sábado, febrero 24, 2007

 
Así miente Aníbal F.
Tiene una laptop conectada en red con su palm y mantiene, mientras charla, una displicente atención al chasquido del messenger cuando lo llaman al chat. Su nic es “Aníbal”, y la clave que usa para que lo reconozcan sus amigos informáticos es “toc-toc”. Así, “toc-toc”, como quien golpea la puerta.
Por jorge lanata
18.02.2007 00:22
Tiene una laptop conectada en red con su palm y mantiene, mientras charla, una displicente atención al chasquido del messenger cuando lo llaman al chat. Su nic es “Aníbal”, y la clave que usa para que lo reconozcan sus amigos informáticos es “toc-toc”. Así, “toc-toc”, como quien golpea la puerta. Razones de más para que Aníbal Fernández, el lunes pasado, estuviera en la redacción de El País de Madrid excitado y nervioso como un chico frente a una vidriera: iba a participar de “Los internautas preguntan”, una sección de la página del diario en la Web. Todo transcurrió con normalidad hasta las 11.40,cuando le tocó preguntar a “Daniel”: ­—¿Por qué viven en una inseguridad extrema cada día con tantos secuestros, muertes por esclarecer y robos casi por minuto? ¿Qué hace usted por remediar la situación de las personas indefensas? —Lo que Ud. manifiesta es inexacto –respondió el ministro–. Los secuestros han desaparecido. No ha sucedido lo mismo en ciudades muy importantes de Latinoamérica. Con los homicidios ocurre algo parecido. Mientras que en Washington hay unos 300 homicidios cada cien mil habitantes al año, en Río de Janeiro hay 35, en Chicago o Boston 15. En mi país hay 5,8 y, particularmente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 4,7. Como podrá observar, es comparable con España, que tengo entendido ronda los 2,8.Lo que hacemos cotidianamente es analizar el mapa del delito y practicar políticas preventivas. Los resultados son altamente positivos. A las 11.50 la sonrisa del ministro se había convertido en una mueca de compromiso. Entonces, llegó la pregunta de “perdizblanca”: —¿Ud. es el mismo Aníbal Fernández, acusado de corrupción y narcotráfico en la provincia de Buenos Aires en tiempos de Duhalde? —“Perdizblanca”, si Ud. me puede demostrar un solo hecho de corrupción que me comprenda, o algún proceso o alguna deuda pendiente con la ley, le juro que renuncio en el acto. Cuatro minutos después preguntó otro lector bajo el nic de “Maradona”: —¿Por qué el Gobierno no tiene planes concretos para combatir la inseguridad? —El Gobierno tiene planes muy concretos para combatir la inseguridad. El tema es que no se consigue nada con su publicidad. Ello se practica. Los resultados obtenidos nos dan la razón. El reguero de pólvora se encendió pocos minutos después en Buenos Aires y fuentes del Ministerio del Interior salieron a explicar que Aníbal F “pensó que le hablaban de Colombia, y por eso dijo que los secuestros habían desaparecido, teniendo a Julio López desaparecido. Le pidieron por favor a Télam que espere unos minutos para poder dar una respuesta”. Con la aclaración, todo oscureció. HEMOS SECUESTRADO A LOS NUMEROS. ¿NECESITAN UNA PRUEBA DE VIDA? La actitud oficial frente a la inseguridad es similar a la que se mantiene en el INDEC, con una pequeña diferencia: donde dice “lechuga” debe leerse “vidas”. Hace ya algunos años que dejaron de difundirse las estadísticas del área bajo el pretexto de que, al ser conocidas por el público, la “sensación de inseguridad” podría manipularse y aumentar. La provincia de Buenos Aires ha sido una excepción a esta regla, aunque presenta otras complicaciones a la hora de “ponderar” el índice. Mientras en el despacho del ministro de Justicia el silencio y la quietud son mayores que las de un templo shaolín, se supone que es ésa la oficina que debería recopilar la información de las provincias y la Ciudad de Buenos Aires, volcándola al link http://www.polcrim.jus.gov.ar. Todo muy moderno, pero los acólitos de Iribarne tardan unos diez meses en procesar los datos; esto es, las cifras de 2005 fueron publicadas en septiembre de 2006.Para el Servicio Penitenciario Federal, las cifras tampoco están disponibles.
PRUEBAS FUGADAS. Según este documento judicial, Fernández estuvo prófugo de la Justicia en sus tiempos de intendente de Quilmes. El lo niega, como niega la realidad de la inseguridad en la provincia de Buenos Aires.
La vergonzosa operación de amedrentamiento contra los fiscales de Escobar por el caso Gerez ya mostró sus efectos colaterales: Julio Novo, fiscal general de San Isidro del fuero ordinario, prohibió a sus fiscales dar ningún tipo de datos a la prensa. “El caso Gerez/Lanata –dicen en los Tribunales del Norte– es un pésimo antecedente y ni Novo ni ningún fiscal general están dispuestos a perder el cargo por semejante pelotudez.” La cifra que Novo se niega a dar es la que indica unos treinta secuestros exprés por mes en San Isidro, la “estadística negra”. En Quilmes (que tiene competencia en Avellaneda, Berazategui y Florencio Varela), la fiscalía local contabiliza unos dos o tres hechos semanales, entre los cuales se detectaron casos de autosecuestros y otros, al no haber pedido de rescate, fueron derivados a la Justicia ordinaria. Se investigan en el Sur, actualmente, 23 causas de secuestros. La principal divergencia entre las cifras oficiales y la realidad se basa en cómo se caracteriza un secuestro: para el Gobierno, si a Ud. le apuntan a la cabeza mientras está manejando y roban su coche con Ud. adentro llevándolo luego a un par de cajeros o, eventualmente, como dama de compañía de un raid delictivo, todo eso no se trata de un secuestro, porque no existió un pedido de rescate a terceros. Según el protocolo, es ése un caso de “privación ilegal de la libertad”. De modo que si lo encañonan cuando está al volante, piense antes de hacer una locura, ya que ni siquiera será contemplado por la estadística. Todas las fuentes consultadas coinciden en el “cambio de modalidad”: los secuestros extorsivos –largos, complicados y mucho más peligrosos para secuestrador y secuestrado– han sido reemplazados por los secuestros exprés, que comenzaron a crecer vertiginosamente, y son mucho más difíciles de investigar. Si el ministro Fernández hubiera leído, al menos, la versión digital de los diarios se habría enterado de que, desde noviembre del año pasado hasta ahora: ◆ 1º de noviembre de 2006: secuestran a un ingeniero en Adrogué. ◆ 5 de noviembre: secuestran a un abogado en Lomas del Mirador. ◆ 7 de noviembre: secuestran a un contador en San Isidro, en la puerta de su casa. ◆ 7 de noviembre: secuestro virtual de la familia de un fiscal en Quilmes. (En el “secuestro virtual” se hace un llamado telefónico al azar diciendo, sin que sea real, que tienen a algún familiar secuestrado.) ◆ 13 de noviembre: secuestran a una mujer y a su madre y las llevan en su automóvil a su domicilio en un country, donde asaltan la casa. ◆ 17 de noviembre: una familia tomada de rehén en San Isidro. ◆ 17 de noviembre: secuestran al hijo de un empresario maderero en José C. Paz. ◆ 18 de noviembre: pagan cien mil dólares por el rescate de una mujer secuestrada en Córdoba. ◆ 21 de noviembre: crecieron los robos en las zonas residenciales: afectan a City Bell, Gonnet y Villa Elisa. ◆ 29 de noviembre: matan a un joven de 26 años porque quiso evitar el secuestro de su novia. ◆ 1º de diciembre: liberan en González Catán a un chico secuestrado por error. ◆ 12 de diciembre: balean a funcionaria de la Embajada de Italia frente al campo de Polo, habían intentado secuestrarla. ◆ 13 de diciembre: liberan a Hernán Iannone. ◆ 16 de diciembre: detienen a un secuestrador después de un tiroteo en Lanús. Había salido hacía cuatro meses de la prisión de Magdalena. ◆ 18 de diciembre: secuestran a un chico de 15 años en Lanús. ◆ 26 de enero de 2007: luego de un raid delictivo de nueve horas apareció un empresario raptado en Munro. ◆ 7 de febrero: secuestran a un empresario en Morón. ◆ 7 de febrero: detienen en Morón a dos secuestradores que operaban en los cajeros automáticos. Se les imputan ocho casos. Aun considerando las diferencia técnicas a la hora de calificar qué es un secuestro, las cifras oficiales de la provincia indican, en comparación de enero a enero, un aumento de casi el doble con respecto al año pasado (ver cuadro comparativo del Ministerio de Seguridad desde enero de 2004 hasta enero de 2007). El robo de automóviles creció, en 2006, un 27% más que en 2005:101 vehículos por día, esto es uno cada 15 minutos en la provincia de Buenos Aires. La tendencia creciente se verificó también en el resto del país, donde el aumento fue del 9,6%, y en la Ciudad, donde creció un 17,7%. Con respecto a los secuestros extorsivos, la única respuesta del Estado hasta ahora fue, a fines de noviembre del año pasado, la creación de una oficina ad hoc: la UFASE (Unidad Fiscal de Secuestros Extorsivos), creada por el procurador Esteban Righi, quien luego de firmar el decreto respectivo nunca pisó el nuevo organismo: quedaron allí los fiscales Colombo y Divito, seis secretarios, dos prosecretarios y tres escribientes viviendo la versión argentina de un capítulo de Lost. ¡SUELTAME, PASADO! Su gestión en el Lejano Sur y sus días de “buscado” por la Justicia forman parte de los fantasmas del ministro del Interior y volvieron a aparecer el lunes, cuando “perdizblanca” lo increpó en el chat madrileño. En otro tramo del chateo, un internauta le preguntó si tuvo alguna vez dinero en el corralito, y Aníbal F le respondió: “No me agarró ni el corralito ni el corralón. ¿Sabe por qué? Porque mis ahorros nunca estuvieron en un banco”. En efecto, según su declaración jurada presentada ante la Oficina Anticorrupción, el ministro posee $ 8.161 en una cuenta corriente, no tiene caja de ahorros alguna, lleva $ 9.000 en efectivo y atesora 34.000 dólares estadounidenses. Tiene, según él mismo declara, cuatro casas, cuatro departamentos y dos locales, todo comprado con ingresos propios entre 1987 y 2004: una casa de 3.700 metros cuadrados en Florencio Varela, otra de 488 en Quilmes, otra de 174 y una más de 85, también en Quilmes, donde posee dos departamentos de 88 metros cuadrados cada uno, otro de 100 metros y uno de 70, junto a un local de 193 metros y otro de 169. Sus autos conservan el bajo perfil: un Renault Clío y un VW Golf GTI. Aníbal se impuso como intendente de Quilmes en la elección del 8 de septiembre de 1991 con la lista del Frejupe y fue, a los 34 años, el intendente más joven en la historia de esa ciudad. Según recuerda Jorge Márquez en Al sur de la utopía, historia política contemporánea de Quilmes I, un interesante trabajo que estará en la calle en abril próximo, Fernández comenzó a trabajar en la función pública en 1983 como asesor contable del Concejo Deliberante. “En 1992, el año político –escribe Márquez– empezó con el intendente Aníbal Fernández defendiéndose de las imputaciones que se le formulaban por su decisión de alquilar el ex Sanatorio Alvear para que funcionaran allí los Tribunales Civiles y Comerciales. Se criticaba el alquiler del lugar en la suma de 22.000 dólares mensuales, más los gastos para refaccionar el edificio, que superaban el costo del mismo y generaron un serio perjuicio a la Municipalidad de Quilmes, que debe afrontar ese gasto con sus propios fondos.”
MINISTRO GUITARRERO. Aníbal Fernández.
El año que comenzó con un escándalo terminó con otro: una controversia con Aguas Argentinas en la que la empresa le reclamaba al municipio deudas impagas por 400.000 pesos. Aquel conflicto fue el origen de la fuga del intendente: en octubre de 1994, la concejala del Frente Grande María del Carmen Alburúa denunció a la Dirección General de Servicios Sanitarios por haber contratado a un grupo de abogados ajenos al organismo para llevar adelante las negociaciones con el Ente Regulador de Aguas: la designación del estudio había sido autorizada por medio de un decreto firmado por el intendente. El 27 de octubre de ese año, el diario El Sol informó que serían detenidos el intendente Fernández y dos secretarios. La orden de detención fue librada por el juez en lo Criminal y Correccional de Quilmes Ariel González Elicabe. Los abogados de Aníbal, Domínguez, Ordoqui y María del Carmen Falbo –hoy procuradora de la Suprema Corte bonaerense–, argumentaron que su fuga estaba basada en la falta de garantías de ecuanimidad para que se produjeran las presentaciones. Aníbal Fernández, por su parte, insistía con que no había delito: “Nunca me llamaron a declarar. Me mandaron a detener sin saber qué condición tengo. No estoy imputado ni procesado”. El 17 de diciembre, la Cámara decidió aprobar la recusación del juez Elicabe. —Tráiganme una prueba que indique que estuve prófugo –solicita el ministro. Se adjunta a esta nota el facsímil de la denuncia del juez Elicabe donde se asegura, antes de los considerandos: “Contador Aníbal Domingo Fernández, quien se encuentra prófugo de la Justicia, por no haberse presentado a derecho”.

 
La evasión impositiva y los Derechos Humanos
Mientras el Gobierno es absolutamente benévolo con los delincuentes y quienes violan los derechos humanos individuales, persigue a quienes evaden los impuestos con la máxima ferocidad.
Algunos políticos de última generación dicen tener convicciones progresistas. Sin embargo, muestran, simultáneamente, una excesiva tolerancia hacia los delitos desquiciantes que violan derechos humanos individuales como los escraches, los cortes de ruta, las interrupciones del tráfico urbano, los bloqueos de puentes internacionales, la pintada de edificios y la usurpación de propiedades porque consideran que son auténticas manifestaciones de protesta social. Por otra parte, coinciden con los teóricos abolicionistas del derecho penal, ya que muestran la máxima lenidad hacia quienes cometen crímenes aberrantes, supuestamente originados por la marginación o la exclusión social, como ser violaciones seguidas de muerte, delitos sexuales contra mujeres jóvenes, secuestros extorsivos, violencia contra ancianos indefensos, toma de rehenes en casas de familia y estragos dolosos en los estadios de fútbol. Como están protegidos por custodios pagados con dinero público, tales políticos viven aislados de la realidad y hacen la vista gorda de aquellos delitos que sólo afectan “la caja de la gente”. Pero terminan mostrando la hilacha cuando esa mansedumbre con el delito, traducida en las garantías ofrecidas a los delincuentes, se contrapone con una frenética desmesura al tratarse de actos que afecten “la caja del Estado”. En este último caso, inventan neodelitos, ya sea por tenencia y uso de monedas extranjeras como por lavado de dinero, evasión y elusión impositiva, y los sancionan con penas de prisión no excarcelables. La agresividad fiscal La intemperante agresión contra quienes se resisten a pagar impuestos o logran reducir la carga tributaria aprovechando las propias normas legales, se apoya en la denominada ley penal tributaria 23.771 dictada en 1990 por iniciativa del todopoderoso Domingo Cavallo, luego reemplazada por la ley 24.769 sancionada en 1997 con apoyo de Roque Fernández, ambos sedicentes liberales. Es increíble, pero los doctrinarios garantistas que justifican al fugitivo que huye de la justicia cuando se lo acusa indebidamente, no dudan en condenarlo cuando lo que profuga es su patrimonio, mediante la evasión impositiva, como si ambas acciones –fuga y evasión– no fueran una misma e idéntica actitud en defensa de la soberanía individual frente al yugo del Estado. Marco Tulio Cicerón, el gran legislador romano que sospechaba de la justicia administrada según el capricho y el poder de jueces venales, había establecido ya en el año 50 a. J.C. las bases de la máxima garantía individual: “habeas corpus et habeas res familiaris” (derecho a tener el cuerpo y el patrimonio para no verse obligado a comparecer mediante arrestos o detenciones arbitrarias). Pero esta noble tradición romana, ratificada luego por las instituciones anglosajonas de 1679, está siendo vulnerada de manera subrepticia en materia fiscal. Según Federico Casal, especialista en derecho fiscal, dos recientes sentencias relacionadas con la ley penal tributaria han introducido una agresividad fiscal fuera de toda medida. El primer fallo procesa a un contribuyente que presentaba religiosamente sus declaraciones juradas y pagaba sus impuestos sin ocultar ningún dato. Aprovechando las disposiciones legales, comenzó a aplicar criterios de encuadre a su situación fiscal en una forma errada, a criterio de la AFIP, tema por lo demás muy controvertido en la doctrina y la jurisprudencia. También procesó penalmente a su contador por haber aconsejado técnicamente ese encuadre que la AFIP consideraba improcedente. El segundo fallo establece que la mera omisión casual de presentar la declaración jurada en el formulario correspondiente constituye en sí misma una maniobra engañosa que merece penas de prisión por evasión. La decisión se basa en cierta doctrina extranjera sobre textos legales de otros países que –a diferencia de nuestra ley penal tributaria– no requieren del ardid ni del engaño para configurar el delito fiscal. Respeto al contribuyente en Suiza Este sofocante salvajismo fiscal que se está apoderando de nosotros no existe en otros lugares civilizados –Suiza, por ejemplo–, lo cual es un aliciente para insuflarnos la esperanza de que sea posible organizar un orden político superior, respetando los verdaderos derechos humanos. Los bancos suizos tienen la obligación de mantener de modo estrictamente confidencial toda información sobre las cuentas bancarias de sus clientes. Cualquier banquero que revele datos sobre sus clientes, sin su consentimiento, recibe una pena no excarcelable de varios meses en prisión. Las únicas excepciones a esta norma están relacionadas con los delitos considerados gravísimos en Suiza: contrabando internacional de armas, tráfico de drogas y apoderamiento de dinero público por funcionarios gubernamentales. El secreto bancario suizo no se levanta por evasión impositiva y ello se debe al hecho de que en Suiza no se considera delito “no declarar los ingresos legítimos” como tampoco “no manifestar públicamente cuáles son los bienes personales”. Los ingresos de las personas físicas y la composición del patrimonio familiar son considerados por la legislación suiza como datos personalísimos, que constituyen propiedad privada de las personas, quienes voluntariamente pueden negarse a suministrarlos a cualquier entidad pública o privada. Las leyes suizas diferencian claramente la elusión fiscal de la evasión impositiva y ambas del fraude fiscal. 1. La elusión fiscal en Suiza es un derecho por el cual las personas y las sociedades pueden organizarse, obrar y contratar aprovechando las normas legales con el fin de reducir la incidencia de los impuestos. Cualquiera puede beneficiarse de lo que dicen las leyes suizas para reducir el pago de impuestos. Nadie está obligado a pagar más de lo que la ley impositiva dispone y ningún funcionario tiene la facultad de exigir el deber patriótico de incrementar los impuestos si el contribuyente puede aplicarse una regla fiscal más benigna. 2. La evasión fiscal también es un derecho de la privacidad basado en la soberanía del individuo, quien puede negarse a suministrar datos económicos de su vida particular, ¡pero no debe mentir! El hecho de no declarar ingresos o de infravalorar activos en las declaraciones impositivas por parte de las personas físicas no es considerado un delito en Suiza. 3. El fraude fiscal, en cambio, es un delito consistente en el intento de armar una trama dolosa basada en la adulteración de facturas, documentación apócrifa, falsificación de balances, declaraciones juradas mentirosas, apropiación indebida y prácticas deshonestas para no pagar impuestos. Teniendo en cuenta estos claros principios legales, cualquier lector con un poco de astucia podría preguntarse, entonces ¿cómo hacen los gobiernos suizos para cobrar impuestos si los contribuyentes pueden negarse a declarar sus ingresos o infravalorar sus bienes personales? Muy simplemente, y vamos a referirnos a los impuestos aplicados a las personas físicas. Para los suizos, el impuesto es un precio que se somete a la acción de la oferta y la demanda, como las negociaciones salariales, las remuneraciones de un alto ejecutivo o la cotización de las materias primas. Nadie tiene necesidad de declarar lo que gana ni cómo se compone su fortuna particular. El impuesto se negocia con el cantón donde uno quiere residir y se calcula de una manera tan sencilla como inteligente. Se toma el alquiler mensual de la vivienda o el valor locativo equivalente, si se es propietario. Ese importe se multiplica por cinco porque la legislación suiza estima que las personas destinan en promedio el 20% de sus ingresos a pagar el arriendo mensual de la casa donde viven. Entonces, si el alquiler mensual es de 4.000 CHF (francos suizos), el ingreso imponible será de 4.000 CHF multiplicado por 12 meses y luego por 5, es decir 240.000 CHF anuales. Esto sin importar si uno realmente gana 300 mil, 3 millones o 30 millones de CHF anuales. Si el alquiler fuese muy alto, incluso puede negociarse un monto más bajo que el que se abona, pero siempre debe declararse la verdad. Una vez determinado el ingreso imponible, el cantón cobra el 10% de ese importe en cuotas mensuales. En Suiza se comprende que el impuesto debe tener un límite razonable, que su liquidación no debe invadir la esfera privada averiguando datos personales y que tienen que respetarse los verdaderos derechos humanos. Por todo eso, los suizos tienen un “Estado austero con una población rica, pero no pródiga”. Ésta es la razón por la que alcanzan una renta per cápita de u$s 33.800 anuales y la brecha entre ricos y pobres es sólo de 14 veces. En la Argentina, después de 60 años de vigencia de las leyes laborales más proteccionistas que se hayan sancionado en el planeta, el ingreso per cápita sigue siendo de u$s 4.860 y la brecha entre ricos y pobres es de 37 veces. No hay duda alguna de que debemos reflexionar sobre qué estamos haciendo y cómo pensamos, porque haciendo siempre lo mismo no podemos esperar resultados distintos.

 
Revistas que esconden aumentos de tarifas
Cablevisión informó a sus clientes que a partir de marzo dejarán de recibir en forma gratuita la tradicional grilla de programación y que, en su reemplazo, podrán optar por suscribirse a una publicación cuyo costo se sumará al del abono. Lo novedoso es que todos están automáticamente suscriptos a la nueva revista salvo que expresamente indiquen lo contrario.
El regreso a casa luego de las vacaciones siempre depara alguna sorpresa. Esta vez, llegó de la mano de una carta firmada por Matías Bordenave, gerente comercial de Cablevisión, que acompañaba a una revista que hasta entonces nunca habíamos recibido y que incluía la tradicional grilla de programación, pero con otro formato y otro nombre, más el adicional de algunas notas intrascendentes. Al terminar de leer la carta, uno no puede sentirse menos que estafado. Desde el inicio nos encontramos con una frase marketinera que pretende que nos creamos especiales y ese sentimiento nos haga olvidar de la extorsión que sobrevendrá unos párrafos más adelante. “Hemos seleccionado entre nuestros clientes a un grupo exclusivo entre quienes usted se encuentra”, se lee. Enseguida nos enteramos que pertenecer a un “grupo exclusivo” tiene su precio, porque eso quiere decir que la revista que tenemos delante de nuestros ojos, llamada “Miradas”, nos la enviaron gratis por única vez. A partir del próximo mes nos la cobrarán $ 3,50 (por suerte, con IVA incluido).

 
Pronombres posesivos
La confusión lingüística que evidencian muchos argentinos cuando se refieren a los aportes jubilatorios es una muestra de su ignorancia respecto al verdadero funcionamiento de los sistemas de reparto y de capitalización.
El Congreso se apresta a sancionar la ley que modificará el sistema de jubilaciones y dará paso a que millones de afiliados vuelvan a optar entre el reparto y la capitalización. El proyecto establece que aquellos asociados a regímenes de capitalización que no expresen taxativamente su voluntad de permanecer en las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), serán traspasados al sistema estatal de pleno derecho. Se calcula que con la “manija” anti sector privado que el gobierno blande desde que asumió, muchas personas, expresa o tácitamente, podrían pasar al sistema de reparto. En dinero, la cuenta suma miles de millones. Más allá de que la historia implica un nuevo capítulo del clásico péndulo argentino, cuesta menos creer que un gobierno como el del presidente Kirchner se embarque en un proyecto como éste a que los afiliados al sistema de capitalización vuelvan al reparto. Es francamente sorprendente que la ciudadanía vaya a confiar de nuevo en el Leviatán que ya les robó todo el dinero acumulado en las viejas cajas de jubilaciones y que, al tiempo del retiro, les pagó con miserias años de trabajo y de esfuerzo. El gobierno pro-estatista del presidente parece querer presentar el sistema estatal de jubilaciones como una panacea. Obviamente, olvida la estafa que millones de personas sufrieron cuando sus dineros fueron desviados dentro de la “Caja de Pandora” pública a cualquier fin, excepto el de conservar esos fondos para pagar como correspondía a los ciudadanos retirados del trabajo cotidiano. Ahora bien, que un gobierno de esta naturaleza tenga este sesgo no sorprende. Pero que la gente que fue robada, estafada vilmente por un conjunto de burócratas que concretamente hizo desaparecer el dinero desatinado a pagarles, es, desde todo punto de vista, un misterio. Se trata de un perfecto caso en donde la víctima defiende al criminal. Recuerdo los días en que el sistema de capitalización entró en vigencia. Allí flotaba en el subconsciente argentino la contraola “privatista” y, como buen país “fashion” que es la Argentina, la llegada de las AFJP era vista en general con simpatía. Pero, aun en ese momento, un conjunto numeroso de jubilados –liderados por la entonces famosa Norma Plá– organizaba marchas al Congreso todos los miércoles para intentar impedir que la ley de capitalización se aprobara. Ya en aquel momento, yo me preguntaba: “¿Qué más hace falta que le hagan a un jubilado para que se dé cuenta del ladrón que tiene enfrente?, ¿cómo se les debería explicar que el Estado que ellos tanto defendían les había hecho evaporar su futuro y su bienestar?”. Y en aquel momento también advertí la enorme confusión que tenían muchos de ellos. Esa misma confusión, como era de esperar, sigue firme hoy, no sólo en los jubilados, sino en la mayoría de la sociedad. El lenguaje suele ser una vía utilísima para detectar confusiones. La terminología con la que se expresa una persona es una pista clara y espontánea de cómo piensa y de lo que cree. Y es la terminología que hoy utiliza la mayoría de la sociedad argentina la que da la prístina pauta de la enorme incomprensión que existe acerca de cómo funcionan los sistemas de reparto y de capitalización de jubilaciones y pensiones. Es muy normal escuchar a la gente referirse a los aportes jubilatorios como a “mis aportes”. Utilizan la expresión tanto si se estén refiriendo al sistema de reparto como al de capitalización. Este solo dato sirve para concluir que la ignorancia que flamea por encima de la sociedad acerca de estas importantes cuestiones que hacen al futuro de cada uno debe ser la que aprovechan los burócratas estatales para vender demagogia y quedarse con el manejo millonario de dineros por los que, cuando faltan, nunca rinden cuentas ni van presos. El pronombre posesivo “mis” no es compatible con el sistema de reparto. En el sistema de reparto, “mis” aportes no son míos. En el sistema de reparto no hay derecho de propiedad. Es un sistema socialista. Allí, los dineros entran en una bolsa general (más o menos como los impuestos) y no en una cuenta nominada e individual. Una vez que salen de la billetera del aportante, los billetes pierden contacto con su dueño, no han ingresado en ninguna cuenta que lleve el nombre de quien ingresó los fondos. Han ido a parar a las manos de un funcionario de cuya honradez (¿?) dependerá que el ciudadano –ahora activo– que ingresó el dinero, lo recupere cuando se jubile. Los hechos históricos (no la teorización, ni la ideología) prueban que los dineros en manos de burócratas desaparecen. Más allá de que –en otra confusión monumental– la sociedad esté convencida de que quien les robó sus ahorros en 2001 fueron los bancos y no el Estado (que quebró y tuvo que estafar todo ese dinero para hacer frente a sus impagables cuentas), la realidad –y la Historia– indican que aquí hay un solo ladrón: el Estado. Por qué, en un enigma indescifrable, la mayoría de la sociedad argentina siente simpatía por este criminal consuetudinario, puede quedar explicado, en el caso de las jubilaciones, por la supina ignorancia que la sociedad delata tener cuando utiliza expresiones equivocadas para referirse al sistema de reparto. Por eso, para aquellos que expresa o tácitamente opten por abandonar las AFJP y volver al regazo del Leviatán, debería –al menos– empezar a quedar en claro que los pronombres posesivos no son compatibles con el sistema estatal. Señores enamorados del Estado, sepan esto como mínimo: en ese sistema, sus aportes no serán suyos. Ya no tendrán derecho a referirse a su dinero como si realmente fuese suyo. Esa toma de conciencia será un mínimo acto de justicia para con un sistema que, encima de haberle robado a la gente, se da el lujo de que la sociedad crea que se maneja por los mismos principios que aquel que sí le asegura el derecho de propiedad a los afiliados. Cuando se comenzó a discutir la terminología de la ley, alguien con cola de paja propuso incluir la palabra “intangibilidad” para referirse a los fondos jubilatorios que pasarán al Estado. No pasó mucho tiempo antes de que otro político hiperrealista e hipercínico le recordara que la palabra “intangibilidad” ya había sido parte del nombre de una ley en la Argentina (la de “Intangibilidad de los Depósitos”, sancionada meses antes de que la Argentina declarara el default universal más grande de la historia económica mundial, confiscara los depósitos y esfumara de la faz de la Tierra miles de millones de dólares). Por las mismas causas, bien valdrá la pena prestarle atención al hecho de que, cuando el traspaso se ordene, una vez que las manifestaciones de voluntad expresas o tácitas terminen, los fondos en las AFJP estarán. Será mucho o poco, las jubilaciones seguirán siendo pobres o no, pero el dinero está. Nadie se lo robó. Allí figuran los nombres de quienes hicieron los aportes. Allí sí los aportes son suyos, allí sí nadie los tocó. Cuando esa misma alquimia pretendió hacerse en sentido inverso, lo único que se encontró fue miseria. La misma que encontraron los jubilados de reparto cuando fueron a cobrar lo que estaban convencidos eran “sus” aportes. El caso de las jubilaciones es uno más dentro de la pléyade de cuestiones inexplicables por las que es imperioso indagar el espíritu argentino para intentar averiguar por qué un pueblo tan golpeado repetidamente por el mismo victimario, tiene con él una relación de amor enfermizo que, si no se cura, terminará matándolo.

 
Un cambio improbable
Aunque el kirchnerismo consiga un nuevo mandato en las elecciones de octubre, nada hace suponer que habrá un cambio en la política económica. Por el contrario, cualquier modificación atentaría contra las mismas bases sobre las que detenta su poder.
En los últimos días, me han preguntado si el presidente Néstor Kirchner cambiará la política económica después de las elecciones. Obviamente, esta pregunta parte del supuesto de que Kirchner (o el pingüino o la pingüina que designen como candidato a presidente) logrará ganar en octubre, ya sea en la primera o en la segunda vuelta. Supongamos que gana un pingüino. La respuesta es que por supuesto que puede cambiar. Sin embargo, la pregunta que se formularía el nuevo presidente kirchnerista sería: “¿Por qué voy a cambiar si con esta política me fue bien? Si gané las elecciones con esta política económica, ¿para qué cambiar?”. Claro, esto supone un análisis muy superficial y de corto plazo de la política económica, pero a juzgar por las medidas que vienen tomando, es obvio que la improvisación prima sobre los proyectos de largo plazo en las políticas públicas del Gobierno. Basta ver cómo se viene enredando cada vez más con el control de la inflación, al punto de que la nueva política de Estado está centrada en el precio de la lechuga, para darse cuenta del lío económico en que está metido. Un gobierno que le dedica tiempo al control del precio de la lechuga refleja tener muy poca lucidez en el campo de la economía. Semejante preocupación es casi una promesa de fracaso en el mediano plazo. De manera que el primer problema que le veo a un eventual cambio en la política económica del Gobierno son las fuertes limitaciones intelectuales que viene mostrando al respecto. El primitivismo de las medidas es tan grande, que apostar a un cambio es casi un ejercicio de ciencia ficción. Pero transitemos la ciencia ficción y supongamos que gana el kirchnerismo y decide cambiar la política económica. ¿Qué cambios supondría? Por ejemplo, encarar en serio el problema de la inflación y dejar de emitir para sostener el tipo de cambio. Si el Gobierno dejara flotar libremente el tipo de cambio, bajo las actuales regulaciones, el mercado quedaría ofrecido, el tipo de cambio bajaría y la recaudación del impuesto a las exportaciones se reduciría o directamente se extinguiría. Esto lo llevaría a no tener caja para sostener el aumento del gasto público. De manera que para dejar de ocupar su tiempo en el precio de la lechuga y controlar en serio la inflación, lo primero que tendría que hacer el Gobierno es dejar flotar libremente el tipo de cambio, a costa de perder ingresos fiscales por las razones explicadas. En segundo lugar, debería agradecerle los servicios prestados al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y adjudicarle alguna embajada o bien mandarlo a su casa. Con esto estoy diciendo que los precios deberían quedar liberados nuevamente y debería aceptarse pagar el costo político del reajuste de precios relativos. Reajuste que incluiría las tarifas de los servicios públicos y los combustibles, entre otros. Al mismo tiempo, debería dejar de repartir subsidios a diestra y siniestra para “contener” los precios. Por ejemplo, el transporte público tendría que reajustar sus tarifas y dejar de percibir los subsidios que actualmente recibe. Con semejante cambio de precios relativos y sin tener a quién echarle la culpa del salto inflacionario, el Gobierno se vería sumamente comprometido políticamente. En tercer lugar, debería congelar el gasto público. En vez de aumentarlo al ritmo del 25% anual como lo viene haciendo, tendría que apretar el freno, particularmente en el rubro de las obras públicas. Recaudar menos por los derechos de exportación y dejar de aumentar el gasto iría en contra de la hegemonía política que inspira los actos del Gobierno. Dicho en otras palabras, cambiar la política económica significa sacrificar el objetivo de poder absoluto y sumergir el país en un baño de sistema republicano. Esto implicaría aceptar la división de poderes y tener un gobierno limitado. Un gobierno que respete los derechos individuales. El problema es que con la vigencia de la división de poderes el Ejecutivo puede ser cuestionado por sus actos de gobierno, no sólo por el Parlamento, sino también por la Justicia. Y un gobierno que ha sido muy poco transparente en sus actos y se ha ganado tantos enemigos, corre el riesgo de tener que someterse a incesantes excursiones a los tribunales en caso de que impere un sistema republicano de gobierno. Desde el mismo inicio de su gestión, este gobierno utilizó el monopolio de la fuerza del Estado para intimidar a los adversarios políticos, a los que piensan diferente o a los que quisieron actuar de forma distinta a lo que indicaba el Ejecutivo. Borocotizó la política y estableció un sistema de “adhesiones” en base a la caja. Por lo tanto, el Gobierno no tiene lealtades. Quienes hoy son kirchneristas mañana van a cambiar de camiseta con una rapidez inusitada. Si alguien consigue adhesiones en base a la billetera, tiene que saber que esas adhesiones pueden transformarse en una traición ni bien comiencen a cambiar los vientos políticos. Dicho en otras palabras, Kirchner acumuló poder cooptando traidores, en consecuencia, para mantenerlos disciplinados, tiene que mantener su esquema de acumular poder e incrementar las presiones en la medida en que soplen vientos diferentes. A los traidores tendrá que someterlos con el pánico. Con esto estoy diciendo que más que un cambio de políticas en un posible segundo mandato, creo que aumentarán las inclinaciones autoritarias, por simple instinto de supervivencia. Por otro parte, la estabilidad en las reglas de juego y el respeto por los derechos de propiedad son condición necesaria para atraer inversiones. Cambiar de política económica supone un gobierno subordinado a la ley, pero un gobierno subordinado a la ley es lo contrario a un gobierno autocrático. Así, el autoritarismo será cada vez más necesario para tratar de salvar el pellejo. De manera que, de producirse un segundo mandato kirchnerista a partir de octubre, no me imagino a un gobierno respetando la iniciativa privada, reduciendo impuestos, bajando el gasto o integrando a la Argentina al mundo. Por el contrario, me imagino a un gobierno lanzado a una orgía de arbitrariedades, las que necesariamente aumentarán en la medida que la política económica haga más agua que ahora por el lado de la inflación. Dicho de otra manera, si hoy, con una inflación que empieza a desbordarse, el Gobierno se mete con el precio de la lechuga, es fácil imaginar el autoritarismo que imperará cuando Moreno, finalmente, sea derrotado por la verdura.

 

Lectura para padres:
Homeschooling o esta escuela no me enseña lo que necesito
La educación, la profesión de docente y el aprendizaje se encuentran en crisis. Sucesivas reformas han fracasado. Basta con comprobar la deserción en los niveles primario, secundario, terciario y universitario para cuestionarse qué ocurre. Ni hablar de los fracasos en evidencia cada vez que se rinden exámenes de ingreso a, por ejemplo, la universidad pública. Comienza otro año escolar: ¿tiene sentido o sólo se trata de depositar a los estudiantes en algún sitio? La revista EDICIÓN i investigó nuevas tendencias que produce la crisis actual:

CIUDAD DE BUENOS AIRES (EDICIÓN i). Cuando comenzó a investigar el tema, la periodista española Laura De Rivera descubrió el caso de Irene, de 11 años, quien estaba apabullada por qué le ocurriría en el colegio. La angustia era su compañera y prefería faltar a concurrir. Su padre, docente, le propuso que abandonara y ella eligió un taller de plástica y un curso de teatro en la Universidad de Deusto. Irene descubrió que le fascinaba el vestuario de la película ‘Lo que el viento se llevó’, y a los 12 años realizó su primer vestido de época a tamaño natural. Su interés por la costura fue creciendo, hasta hacer del vestuario para teatro su profesión. En enero de 2007, con 28 años, ella reconoce que dejar de ir a la escuela le enseñó a satisfacer sus intereses “y a desarrollar mi capacidad de esfuerzo”. La tarea que debía abordar De Rivera era si el caso de Irene se trataba de una excepción o la posibilidad de una nueva tendencia pedagógica. Por esto consultó a Lucía, una psicóloga madrileña especializada en niños y adolescentes, que le respondió: “Los consultorios se encuentran repletos de jóvenes que no soportan la presión escolar, que se aquejan del acoso y malos tratos por parte de sus compañeros o de los propios profesores”. Es más: Lucía y su esposo Pedro decidieron educar a sus hijas Clara, de 9 años, y Azucena, de 6 años, en su propio hogar. No se trata de falta de dinero ni de pereza sino de una decisión meditada de los padres. Y no solamente por ellas ya que es una opción reconocida en la legislación de países como Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda, Francia y USA, país pionero en el movimiento ‘Homeschooling’ (educación en casa), que avanza presuroso en el planeta. En USA, el Departamento de Educación estima que 1,1 millón de estudiantes, de entre 5 años y 17 años, reciben su formación para la vida fuera de la enseñanza convencional. En España, este comportamiento es recién incipiente y Juan Carlos Vila, presidente de la Asociación para la Libre Educación, estima en 2.000 familias, probablemente 4.000 niños, pero su colega Xavier Alá, director de la escuela a distancia Clonlara España, agregó: “Hay mucha gente que no ha salido del armario todavía, que ya educa a los niños en casa pero no lo dice por el qué dirán, por el statu-quo”. En la Internet han surgido varios foros de discusión de padres que han decidido no escolarizar a sus hijos. Y ya existen dos asociaciones que los nuclean: la Asociación para la Libre Educación, que cuenta con 150 familias registradas, y Crecer sin Escuela, que nació a partir del movimiento Growing Without Schooling fundado por el pedagogo John Holt, principal ideólogo de la educación en casa. Holt era un profesor que, desengañado del sistema escolar, decidió impulsar una organización que sirviese de apoyo y estímulo a padres. Su motivación era una cita de Albert Einstein que encabeza uno de sus libros (‘Enséñate a ti mismo’, o ‘Teach Your Own’): “Es casi un milagro que los modernos métodos de instrucción no hayan estrangulado totalmente la curiosidad de averiguar. (...) Es un grave error pensar que el placer de observar e investigar pueda ser promovido por medio de la coerción o el sentido del deber”. Holt llegó a la conclusión, a principios de los ‘70, de que los movimientos para reformar la escuela eran una “ilusión”, porque muy pocos padres y profesores estaban dispuestos a aceptar los desafíos que implicaba. “La gente insiste en que las escuelas sean duras y crueles con sus hijos, porque es como creen que el mundo funciona realmente”. “No puedo evitar estar de acuerdo con Krishnamurti cuando dice: ‘Lo que ahora llamamos educación es acumular información a través de los libros, algo que puede hacer cualquiera que sepa leer”, había escrito Penny Barker en uno de los boletines que edita desde 1977 la citada organización. Los padres de Karen, Juan y Helen, explicaron en aquella nota que la escuela tiene una actitud equivocada hacia la infancia, y que su sistema coercitivo no favorece la maduración. El diario ‘El País’, de Madrid, publicó el 28 de mayo de 1991 un pionero artículo firmado por César Díaz, quien había investigado el caso de Karen, una niña hispano-irlandesa de 12 años, residente en Pontevedra, Galicia, hija de un matrimonio de psicoterapeutas, y que nunca había asistido a la escuela. Por aquel entonces, según el diario ‘The New York Times’, en USA era 300.000 los casos similares, y que no se trataba de desescolarización por motivos socioeconómicos ni geográficos. “Sabemos que no es una opción que pueda seguir todo el mundo. En nuestro caso es fácil, porque trabajamos en casa. También sabemos que hay situaciones familiares en las que es mejor que los hijos vayan al colegio”, advirtieron. “Si Karen quisiera ir, podría hacerlo. Quizá vaya a un instituto si lo desea. La vemos muy bien, más madura que los niños de su edad, pero sin dejar de ser una niña. Lee mucho. Estamos seguros de que no tendrá problemas para superar un examen de graduado escolar”, agregaron.Karen ya se ha graduado de la Trinity College, Dublín, Irlanda. Por entonces el movimiento ‘Educados en Casa’ comenzaba a expandirse por Francia, Australia, Canadá y Reino Unido. Las familias que participaban eran muy heterogéneas: desde integrantes de comunidades religiosas a personas que desconfiaban de la escuela como el medio más idóneo para el desarrollo personal e intelectual de sus hijos. César Díaz se preguntó por qué el sistema escolar se pone nervioso ante el ejercicio de esta alternativa. El sociólogo Mariano Fernández Enguita le respondió que “si se demostrase que los niños pueden aprender lo mismo en menos tiempo, se descubriría que la verdadera función del sistema escolar es la custodia de los niños e inculcar el sentido de la disciplina”. Luego agregó: “Algunos estudios han demostrado que la mitad del tiempo en las aulas se dedica a mantener el orden”. Fernández Enguita concluyó: “A finales del siglo pasado se empezó a experimentar el sistema de enseñanza que tenemos ahora, y se demostró que no era más eficaz para transmitir conocimientos. Sin embargo, es el adecuado para inculcar el sentido de la disciplina, y por eso se necesita que los niños estén mucho tiempo escolarizados. A mi me gustaría que mi hijo no fuese a la escuela, pero es imposible con el tipo de vida que tenemos”. EJERCER LA LIBERTAD El Estado aún no ha percibido el enorme desafío que supone la desescolarización, tanto para la enseñanza pública como privada. En la Argentina tampoco ha comenzado el debate que sí ha ocurrido en otros países acerca de si el Estado tiene o no el derecho de imponer la escolarización en contra de la voluntad de los padres. Todo lo contrario: para los gobernantes argentinos y un amplio universo de la población, el Estado tiene la obligación de imponerla y hasta acaba de extenderse de la educación primaria a la secundaria completa. Sin embargo, Elsa Haas, una estadounidense que participa del movimiento Growing Without Schoolig o, en español, Aprender Sin Escuela, explicó: “La libertad de pensamiento debe incluir la libertad de aprendizaje”. Probablemente el pensamiento restringido, circunscripto, limitado de estos tiempos tenga su origen en la negación de la libertad de aprendizaje. Laura De Rivera dio con Paula, una madre española que alegó ante el Ministerio de Educación la posibilidad de que su hijo Pablo siguiera un programa especial de educación a distancia por sus continuos viajes familiares de trabajo. Esto ocurrió cuando Pablo tenía 8 años, y hoy tiene 15. Ese programa especial asigna a los padres la lista de libros que sus hijos deben seguir y los conocimientos que el niño debe adquirir, con exámenes trimestrales similares a los realizados en el colegio. “Pero, ¿por qué tenemos que desconfiar de su capacidad para aprender? ¿Por qué hay que estar poniéndoles pruebas continuamente?”, se quejó Paula. Ella inscribió a Pablo en la escuela estadounidense Clonlara, pionera en la enseñanza a distancia, que en el 2002 abrió una sucursal en España. Paula defiende que los niños aprenden por sí solos y que el papel de los progenitores debe ser asesorar y no imponer. “Aprender a decidir, a mandarse a uno mismo cuando nadie te dice lo que tienes que hacer, es la lección más difícil y más importante”, afirma. Más que convertirse en sustitutos de los profesores, el rol de estos padres consiste en fomentar el aprendizaje autodidacta de sus hijos, facilitándoles los medios para satisfacer su curiosidad natural. Son materiales asequibles, más baratos que los de una escuela ordinaria: libros (de la biblioteca más cercana), Internet, documentales, cursos de idiomas por computadora... y mucho tiempo para conversar, viajar, trabajar juntos. El mayor obstáculo consiste en que la sociedad moderna, la incorporación de la mujer al trabajo, la separación de los abuelos, etcétera, hacen necesario que las escuelas se ocupen más tiempo, y a una edad más temprana, de los niños. Pero, ¿es el mejor rol el de los docentes? Clara y Azucena, las hijas de Lucía y Pedro, siguen el método japonés Kumon para aprender matemáticas, inventado para aprender cálculo a distancia. El Kumon se ha convertido para las dos niñas en un ritual ineludible: le dedican 15 minutos cada mañana, incluyendo fines de semana y vacaciones. ¿Quiénes son responsables de controlar que esto ocurra? Lucía y Pedro.
La implicación de los padres es una de las claves de la enseñanza en casa. En la mayoría de los casos, son ellos quienes se encargan de acompañar a sus hijos durante ese tiempo que los otros niños pasan en el colegio; sólo una minoría se apoya también en profesores particulares. El esfuerzo requiere una dedicación a tiempo completo, por lo que muchas de estas familias están formadas por padres que trabajan en casa y se turnan para acompañar a sus hijos. Por esto no es una opción para todo el mundo. En el caso de Lucía y Pedro terminaron saliendo de la populosa Madrid a un pueblo en Ávila: “Es cuestión de prioridades”, señalan. Según cuenta Carmen Ibarlucea, una de las madres de la Asociación para la Libre Educación, en la propia web de la asociación, “es una opción minoritaria, pero igual que la gente se endeuda para adquirir una vivienda de lujo, yo puedo posponer mi desarrollo profesional o incluso suicidarme laboralmente para pasar la mayor parte del tiempo con mis hijos”. José Luis Pedreira, psiquiatra infantil en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid y autor de un prestigioso estudio sobre acoso escolar o ‘bullying’ (un enorme problema en la España contemporánea), reconoció algunos pros de la no escolarización: “Disminuye la posibilidad de enfrentarse con el bullying, no existe contaminación educativa respecto a los valores con los que la familia quiere educar a sus hijos y, además, se evita el contacto con factores de riesgo, como el consumo de drogas”. Sin embargo, en el otro lado de la balanza, Pedreira consideró que no ir a la escuela convencional “disminuye la socialización y crea un nivel de discriminación en el niño cuando se le compara con otros de su edad. La educación no son sólo contenidos, es la interacción continuada con todo tipo de personas, incluidas las que piensen de forma diferente; ello enriquece el proceso de crecimiento personal. En la educación en casa, esto sufre una restricción importante. La riqueza está en el contraste entre los valores que un niño aprende en casa y los que ve en el cole. Además, no escolarizar supone una salida tangencial de la familia, en vez de pelear por el cambio social educativo desde dentro”. Sin embargo, ninguno de los padres entrevistados identificó algún problema acerca de la socialización y afirman que sus hijos se integran como cualquier otro. Sí destacó el planteo de Paula, quien dijo que hacían falta “lugares donde los niños no escolarizados puedan reunirse de forma habitual, con monitores que los orienten y apoyen para que puedan hacer lo que les interesa”, tal como sucede en New York, donde Prospect Park, en el barrio de Brooklyn, se ha convertido en punto de referencia de ‘los sin escuela’. Como alternativa a tener a sus hijos todo el día en casa, algunos padres que no desean llevarlos al colegio oficial han optado por las escuelas libres. Por lo general, son centros no reconocidos por el sistema oficial de enseñanza, están en áreas rurales y tienen en común un horario reducido . Los referentes pioneros son en Inglaterra (Summerhill School), Ecuador (Fundación Pestalozzi) o USA (Sudbury School). EL DEBATE Educadores y observadores de este movimiento plantean dos objeciones fundamentales: > Si padres bienintencionados pero mal preparados dañarían irremediablemente la formación de sus hijos; y > Si el aislamiento de los niños dañaría el desarrollo de sus habilidades sociales, una de las principales justificaciones del sistema escolar obligatorio. A ellos les refuta Elsa Haas: “En la escuela, los niños están la mayor parte del tiempo sentados en sus pupitres, y los profesores están frecuentemente diciéndoles que se callen”. Los mentores de este movimiento promueven, por ejemplo, el aprendizaje de profesiones que atraiga a los jóvenes, con periodos de prácticas voluntarias. Asimismo, opinan que los colegios deberían dar la opción de asistir sólo a las lecciones que eligieran los niños. ¿Y qué ocurre con la universidad?Los promotores de esta tendencia señalan el famoso caso de una familia californiana, en la que tres de sus cuatro hijos fueron admitidos en la Universidad de Harvard sin haber pasado antes por una institución escolar. El cuarto no tenía aún la edad suficiente. El mayor, Grant Colfax, que también había sido aceptado en Yale, obtuvo una puntuación de 600 sobre un total de 800 al realizar la prueba de aptitud, y posteriormente obtuvo el ‘cum laude’ al graduarse en 1987. Sin embargo, los impulsores de este movimiento opinan que no se puede medir su validez por el éxito académico o profesional de las personas que lo practican. Para ellos no se trata de establecer una competencia, y consideran que padres sin una preparación académica pueden ayudar también a sus hijos a que aprendan. Para sus detractores, no llevar a un niño a un colegio normal equivale a aislarle en una burbuja de la que no puede salir preparado para enfrentarse al mundo real. La educación obligatoria comenzó en Occidente a finales del siglo 17 y comienzos del 18 en los estados alemanes de Gotha, Heidelheim, Calemberg y, particularmente, Prusia. En los Estados Unidos, el primer estado en aprobar una ley de educación obligatoria fue Massachusetts, en 1789, pero no fue hasta 1852 que estableció un verdadero “sistema moderno de educación obligatoria estatal”. Domingo F. Sarmiento fue un gran admirador del sistema educativo estadounidense y lo incorporó a la Argentina. Durante este período lo usual era que la mayoría los padres utilizasen libros destinados a la educación en el hogar; o apelaran a los servicios de maestros itinerantes, en la medida que los medios y la oportunidad lo permitiesen. Después que Massachusetts impusiera su sistema, otros estados comenzaron a hacer obligatoria la asistencia a las escuelas, pero hacia 1912, A. A. Berle de la Universidad Tufts afirmó que los 20 años previos de educación masiva había sido un fracaso y que cientos de padres le habían consultado cómo podían educar a sus hijos en casa. A comienzos de la década de 1970, cuando las premisas y la eficacia de la educación obligatoria fue cuestionada mediante la publicación de libros tales como ‘Deschooling Society’, de Ivan Illich, 1970; y ‘No más Escuela Pública ’), de H. Bennet, 1972; apareció John Caldwell Holt, quién escribió en 1976 ‘En lugar de la Educación: Formas de enseñarle a la gente a hacer mejor las cosas’. Después de la publicación del libro, Holt fue contactado por familias estadounidenses que habían tomado la decisión de educar a sus hijos en casa. A partir de entonces, Holt comenzó la publicación de una revista dedicada a la educación en el hogar llamada ‘Growing Without Schooling’. En la segunda mitad de la década de los años ‘70, los educadores Ray y Dorothy Moore comenzaron a documentar y publicar los resultados de su investigación sobre la optimización educativa en niños, cuyo hallazgo principal fue que los niños no deberían entrar al sistema educativo formal hasta tener al menos 10 años de edad, para así obtener resultados educativos y sociales óptimos. La filosofía básica de John Holt acerca de la educación es bien simple: “Yo quiero dejar en claro que no veo la Educación en el Hogar como un tipo de respuesta a lo deficiente de las escuelas. Yo creo que el hogar es la base adecuada para la exploración del mundo que entendemos como aprendizaje o educación. El hogar sería la mejor base no importa cuan buenas sean las escuelas”.

 
Plagio
Hace poco se conoció un fraude al que se le dio poca trascendencia por haber ocurrido en el ámbito de la cultura. Se trata del plagio cometido por el autor de la novela que ganó el prestigioso concurso "La Nación-Sudamericana". Según el jurado, el sujeto, Sergio Di Nucci (periodista colaborador en el diario "Página 12" ), copió una buena parte de una novela española de la década del '40 para terminar su Bolivia Construcciones , libro con el que luego ganó los 60 mil pesos del premio, además de la publicación. Es un hecho de corrupción privada que puede parecer menor por lo acotado del ámbito que involucra. Sin embargo, revela como pocos hasta dónde puede llegar el doble discurso de muchos. Antes del escándalo, Di Nucci se llenó la boca dando cátedra sobre los dramas de los bolivianos en el país, aseguró que donaría el premio a un club de esa comunidad e, incluso, reflexionó sobre las malas artes argentinas comparadas con lo genuino de la moral boliviana. Una postura políticamente intachable. Claro que, en verdad, no es otra cosa que la fachada de un plagiador que engañó a un jurado de notables aprovechándose de la vastedad de la literatura de habla hispana.

 
Connivencias
En lo que concierne al tema de la delincuencia en el fútbol, la clave del comportamiento de buena parte de los comunicadores y hombres públicos argentinos parece consistir en el siguiente ardid: levantar el dedo acusador y vociferar gallardamente, siempre que hacerlo no comprometa su adhesión al catecismo "progre", de cuyo recitado sus carreras dependen. ¿Individuos mil veces prontuariados, reincidentes y hasta con condenas en suspenso ambulan libres por calles y canchas a tenor del garantismo jurídico, cometiendo desmanes y crímenes? Pues bien: no es cosa, por estas horas, de decir ni media palabra contra el fetiche garantista de aclamación forzosa. Lo que aconseja el manual del ciudadano progre es emprenderla al instante contra algún blanco políticamente correcto. Por ejemplo, la policía. La culpa de que cometan tropelías en los estadios delincuentes que debieran estar presos no es de quienes los dejaron libres ni de las leyes que los alientan a hacerlo, sino de la policía, por esto, por aquello o por lo que sea. Algo así como temer a los incendios pero odiar el agua.

 
Responsabilidad
En todas sus variantes, la evasión impositiva entraña lealtad cívica y perjuicio material. Incluso cuando la pavorosa, inadmisible, criminal desasistencia de prestaciones en que incurre a diario un Estado como el nuestro podría alentar (y alienta) el cinismo del contribuyente, que acaba por concebir legítimo estafar al Estado dado el modo en que el Estado lo estafa a él, no debiera ser aceptado el principio evasivo por ningún hombre de buena voluntad. Todavía más deshonroso vuelve a este delito en la Argentina el hecho de que quienes lo perpetren sean, en algunos casos, quienes menos apremiados de dinero están y quienes, por el liderazgo natural a que el destino los invita, más interesados deberían mostrarse en evitar el actual curso de colisión social. Porque la inequidad de esto es patente en un país inequitativo, que tiene todo para no serlo.

viernes, febrero 16, 2007

 
Bochazo
Acaso la puntual, recurrente y azorante costumbre de los estudiantes platenses de fracasar cada año, en porcentuales calamitosos, cuanto intentan su ingreso a la universidad de esa ciudad, esté anunciando que algún hado adverso ha convertido a la capital de la provincia en un cenagoso bolsón de ignorancia juvenil. Pero no es así. En sus exámenes de admisión, la Universidad de La Plata exige lo que otras casas de altos estudios, sólo que, a diferencia de muchas de éstas, publica los resultados de los exámenes. Adviértase, por un lado, que dichos exámenes sólo evalúan la aptitud adquirida en el colegio secundario y no exigen del muchacho o la muchacha destrezas propiamente universitarias. El acervo de estas últimas sería el que adquirirían en sus estudios ulteriores si consiguiesen empezarlos, cosa que les impide el pésimo grado de instrucción recibido antes. Por otro, que el fenómeno viene de lejos y ningún gobierno --por mucho que hayan modificado las currículas y cambiado los planes-- ha podido revertirlo. El problema no está en la Universidad de La Plata, sino en la educación secundaria argentina.

 
Mentalidad
Resulta patético que Cristina Kirchner haya tenido que viajar a París usando los dineros del Estado para ganar exposición pública, pero hay algo más patético aún y es el modo en que copian servilmente las formas de su detestada oligarquía. Hace cien años, las señoras buenamozas también viajaban a París, todas alquilaban palacetes y abrían salones en la Avenue Montaigne para hacerse ver. Pero hoy resulta que, vuelven a ponerse el anillo en la nariz y viajan otra vez a París, en pos de la legitimidad capitalista. En verdad, no ha cambiado nada. Ningún diario francés aludió a la visita de la buena señora y toda la bambolla de la prensa amarilla se armó aquí, en la Argentina, porque nuestro pueblo también cree que la metrópoli sigue siendo Francia, y como Gardel, que "si resulta salvado el hombre / pianto los tungos, rajo a París..."

 
Servilismo
El gravísimo error de ayudar a los desocupados mediante subsidios atribuidos por punteros políticos se percibe totalmente ahora, con episodios como el tiroteo en las instalaciones societarias de River Plate o la quema intencional de una villa miseria bajo una autopista porteña. Es que los punteros arman verdaderos ejércitos privados que luego alquilan: Luis D'Elía, por ejemplo, domina unos 40 mil subsidios y se anotan con cifras algo menores Emilio Pérsico y Raúl Castells, entre los más notorios, pues el poder territorial es infinito y se fracciona en mil caudillos menores, todos en conflicto entre sí. Si el influyente ya es gobierno y puede nombrar a los "puntos" como empleados públicos, alquilará directamente sus huestes a la Casa Rosada. También pueden asistir de mañana a un acto periférico de Néstor Kirchner o cortar rutas o a la tarde operar como barra brava del fútbol y, a la noche, disputar con las bandas rivales la geografía suburbana de las drogas. ¡Qué distinto habría sido todo si se hubieran concedido tierras fiscales a los indigentes, aun a fondo perdido, y se les hubiera puesto en el camino de ganar la vida...! Ahora, esas tierras se venden por Internet, pero en vez de haberse creado un grupo de ciudadanos libres y autosuficientes, tenemos un 27% bajo la línea de pobreza, que están obligados a acatar las órdenes de los punteros.

 
Arsenales
Si las indignadas y solemnes apelaciones al sentido del deber de los políticos argentinos sirviesen para algo en materia de seguridad deportiva, delincuencia y fútbol serían, a esta altura, dos conceptos tan compatibles y cercanos entre sí como política y decoro. De que no sirven para nada y de que, contra tanta fraseología pacata y huera, seguirán sin servir en el futuro, es prueba suficiente el hecho de que algunos clubes hayan pasado de sufridas víctimas de hinchas mafiosos a ser depositarios de las armas de éstos. Algo así como arsenales de una futura "patria futbolera", cuyos negocios intra y extrafutbolísticos bien pudieran llegar a ser tan pingües como los de pasadas patrias. Pero no es cuestión de quedar sin número en el concurso de frases indignadas (pues quien no las pronuncia parece no estarlo). Así que digamos la nuestra, que tampoco servirá: ¡Qué vergüenza!

 
Operación lechuga
Así dibujo el gobierno el indice de precios
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Por jorge lanata

PERSONAJES: FELISA: tiene unos cincuenta años, pero representa más. Está abatida. Su corte de pelo recuerda vagamente a Anjelica Huston, y así la bautizó Página/12 apenas asumió en su ministerio. Intuye que a su alrededor todos conspiran para tenderle un puente de plata, quizá la salida elegante de su sillón hacia otro en el Congreso. En ese caso, será la última en enterarse de “la gran Bielsa”. GUILLERMO O “EL PORONGA”: escucha ópera en su discman y habla por celular a la vez. Tanta tecnología contrasta con su aspecto: parece haber salido recién de una Polaroid de los setenta; bigote semimexicano y mirada altiva. Es entrador, simpático y un poco violento en sus ademanes. Todo el tiempo busca algo en el bolsillo de su pantalón. Le encanta asustar a las abuelitas, pero con menos elegancia que los poetas surrealistas en el París de los años treinta. Coger, penetrar, violar, meter son sus verbos preferidos. Se desconoce si por ausencia o por obsesión. BEATRIZ o “TROYA”: ya lleva varias semanas en el INDEC pero recién ahora todos acaban de comprender su rol. Aún no firma, a la espera del decreto que la nombre en el cargo. Es el objeto de todas las miradas del edificio. Le sonríe a Felisa y obedece a Guillermo. MEN IN BLACK: tres policías de civil que custodian a Beatriz y no la abandonan ni a sol ni a sombra. Tienen la típica mirada del que busca sospechosos y no pronuncian palabra alguna. Sólo se alejan unos pocos metros del escritorio de su jefa. ALBERTO: opera desde las sombras. Una especie de Ricardo III, pero sin joroba y con más ahorros en el banco. Cree que su poder será permanente. Desconfía del “Poronga” porque intenta jugar fuerte en la interna de la Capital, abriendo siete unidades básicas con muchachos simpáticos y “pesados”. FUNCIONARIOS: todos tienen el mismo rostro. Son especialistas en supervivencia y nunca pronuncian juicios demasiado inequívocos. Su poder es la ambigüedad. EL DIRECTOR: sólo aparece su nombre en una pequeña placa de bronce. Se dio a la fuga. Su salud es endeble. La escena transcurre en un edificio ubicado en Diagonal Sur, frente al monumento a Roca. Es el Instituto Nacional de Estadística y Censos. PRIMER ACTO Vencido el plazo, todos dejaron de mirar el reloj. Por primera vez en el año, el índice de precios sería impuntual. Era lunes a la tarde y nadie se animaba a firmar el informe. La tarea le correspondía a Beatriz Paglieri, el reemplazo de Graciela Bevacqua, pero el decreto con su nombramiento aún estaba a la firma. Paglieri no podía firmar pero bien podía cuestionar: se enfrentó toda la tarde con los técnicos y directores, y en cada cruce tomó un respiro para llamar al celular de Moreno y pedir letra. Finalmente, el secretario de Precios había logrado “penetrar” al Instituto. Mario Krieger, director adjunto, y Julio Rotman, director nacional de Estadística y Precios de la Producción, pusieron la firma para avalar el número. El edificio de Diagonal Sur estaba paralizado: la chica de informática que mensualmente recibe los datos y los sube a la página se comía las uñas y miraba todo el tiempo el reloj. Estaba trabajando fuera de horario, pero lo mejor era no hacer preguntas. Recién después de las siete, Mario Krieger le pasó la inflación oficial. Turismo, prepagas y lechuga fueron los aumentos que se dibujaron por decreto. Con el 1,1% , el trabajo de Moreno volvía a cobrar sentido. La “Operación Lechuga” fue simple: con un promedio de 21% de aumento en las verduras, la lechuga se acercaba al treinta. Se interpretó ese dato como un error y se lo promedió con una “bolsa de verduras”, que es lo que el protocolo técnico indica en el caso de un error puntual: así, la lechuga bajó del 30% al 9%. No hizo falta alterar otros precios de alimentos, aunque éstos eran en algunos casos desmesuradamente altos, algo que pudo observarse al día siguiente cuando, después de “caído el sistema”, se dio a conocer la Canasta Básica de Alimentos. Al 21% en verduras se le agregaba el 15% en frutas, 11% en asado (uno de los “cortes populares”), 14% en pollo, 12% en filet de merluza y 100% en el precio de la papa, que formó parte de los “precios sugeridos” por Moreno a 0,53 el kilo y fue registrado en enero por el INDEC en $ 1,02. En el caso de las prepagas, la mejor manera de modificar la realidad fue ignorarla: el 22% de aumento fue registrado como 2% para los planes con copagos. Y en el turismo se mantuvo una conducta similar: la muestra sobre el punto del propio INDEC fue reemplazada por otra de la Secretaría de Turismo que registraba un aumento del 0,03% sobre enero de 2006, aunque los alquileres subieron más del 20% y las carpas el 25%, para sólo citar dos ejemplos. La “excusa técnica” fue que las encuestas del INDEC fueron pobres o poco contestadas, por lo que se decidió tomar el “universo” y descartar el “área”. Mezclar universos con áreas es como sumar papas y destornilladores, de modo que los promedios de una misma área tienen, en diciembre y enero, orígenes distintos. Si se analiza la serie histórica, el aumento en turismo de 2005 fue de 13%, de 16% en 2006 y con un crecimiento aún mayor de 3,7% en enero de 2007. El fenómeno creado por el dibujo del índice es curioso: el crecimiento económico no se desaceleró, pero el índice de inflación bajó (ver cuadro adjunto).
Así, frente al 1,3% de enero pasado la inflación oficial fue del 1,1%. Los técnicos del Instituto, que habían amenazado con difundir los datos reales, finalmente se llamaron a silencio “para mantener la fuente de trabajo”. El número real oscilaba entre el 1,8% y el 2,1%, aunque algunas consultoras lo consideran aún más alto y el Financial Times evaluó la brecha entre la vida real y la oficial entre 3 y 5 puntos. El ex director de Estadística de Actividades Productivas del INDEC (entre 1984 y 1987), Víctor Beker, declaró a la revista Fortuna que “la inflación podría ser más alta en el mediano y largo plazo, porque los servicios no subieron tanto de precios como los bienes, se están consumiendo más que a mediados de los 90, y estos servicios son los que aún tienen margen para recuperar sus precios”. Los aumentos a los que se refiere Beker se concentran en los productos de consumo típicos de la clase media: alimentos y bebidas consumidos fuera del hogar, alquiler, comidas para llevar, viajes de media y larga distancia: la preocupación electoral del Gobierno tiene suficiente asidero.
SEGUNDO ACTO El juego del secretario “Poronga” está echado: el 1,1% de inflación oficial demuestra, en la virtualidad, que nadie “penetra” mejor a las empresas que el señor de bigote semimexicano. Su pelea con Felisa tiene aún un round pendiente: la designación de Daniel Carbonetto como asesor poronguil, que Felisa se niega a firmar. La ministra de Economía revisa su agenda exterior de 2007: la desvela recordar que Alberto y De Vido esperaron a que estuviera de viaje para nombrar a Beatriz Nofal en la Agencia de Inversiones. Con “el Poronga” en avance, los viajes de Felisa no pasarán de Chascomús. Finalmente, es probable que el sueño del “Poronga” desde enero de 2006 se haga realidad: ¿le negará Beatriz el acceso a la lista de precios protegida por el secreto estadístico? ¿Violará “el Poronga” el secreto? Los números muestran, sin embargo, que poco podrá resultar del deseado apriete a los almaceneros: un interesante trabajo del economista de la CTA Horacio Rovelli muestra que es la fuerte concentración económica la que hace que las grandes empresas fijen los precios. “Recordemos –dice Rovelli– que las primeras 500 empresas que más facturan del país lo hacen por más del 24% del PBI. Ello explica que mientras el IPC del INDEC desde la salida de la convertibilidad al 31 de diciembre de 2006 creció 91,3%, el Indice de Precios Mayoristas lo hizo el 194,9% (el mismo incremento que el dólar), y los precios de los Productos Primarios (acero, petróleo, cemento, etc.) acumularon un incremento del 302,5%”. A la hora de elegir, “el Poronga” sabe que esa gente juega en serio, y que no se trata de un grupo de almaceneros. Ya no duda, como Charley Partanna frente a Anjelica Huston en El honor de los Prizzi: —Do I ice her? Do I marry her? (¿La congelo? –la mato– ¿Me caso con ella?) “El Poronga” saludará en el atrio.
IN DECK: Néstor Kirchner, ‘dibuja, dibuja que algo quedará...’

 
¿Qué es?
A pesar de la recuperación asombrosa que muestran los indicadores económicos, los argentinos seguimos sintiendo que las cosas no están tan bien como deberían.
Los indicadores económicos muestran una recuperación que asombra incluso a los observadores extranjeros. Los salarios subieron más que la inflación, el PBI creció a tasas cercanas al 9% durante los últimos tres años, el desempleo cayó, las exportaciones y las importaciones aumentaron, la construcción de edificios vuela, el turismo extranjero crece como nunca antes, el movimiento por las vacaciones de los propios argentinos superó niveles históricos… Sin embargo, a pesar de todas estas variables positivas de la fotografía argentina, hay algo en el film que no está bien. Hay algo -que no sabemos precisar muy bien qué es– que no nos termina de convencer; es como si un ruidito insignificante, pero perceptible y molesto, sonara por detrás del aparentemente poderoso motor de un fórmula uno. La sensación de inseguridad callejera nos pone en un estado de alerta extraño y nada agradable. La permanente necesidad de mirar a los cuatro costados mientras se espera la luz verde de un semáforo, la inconsciente tendencia a esconder objetos valiosos en la mesa de un restaurante, el tener vedados ciertos lugares de la ciudad, todo ello contribuye principalmente a esa sensación de desasosiego, en medio de la aparente recuperación. Un evidente clima de agresión mutua –en el trato, en el tránsito, en los comercios– también forma parte de una realidad que esmerila, como una lima silenciosa pero pertinaz, el humor generalizado de la sociedad. La tendencia al grito, a la pelea, al gesto desmesurado, a la provocación –y en muchos casos a la procacidad–, el apuro, la intemperancia, la sobreabundancia de muchedumbres pero la inexistencia de una verdadera comunidad, son todos datos de una calidad de vida pobre y, muchas veces, verdaderamente desapacible. La aparición de la Argentina, entreverada entre los países más agradables para vivir, en una encuesta hecha por el diario español El País en ocasión de la Feria Internacional de Turismo de España (FITUR), asombró a más de uno de los que sabemos cuán lejos está nuestra cotidianeidad de ser “agradable”. La Argentina aparecía en el décimo lugar, después de países como Australia, Bélgica, Finlandia y Estados Unidos. Mientras tanto, seguimos sin saber qué es lo que sabemos que no está bien. Lo sabemos pero, paradójicamente, lo desconocemos. Nuestra sabiduría en esto se parece más a una intuición. Si por una existencia agradable y placentera, por una vida tranquila y apacible, entendemos un lugar donde la mayoría de las personas está abocada a perseguir lo que quiere en la vida, a establecer metas e invertir el tiempo en tratar de alcanzarlas, en un clima de cooperación y al mismo tiempo de sana competencia por mejorar y por disfrutar más del éxito, creo que nuestro problema radica, justamente, en nuestra relación con el logro, con la riqueza y con la emulación del triunfador. Más allá de las variables concretas que sabemos que no están solucionadas (el desempleo, la inflación, la inseguridad, la subvaluación de la moneda, la tendencia al monocultivo, la falta de inversión, el aislamiento internacional, la pobreza y la indigencia estructurales, la emisión de deuda para mantener el tipo de cambio, etcétera) hay una causa anterior y abarcadora que explica nuestras estrecheces y torna entendible nuestro desasosiego, aun en el medio del supuesto boom económico. Esa causa es de orden sociológico y cultural y tiene que ver con cómo nos aproximamos los argentinos al éxito propio y ajeno. Qué concepto tenemos del éxito, qué conocemos acerca de los requisitos para alcanzarlo y qué posición tenemos respecto de esos requisitos, es decir, cuán dispuestos estamos a seguirlos y cumplirlos para ser exitosos. ¿Estoy sugiriendo acaso que una sociedad exitosa desarrolla una cotidianeidad de vida más agradable? Sí, definitivamente. Donde quizás discrepemos es en la definición de “éxito”. Porque yo no me refiero aquí sólo al éxito económico –aunque sí lo incluyo, lógicamente–, me refiero al éxito como el logro de la meta que me propongo perseguir. Y esa cultura del logro y de lo que se necesita para alcanzarlo no está afianzada en la Argentina, y casi diría que quien tiene la dicha de manejarla no es bien visto en la sociedad. Por empezar, los argentinos tenemos una manifiesta tendencia a no aceptar el 100% de responsabilidad sobre nuestras vidas y nuestras decisiones. Siempre encontraremos algo o alguien en nuestro exterior (sea individual o nacional) para endilgarle la culpa de nuestra queja. “Nos sucede esto porque los norteamericanos se quieren quedar con nuestra agua”, “no tengo el trabajo que quiero porque nadie entiende que soy un fenómeno desaprovechado”, “no progreso porque no tengo suerte”, “estamos así porque la Argentina está geográficamente lejos de todo”, “la sociedad es sana pero quienes nos gobiernan son unos ladrones”, se escucha. Nada es nuestra responsabilidad, siempre la explicación por no alcanzar lo que queremos está fuera de nosotros mismos. En segundo lugar –y aquí sí hablando claramente del éxito económico–, los argentinos tenemos definitivamente una cuestión con el dinero. No hemos logrado digerir su persecución como un fin lícito. Y aunque lo deseamos como cualquiera, suponemos que sería mejor si se pudiera tener todo lo que uno quisiera sin la mediación del dinero. Como consecuencia obvia, no sentimos respeto por aquellos económicamente exitosos. Sospechamos de ellos y (decimos) que nuestra simpatía está con los pobres. No alcanzamos a entender que hay muchas posibilidades de que un país con inclinación empática por los pobres, sea pobre. A los pobres hay que generarles condiciones para que salgan de la pobreza, no tenerles simpatía. En todo caso, claro está, generar condiciones para que salgan de la pobreza sería nuestra mayor muestra de simpatía. En tercer lugar, es obvio que tenemos una concepción punitiva del trabajo. No consideramos al trabajo como una vía para realizar nuestros sueños, sino como una carga. Nuestra inclinación valorativa no reivindica el trabajo como medio de excelencia personal. En cuarto lugar, la Argentina tiene escasez de “soñadores”. Está claro que hay muchas personas que cada mañana se levantan con loables ideales de vida, pero la proporción de esa cantidad de gente deseosa de hacer lo que haya que hacer para cumplir su sueño, de tomar los riesgos que haya que tomar y de pagar los precios que haya que pagar, es proporcionalmente poca respecto del total de la población. Eso explica, en mucha medida, los niveles de agresión con los que uno se topa cotidianamente por la calle: cientos de miles de personas enojadas con el Universo porque no están haciendo lo que quieren, que no tienen lo que hay que tener para aceptar que la culpa de ello no es de los demás sino propia, no pueden tener una inclinación al gesto distendido y a la amabilidad. Como se ve, la clase de razones que uno encuentra para explicar qué es lo que nos falta para vivir agradablemente, incluso a pesar de la recuperación, no tienen sustento tangible. Son de orden psicológico y de base cultural. Y es eso mismo lo que explica por qué nos cuesta tanto convertir la recuperación en desarrollo y la bonanza económica en una vida apacible.

 
Argentina: ¿república o republiqueta?
A pesar de que el presidente argentino afirme que nuestro país no se rige con las reglas de una republiqueta, un examen detenido de nuestro sistema político hace surgir algunas dudas.
La semana pasada, el presidente Néstor Kirchner sostuvo, ante la visita de funcionarios del gobierno norteamericano, que la Argentina no era una republiqueta. Esta afirmación venía a cuento porque, según Kirchner, la Argentina no iba a dejarse presionar por el gobierno norteamericano para que un fondo de inversión comprara la empresa Transener. No es el objeto discutir si está bien o mal frenar la venta de Transener a Eaton Park. Lo que me interesa analizar es la expresión de Kirchner. ¿Somos o no una republiqueta? O, para ser más preciso, ¿somos o no una república? Antes de empezar a escribir esta nota, busqué el significado de republiqueta en el diccionario de la Real Academia Española y en otros diccionarios online, pero no encontré una definición para esta palabra (si algún lector ha logrado encontrar una definición de republiqueta, le ruego me lo haga saber). De todas maneras, podemos asimilar la palabra republiqueta a un pequeño país gobernado por algún déspota ignorante, que se maneja en base a los impulsos de sus caprichos. Una republiqueta sería un país que hace una parodia de la república, es decir, hace como que tiene un gobierno limitado, con división de poderes que se controlan entre sí. Hace como que tiene un gobierno que publica sus actos en forma transparente y sin distorsionar la información. En una republiqueta no existen los valores que imperan en una república. En este punto es importante distinguir entre democracia y república. La democracia es un mecanismo pacífico para cambiar los administradores de un país. Es lo que, en principio, le da legitimidad a la forma en la que el administrador llega al poder. La república es la forma de gobierno que adopta ese país, limitando, insisto, el poder del Estado para que éste no viole los derechos individuales. Un país en el que se respetan los derechos de propiedad, la libertad de expresión no tiene restricciones de ninguna clase, la información de los actos de gobierno tiene transparencia y es seria, los gobernantes no se colocan por encima del orden jurídico, sino que se subordinan a las leyes existentes y no tratan de manipularlas en beneficio propio. Una democracia sin república inevitablemente deriva en un sistema autoritario de gobierno, porque siempre van a existir los enemigos de la libertad que van a aprovechar sus beneficios para destruirla. Los enemigos de la libertad usan sus reglas para llegar al poder y controlar el monopolio de la fuerza para destruir los derechos individuales una vez que tienen ese monopolio. El gran desafío de los pueblos es lograr defenderse de los enemigos de la libertad sin que, para defenderla, se deba recurrir a métodos que la anulan. Los enemigos de la libertad también pueden intentar establecer un sistema autocrático mediante el uso de las armas y el terror, asesinando, secuestrando y robando. Si son derrotados en ese campo, a veces cambian su estrategia y optan por aprovecharse de los beneficios de la libertad para llegar al poder, como queda dicho en los párrafos anteriores. Es decir, cambian el uso de la fuerza y simulan querer incorporarse a los beneficios de una democracia republicana. Para que en un país exista libertad en el más amplio sentido de la palabra y su pueblo pueda progresar disfrutando de una buena calidad de vida, es necesario que se junten la democracia con la república. Si a la democracia se la priva del contenido republicano queda perfectamente pavimentado el camino hacia la dictadura, la arbitrariedad en los actos de gobierno, la ausencia de una justicia independiente, la carencia de transparencia en los actos de gobierno, la manipulación de la información, la falta de otros poderes que controlen y limiten al Ejecutivo y la restricción a la libertad de palabra, de educación y de ejercer toda industria lícita. En definitiva, en una democracia sin república lo que tenemos es una republiqueta con un gobierno autocrático que puede violar los derechos individuales en diferentes grados, dependiendo de la paciencia que tenga la población frente al atropello de sus gobernantes y del grado de represión que los autócratas ejerzan sobre la población. En una republiqueta, la ley está concentrada en el autócrata. Él puede decidir qué es legal y qué es ilegal de acuerdo a su conveniencia. Es más, al disponer de tal grado de arbitrariedad, puede llegar a decidir que las leyes tienen carácter retroactivo. Por ejemplo, alguien que actuó dentro del marco de la ley escrita puede ser sancionado por el gobierno autocrático de la republiqueta gracias a que en ese tipo de Estado las leyes pueden tener carácter retroactivo o incluso hasta pueden anularse, instrumento jurídico que no existe en las repúblicas, dado que en éstas las leyes se sancionan o se derogan, pero jamás se anulan. En una republiqueta, los que controlan el poder pueden disponer de los fondos públicos sin rendir cuentas. Y pueden girarlos al exterior sin informar a los ciudadanos qué hicieron con sus dineros. Los gobernantes de una republiqueta suelen viajar al exterior con fondos públicos para realizar giras sin ninguna utilidad para los ciudadanos y se hospedan, con sus comitivas, en los hoteles más caros, todo financiado por el súbdito contribuyente que debe pagar sus impuestos sin chistar. Porque en una republiqueta no hay ciudadanos, hay súbditos. Mientras estos viven como pueden, los gobernantes disfrutan de todas las comodidades y suelen obtener grandes fortunas aprovechándose del monopolio de la fuerza y la arbitrariedad que dicho monopolio les otorga. En una republiqueta, los gobernantes cobran impuestos y no se manejan en base a un presupuesto votado por el Parlamento, sino que disponen de amplios poderes para asignar la plata de los contribuyentes de acuerdo a sus conveniencias políticas. En una republiqueta, son escasos los verdaderos empresarios. Por el contrario, abundan los oportunistas que se acercan al autócrata para obtener beneficios derivados de las arbitrariedades del gobernante. En una republiqueta, los funcionarios aduladores del autócrata pueden amenazar a la gente que produce para que venda sus productos a los precios que el burócrata dispone. Ese funcionario utiliza el monopolio de la fuerza para violar el derecho de propiedad en beneficio político del autócrata. En una republiqueta, el autócrata grita, amenaza e inventa enemigos públicos internos y externos, todo para disimular su incapacidad para gobernar eficientemente y justificar sus arbitrariedades y la acumulación de poder. En definitiva, una república no se construye declamándola, sino con actos de gobierno que se ajusten a las reglas de un sistema republicano. En una república, los gobernantes adoptan políticas públicas de largo plazo en beneficio de los habitantes. En una republiqueta, las políticas públicas sólo tienen por objetivo concentrar cada vez más poder en el gobernante de turno. En base a todo lo dicho, le dejo al lector la libertad de opinar si la Argentina es una república con mayúsculas o tiene las reglas de una republiqueta. ©

viernes, febrero 09, 2007

 
Matemática
Ya que el poder absoluto corrompe absolutamente, el gobierno decidio corromper los números. El pretexto de que la funcionaria del INDEC Graciela Bevacqua debía, en razón de expirar el plazo de su contrato, indefectiblemente dejar su puesto en ese organismo, haría palidecer de vergüenza a cualquiera con un coeficiente intelectual cercano a la normalidad. El oficialismo parece creer que una prensa gráfica y televisiva en su gran mayoría adicta (por comisión y omisión) es poco premio para tanto merecimiento, y brega porque también le sea adicta la matemática. En este orden el gobierno persigue al propósito de que las cosas no sean lo que son sino lo que el poderoso de turno quiere que sean.

 
Realidad
Los fiscales de Escobar que estudian el caso de Luis Gerez manejan la hipótesis de que el personaje en cuestión ejecutó un "autosecuestro", piloteado tal vez desde "arriba", y así lo transmitieron a la prensa. Inmediatamente, el diputado oficialista Raúl Pérez presentó a la Legislatura un proyecto de juicio político a los fiscales, acusándolos de "victimizar a la víctima", como si no fuera una obligación de todo funcionario informar sobre los actos que va cumpliendo. El país entero ya sabe que el caso Gerez fue una operación para desatar la "caza de brujas" que nos acompañará hasta las elecciones. Es infantil querernos hacer comulgar con ruedas de carretas. La única verdad es la realidad...

 
Despeñadero
Si personal de los distintos departamentos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) decide llevar adelante un paro, en protesta por la cesación en sus cargos de una funcionaria cuya testarudez no admite hacer de las mediciones económicas una comparsa de la ideología política, estarán las bases echadas para que el gobierno dé, una vez más, rienda suelta a su vis histriónica y empiece a lanzar acusaciones a diestra y siniestra. O bien para que recapacite, siquiera en términos sólo tácticos y transitorios, y aprecie la serie de entuertos a que se expone si porfía en subordinar hasta su sentido del ridículo al proceso electoral en curso. Decir, con un ojo puesto en dicho proceso, que intereses reaccionarios enquistados en la administración sabotean su ruta con falsos guarismos podrá granjearle la archilealtad de quienes ya no le creen. A menos que, milagrosamente, sean los precios de aquí a octubre más dóciles que la funcionaria depuesta.

 
Incredulidad
La primera víctima del cimbronazo en el INDEC han sido los bonos de la deuda argentina que habían sido comprados con entusiasmo desde fines de 2006, porque agregan a las tasas convenidas una actualización por CER, o sea, corrigen el valor de acuerdo al índice del costo de la vida. Pero si el índice oficial es falso, o apenas dudoso, como sugieren los rebeldes, los ahorristas se sienten estafados y empiezan a desprenderse de los papeles. La segunda víctima van a ser los convenios de trabajo que comenzarán a discutirse en marzo, porque si los gremialistas evalúan que los precios crecen más cerca del 20% anual que del 10%, como dice el gobierno, por mas "compañeros" que sean todos, van a atrincherarse en pedidos de aquel orden. En suma, que el desatino de echar a Graciela Bevacqua refluye en moneda de incredulidad sobre el presidente, por encima de las discusiones más o menos crípticas sobre si enero dio 1,5% o 2,1% de alzas, como cuando se busca romper el termómetro para ocultar la fiebre, o cuando se mata al mensajero para que no se divulgue la mala noticia...

 
¿Armisticio?
La renuncia del secretario de Agricultura, Miguel Campos, que no tenía diálogo con los ruralistas, estaba implícita en el armisticio entre estos productores y el gobierno que se desarrollará a partir de hoy, pero directamente con el jefe del Gabinete, Alberto Fernández. A cambio de que no se limiten las exportaciones de los cortes más valiosos en el momento en que se reanuda la competencia con Brasil, los frigoríficos aceptarían pagar mayores retenciones sobre esos cortes para articular, con tal dinero, un complicado sistema de subsidios cruzados con los cuales estimular a los pequeños criadores marginales, según lo imagina el secretario de Comercio, Guillermo Moreno. En suma, el ruralismo acepta que este es un año electoral y opta por hacer política, declinando presionar con paros al gobierno y sumándose al intervencionismo en los precios, aunque no se sabe todavía si los 200 mil ganaderos y los 130 mil agricultores aceptarán la tratativa.

 
Bolsillos
Lo más desazonador de la polémica entre el presidente Néstor Kirchner y el ahora candidato a serlo Roberto Lavagna acerca del último índice inflacionario no estriba en que no puedan dos políticos de representatividad nacional ponerse de acuerdo en algo tan neutro como debiera serlo un valor numérico, sino en que necesariamente uno de los dos miente o no sabe de lo que habla (aunque Lavagna ha de saber). Tercera posibilidad no puede haber cuando la cifra de uno casi duplica a la del otro. Aun la versión conciliatoria de que mensuran el dichoso índice empleando variables y técnicas distintas, lejos de aplazar nuestra inquietud, la agiganta hasta el pasmo. Pues si un guarismo econométrico de tamaña importancia, referente mensual de millones de bolsillos, puede ser medido así de laxamente, ¿quedará, al cabo, algún renglón de la vida pública incontaminado de voluntarismo, de capciosidad, de mala fe?

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