lunes, noviembre 19, 2007

 
Los diálogos más sabrosos de las "Charlas de Quincho"
Esta semana, presenta en forma resumida el tradicional espacio de Ambito Financiero que analiza los escenarios anteriores a la asunción de las nuevas autoridades.
* Si los padres suelen alegrarse por la fiesta de bodas de sus hijos, en este caso los hijos celebraron la de sus padres. Es que, en segundas nupcias -una suerte de feng shui, decían especialistas orientales- consumaron festejo Constancio Vigil y Liliana Pata en toda la planta baja del Alvear. Portentoso evento con Susana Giménez, Daniel Scioli, Carlos Menem, Valeria Mazza y Mauricio Macri entre los 300 invitados, agradecidos a un cónclave gastronómico ya infrecuente en la Argentina. O frecuente en los 90, cuando abundaba como en la reunión el Veuve Clicquot brut, el Chateau Rothschild y hasta dos Angélica Zapata aún inmaduros (Chardonnay y Malbec 03). Por no hablar del Hennessy X.O. para sibaritas. Tiró literalmente Vigil la casa por la ventana: ya había tirado la editorial por excelente precio a los mexicanos de Azcárraga ( Televisa). Mucha cháchara sobre los ministros y capítulo especial para el economista Martín Lousteau, ya convertido en el «silver boy» porque el « golden» está en el Banco Central (¿es cierto que Kirchner pensó antes en Sergio Massa, pero luego retrocedió porque debía llamar a elecciones de vuelta en Tigre?). Otra pregunta: ¿es cierto que a Javier González Fraga -colaborador de Roberto Lavagna- también le ofrecieron un cargo y que lo rechazó, como hizo en tiempos de Eduardo Duhalde? Entretanto, un Macri sin rivales para la sucesión en Boca (borró la Justicia la lista opositora que dirigía Roberto Digón), de pasión danzante y apretador con su novia Malala -luego, el sábado se instaló, como de contrabando y en secreto, en un 5 estrellas de Carmelo con buena cancha de golf-, se mostraba algo sorprendido por la repentina agresividad hiriente que le vierte Aníbal Fernández, el todoterreno del gabinete. Menem, a su vez, quejoso por la falta de aviones a La Rioja, se quedó hasta tarde pero recluido en una mesa del fondo, con otras parejas de su provincia, explicando su buena relación con Zulema y Zulemita (más acaramelada que nunca con el hijo de Sobisch, de viaje por el Sur). A él le repetían la historia de que a Guillermo Moreno algunos empresarios le envían listas de precios especiales, de modo que no se adviertan los aumentos, sobre todo en el gremio de la ferretería, que es el rubro al cual antes él se dedicaba y ahora conserva su hijo. * Mucha política y algo de golf mientras, de parados, se aceptaba el cóctel de langostinos y salmones, antes de pasar al salón Versailles para sentarse ante una degustación de sorrentinos, luego una estupenda merluza negra para concluir con un confit de ternera. Mucho negro en las mujeres, escotes profundos para demostrar el tonelaje de siliconas y una «Su» Giménez que les contaba a los de «Gente» (Luján Gutiérrez, Alfredo Serra) de sus próximas vacaciones en el Sur, aparentemente sin novio, acompañada por amigos como Alfredo Odorisio. Los novios -ella de blanco, cual novata, ídem él, «el negro»- bailaron el vals con los hijos y amigos, luego subieron al escenario, acompañaron a La Mosca, y se besaron en forma interminable para no deslucir el tema «Te romperé la boca». Una corte, como siempre ocurre, lo rodeó a Scioli, a quien bromeaban por la casa que ocupará en La Plata, donde antes iba como invitado a jugar al ajedrez con Duhalde. Le pidió a Ignacio Gutiérrez Zaldívar aportes para poblar de cuadros la residencia y se interesó por los comentarios de Gian Franco Macri con su esposa Elaine (con algo más de volumen), quienes no cesaban de mencionar la venta en un solo día de 250 lotes lindantes al emprendimiento del Buenos Aires Golf (tal vez, la mejor cancha del conurbano), demostrando que a la Argentina -tampoco a Punta del Este- parece no haber llegado la crisis del real state que agobia a los Estados Unidos y, en parte, a Europa. Insistía en que la seguridad será su prioridad en la gestión provincial, evitaba pronunciarse sobre los colaboradores de Carlos Stornelli en el área (se confirma que lo acompañará también otro fiscal, Paul Stark) y, por supuesto, a él no le llegaba un interrogante: ¿por qué la gente de la Justicia se pasa a distintas administraciones gubernamentales si van a ganar menos que en su profesión habitual? * El marido de la Mazza hablaba de nuevas adquisiciones, Gustavo Yankelevich casi no hablaba, sí en cambio Luis Nofal, entusiasmado como un adolescente por sus próximos exámenes en la carrera de Abogacía. Llegaron los postres en cantidad (recomendado e soufflé con kirch y arándanos o el crouton de avellanas), siguió el baile, protagonizaron Carlos Fontán Balestra -abogado del novio-, más Santiago Soldati y su mujer Eva, tan atentos a la música que casi no hablaban. En el aire, otra inquietud: si Néstor Kirchner se va a unas oficinas en Puerto Madero con el fin de crear una mesa de estudio para generar ideas para su mujer (¿no las tuvieron en estos 4 años y medio?), ¿dónde se instalará con Juan Carlos Mazzón para organizar el peronismo, llamar a internas, formar sus cuadros, reempadronar y ubicarse como autoridades? ¿En el mismo sitio? No parece, ya que los «pensadores» progresistas podrían tropezarse y malencontrarse con peronistas puestos a dieta oficial. Mejor, tal vez, una oficina cerca del Teatro Colón. * Cuarentones y más largos, nostálgicos, memoriosos, con voluntad de resucitación, aparecían en la noche los invitados, unos 700, casi todos puntuales. Llegaban a La City, como en los viejos tiempos, ese mítico lugar de otros esplendores donde Augusto Rodríguez Larreta decidió salir de la adolescencia (vanas promesas, claro) y celebrarse las 4 décadas con tanta planificación (hasta ensayó largamente para presentarse como cantante con un grupo profesional de rock, a la sazón Los Jurásicos) que parecía organizado por la formalidad de la Cancillería. Si hasta consiguió que, junto a él, recibiera en la puerta Armando, el tradicional portero del megaboliche -como aquel antecesor Fraga de Mau-Mau-, ahora empresario de seguridad, antes más influyente que Kirchner (al menos, a cierta hora de la madrugada). A ese icono de los 80, entonces, aterrizaron amigos y conspicuos, atraídos por la simpática personalidad del cumpleañero y, también, la ascendente estrella de su hermano Horacio, el próximo jefe de Gabinete de Mauricio Macri (cuya esposa, Bárbara Diez, cosechó elogios por la organización de la fiesta). Por no hablar de asistentes obligados al recuerdo del padre de Augustito, el ya muerto Horacio, siempre inolvidable, a quien añoran veteranos ausentes y presentes. Fiesta sin lentejas como él hubiera planeado -nunca se supo, ¿le traerían suerte?-, pero de estilo semejante, con desfile burbujeante a medida que pasaba el servicio, espléndido el sushi, luego una ensalada verde con peras y curry, más una tuille en forma de canasta con penne rigate y langostinos, cerrando con crumble de manzanas y bananas con helado de vainilla. Lo de cerrar, casi un chiste: a las dos empezaron las pizzas, mientras había quioscos que repartían helados, postres, tortas, y barras inagotables para calmar la sed de la noche ( sobre todo, con caipirinhas y champagne). * Hubo un vip en el primer piso, seductor polo para empresarios, periodistas y políticos -los rubros que merodea el festejante- con estrellas como Gabriela Michetti, Jorge Telerman, que aguantó hasta pasadas las 4 ( acompañado por Oscar Feito, quien pidió contratar la banda para La Trastienda), Esteban Bullrich, Eduardo Elsztain (con kipa negro y, respetuoso del shabbat, llegó caminando desde su casa en Belgrano, agradecido de vivir no tan lejos), el católico padre Guillermo Marcó, Alejandro McFarlane (compañero del San Andrés), Herve Pollet (Adecco), Martín Granovsky (a cargo de «Télam», seguro reemplazante de Héctor Timerman como cónsul en Nueva York) y Gabriel Martino, del HSBC. Lo mejor, de lejos, fue una modelo australiana divina hasta para las mujeres, con pañuelo túnica como única prenda ya que hasta se olvidó la bombacha en la prisa para llegar a fiesta; esta sans-culotte revolucionaria le obsequió una botella de champagne y una cala al inocente cumpleañero, cándido porque él, desde el escenario, no podía observar la carencia íntima de esta llamativa asistente. Quien sí había dejado de ser un carenciado sentimental es Cristiano Rattazzi, de vuelta a su temperamental amor charrúa (Alicia Fernández, quien parecía con labios más pulposos luego del impasse amoroso, siempre en comparable estética a la modelo Luciana Salazar), sonriente él como en los viejos tiempos de La City. Al escenario, para cantar -el grupo de Augusto tocaba Ratones Paranoicos, Gilda y Rolling Stones- subieron el propio McFarlane, la Michetti -bien producida, mejor entonada, la emprendió con «Arde la ciudad», una letra no demasiado bien elegida para su futuro cargo de vicejefa porteña- y el matrimonio bien alimentado de Diego Santilli y Nancy Pazos, esta última montando su propio espectáculo como dudosa odalisca. * Había quien recomendaba el último best seller político en Nueva York, «The Israel Lobby and USA Foreign Policy» (John Mearsheimer y Stephen Walt), y otros que insinuaban el traslado religioso de Hugo Chávez al islamismo (por establecer la ley seca, el ataque a la Iglesia Católica y su poca afición a la monogamia). Pavadas: un certero observador señaló que en Riad, en el encuentro de la OPEP, se santiguó dos veces. “Claro, es para desmentir los rumores”, insistió el caprichoso, mientras un tercero recordaba cuando el jefe venezolano se hincó y le besó el anillo al obispo de Luján, Rubén Di Monte, luego que éste le obsequiara una réplica de la Virgen de Luján. Ese mismo informado señaló: hay que ver el fervor de los artistas argentinos que mandó el gobierno a Caracas, las tenidas hasta la madrugada en la embajada, con guitarreadas (Juan Falú), Cecilia Todd de visita y hasta el vice de Chávez, Jorge Rodríguez, aprovechando para recitar poesía mientras sube el precio del petróleo. Dejó otra perla: Cristina, dijo, ya le encontró tarea a su vice, Julio Cobos, y lo manda el 2 de diciembre a observar el referéndum. El tío de Augusto, también Augusto, hombre de mil facetas que fue actor con Alberto Olmedo (luego cura y, por fin, abandonó los hábitos para casarse), protagonizó también un regreso a los ochenta televisivos: quiso correr una mesa, tropezó y de espaldas aterrizó en el piso. Sonreían Carlos Pagni y Alejandro Rozitchner (embarazó de nuevo a su mujer, militante de la explosión demográfica), encargados de la maestría de ceremonias y experimentados al hablarle al público sobre el encuentro y el significativo cruce de los 40 años. Son expertos. Hubo dos videos, uno con los hijos del entusiasta cumpleañero, y una sentida lectura de una arquitecta amiga-novia. Mientras, pasaban la ex de Facundo Arana, Agustina Lecouna, Marcos Gastaldi sin esposa, Raúl Peralta Ramos, primo de los Rodríguez Larreta y ex de Mora Furtado, Ricardo Yofre, Mario Quintana de Pegasus, el padre putativo de Alfonso Prat-Gay y de Martín Lousteau (quien defaulteó, no asistió como corresponde a cualquier kirchnerista), Luis Pico Estrada, Juan Pablo Schiavi y Santiago del Sel, ex ministro de Elisa Carrió si ésta hubiera ganado las elecciones. * Algún testigo narró un almuerzo poco significativo por lo que se dijo, aunque con figuras connotadas. Fue en el Banco Central, lo planificó Martín Redrado, quien junto a 10 economistas (Luis Secco, Pablo Rojo, Javier Finkman, Nicolás Dujovne, Rodolfo Santángelo, entre otros) compartió un lomo medio pasado con ensalada con el delegado del Fondo Monetario Internacional, Anoop Singh, al que acompañaron con agua o naranjada de polvo. Comentaban que el odiado representante no usó la palabra “Argentina” en ninguno de sus comentarios; sólo aludió a lo conocido: América latina debe ahorrar más, mejorar la productividad y lograr que el déficit fiscal no dependa del precio de los commodities. Consejos de Viejo Vizcacha, casi una afrenta para los heterodoxos funcionarios del gobierno. De ese capítulo a otro más terrestre, ya que el hermano Horacio, blanquiceleste como el padre (nadie entiende que alguien que adora tanto a su padre, como Augusto, no se enternezca con Racing), se rendían al culto del club de Avellaneda junto al abogado Federico Polak (supo ser, sin embargo, interventor en Boca y vocero de Raúl Alfonsín, un hincha de Independiente que ahora se va a Estados Unidos a ver a su hija y practicar el inglés) e Ignacio Bracht, dos impenitentes fanáticos. Recordaban los tiempos en que el padre Horacio presidió el club y, como no había fondos, se dispuso a vender al delantero Julio Villa; no aparecían compradores y, para mejorar la cotización y ponerlo en la vidriera, un día le pidió a un amigo de California que viniera con el sombrero texano y dijese en Ezeiza que venía a adquirir el pase. Sea por esto o por algún otro milagro, vendieron a Villa al fútbol de Inglaterra. Lo cierto es que la mayoría rumbosa y disipada bailó, habló y se retiró a las 6 de la madrugada, como en la vieja City: una vez al año se puede retroceder y vivir como hace 20 años. * ¡Perón vive! o «Estamos vivos los que podemos» fue la consigna para tres tenidas de ese renglón político que recordó la vuelta de Juan Perón el 17 de noviembre de 1972. Y no en un avión negro, sino en uno de Alitalia. Justo cuando Kirchner abre el libro de pases y promete lugares para la vieja y nueva (escasísima) militancia. Unos, por ejemplo, se atrincheraron en un centro de estudios en Reconquista al 40, modesto cóctel que sirvió para improvisaciones remixadas de los diputados Carlos Kunkel y Dante Gullo, más la persistente continuidad de Antonio Cafiero, convertido en el Julián Centeya del peronismo para los más cariñosos o el Julio Jorge Nelson del general para los menos simpáticos. Bocaditos mínimos y bebidas para no recordar -bueno, se trataba de la militancia reunida; exige austeridad por más que todos cobren del gobierno-, Kunkel reiterando la misma música de los 70 con la que se mantiene en cartel como los Bee Gees. Dijo que ahora cumplían 60 años (el peronismo, claro, él ya está en la tercera edad), y que pugnaban por otros 60 más. En cuotas, claro. Por su parte, Gullo -un obediente de Kunkel, no exactamente como en el pasado, aunque anduvieron por la misma calle- la emprendió contra Alberto Fernández y los advenedizos que organizaron una interna como elección nacional, en Capital, para asegurarse cargos partidarios. “A esos -advirtió- vamos a darles pelea en todo el distrito.” Parece, como siempre, que se olvidó de leer a Kirchner: él ya dijo que quiere al jefe de Gabinete como titular porteño, por otros 60 años y no en cuotas. Además, Gullo hasta escupió su propia suerte: será diputado por un hueco de la lista que armó Fernández. * Cafiero, menos combativo, repasó su propia vida -si Kunkel está en la tercera edad, ¿en cuál está el ex gobernador bonaerense?- y hasta tuvo tiempo de recordar la forma en que diseñó la lista de acompañantes para el regreso de Perón. Recordó a casi todos los integrantes, habló con tanta extensión que Gullo y Kunkel partieron cuando estaban los aplausos repicando. No tenían el mejor rostro: en aquellos tiempos, también ahora, Cafiero no era precisamente su aliado; habrá sido larguero, pero nunca montonero. Y como no está en ese negocio, tan rentable en el oficialismo actual, mejor despedirse. Quienes se quedaron, en cambio, disfrutaron de historias menores, como la de la visita de entonces a Perón de Arturo Frondizi (quien había sido presidente en el 58 gracias a un favor de éste, declarándole el apoyo, previo pago de alguna valija aérea derivada por el práctico desarrollismo). Estaba José López Rega como tutor de la puerta y quien le avisa a Perón del recién llegado. El general pide que lo hagan entrar, y Frondizi, vistiendo un largo impermeable, antes de abrazarlo, desenfunda una ametralladora Pam (primitivo utensilio ya en esa época, usado por la Policía) que escondía con dificultad. No fue amenazante, era un obsequio: «Mire, me parece que a ustedes esto les puede servir». Sorprendido, Perón le trasladó el arma a Milo de Bogetich, un progresista de aquellos años, quien hasta ese momento se lamentaba de que no habían podido bajar la «ferretería» que habían traído en el DC-8. Era su primer día en la Argentina; había quedado aislado por la acción del gobierno de Alejandro Lanusse. Después, se narraron episodios colaterales, de los muchos que luego de ese viaje llegaron a presidentes (Menem, Cámpora, Lastiri, Isabelita), a las chanzas del propio Perón (cuando el comodoro Salas le dijo: “Puede bajar”, le replicó: “¿Qué otra cosa puedo hacer m'hijo? ¿O usted cree que viajé tanto para quedarme en el avión?”), sin olvidar a otro civil que se quedó con el general, De Bogetich y López Rega: el joven Jorge Llampart, al que le dijeron: “Avisá a tu familia que te traiga ropa, vos te quedás aquí”. Los otros dos actos para el recuerdo de aquella vuelta fueron en el restorán «El General» -allí directamente pagó Cafiero- y en la CGT, donde Hugo Moyano se explayó sobre la participación del movimiento obrero (recordar a José Ignacio Rucci con el paraguas) dentro del peronismo. Y hasta soñó con la posibilidad de que algún día un sindicalista alcance el gobierno: no será a través de su método, ya que antes los gremios dispusieron de representantes por docenas en el Congreso y ahora la apatía de Moyano en ese sentido sólo permite que el movimiento obrero delegue en un abogado, el de Camioneros, Héctor Recalde. * Los cercanos a los Rodríguez Larreta tuvieron múltiple actividad en la semana: también debieron concurrir al cumpleaños de Bárbara Diez, esposa de Horacio, una wedding planner que agasajó con menú más audaz en Cuk 3, a metros de una disco en Palermo. Lo de la vanguardia es relativo: en materia de espectáculos se entregaron a Ramón Palito Ortega, quien no será Frank Sinatra pero todavía mueve corazones de variada edad. En cuanto a los tragos frutales, como la comida de fusión, interesaron a Mauricio Macri (no a su mujer, algo aburrida), sobre todo la reducción de naranja con zanahoria a la que completan perlas de campari. Como se servían en tubos de ensayo químicos, esa estética de León Ferrari le bajaba el coeficiente de buen gusto a la bebida. Había bocaditos de cuanto gusto pueda imaginarse (y no imaginarse), crostines tradicionales con jamón crudo, blinis de maíz con guacamole y langostinos, infusiones de ananá con arándanos, ideales para bailar ligero en una pista que contuvo a la Michetti, a los Santilli, a Fernán Saguier, Sergio Berensztein, el influyente Luis Caputo (Deutsche Bank), Esteban Bullrich y el economista Carlos Sturzenegger. Todos se referían al acto de asunción de Macri, el 9 de diciembre (para no opacar el de Cristina), quien lo hará solo y dejará ceremonia más reservada para su equipo, el 10. Allí contaban que a Néstor Grindetti, en Economía, lo acompañarán Carlos Walter (de la Fundación Creer), Gustavo Eglez (ex gerente de Socma), Roberto Gigante (ex de la constructora Ormas) y Mario Morando saltará de la Legislatura al Banco Ciudad. Ninguno en la fiesta: Macri les ordenó completar el Presupuesto para este miércoles con un cálculo de 11.700 millones de ingresos. Como siempre, eso no es lo más importante, sino saber lo que se gastará de esos 11.700. * Haras El Capricho, Capilla del Señor, feudo de la familia Werthein -consagrada al hipismo con los descendientes- con picadas lujosas, asado, y un show de salto y música (como estrella el chaqueñosalteño Palavecino) para homenajear a Daniel Scioli, María Laura Leguizamón, Cristian Rittondo, Valeria Mazza, Alejandro McFarlane, el ex juez Jorge Urso, Alejandro Bulgheroni (ni una palabra de las nuevas retenciones que le aplicaron), Oscar González Oro, entre otros. Mucho humor en las mesas, previsible impasse hasta la asunción del nuevo gobierno, algunos haciendo pollas de entrecasa (¿hasta cuándo dura como vice el mendocino Julio Cobos?) y una curiosidad poco conocida: así como Alberto Fernández había jugado a favor de Luis Juez contra Juan Schiaretti en Córdoba, también apostó por César Biffi en Mendoza contra Celso Jaque. No le salió ninguna bien.





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