viernes, julio 20, 2007

 
Cálculo
La renuncia indeclinable de Felisa Miceli no sorprendió a nadie. Hasta tal punto estaba cantada. En todo caso, la única sorpresa que deparó el escándalo protagonizado por la ex titular de Economía se redujo a esto: ¿por qué Néstor y Cristina de Kirchner dejaron transcurrir 45 días, poco más o menos, antes de soltarle la mano, obligándola a dar un paso al costado? Cualquiera podía darse cuenta de la serie de torpezas y mentiras tras las cuales creyó posible escudarse Miceli. De modo que el matrimonio presidencial no podía pensar seriamente que decía la verdad. Si se descarta esta razón, la única que queda en pie es esta otra: el jefe del Estado y su probable sucesora consideraron que, mientras el asunto no pasase a mayores, valía la pena respaldarla. No les importó si había incurrido en un acto de corrupción. De lo contrario, le hubiesen pedido su dimisión ni bien estalló el affaire . Sólo les importó el peso de la opinión pública. Cuando ésta se dio vuelta, reaccionaron no por razones de ética pública, sino de cálculo electoral.





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