domingo, marzo 04, 2007

 
Demagogia
La intempestiva decisión del ministro Daniel Filmus de otorgar un aumento indiscriminado a los docentes de todo el país, para respaldar la propia campaña en la Capital Federal, complicará el inicio de las clases en todas partes, porque si bien el gobierno central anticipa su ayuda a la provincia de Buenos Aires, todos los otros distritos le caen encima pidiendo similares subsidios, y no todos van a lograrlos, al menos con idéntica facilidad. Los gremios docentes se niegan a iniciar las clases sin el aumento y se estima que el Ejecutivo deberá invertir al menos $ 1.500 millones en satisfacerlos, monto igual al que penosamente obtuvo en la última licitación de bonos del tesoro para refinanciar la deuda pública. Pero nadie sabe de dónde tomará Economía semejante suma sin perjudicar el famoso superávit (que es "primario", recordemos: si no se paga la deuda se convierte en déficit). Toda esta negociación llevada contra reloj, deja entre la bruma la pregunta central: ¿para qué le sirve al país la educación? Si es para darles de comer a los chicos famélicos de los barrios periurbanos, o para contener a los adolescentes evitando que se droguen o delincan, entonces los docentes, con ganar poco, ganan mucho. Debieran equipararse con el convenio del cuerpo penitenciario. Si se trata de formar por el estudio y la competencia rigurosa --como en China, en India--, esa "aristocracia neuronal" que deseaba el malogrado René Favaloro, entonces ganan muy poco y merecen que la Nación gaste en solventarles esta revolución cultural, aun lo que el Estado no tiene.





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