sábado, octubre 27, 2007

 
Más allá del domingo: ¿Por qué los Kirchner mienten prometiendo lo que no pueden cumplir?
Los Kirchner afirman que los precios y las tasas de interés se fijan por decreto. Los Kirchner saben que son mentiras. En el caso de los precios, armaron un berenjenal con la inflación pero la realidad no puede ser ocultada por la ficción del INdEC. En el caso de las tasas de interés, resulta un desprecio hacia la inteligencia. Precisamente esta nota trata sobre ello:

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Exante). La suba de tasas iniciada a mediados de año fue mirada con preocupación por parte del gobierno. Inmediatamente, estas alzas se atribuyeron a las turbulencias financieras internacionales.
El movimiento de los inversores del mundo hacia opciones más seguras es un hecho, y que se traduzca en un encarecimiento del crédito a nivel global por la mayor demanda de liquidez por parte de las entidades, también lo es. La Argentina no podría estar exenta a esto, de ninguna manera.
No obstante, internamente, las crecientes expectativas inflacionarias, el contexto de incertidumbre económica, acrecentado por la imprevisibilidad propia de un período electoral, y la respuesta obvia del sistema financiero a éstas últimas, son los otros factores que subyacen tras las alzas verificadas en las tasas de interés, en los últimos meses.
No parece lógico suponer, entonces, que con sólo una mejora del contexto internacional y con medidas que, no sólo, no apuntan a las causas locales de las subas en las tasas, sino que algunas van en dirección contraria, se logre detener y revertir la tendencia de las mismas. ¿Quién ignora que para solucionar un problema hay que atacar a sus causas?
Desde el inicio, el Central desplegó una serie de medidas con el fin de contrarrestar el incremento del costo del dinero. De esta forma, la autoridad monetaria se vio sumida en un trade off en torno a tres objetivos.
Debía intentar bajar las tasas pero no dejando que se deprecie mucho el tipo de cambio nominal, en tanto que trataría de continuar con su política de acumulación de reservas o, por lo menos, debía intentar que no se redujeran.
Pero las turbulencias de los últimos meses sorprendieron a la autoridad monetaria. Indefectiblemente la divisa había cambiado su tendencia, a lo que pronto se le iban a sumar las presiones que aparecerían con la mayor incertidumbre política a medida que se acercaran los comicios presidenciales.
Aunque no con la rapidez y previsibilidad que debía, el Banco Central decidió cambiar la estrategia que venía aplicando. Pasó de comprar dólares en el mercado cambiario local a desprenderse de ellos, logrando de esta forma mantener el tipo de cambio minorista por debajo de $3,20, claramente dentro de un rango de variación de su nivel más alto.
Mientras tanto, la autoridad monetaria inyectaba liquidez a través de distintos instrumentos: pases activos y la absorción de deuda remunerada, políticas que no parecerían ser de lo más adecuadas en términos de contener las presiones inflacionarias y las tendencias compradoras de las divisas. En cuanto a la línea de préstamos a tasa fija del Central a las entidades, se amplió el monto disponible, se incrementó el plazo máximo y se abarató su costo.
La presión del gobierno para normalizar el mercado financiero comenzó con una investigación impulsada por el secretario de Comercio Interior, a través de la Comisión de Defensa de la Competencia, mientras en el mundo financiero crecían las dudas el accionar del Central.
Se acusaba, primero a los bancos y luego a las AFJPs, de una de “cartelización” por haberse desprendido de los títulos públicos y provocar que su precio se redujese.
Al poco tiempo, el presidente Kirchner inició otra ofensiva contra las entidades bancarias. Las palabras del presidente dirigidas a los bancos fueron: “Tienen buena platita guardada...pero presten a tasas bajas porque si no, yo voy a tener que tomar...algunas medidas".
La otra crítica por parte del gobierno hacia estas entidades apuntaba al comportamiento sesgado de éstos últimos a préstamos al consumo en lugar de a los destinados a la producción productiva.
Los dichos anteriores, rápidamente, derivaron en “créditos blandos”. Los bancos, la semana pasada, se comprometían a financiar a tasa cero a las tarjetas de crédito, a prestar fondos al 9% anual al capital de trabajo y al 12% a los consumidores.
Nuestra historia habla por sí sola. Basta sólo mirar unos meses atrás y encontrarnos con los pocos miles de pesos otorgados por los famosos créditos hipotecarios para inquilinos. Así, sobran las dudas sobre la futura disponibilidad y alcance de estas promesas.
A esto le siguió el forzar a las AFJPs a repatriar los escasos fondos invertidos en el exterior. Fondos que se volcarán, ineluctablemente, a títulos públicos y/o plazos fijos (principal instrumento de fondeo de las entidades bancarias).
No obstante lo anterior, y al margen del despliege político, las tasas no parecen bajar de hecho y si lo hacen tendrán un techo más alto que el de hace unos meses.
Como se advirtió previamente, las turbulencias internacionales juegan un rol muy importante en la determinación del valor de nuestra moneda, pero no es el único factor explicativo del mismo.
Hoy el principal problema es la inflación y la incertidumbre que esta genera. El problema es la fuerte desconfianza de la gente y la solución pasa por tener en cuenta que las tasas son un fenómeno de expectativas de inflación y de confianza. Esto queda en evidencia al observar el comportamiento de diversos indicadores y variables.
Por otro lado, el clima social siguió deteriorándose. En sólo diez meses la imagen positiva del presidente Néstor Kirchner descendió 22 puntos. En algún momento la aceptación ciudadana de Kirchner alcanzó el 83%, pero actualmente ronda sólo el 45%.
Detrás de estos números no alentadores para el gobierno, y, en particular, los de los últimos diez meses, subyacen hechos de corrupción, una creciente inflación, el manipuleo de los índices, una crisis energética que se hizo notar y una extrema sensación de imprevisibilidad e inseguridad.
Por otro lado, los informes de la Universidad Torcuato Di Tella muestran la tendencia al alza de las expectativas inflacionarias. El promedio de éstas alcanzó el 25% en el mes de octubre y su mediana se ubica en torno al 20%, cuando sólo siete meses atrás rondaban el 15,6% y el 15,0%, respectivamente.
Los índices de confianza en el gobierno y de los consumidores, que se elaboran en ésta universidad, muestran, en un período sólo nueve meses, deterioros del orden de 29,6% y 21,4%, respectivamente.
Dentro del mercado en la mira, vale decir que es cierto que los préstamos al consumo han ganado participación en el total y que los comerciales vienen mostrando mermas en su tasa de expansión desde octubre del año pasado.
Sin embargo, que en el total de créditos los destinados a consumo alcancen el 35,7% no parece alocado, ni que sea culpa de los bancos, dentro una economía impulsada por el consumo, cuando a su vez son las mismas políticas públicas las que han venido fogoneándolo.
En tanto que no parece ser el sector privado bancario el único que se “sesga” a los créditos personales ya que se observa una participación semejante y un mismo comportamiento de estos tipos de préstamos en la banca pública.
A su vez, el sistema lógicamente responde a estímulos. A la fecha se cuenta con uno tributario que recibe que del mismo estado que lo critica. Este es el caso de los créditos fideicomitidos por fideicomisos financieros, en los cuales hay un claro sesgo hacia créditos de consumo ya que el tratamiento implica un ahorro del 35% sobre el impuesto a las ganancias.
Por otra parte, en el análisis de oferta y demanda del sistema financiero argentino se puede observar que en los últimos meses los depósitos privados señalaron una clara desaceleración, y en particular los depósitos a plazos, lo cual estaría indicando, como digno reflejo de falta de confianza, un sesgo hacia el corto plazo. A lo anterior se le agrega que también se evidencia una preferencia por la moneda extranjera.
Del lado de los préstamos, es importante advertir que no se verifican las limitaciones señaladas en los últimos días por los diarios. De hecho, siguen mostrando un sostenido dinamismo al crecer a tasas cercanas al 40%. No obstante, esto no significa que no haya cambios de composición y dinámica, ni tampoco que no quede mucho por recuperar.
Su nivel total hoy no alcanza a representar siquiera el 11% del PBI, mientras que en la década del 90 dicha relación llegó a alcanzar el 22%. Pero se debe señalar que desde que asumió Kirchner los préstamos aumentaron un 180%, mientras que los depósitos lo hicieron en un 100%, la diferencia es por demás importante. No parece, entonces, que los bancos no hayan prestado.
El gobierno debería recordar, que para que alcanzar un sistema financiero con deseos de prestar y agentes dispuestos a endeudarse, debe centrar su atención en la estabilidad macroeconómica, en particular la inflación, e involucrar una rentabilidad esperada y a esto no se llega con decretos ni amenazas, ni manipulando estadísticas. Por el contrario, se llega y se sostiene generando un entorno de certidumbre y confianza.





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