de onda, aunque muchos reniegan de esa versión (suponen que es parte de la renovación del contrato). Lo notable es la formidable multitud de versiones que existen al respecto. Menos tensos, en cambio, estaban Moria Casán -sólo aguantó a Paul Anka 15 minutos y después se escapó con su novio- y el estilista Roberto Giordano, quien anunció como noticia del año que ha recuperado para su staff a Nicole Neumann luego de cuatro años de peleas. Por si faltaba algo, en el Conrad también apareció María Susini, la embarazada por Facundo Arana, una animosa muchacha que hace tiempo buscaba la fama. Al padre de su futuro hijo, sin embargo, le disgusta el tratamiento de la prensa y hace poco envió una carta documento protestando a la revista «Gente». Ella, por lo visto, no piensa lo mismo. * Más amplio el almuerzo, esta vez, en el Centro de Ingenieros (fiambres, pollo con papas y helado) para celebrar -previo pago de 70 pesos- los 20 años de los primeros triunfos de UPAU en la Universidad. Hecho medianamente histórico de jóvenes liberales que lograron terciar entre la burocracia radical y la peronista, algunos presentes en la mesa: de Juan Curutchet (nuevo director en el Banco Ciudad) a Santiago Lozano, Carlos Maslatón, Héctor Huici, Oscar Jiménez Peña, Paula Bertol, Federico Pinedo, Marcelo Godoy, Pablo Walter, Alejandro Perazzo y Bruno Screnzi. Se divirtieron, cantaron estrofas no habituales en ese lugar por lo escandalosas, no se reprocharon haber pertenecido a la UCeDé de Alvaro Alsogaray y, por el contrario, pasaron buen tiempo despellejando a heridos del macrismo. De la postergación de Eugenio Burzaco como responsable de seguridad (ahora estaría tentado de cruzar la general Paz y colaborar con Carlos Stornelli), el abandono de Ignacio Liprandi o el de Carlos Tramutola. Buen muchacho Mauricio, coincidían, aunque también aceptaban que la transición ha sido larga para la inexperiencia de Macri. Y recordaban que a Carlos Melconian no lo llamaron para el Banco Ciudad -dicen que se enteró por los diarios sobre la designación de Federico Sturzenegger-, mientras que a Diego Guelar no lo convocaron a ningún cargo, pero le reclamaron asistencia para el último viaje a los Estados Unidos. En rigor, parece que Guelar no está demasiado interesado en ocupar un lugar público. Tanto sabían sobre el entramado Macri que, afirmaban, éste les ha prometido a sus máximos colaboradores un bonus de varios salarios si en la gestión cumplen los objetivos declarados en tiempo y forma. Como si fuera una licitación. • Hubo tiempo para el recuerdo y precisar que, entre los miembros de Upau, en algún momento estuvieron Sergio Massa y Ricardo Etchegaray (dos de las promesas hoy de Kirchner), Cristian Folgar (a cargo de Combustibles con Julio De Vido) y Marcelo Elizondo, hoy en Exportar. Todos, más o menos grandes ya, se emparentaron con el ascenso de Martín Lousteau al Ministerio de Economía. Unos, sin explicarse cómo un egresado de San Andrés puede compartir criterios de administración económica con alguien como Guillermo Moreno (se olvidaron de plantear que el control de precios, en todo caso, lo impuso Kirchner), mientras que otros decían: «También se puede expresar al revés: ¿cómo un militante barrial como Moreno, estatista y peronista de años, puede compartir criterios con un presunto liberal surgido de San Andrés?». Ellos mismos podían ser una contradicción en ese almuerzo, de ahí que viniera como un bálsamo un recuerdo de Lozano sobre la llegada del ministro más joven al primer gobierno de Juan Perón. Fue Hipólito Paz, «el Tuco», quien jamás pensó que lo nombrarían ministro. Fue a la reunión con el general, a través de un contacto, para que el general lo ubicara en un buen consulado y, en la charla, el general le ofreció la Cancillería. Con más libertades, claro, de las que dispondrá Lousteau. * Es esposa de un petrolero y cineasta, pero la psicóloga Nancy Estrada Mora se destaca por otra misión: combate la violencia familiar con un método para amparar a las mujeres golpeadas. Como a estas mujeres, cuando vuelven a sus casas, las vuelven a golpear más allá de la intervención policial o judicial, la titular de Casita de Colores ideó un sistema semejante al del «testigo encubierto» y les muda el paradero, dispone una organización para albergarlas en otros domicilios. Considerable éxito, de ahí la fuerte presencia de empresarios y embajadores en el Hotel Intercontinental, donde sirvieron una combinación de gastronomía criolla y oriental: cordero sobre una cama de cus-cus. Algunos del negocio del petróleo aseguraban que tanto Esso como Petrobras ya convinieron el traspaso de una empresa a la otra, pero el gobierno se opone: no parece dispuesto a tolerar mayor expansión de los intereses brasileños en ese sector. Nadie, sin embargo, imagina cómo culminará el caso. Para unos, el gobierno privilegia ese rubro para el capital nacional, otros estiman que las últimas medidas sobre los combustibles constituyen un avance que devalúa el precio de las empresas que participan del negocio. Como, se afirmaba allí casi en primicia, la inminente suba de regalías por un artilugio de cálculo a cargo de los productores. De esa manera, aseguraban, se calmarán los gobernadores y, de paso, bajará aún más el precio de las compañías petroleras. Nadie afirma que se trata de una conspiración, pero todos hablan como si lo fuera. * Otra mujer, quizá más famosa que la psicóloga -y por otras razones- presidió el quincho en Madero Tango, un local sobre el río naturalmente dedicado a los menesteres de la música popular. Para turistas, como la notoria soprano italiana Katia Ricciarelli, de espléndida voz, ahora dedicada al cine, quien ha sido más cambiante en amores que María Callas (en rigor, una víctima del amor la griega), ya que entre otros romances aparecen el tenor José Carreras, el animador Pippo Baudo (Festival de San Remo). Se habla, claro, de los amantes famosos. Vino la Ricciarelli con el ministro de Italia de Bienes Culturales, la viuda de Gillo Pontecorvo («La batalla de Argelia», «Queimada») y Andrea Nocella, hijo de Giorgio, quizás el mejor amigo de Franco Macri, también su socio alguna vez en Socma. Todos incursionando en temas de cine (presentaron una película de autor), del negocio más precisamente (hagan películas en zonas que luego quieran explotar turísticamente, recomendaban los italianos, quizá presagiando la conjunción turismo-cultura que diseña Mauricio Macri), de subsidios y prebendas, con el anecdotario de la Pontecorvo de su marido: «Una vez filmó con Pavarotti, fue lo que más lo divirtió en su vida». Como nadie conocía el film, ella precisó que se trataba de una publicidad para un desodorante y que ambos, más ella, se la pasaron riendo, comiendo y disfrutando. Nunca el cine nos dio tanto. Mientras, la Ricciarelli aplaudió el espectáculo de tango y pidió, antes de irse, visitar las obras del Colón. «Fue uno de los lugares en los que mejor canté en mi vida, espero que no le hagan daño a la acústica.» Y antes de viajar a Ezeiza, se puso un casco y como una obrera recorrió la demorada reconstrucción.





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