lunes, septiembre 04, 2006

 
DERROTA DEL GOBIERNO FRAGIL (J.A)
Al gobierno le costará, en adelante, encontrar otra oportunidad para equivocarse más. Cae, por impericia, en confusiones innecesarias y en torpezas antológicas. Al aislamiento externo, debe agregarse la sensación política del aislamiento interno. Kirchner es el gran derrotado. Quedó atado apenas al fracaso de su militancia rentada. Aferrado a las nostalgias agotadas de Kunkel y de Gullo, aunque se conmueven todavía al abrazarse, después de sus discursos. Y sostenido por las estructuraciones ideologistas de Tumini y de Pérsico.Con semejante código de interpretación, deja de ser una chicana el penúltimo exabrupto del jefe. Dijo que D’Elía es el funcionario más racional con que cuenta Kirchner. No sólo para producir la asociación del comentario. ¿Cómo será el resto?D’Elía es la representación más emblemática de la estética del kirchnerismo. Es el vocero más calificado de Kirchner. Contiene mayor convicción que Braga Menéndez. Carece del profesionalismo oral del Aníbal. Tampoco presenta la aparatosidad intelectual de la señora Cristina. Insisto, D’Elía es lo más genuino que mantiene Kirchner para mostrarle a la sociedad.
La calle tiene que ser de ustedes. De las Abuelas y de las Madres. Para eso les pago”.Para controlar la calle, a Kirchner puede servirle el Rudy Ulloa.
Los que tienen que poner la cara por Kirchner son los que no tienen nada para perder. Los piqueteros prebendarios que suponen, desde la tribuna, que gracias a Kirchner ya se acabó mágicamente el neoliberalismo. Como dijo Tumini, ante el aplauso fácil de la militancia de alquiler. Son los que deben salir a simular la espantosa debilidad del gobierno. Una debilidad que se agiganta. Porque ésta, no se confundan, es la derrota de un gobierno frágil. Kirchner es tan vulnerable que no se banca siquiera el abucheo posible de una movilización inofensiva. Cae en el error de pedirle, vía Parrilli, a D’Elía, el guapo del barrio, para que salga a defenderlo. De los procesistas que quieren instaurar, otra vez, el “terrorismo de estado”.
. A pesar de exhibir la fragmentación grotesca de su fuerza, y sin olvidar tampoco la ausencia absoluta del peronismo, Kirchner sacó, como escudo defensivo, a la calle, a determinados traficantes de miserables, los que conocen la arqueología de los traslados.Lo curioso es que Kirchner se apoya en D’Elía justamente cuando D’Elía se encuentra más cuestionado entre la gente de su “palo”. En especial, a su izquierda. Descuento que en esta mesa se desconoce que D’Elía ni siquiera pudo asomar la nariz cuando fue la Cumbre de Córdoba. La última, con Chávez, y en vísperas de la agonía de Fidel Castro. Pero no fue por disidencias ideológicas. Fue por un problema crematístico.En los alrededores de las respectivas embajadas se habla acerca de vueltos. Con el dinero venezolano que llegó, procedente de Cuba, y en manos, para financiar aquella Contracumbre de Mar del Plata. Con tanta contracumbre, D’Elía venía mal, esquilmado en sus bases, casi vaciado. Enfrentado por cuestiones poco revolucionarias con el Huevo Cevallos. Y acotado por la ofensiva de Pérsico, el piquetero barbado que le pusieron a Solá. Y con la autonomía repentina del Lito Borello, el piquetero que le pusieron a Telerman, para probarlo.Kirchner entonces recurre a D’Elía cuando éste atravesaba por su peor momento. Para avanzar con tijeras sobre la tranquera del americano Tomkins, en Corrientes. Pero por problemas pendientes en Santa Cruz. Derivaciones de un campo oportunamente donado por Tomkins. Y para avanzar después sobre Blumberg, para ligarlo al “terrorismo de estado”, por presumir que Blumberg tiene cerca el bolígrafo de Cecilia Pando.Entre el discurso antiprocesista de D’Elía, que acusaba de fascistas a los asistentes, y la mera imagen televisiva de los rostros de la convocatoria, puede perfilarse, en el medio, un precipicio de incomprensión.Es el precipicio que precisamente espera por Kirchner. Si prosigue con la ceguera de profundizar el camino que lo conduce, derechito, hacia el fracaso.
A su pesar, con Blumberg acaba de consolidarse un candidato. Lo tengo registrado con una imagen positiva del 75 por ciento. Y con una imagen negativa de apenas 8.Aquel 75 por ciento de imagen positiva es improbablemente trasladable en intención de voto. Sin embargo puede descontarse que, en la provincia de Buenos Aires, Blumberg parte con un piso del 18 por ciento.Lo cual permite inferir que, en términos políticos, Blumberg no es sólo un problema para Kirchner. Es un problema para Macri.Porque de ningún modo Macri, aunque triunfó con la adhesión, puede ser jefe político de Blumberg. Cualquiera que lo conozca sabe que Blumberg no puede tener un Jefe. El Jefe es él, Blumberg.
Es decir, desde un supuesto lugar no político Blumberg se torna hegemónico en el tema sustancial de la seguridad. Y avanza, más allá, de lo que puede cualquier político. Apunta hacia lo que precisamente espera la sociedad. Al menos hacia la ilusión de una solución.Aparte, Blumberg conmueve. Y aquí planta una diferencia atroz con el resto de la dirigencia. Puede decir “fundamente” por “fundamentalmente”. Y es como si el auditorio deseara equivocarse con su furcio. O puede lanzar el utopismo de los jueces, los que deben responsabilizarse por las excarcelaciones que conceden.Y aquí termino de verdad, Blumberg registra un magnífico crecimiento que le hace adquirir conciencia del poderío. Menciona al Presidente para que lo abucheen, e inmediatamente suplica que no sea condenado con el abucheo que provoca. Con lo cual, Blumberg salva al presidente de la encerrona que le tiende. Si a Blumberg se le ocurre, por ejemplo, en la plaza, delante de la multitud, denigrarlo, para Kirchner resultaría letal. Si actuara como cotidianamente actúa el presidente, con cualquier objetivo de turno.





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