domingo, septiembre 17, 2006

 
Con carpetas no se ganan elecciones

La guerra de las carpetas no es nada nuevo en la Argentina, otro caso desesperado por retener poder, provocó un revuelo inusitado hace treinta años, fueron los informes reservados de Isabel Perón, con los que pensó acallar y mantener en reposo a sus eventuales enemigos de la época, los dirigentes sindicales.
La argucia no prosperó y sus amenazados contrincantes, presentaron sus propias carpetas, las que comprometían a la propia Presidente y su entorno, de esa manera el escándalo finalizó en forma abrupta.
El Señor Kirchner desde su juventud siempre sufrió esta adicción, la que puso en práctica para dominar a opositores o mejor posicionarse en el campo político. Con bajezas de esta naturaleza, el Presidente pretende destruir a sus adversarios, estos métodos también le resultarían útiles para llevar a sus huestes a distintos personajes que resistan unírsele, cualquier antecedente privado o curricular, es propicio para doblegar voluntades.
Los pasados de quienes utilizan estos métodos, no responden precisamente a los valores morales, todos están marcados por hechos violentos y manchados con sangre inocente, aunque excentos por esas cosas ilógicas de nuestra justicia, de haber sido procesados por delitos de lesa humanidad.
Mientras estos denigrados personajes intenten amedrentar por medio de denuncias a aquellos que entorpezcan el Poder Absoluto, los argentinos que tenemos memoria y somos muchos, aunque en su psicopatía el Supremo piense lo contrario, con un patoterismo instalado como política de estado no se podrá someter a la ciudadanía, la que no es ajena a tales maniobras ni cree en lo más mínimo distorsionadas acusaciones, harta ya de sufrir la falta de capacidad y sentido común.
Nadie que posea un intelecto normal pude adecuarse a deliberado manejos de autoritarismo, con los que se intenta colocar a millones de argentinos ante una situación límite de inseguridad y una inequidad, hasta ahora oculta tras planes clientelísticos destinados a contener a organizaciones piqueteras al servicio del régimen.
El Primer Mandatario coloca en puestos públicos, altamente remunerados, a líderes violentos que puedan desestabilizar su imperio irreal, a sabiendas que no cuentan con las condiciones éticas e intelectuales mínimas para desempeñarse en cargos de tan alta responsabilidad, consiente que estos delincuentes pueden convertir el país en una hoguera y así acabar con sus planes reeleccionarios, por lo que acepta dócilmente sus requerimientos.
Los honestos no constituyen parte de sus preocupaciones, total bajo apercibimientos los puede dominar, todo tipo de insultantes justificaciones siempre están dispuestas para anular los justos reclamos del pueblo.
Si no se está de acuerdo con sus medidas inconstitucionales, con su falta de respeto por la vida, con la destrucción programada de las instituciones, la hegemonía explícita y sus cacerías de brujas, recaerán acusaciones de pertenencia a una derecha complotada para no dejarlo gobernar.
Y ahora las carpetas cumplirán también con otro capítulo de distracción, tratarán de anular las voces que denuncien las falencias de su gestión, la falta de idoneidad y la desmesura en la venganza impuesta por una ideología enfermiza y el odio acumulado.
La verdadera confrontación no estará dada en el 2007 por un informe reservado más o un informe reservado menos, si no por el arma democrática por excelencia, el sufragio.
(LHP)





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