domingo, marzo 25, 2007

 
Mal blanco
Si alguien quisiera, desde el poder, dar largas al asunto de la violencia en el fútbol y cambiar algo para que en éste nada cambie, el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia que obliga a las entidades deportivas a indemnizar a quienes sufran daños en una cancha lo habrá puesto de un humor excelente. Porque el de la violencia en el fútbol no es, contrariamente a lo que a toda hora nos dicen y escuchamos, un fenómeno sociológico ni un síntoma de la época más de lo que lo son la prostitución o el tráfico de armas. Se trata de un negocio. Un negocio organizado, monitoreado y explotado no por los clubes como instituciones, sino por hombres de negocios que podrán, llegado el caso, operar desde los clubes, pero nunca en representación de estos. Exigir de tales instituciones (que es como decir de sus miles de socios contribuyentes) que respondan con sus activos por cada desmán y tumulto ocurridos un buen domingo es como exigir a la secretaría de Transporte que indemnice a las víctimas de carteristas dentro de un subterráneo. Los verdaderos culpables estarán encantados de que alguien pague por ellos. Y de que nadie los busque.





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