jueves, enero 25, 2007

 
Góndolas
Trabajar para alcanzar un propósito moral bueno, por más que éste parezca imposible, es positivo. Incluso, puede justificar cierta obstinación, pero ya no el capricho. Doscientos años de teoría de mercado proscriben por inútil el control de precios, y sientan este principio: el de que aquellos precios cuyo desplazamiento más se quiere evitar son los que, a pesar del férreo control o a causa de él, más se terminan desplazando. Ignoramos si al gobierno le importa el primer principio, pero está claro que no le importa el segundo (o bien le importa, pero menos que los golpes de efecto clientelistas). Quería carne más barata, y para lograrlo fijó precios y plaza única a los productores. Ahora tendremos menos carne, pero para compensar, y a la larga, más cara. Quizá la máxima moral enunciada al comienzo debería enmendarse con la salvedad de no intentar lo imposible a costa del bienestar ajeno.





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