lunes, septiembre 24, 2007

 
Los mejores momentos de las "Charlas de Quincho"
El tradicional espacio periodístico creado por Ámbito Financiero, resumido como cada lunes
* Era como en “El fantasma de la Opera”, la obra de Gastón Leroux que recreó Narciso Ibáñez Menta en los 60. Un personaje golpeaba puertas y preguntaba: “¿No queda nadie en los camarines?”. Así procedió Néstor Kirchner, en la madrugada del viernes, en el hotel Isla Chaffers de Puerto Deseado -se había quedado a dormir luego de un acto de campaña-, cuando alrededor de las 6 empezó a recorrer cuarto por cuarto, enfadado por alguna razón y con adolescente sentido del humor; recorrió los pasillos y a los gritos afirmaba: “Me voy, me voy, no espero a nadie. Tengo que trabajar”. Y se fue, aconsejando “ustedes sigan durmiendo”, abandonando a la delegación, a parientes como Alicia, su hermana, a su dilecto oyente Héctor Icazuriaga (jefe de la SIDE), su amado y castigado ministro Julio De Vido, el secretario de su esposa Miguel Núñez, el ascendente gobernador Mario Das Neves o el prometedor en cargo semejante Daniel Peralta. Y los dejó allí, bajo techo, pero sin el medio que los podía sacar del lugar. Kirchner abordó con su maletero Daniel Muñoz el Lear Jet de la Fuerza Aérea -inscripto como Tango 10 para uso de la Presidencia-, que lo acercó a Comodoro Rivadavia para el trasbordo al Tango 01, que finalmente lo trajo a Buenos Aires. El resto, ya con el sueño alterado, debió utilizar autos, sufrir complicaciones varias y cada uno por su lado, como pudo, aterrizó por la noche o al otro día en la Capital. * Nadie se irritó, apenas esbozaron rabietas menores; al fin y al cabo la noche anterior habían compartido cena pantagruélica con Kirchner en la casa de Miguel Pantía, uno de los acomodados empresarios de la pesca que no tiene barcos pero atiende servicios para las pesqueras: en ese rubro ganan todos, sin excepciones. Inclusive hubo regalos: canastas con enlatados, la más grande para el santacruceño mayor, quien buena parte de la cena -langostinos inmensos de entrada, luego asado de vaca y cordero- reveló su indignación contra los opositores a su gobierno. Y, en especial, le dedicó más de un capítulo al ex gobernador Sergio Acevedo, ese íntimo amigo que un día se le rebeló renunciando y, ahora, parece que acumuló fuerzas con el radical Eduardo Costa. Fíjense, bramó, le dimos todo y miren cómo termina. Situación compleja: unos mantienen viejos cariños con el “negro” Acevedo, otros -como Cristóbal López- son parientes; el enredo es entre barrial y familiar: nadie, en suma, todavía descubrió la razón por la cual el ex kirchnerista saltó de vía y abandonó el barco triunfal. Pero no fue todo fastidio en Kirchner, abundó en las buenas perspectivas electorales de Cristina, tarea en la que lo ayudó De Vido, convencido de que “también ganamos cómodos en Santa Cruz”. Habrá que pelear mucho en Río Gallegos -dijo Kirchner, mirando a su hermana-, allí no tenemos la mejor imagen, los radicales nos complican. Como el clima era favorable, algún invitado se permitió una interrupción: dijo que acá se anuncian muchas obras pero luego no se realizan. Antes de que respondiera Kirchner, se acomodó Peralta y le hizo compañía al quejoso: es cierto, los legisladores demoran las aprobaciones, fíjense cómo cambiaría la provincia si pudiéramos hacer el dique Los Monos. Pero esa cena se apagaría pronto, a la madrugada, cuando él partió de improviso, casi sin avisar, o avisando como el sereno de «El fantasma de la Opera». En rigor, tanta prisa -además de otros quehaceres- se justificaba en que esa noche, en Olivos, había otro asado, luego del fútbol, con los habituales invitados (Pampuro, Fernández Aníbal, Angel Massa, Icazuriaga, quien llegó con la destreza del gran espía que todo lo consigue) y la asistencia técnica de Alberto Fernández, quien ni siquiera puede ir al arco porque le duele la espalda, el ciático u otra excusa de prescripción propia debido a que se movió mal en la cama. Hombre, claro, de muchos movimientos. * Tarde, bien tarde, culminó la boda de Sofía con el escribano Jerónimo Gallo D'Elía en el Santísimo. Dato clave para determinar, luego, el atrasado festejo -basta consignar que el vals se comenzó a bailar a las dos de la mañana- en La Rural, con más de 500 exhaustos invitados llamados a concurso por el padre de la novia, Jorge Aufiero (Medicus). Rara la dilación en un hombre que se caracteriza por la precocidad. Tanta gente del gremio sanador que Mariano Grondona, en un momento, se preguntó: “¿Cómo puede ser? No conozco a la mayoría de la gente, se presume -se reía- que esto no debería ocurrir en una reunión de este tipo”. Y no es que repentinamente se puso viejo para reconocer elementos de otras generaciones -lo que suele ocurrir-, sino que el lugar, primorosamente decorado con abundancia de flores (mesas y manteles blancos, sillas y servilletas negras), estaba inundado con hombres que la mayor parte del día la pasan vestidos con un guardapolvo blanco, como los competidores de Aufiero, Sergio Belocopitt (Swiss Medical) y Hugo Fraomeni (Galeno). Había otros menos ignotos, por supuesto, más solicitados en quinchos sociales, desde el influyente macrista Horacio Rodríguez Larreta ( acompañado por su esposa Bárbara, escotadísima según la impresión convencional de ciertas damas y la complicidad falsa de sus maridos) hasta Manuel Sacerdote, Bruno Quintana, Luciano Miguens, Gino Bogani (vistió a la novia y a la suegra), Jorge Anzorregui, Carlos Fontán Balestra, los Fiorito (Ricardo, Gloria, Jorge, Willy), Tomás Sánchez de Bustamante (OSDE), Carmen Polledo, Bartolomé Mitre, Alberto Grimoldi, Alejandro Estrada, Jorge Pereyra de Olazábal (objeto de admirativas bromas por el jopo estilista con el que aparece en los carteles como candidato a diputado), Jorge Neuss, Claudia Stadt, Bartolomé y Nequi Mitre, Eduardo Moliné O'Connor. O sea, clientes de la medicina prepaga, vecinos de Tortugas, del Club de la Barra, amigos. * ¿Es cierto que Cristina de Kirchner no es abogada?, interrogaba más de un curioso, como si cualquier interlocutor fuera un revisor de títulos platenses. Sorprende ese interrogante, quizás enancado en los episodios Telerman y Blumberg, pero ha trepado el agigantado chusmerío de Internet que desde hace un mes pone en tela de juicio el hecho de que la primera dama se haya recibido en la Facultad de Derecho. Más sorprende que, desde el gobierno, nadie haya salido a detener esta especie. Por el momento, sólo vale el testimonio de algunos colegas de la época, quienes afirman que ella aprobaba con notas sobresalientes, al revés de su actual marido, al cual reprobaron en varias ocasiones y en la misma materia. Copetín largo para el léxico de sesentones del Petit Café -en verdad, un amplio «finger food» para aquellos más actualizados- se sirvió al ingreso con todo tipo de pinchos (lomos, pollo, langostinos), sushi, empanaditas diversas en formas y contenidos, un completo servicio rociado por bebidas y tragos, más el vino preferido del padrino (Patrón Santiago). Agobiante despliegue que suponía indigestión cuando se pasara después a las mesas; pero, criteriosos, los organizadores evitaron el primer plato, sólo aportaron una pechuga con crocante, champignones y espárragos, como principal. Casi un remanso en la orgía gastronómica inicial que, al llegar el postre, volvió a su esplendor: un volcán caliente con helado y la peculiaridad del relleno con dulce de leche en lugar de chocolate. * Más que preguntas sobre las elecciones de octubre, se percibía la sensación entre buena parte de los asistentes -exponentes de un sector social- que muchos aspiran a que se realice una segunda vuelta electoral. Quizá no tanto para impedir la continuidad kirchnerista, sino para contener un avance oficial que multiplicado por la propaganda luego tenga ribetes de aluvional. Se piensa en un engreimiento mayor si no hay ballottage. Había médicos que, por ejemplo, señalaban errores no contemplados por los legos. Uno de ellos advertía: “Se gastaron 6 millones de dólares -por recomendación de quien tutela la salud de Néstor Kirchner, Luis Bonomo- en un aparato que atiende ciertos tipos de cáncer en el Instituto Roffo. Es útil, claro, pero contempla a unos pocos, mientras que 6 millones de dólares puestos en un hospital eran más necesarios, más útiles para muchos”. Entre la multitud de médicos se veía a Román Leiguarda, Alito Tfeli, Roberto Lambierto, también gente de laboratorios como Alberto Alvarez Saavedra o Ernesto Schilling. Como Leiguarda hablaba del casamiento de uno de sus hijos en Punta del Este, en diciembre, se habló del balneario, de lo caro que hoy cuesta -¡y costará!-, de que es más barato por ejemplo ir un fin de semana a un hotel de primera que abrir la casa propia con la calefacción. Notable particularidad de ahorro en millonarios: visitar su vivienda y pernoctar en un hotel. Otros preferían comentar las importantes obras sobre La Brava para traer agua a las piscinas del futuro edificio Acqua. O presagiar una carencia obvia: la falta de personal para atender el verano, ya que para esa estación está prevista la inauguración de 30 edificios horizontales. * Más de uno no entendía la razón por la cual, ahora, no abundan las encuestas sobre la próxima elección. ¿Es culpa del fracaso de los últimos sondeos en Chaco, Santa Fe y Córdoba, sospecha de que algunos profesionales no se pronuncian con profesionalidad (por decirlo cortésmente) o, tal vez, debido a que el enjambre popular está alborotado, que cuesta expedirse con precisiones? En eso discurrían antes del baile -con más de 30 esferas de cristal para hacer brillar a los danzantes- mientras alguno se abalanzaba sobre Rodríguez Larreta y lo acosaba por las últimas declaraciones de Mauricio Macri (en primera o en segunda vuelta, dijo, gana la señora de Kirchner). Le objetaban que un dirigente político, quien además auspicia candidatos varios como si fueran productos jabonosos, no puede expresarse como si fuera un comentarista de la política. Confunde los roles, se cree un Chacho Alvarez, más bien parece jugar de oficialista, le reprochaban a quien será jefe de Gabinete en la Capital y, por ahora, sólo parece preocupado por organizar en un campo dos retiros espirituales a su jefe y equipo de gobierno antes de la asunción y, más tarde, en marzo, otro para observar cómo funciona la nueva gestión. Dilema de Rodríguez Larreta, víctima de otras acechanzas y tal vez de cierto manejo unipersonal de Macri. Ya le había pasado el día anterior, cuando asistió a una comida en The New Brighton (en homenaje a la vieja sastrería, en lo que fue Clark's de Sarmiento) para celebrar el cumpleaños del diputado sindical Daniel Amoroso. Quejas del sector político -por alguna razón, previsora, Gabriela Michetti no asistió- porque «nosotros, además de legislar, también queremos alguna participación en el gobierno». A algunos elegidos, se sabe, Macri los ha llamado, pero no a la mayoría, y ninguno ignora que el ingeniero prefiere ofrecer un elenco diferente, más pulcro en apariencia, del que representan los políticos. “Está bien -aceptan-, somos como la peste, pero al menos cuenten algo, es inadmisible que nos debamos enterar por los diarios.” Sin disimulo, Rodríguez Larreta respondió: “Bueno, a mí me pasa lo mismo: yo también me entero de cosas de Mauricio luego de que salen en los diarios”. * Esa unidad de lamento por el ausente se quebró luego, cuando los políticos cuestionaron la designación de Oscar Moscariello como nuevo jefe del bloque partidario. ¿Se olvidan que entró con Aníbal Ibarra para su primer mandato? ¿No saben que estando con Rafael Martínez Raymonda apoyaba a la Alianza (De la Rúa-Ibarra) y que ahora su partido en la Capital respalda a Roberto Lavagna y no a Ricardo López Murphy? Preguntas sin respuesta, claro, hasta que Rodríguez Larreta alardeó: “Bueno, no se quejen: ustedes han sido diputados por el nombre de Mauricio”. Lo que equivalió a otra respuesta-ataque: “Sí, es cierto, pero él ganó porque nosotros le hicimos la campaña”. Como se ve, diálogos fluidos, heridos, y una frase cruel de disgusto que ni el propio Rodríguez Larreta sabía quién la había pronunciado: “Por lo menos hubieran mandado a la Michetti, quien antes tomaba -eufemísticamente, claro- tetrabrick del pico con nosotros y ahora sólo champagne y con otros amigos”. El tango de la política, obvio, problemas cuando se pierde y problemas cuando se gana. * Hotel Sheraton, Córdoba, construido hace 10 años con desgravaciones impositivas y que, ahora, parece que empieza a ganar dinero (50% de sus ingresos son por alquiler de salones, puede recibir hasta 3.000 personas en forma simultánea), donde se come bien y se paga 50% menos que en lugares semejantes de la Capital Federal. Notable la diferencia. Allí eligió la Fundación Mediterránea celebrar su 30 aniversario y, si en el pasado se hizo famosa por Domingo Cavallo, en esta ocasión ocurrió lo mismo cuando describió el tétrico marco de la economía argentina y su desenlace en la hiperinflación (tanto que algunos participantes objetaron al titular Sergio Roggio, primo de Aldo, y desvinculado del grupo familiar desde hace 9 meses, haber propiciado la rentrée del ex ministro). «Nos despegamos de él hace unos años y, ahora, volvemos a cargar con la cruz», le lloriqueaban por los insultos que llegaron del gobierno y de organizaciones ad hoc. Fundación, la Mediterránea que hoy pagan también destacados grupos como Techint y Arcor, fundada por dos empresarios desaparecidos e inolvidables (Fulvio Pagani y Piero Astori), que inesperadamente hizo un ruido impensado. Al menos, ése fue el comentario en la fiesta del hotel con Patricia Sosa y su voz negra impecable a los 50 años, en el Colegio Monserrat donde se celebró un acto aburrido y en el campo de Pía Astori al que concurrió el propio Cavallo. Voz poco bienvenida la del ex ministro en estos momentos, ya que en Córdoba los campos están a 6.000 dólares la hectárea y hay una explosión de countries y baños privados. Aun así, en las mesas se admitía que el costo de vida es el doble que el del INDEC, que el ajuste futuro será durísimo por más que el gobierno hable de gradualismo y que no habrá dinero barato para pagar la deuda. Todos coincidían con el mensaje, claro, no con el mensajero y, mucho menos, que lo hiciera público. * Se decía, mientras miraban los cuadros de Ernesto Bertani (que aluden a la vanidad de los políticos o al fraude de las siliconas en las mujeres), que Cavallo sólo iba a hablar de la historia de la Fundación. Pero que el periodista que coordinaba la charla -siempre el periodismo culpable- desvirtuó ese convenio cuando le preguntó por la situación del país. ¿Ingenuos, simuladores?, vaya uno a saber. Lo cierto es que los mandobles de Cavallo golpearon al gobierno, sacudieron a la Fundación y más de uno gozó con ese discurso, ya que hasta ese momento lo único gracioso lo había brindado Luis Juez (quien siempre despotricó contra la Mediterránea) señalando que Héctor Campana, el basquetbolista que acompaña a Juan Schiaretti en la fórmula, es un cisne. «Sí, porque es más que ganso», completó. * Primero fue la fiesta de México hace dos semanas, ahora la de Chile con su día nacional, abundante en militares: ese país tiene la agregaduría más grande fuera de su tierra en Buenos Aires y, por el común origen sanmartiniano de las dos naciones, las Fuerzas Armadas Argentinas suelen allegarse a la embajada. No era el único detalle: también había numerosos miembros del gobierno, lo que no es habitual en estas celebraciones, pues con Cristina de Kirchner se pretende otorgar un tratamiento privilegiado a la administración socialista de Michelle Bachelet (aunque ésta, en los últimos meses, ha padecido un notorio desgaste en la función). Optimistas hasta el extremo, la mayor parte de esos delegados oficialistas presumía que Cristina sacará más votos que Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires. Por si alguien no creía en sus palabras, orgullosos ostentaban otro dato: en la residencia de Olivos ya se compró la carne para un año más de asados, incluyendo 4.000 kilos de cordero patagónico que es una especialidad, debilidad o favor de los Kirchner. Departía el embajador chileno, Luis Maira -hombre que fue colaborador de Salvador Allende-, ahora más conservador que socialista según dicen, preguntando si era cierto que las exportaciones mendocinas (la tierra de Julio Cobos, el número dos de Cristina de Kirchner) habían crecido más en tiempos de la convertibilidad, de los odiados 90, de Carlos Menem, que en este período de la devaluación y el tipo de cambio alto. Le confirmaron el dato, aunque le reconocían que la caída de la producción de petróleo y sus derivados ha modificado el cuadro del comercio exterior de la provincia. Otros, interesados en la Justicia argentina, algo preocupados por la forma en que salen de las causas comprometidas fiscales y jueces (Carlos Stornelli y Guillermo Montenegro) conjeturaban que el episodio con Alfredo Bisordi, a quien el oficialismo pretendió arrasar del puesto, finalmente quizás concluya en un retiro con honores por cuestiones de edad, quizás producto de un provechoso diálogo entre el propio magistrado y el legislador Carlos Kunkel (a propósito, ¿cómo le cae a la señora del Presidente el consejero Kunkel?). * Servicio de patria próspero el chileno, abundante en vinos, pisco sauer y, sobre todo, salmón en diversas formas (cuyo desarrollo en granjas marinas ha superado cualquier expectativa y del cual la Argentina apenas si tomó nota cuando bien podría actuar en el mismo sentido). Entre platos y bebidas, entonces, se escuchó lo mejor: quizás Julio De Vido continúe como ministro si la esposa de Kirchner alcanza la Casa Rosada. Decidirían preservarlo, inclusive sin dividir la cartera (se pensaba en una de Energía y en otra de Obras y Servicios Públicos), debido a que el verano será complicado en materia energética y, por lo tanto, no conviene cambiar de equipo. Esa es una excusa -inclusive, hasta comentan que cierta brisa de cordialidad existe hoy entre De Vido y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández-, aunque una razón externa también avala este criterio de continuismo: dicen que Kirchner utiliza el ejemplo negativo de Bachelet para no alterar el cuadro. Ella, la chilena, borró a todo el gabinete de Ricardo Lagos, designó gente con escasa experiencia y hoy está pagando ese apresuramiento. Como modelo en contrario, le atribuyen al santacruceño, es lo que él mismo hizo cuando sucedió a Eduardo Duhalde: conservó 50% de los ministros y la transición no afectó la gestión posterior. Después, comentarios del viaje de Cristina a EE.UU., la no entrevista con Hillary Clinton (quien hace 9 meses no contesta ni siquiera ante las promesas de un duro pronunciamiento argentino contra Irán), el conflicto con ambientalistas en Chile por la construcción de 5 represas en la zona de Aysen, y lo que nadie sabía aún en el aniversario: el nuevo problema de la Argentina con Gran Bretaña, es que el Reino Unido pretende extender la plataforma marítima alrededor de Malvinas y la cuestión de las islas, otra vez, aparece en la agenda caliente de la política exterior.





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