sábado, julio 25, 2009

 
Sileoni:
"Hay que terminar con la rigidez del secundario"
El nuevo ministro de Educación quiere que existan "distintas variantes" de escuela media

Mariano De Vedia LA NACION
Pese a que todavía no se mudó al despacho que ocupaba su antecesor, el nuevo ministro de Educación, Alberto Estanislao Sileoni, ya tiene en claro su primer objetivo: "Terminar con la rigidez del secundario".
Así lo definió ayer, en una entrevista con LA NACION, al prometer que desplegará estrategias no sólo para recuperar a los 400.000 adolescentes que hoy no están en las escuelas, sino también para "impedir que se nos vayan" muchos de los 2,7 millones de chicos que cursan en la enseñanza media, donde hoy sólo termina sus estudios el 50% de los que los comienzan.
Entre otras medidas, piensa ampliar la experiencia de los profesores tutores que acompañan a los alumnos durante su trayecto escolar, promover la contratación de docentes de tiempo completo, ofrecer distintas orientaciones y crear un sistema escolar más flexible, que permita a los alumnos avanzar por materias, como en la facultad, y no por ciclos anuales, dado que "muchos chicos, especialmente los de poblaciones más desfavorecidas, no se pueden adaptar al modelo tradicional".
En términos concretos, ello hará que cada año repitan menos chicos y se reviertan los indicadores educativos, que en materia de repitencia escolar son preocupantes: unos 270.000 por año, el 10,7% de la matrícula. "Los chicos de sectores pobres merecen que nosotros imaginemos otras formas de organización institucional para que el secundario funcione", dijo el ministro, que desde anteayer reemplaza a Juan Carlos Tedesco.

miércoles, julio 22, 2009

 
A un año de la 125, ¿cuál será la próxima?

La votación que desempató Julio Cobos en el Senado, desenlace del conflicto con el campo, fue un disparador de la crisis de un modelo agotado. Cualquier nuevo incidente puede reavivar el fuego en un escenario económico complicadísimo.

Un año atrás, me dormía convencido de que, finalmente, la 125 sería aprobada por el Senado. Cuando a la mañana temprano encendí la notebook para ver los e-mails y las noticias, me enteré de la derrota del matrimonio y del voto no positivo de Julio Cobos. Es muy probable que yo no coincida con muchas de las ideas del vicepresidente, pero debo admitir que. en ese momento, cuando todavía todos se ponían de rodilla frente a Néstor, la actitud de Cobos tuvo un alto grado de valentía y de sensatez por lo convulsionado que estaba el país a partir de la posición intolerante y agresiva que mostraba Kirchner. Basta recordar sus discursos descalificando al sector agropecuario, a su esposa hablando de los piquetes de la abundancia y de las 4x4, las acusaciones de que prendían fuego a los campos para tirar humo sobre la ciudad, las denuncias de un Néstor desaforado que desde el palco en el Congreso decía que había en la calle grupos de tarea como en los 70, a Luis D’Elia repartiendo trompadas para tomar la Plaza de Mayo con sus fuerzas de choque y demás barbaridades. Por supuesto que haber perdido la votación en el Senado no significó que el matrimonio dejaran de lado la prepotencia y la soberbia que los caracteriza, pero claramente el conflicto con el campo fue, a mi juicio, el motivo que encontró la sociedad para manifestar su disconformidad con un Gobierno que saturaba con su discurso agresivo mientras el famoso modelo empezaba a mostrar signos de agotamiento por efectos de la inflación creciente que Moreno intenta todos los meses disfrazar de estabilidad. Puesto de otra manera, el famoso modelo era inviable por cualquier lado que se lo analizara, y como todo modelo inconsistente, siempre salta por el camino más insospechado. En este caso fue la 125. Pero podría haber sido cualquier otra causa la que hiciera estallar la supuesta invulnerabilidad de los Kirchner y su “modelo (im) productivo”. Al respecto quiero recordar que en esos días se vieron cacerolazos importantes. Mucha gente salió a la calle a protestar y, particularmente, el lunes 16 de junio hubo un gran cacerolazo en todo el país. Esa noche viajé a Córdoba y desde el aeropuerto hasta el centro vi cacerolazos en todos los barrios. Desde la ventana del hotel, frente al Patio Olmos, había una impresionante cantidad de gente manifestándose contra el Gobierno, mientras mi esposa me llamaba y me decía que estaba en la Quinta de Olivos y la manifestación era impresionante sobre la avenida Maipú. La realidad es que mucha gente que salió a las calles en Buenos Aires, frente a la Quinta de Olivos y en el resto del país, no eran productores agropecuarios y muchos de ellos, seguramente, la última vaca que habían visto la habían visto por internet. Era la combinación de una inflación creciente junto con un gobierno prepotente que inducía la protesta que se montaba sobre la agresión al campo. Luego vino la 125 que coronó el conflicto. Así como antes señalaba que la noche del voto no positivo Cobos tuvo valentía para enfrentar a un Gobierno que todavía se mantenía fuerte, también hay que reconocer que fueron los productores agropecuarios los primeros que se plantaron y le dijeron basta al Gobierno. Por supuesto, más de uno podría retrucarme diciendo que finalmente Cobos se hizo kirchnerista y aceptó ser vicepresidente de Cristina cuando ya se sabía las intenciones hegemónicas del matrimonio. Y también, yo lo he dicho en muchas oportunidades, en el 2007, Cristina ganó en muchas zonas agropecuarias. Todo eso es verdad, pero haberse plantado frente al kirchnerismo, cuando todavía no estaba agonizando políticamente como ahora, desde mi punto de vista es rescatable. Pero vuelvo al punto central. Mi impresión es que la 125 solo fue un disparador de la crisis como podría haber sido otra medida porque el modelo tendía desmadrarse rápidamente. Finalmente la 125 no fue otra cosa que un intento de confiscar ingresos ante una caja que empezaba a agonizar, reflejando el rumbo de colisión del famoso modelo. Tan es así que, luego de pérdida la batalla por la 125, fueron por nuestros ahorros en las AFJP, lo que indica el agotamiento fiscal que tenía el Gobierno y la inflación que no paraba de crecer. En la historia económica argentina reciente hay infinidad de ejemplos que muestran como la inconsistencia de los modelos terminan en crisis económica y políticas. En 1975, el Rodrigazo fue fruto de la inflación cero de Gelbard. A comienzos de 1981, el fin de la tablita cambiaria dio paso al desborde cambiario, que en 1982 siguió con la licuación de pasivos. En 1985, el plan Austral, que generó expectativas positivas en la sociedad, era inconsistente y duró un par de años, para luego ser reemplazado por el plan primavera que duró un suspiró por su inviabilidad, hasta llegar al 6 de febrero de 1989 cuando el BCRA dejó de vender dólares para sostener el tipo de cambio y desembocamos en la hiperinflación y el adelantamiento de las elecciones. ¿Qué ocurrió pocos días antes del 6 de febrero de 1989 como para que todo estallara? Nada en particular. Simplemente la gente advirtió la debilidad del gobierno de Alfonsín mucho antes y la inconsistencia de la política económica, decidiendo refugiarse en el dólar, y todo terminó saltando por los aires. La inconsistencia entre convertibilidad y déficit fiscal, junto con los agregados de la crisis del sudeste asiático en 1997, la crisis rusas al año siguiente y la devaluación de Brasil en enero de 1999 agregaron a dicha inconsistencia un proceso recesivo que el gobierno de De la Rúa no supo revertir. La devaluación del 2002, según los números mágicos de algunos técnicos, requería de un incremento del tipo de cambo de solo el 40%, por eso la famosa pesificación asimétrica de 1 a 1,40. La historia terminó con un dólar tocando los cuatro pesos para luego estabilizarse en los 3 pesos por dólar. Reformas estructurales no hubo ninguna, solo una gran licuación de deudas y del gasto público vía la devaluación. Los ahorristas, jubilados y asalariados pagaron el costo de no aceptar reformas estructurales y usar el dólar como forma de esquivar, una vez más, las reformas estructurales. Pero el mundo pasaba por un buen momento y justo empezaban a aumentar los precios de los commodities, aumento que se consolidó cuando Kirchner se sentó en el sillón de Rivadavia, ayudando a crear una reactivación que le cayó del cielo a un modelo inconsistente, creando la ilusión de que Kirchner era un genio de la economía. Con todos estos antecedentes, no veo razón para que la actual crisis no se agudice aún más. Con un agravante, los Kirchner han demostrado que prefieren ver un país destruido antes de aceptar que su modelo es inviable. Ejemplo, luego de perder la votación de la 125, la venganza contra el campo hizo que éste terminara destruido y la economía entrase en recesión, con los consiguientes problemas fiscales, de ocupación, pobreza y una fuga de capitales que ya llega a los U$S 43.000 millones. ¿Qué quiero decir con esto? Que antes de aceptar que perdieron el apoyo de la gente, prefieren dejar tierra arrasada. Una especie de venganza contra una población que mayoritariamente los rechazó el 28 de junio. Si se acepta esta hipótesis de trabajo, lo único que cabe esperar en el corto plazo son medidas más arbitrarias que busquen vengarse de la gente por no votarlos. Kirchner, ante la derrota, ha vuelto a redoblar la apuesta confirmando a Moreno y éste consolidándose en el INDEC. Toda una señal por la cual nos dicen: si a la gente no les gusta lo que hago, entonces hago más de lo mismo para castigarlos por no votarme. Es como si hubiesen decidió que si ellos se caen al precipicio, están dispuestos a abrazarse a la Argentina y arrastrarla con ellos. En ese contexto, sólo podemos esperar mayor conflictividad social, crecientes problemas económicos y problemas políticos al haber perdido la mayoría en el Congreso. La pregunta es: ¿cuál será la próxima 125 que reavivará el fuego de la crisis? Es difícil predecirlo porque a la incapacidad del matrimonio para gobernar, se le agrega la soberbia, la prepotencia y la venganza, lo cual potencia el problema. Son tantas las bombas que le han puesto a la economía, que desconocemos cuál de ellas será la que estallará primero y se convertirá en la próxima 125. La única esperanza que tenemos de amortiguar en alguna medida los daños que va a dejar el matrimonio, es que la oposición en su conjunto, se ponga los pantalones largo y, por lo menos, acuerde ponerle desde el Congreso un límite al Gobierno para reducir su insaciable capacidad de destrucción.

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