viernes, mayo 25, 2007
Intocables
Tanto machacar el gobierno, con que ha enderezado a la Argentina por el camino de la modernidad legal y del progreso, que muchos habían terminado por ceder al cotorreo y creer. De ahí la sorpresa de que, a través de su Corte Suprema, nuestro "nuevo" país se apresura a hacer lo que con todo cuidado evitan aquellos otros países que son modernos y progresistas ya. Esto es, promover con orgullo jurídico sus propios sectores deficitarios y hacerles la vida más llevadera. La Argentina otea el siglo XXI garantizando a sus empleados estatales la inalterabilidad de su situación laboral. Ello y decirle al sector público que puede, sin riesgo ni culpa, seguir siendo lo que hasta hoy ha sido, es lo mismo, y clausura también la posibilidad de corregir nada. Aventado de esta forma el peligro que a todo trabajador privado acecha, que es el de dejar de serlo apenas rinda a su empleador menos de lo que éste le paga, no sería raro que la actual generación de argentinos contraiga el hábito de pensar en el Estado como su empleador ideal.
Tanto machacar el gobierno, con que ha enderezado a la Argentina por el camino de la modernidad legal y del progreso, que muchos habían terminado por ceder al cotorreo y creer. De ahí la sorpresa de que, a través de su Corte Suprema, nuestro "nuevo" país se apresura a hacer lo que con todo cuidado evitan aquellos otros países que son modernos y progresistas ya. Esto es, promover con orgullo jurídico sus propios sectores deficitarios y hacerles la vida más llevadera. La Argentina otea el siglo XXI garantizando a sus empleados estatales la inalterabilidad de su situación laboral. Ello y decirle al sector público que puede, sin riesgo ni culpa, seguir siendo lo que hasta hoy ha sido, es lo mismo, y clausura también la posibilidad de corregir nada. Aventado de esta forma el peligro que a todo trabajador privado acecha, que es el de dejar de serlo apenas rinda a su empleador menos de lo que éste le paga, no sería raro que la actual generación de argentinos contraiga el hábito de pensar en el Estado como su empleador ideal.