domingo, marzo 25, 2007

 

De la verborragia de Kirchner (para ocultar otros temas) a la soledad de Verbitsky
Fue verborragia calibre grueso la que utilizó el presidente Néstor Kirchner en Córdoba, y pudo ocupar la mayoría de las portadas de los diarios dominicales. Sin embargo, ninguno de los columnistas, con excepción de Horacio Verbitsky, le dedicó pólvora al tema. Y Verbitsky, en su rol de ex oficial montonero y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales, es juez y parte. Por lo tanto, Kirchner no pudo convencer a los columnistas dominicales que su advertencia al Poder Judicial, etc. era importante más allá de la crónica diaria; y Verbitsky habita su soledad porque todos quieren dejar en el pasado aquello que él se empeña en vivir como presente.

Horacio Verbitsky en el diario Página/12:
"A un cuarto de siglo de la guerra de las Malvinas, a treinta años de la desaparición de Rodolfo J. Walsh y a treinta y uno del último golpe militar, no hay sectores significativos de la sociedad que reivindiquen el terrorismo de Estado o cuestionen el enjuiciamiento de sus responsables, salvo sus familiares y amigos.
Los intentos que hoy se realizan para frustrar el avance de la justicia son solapados e insidiosos e intentan aprovechar las deficiencias estructurales de la burocracia pública que, librada a sí misma, suele empantanarse en cualquier lodazal.
En este momento hay 253 procesados por crímenes de lesa humanidad, pero apenas seis de ellos han sido condenados en juicio, cuatro por apropiación de bebés, delito que nunca fue incluido en las leyes de impunidad.
Desde la anulación de las de punto final y obediencia debida los únicos condenados fueron el suboficial de la Policía Federal, Julio Simón, y el oficial de la policía de Buenos Aires, Miguel Etchecolatz.
Sólo una movilización consciente de la sociedad civil, que ejerza presión sobre la sociedad política, podrá impedir que la justicia siga esperando turno.
A partir del secuestro de Jorge Julio López, hace ahora seis meses, esa reacción se puso en movimiento y comienzan a verse sus primeros resultados:
> la primera pista seria sobre López fue brindada por un organismo de derechos humanos, la Corte Suprema de Justicia decidió actuar para que las excusaciones en cascada no dejen las causas sin jueces;
> la Procuración General de la Nación creó una nueva Unidad que coordinará todos los juicios por violaciones a los derechos humanos;
> el Consejo de la Magistratura comenzó a analizar el posible juicio político a varios jueces de la Cámara Nacional de Casación Penal que están demorando sin razón los procesos;
> el Ministerio de Defensa está preparando una cárcel común en la que serán alojados todos los detenidos; la justicia federal avanza en la investigación del secuestro de López y
> en los próximos días el Poder Ejecutivo anunciará la creación de un Programa de Verdad y Justicia que tendrá a su cargo la centralización de todas las tareas vinculadas con la protección de los testigos y el ordenamiento racional de las causas, al frente del cual será designado un funcionario de confianza presidencial.
Los dos actos realizados ayer en la Plaza de Mayo dan cuenta de esos claroscuros y de las diferentes valoraciones que suscitan: la declaración de los organismos defensores de los derechos humanos (que acompañaron a Kirchner a Córdoba, donde un campo de concentración del Ejército se convertirá en museo de la memoria) puso el acento en los juicios pendientes contra los responsables del terrorismo de Estado, mientras el mensaje de los partidos políticos del arco rojo se centró en una denuncia cerrada y sin matices del gobierno nacional.
Un claro deslinde, en el que cada uno asume su propia representatividad y pone su legítimo punto de vista a consideración de la sociedad, sin mescolanzas intolerables para unos y otros (...)".
Joaquín Morales Solá, en el diario La Nación, no le dedicó ni un párrafo al tema (tampoco Eduardo van der Kooy en 'Clarín'). En el caso de Morales Solá debe destacarse lo siguiente:
"(...) El gobierno norteamericano no promoverá inversiones de sus empresarios en la Argentina. Esa es otra conclusión, aunque siempre cabe la decisión particular de las corporaciones. Burns se había interesado por aumentar las inversiones norteamericanas en la Argentina cundo estuvo en Buenos Aires, en febrero último. Según los primeros datos sobre inversión extranjera en América latina en el año 2006, la Argentina podría resultar quinta, luego de Brasil, México, Chile y Colombia. Las explicaciones hay que buscarlas en la política y no en la hasta ahora rebosante economía.
El presidente de Petrobras, José Gabrielli, se refirió de algún modo a esas cuestiones políticas cuando cuestionó las decisiones sobre tarifas y controles, y condicionó las inversiones. ¿Novedad? Ninguna, pero el Gobierno explotó de furia. Julio De Vido le habló cortésmente al embajador brasileño, Mauro Vieira. Vieira es un diplomático fogueado en la prestigiosa cancillería brasileña y en el acto se dedicó a poner paños fríos entre el gobierno argentino y la petrolera de su país. Lo logró.
Una ayuda importante que recibió el diplomático fue la nula repercusión que tuvo en Brasil el conflicto entre Gabrielli y De Vido. Nada. Ningún diario de Brasil habló de ello. Ningún funcionario de Brasilia se enteró de nada. Petrobras es una empresa emblemática de la sociedad brasileña, pero el gobierno de Lula entendió que se estaba metiendo, sin quererlo, en la política electoral argentina. Brasil confía en que los números de la economía, incluidos los de las tarifas, comenzarán a sincerarse después de los comicios de octubre. ¿Para qué pelear un combate inútil?, dedujeron.
Sea como sea, no deja de ser extraño que el Gobierno reaccione con tanta rabia ante la declaración de un ejecutivo, que luego debe rendir cuentas a sus accionistas. El Estado brasileño tiene la parte más importante del paquete accionario de Petrobras, pero la mayoría está en manos de accionistas privados. Kirchner ha defendido el derecho a expresarse de Chávez por su vociferación de Ferro. ¿Por qué le negaría a un brasileño el derecho a exponer sus opiniones? Los empresarios del extranjero actúan y hablan como se habla y se actúa en el mundo, que cada vez se parece menos a la Argentina.
El mundo desconfía. La máxima conducción del Gobierno debió salir por segunda vez en dos semanas a aclarar que no proyecta despojar a Repsol de YPF. Esas versiones no surgen de la ficción; un sector de la segunda línea del Ministerio de Planificación las está fogoneando. El gobierno español, uno de los pocos que tratan de comprender a Kirchner, se estremeció una vez más.
Alberto Fernández trató de apagar el fuego. El funcionario le aseguró al embajador español, Rafael Estrella, que su gobierno jamás le daría ese manotazo a Repsol. Estrella es un político que no quiere ser el embajador de las empresas de su país, pero lo que se discute no son las tarifas, sino la propiedad. Algo más grave, sin duda.
YPF no está en venta y, por lo tanto, cualquier intento de compra sería hostil , ha dicho el jefe de Gabinete. ¿Kirchner le haría eso a Rodríguez Zapatero? En tal caso, el presidente argentino les entregaría la cabeza del líder español a sus opositores y nunca más volvería a entrar en Madrid. Por ahora, y por un largo tiempo, no volverá a entrar en Washington".
Eugenio Paillet, en La Nueva Provincia, tampoco abordó lo de la represión a Montoneros, ERP y sus simpatizantes. Podría especularse con la relación histórica entre el matutino y sectores militares; pero también es cierto que, objetivamente, los temas que abordó eran los de la agenda elegida por la mayoría de los otros analistas:
"El gobierno salió a defender la embestida de Néstor Kirchner contra el obispo de Río Gallegos, Juan Carlos Romanín. No podía esperarse otra cosa dado el culto a los dichos y las formas del santacruceño que cultiva el gabinete. Con la misma lógica, el presidente se encarga siempre de dinamitar cualquier esfuerzo de otros sectores de su gobierno por enderezar las relaciones crispadas con quienes no piensan como él. Es lo que acaba de ocurrir con la Iglesia.
Apenas un día antes de que Kirchner se subiera otra vez a la tribuna para vociferar andanadas contra el obispo y los empleados estatales de su provincia, Daniel Scioli había logrado una definición del Papa Benedicto XVI sobre la Argentina que, si algo supuso, antes que cualquier otra consideración, fue la presencia de una señal favorable hacia el país y el gobierno. Los encontronazos por el caso del vicario castrense Antonio Baseotto, las críticas a la aparición pública de monseñor Joaquín Piña como adalid contra los abusos del poder en Misiones y la nula relación de la Casa Rosada con el cardenal Bergoglio fueron una constante en estos cuatro años. Kirchner acaba de sumar ahora su rabieta frente a los prelados que, como el mismo Piña, y ahora el obispo Romanín, se vuelcan a favor de la protesta social o de reclamos ciudadanos contra la vieja y la mala política.
Resulta cuanto menos errático el paso del presidente. No hace mucho, había reclamado a la Iglesia por no participar, por no involucrarse, y hasta endilgó a sus hombres algún exabrupto como el de acusarlos de ser pecadores con sotana. Ahora ha terminado por reprocharle al obispo sureño haberse sumado a una protesta en la que los trabajadores estatales reclaman mejores salarios y un freno a la prepotencia de las autoridades santacruceñas. Un hombre político de Balcarce 50 ha salido a reforzar la andanada presidencial. Sostiene que, en la visión de las autoridades y de cara a la sucesión de casos de protesta social, lo que se espera de la Iglesia es que no se pare junto a uno de los bandos, sino que se ubique en el centro en calidad de moderadora o de mediadora.
Salta a la vista que Kirchner no mide ninguna consecuencia una vez que toma el micrófono de la tribuna o se acerca al atril tan temido. Es el caso de esta fuerte embestida contra el obispo de su ciudad -al que apoyó y a cuya asunción asistió, hace un año- apenas 24 horas después de aquel fuerte gesto papal. Tal como han ocurrido las cosas, es probable que caiga en saco roto esa palabra de acercamiento y hasta el enorme esfuerzo del embajador Carlos Custer para conseguirle a Scioli una exclusiva de un par de minutos con Su Santidad. Nuestro diplomático ante el Vaticano asegura que no suelen ocurrir esos gestos: para ello existe, desde tiempos remotos, la tradicional audiencia de los miércoles en la Sala del Consistorio, a la que acuden dos centenares de funcionarios y sus familias para recibir la bendición y la medalla oficial de la Santa Sede.
Por el mismo andarivel, el gobierno recibió con enojo la queja de los Estados Unidos por el nulo sentido de la oportunidad del gobierno de organizarle aquí a Hugo Chávez una manifestación contra George Bush mientras éste se encontraba en Montevideo. Encima, la protesta provino de Nicholas Burns, tercero en jerarquía del Departamento de Estado, que semanas antes había estado en Buenos Aires con su superior, Thomas Shannon. Ambos se habían prodigado en esa visita sobre la buena relación con la Argentina y con el gobierno. Pero conviene retratarlo: antes de la queja de ahora, Kirchner estuvo en Venezuela y desde allí le dijo a Bush que no tenía por qué inmiscuirse en la alianza entre Caracas y Buenos Aires y que las cosas seguirían así aunque no le gustara al ocupante de la Casa Blanca. Más de lo mismo: Kirchner puede tirar por la borda cualquier amago de estrategia de acercamiento como la que se llevaba adelante con Estados Unidos para ir a una negociación con el Club de París sin tener que pasar por el FMI. Es de imaginar que esa condición de los norteamericanos será ahora más innegociable que antes del jolgorio chavista de Ferrocarril Oeste solventado por la Casa Rosada.
Volvamos al plano local. El enojo con el obispo de Río Gallegos pretende esconder el grave problema de Kirchner en su provincia con el reclamo generalizado de los estatales. Dicen que resulta intolerable para el mandatario que se haya instalado con tanta contundencia en la escena nacional un reclamo que nunca debió salir de su patio trasero. Lo ocurrido en Santa Cruz es el coletazo de otros dos problemas profundos de la administración nacional: el reclamo de los empleados estatales -extendido como reguero en varios puntos del país, sobre todo en la provincia de Buenos Aires- y la fuerte puja salarial desatada en las discusiones paritarias.
No en vano, una fuente gubernamental había admitido hace diez días que el de las demandas por mayores sueldos de trabajadores públicos y privados era uno de los temas de la agenda que más preocupaban al presidente.
Kirchner se molesta con la prensa por lo obvio: desde su propia administración se había advertido que la decisión de apuntalar las escasas chances electorales de Daniel Filmus con el aumento a los docentes nacionales desataría una tormenta y provocaría el reclamo de los gobernadores. No sólo se han plegado otros gremios estatales a la protesta, sino que el gobierno nunca previó un paraguas financiero para las provincias. Pero, en época electoral, las decisiones de Kirchner no se discuten, aunque generen rechazos internos y de sus gobernadores aliados, como ha ocurrido.
En esa puja salarial, Kirchner abrió por primera vez una puerta a los "gordos" sindicales. Recibió a Oscar Lezcano, uno de los viejos dirigentes enfrentados a la conducción de Hugo Moyano en la CGT. Si fue una forma de intentar contrapesar el poder del camionero y su influencia en las discusiones salariales, puede decirse que el tiro le salió por la culata. Lezcano se despachó con un piso del 20% para los aumentos a discutir. Y otros dirigentes de peso, como los ferroviarios, prometen que llegarán al 25%. "Le doblamos la apuesta a Hugo", se vanagloriaba uno de los "gordos", a sabiendas de que, en su afán por mantenerse aliado a Kirchner, Moyano pugna por un aumento de entre el 15 y el 17% que se coloque en línea con lo que pretende la Casa Rosada.
Hay un capítulo aparte en los análisis oficiales de última hora, a raíz de la visita de Cristina Fernández a Ecuador y Venezuela, y que deja una frase de uno de ellos que se las trae: "Vuelve más candidata que nunca". Se reitera lo viejo: si bien el presidente va a esperar hasta último momento, ya son pocos los que dudan que la candidatura recaerá en la senadora. Ayuda a ese convencimiento que las encuestas recibidas en los últimos días en los despachos oficiales agigantan la impresión de que Cristina no necesitaría de una segunda vuelta para ganar, ayudada --es cierto-- por las dificultades a esta altura casi insalvables del arco opositor para encontrar un candidato único. Ese dato agiganta los convencimientos y hasta apuraría la toma de decisiones. (...)"





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