domingo, noviembre 12, 2006

 
Gaza
Que los atentados contra la AMIA y la embajada de Israel fueron crímenes de lesa humanidad y que se necesita perseguir siempre a los autores es algo claro como la luz que nos alumbra. Murieron allí, inopinadamente, cientos de argentinos como en un bombardeo aéreo, pero la providencia del juez Canicoba Corral, inspirada en el pedido del fiscal Alberto Nisman, reclamando la comparecencia del ex mandatario persa Alí Rafsanjani, nos somete de golpe al ridículo internacional. ¿Quién puede creer que el gobierno de Teherán va a cedernos la libertad del viejo líder para ser juzgado aquí por la conspiración previa a la voladura? Desde los años '90 se alzaron voces pidiendo que, al menos, mientras el protagonismo iraní no se aclarara, la Argentina suspendiera las relaciones diplomáticas con Irán, pero había en juego unos mil millones de dólares anuales que los persas pagan por cereales nuestros, y la medida jamás se concretó. Ahora va a ser preciso romper relaciones con Teherán si, tras la negativa respuesta persa, queremos parecer ante el mundo un "país serio", como suele decir el presidente. Salvo que a esa respuesta la Cancillería replique con un telegrama explicándoles que todo ha sido un chiste. De lo contrario, nos habremos sumergido de golpe en el conflicto de Medio Oriente. Y nadie garantiza que no vuelvan las represalias, como si nuestro país fuese una extensión de la franja de Gaza.





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